EEUU desafía a China con Nancy Pelosi y abre una crisis de consecuencias imprevisibles
Desde Abajo
Jueves, 04 Agosto 2022 05:21
La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, aviva el fuego entre ambas potencias mundiales. Una jornada de altas tensiones que ha supuesto traspasar “la línea roja” de Pekín.
El desafío lanzado por Estados Unidos a China, con la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de ese país, Nancy Pelosi, ha prendido fuego al polvorín geopolítico de Extremo Oriente. Sin embargo, no hay que perder de vista que se trata de un paso más, y anunciado, en la estrategia de hegemonía global de Washington, bien definida en la reciente cumbre de la OTAN en Madrid. Esa prevalencia mundial de Estados Unidos, tal y como se indicó en el nuevo concepto estratégico de la OTAN al servicio de los intereses de Washington, pasa por el acorralamiento de Rusia en Europa y el acoso a China como su único gran rival político y económico.
El error en la estrategia diplomática de Estados Unidos está en la equiparación de sus dos rivales, el europeo y el asiático. Mientras que en el caso de Rusia, el planteamiento liderado por Washington le ha reportado pingües beneficios de la guerra, para su industria armamentística, sus ventas de gas licuado a Europa y de cara al renacimiento de la OTAN como bloque militar, este enfrentamiento con China augura una respuesta más peligrosa por parte de Pekín y no necesariamente armada. Respuesta que tendrá en el ámbito económico un fuerte impacto en los aliados estadounidenses en el Pacífico —Japón, Corea del Sur y Australia— y en la propia economía de Estados Unidos, pese a quien pese muy ligada a la china.
Un paso “extremadamente peligroso”
El Gobierno chino ya ha indicado que la visita de Pelosi a Taipéi es un paso “extremadamente peligroso” y una amenaza a la estabilidad de la región. Pelosi es la funcionaria estadounidense de más alto rango que ha enviado Washington a Taiwán en el último cuarto de siglo. Estados Unidos no reconoce a la isla como un estado independiente, pero no ha dudado en armarla hasta los dientes, como parte de su estrategia para afianzar un “cordón” de seguridad entre China y la cuenca del Pacífico, que incluye a Corea del Sur, Japón y Australia.
En octubre de 1949, la isla de Taiwán se convirtió en el bastión de los nacionalistas chinos del Kuomingtan, derrotados en el continente por los comunistas, en la guerra civil china. Desde entonces, Pekín reclama la reintegración de la isla como parte de su territorio indivisible y considera una ofensa todo acercamiento militar, diplomático o económico a la antaño Formosa por parte de cualquier país del mundo. Se trata de la llamada política de “una sola China”.
Pelosi, que llegó a Taiwán como etapa final de una gira asiática, explicó las razones de su visita en un editorial publicado en el Washington Post poco antes de su llegada a la isla. “No podemos quedarnos impasibles mientras el PCC (el Partido Comunista Chino) procede a amenazar a Taiwán y a la democracia misma”, explicó Pelosi. Estados Unidos, dijo al concluir su visita, “no abandonará a Taiwán”.
Washington no mantiene relaciones oficiales con Taipéi, lo que no es óbice para que Estados Unidos sea el mayor suministrador de armas del Ejército taiwanés y que el propio presidente estadounidense, Joe Biden, haya indicado en varias ocasiones, quizá en un ejemplo más de incontinencia verbal, que ayudará militarmente a Taiwán si China trata de invadir la isla rebelde.
La respuesta, por ahora diplomática, de China a la visita de Pelosi a Taipéi no se ha hecho esperar. Su Ministerio de Asuntos Exteriores ha afirmado que este paso rompe de nuevo la adhesión de Estados Unidos al principio de “una sola China”, tiene “un grave impacto en los fundamentos políticos de las relaciones entre Estados Unidos y China”, e “infringe gravemente la soberanía y la integridad territorial de China”.
La estrategia asiática de EEUU definida ya en Madrid
La visita a Taiwán de la demócrata Pelosi tiene mucho que ver con las elecciones legislativas de medio mandato que se celebrarán en noviembre en Estados Unidos. Pelosi ocupa la tercera posición en el mando de la Administración Biden, tras el propio presidente y la vicepresidenta, Kamala Harris. Su belicosidad dialéctica y sus muchos años de críticas a la dictadura china se convierten en unos arietes muy bienvenidos para la propaganda de Biden. Una estrategia que está basada en la definición de claros enemigos exteriores para unir al país en unos momentos de grave crisis económica mundial y cuando la hegemonía estadounidense en el exterior es muy cuestionada por su inconsistencia.
Hace un año se produjo la apresurada salida estadounidense de Afganistán y el retorno del régimen talibán a Kabul. Por mucho que esta retirada estuviera pactada, la reaparición de los islamistas radicales en las calles de esa capital, el inmediato retroceso en los derechos civiles, los sangrientos ajustes de cuentas y el retorno al “juego afgano” de viejos conocidos en la región, como China y Rusia, fueron considerados en Asia como una deshonrosa derrota de Estados Unidos. Una derrota que demostraba que la aparente victoria de 2001 sobre los talibán había sido solo parcial.
También manifestaba esa retirada de Kabul que la política internacional estadounidense siempre fue muy voluble y dispuesta a pasar de un escenario a otro con una facilidad pasmosa y sin remordimientos por dejar sin protección a sus aliados circunstanciales. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, debe estar bastante preocupado en estos momentos en los que se cumplen los vaticinios de la cumbre de la OTAN de Madrid, en junio pasado: sí, Rusia es el enemigo oficial, pero el contrincante real es China. Que sean los europeos quienes afronten los efectos de la guerra de Ucrania, mientras la política exterior estadounidense se centra en la Gran Partida con China por el dominio de la región Indo-Pacífica y, por ende, del mundo.
Un muro en torno a China
No se trata solamente de una hegemonía económica. Hay mucho de seguridad en este Gran Juego de intereses entre Pekín y Washington. Por eso fue tan importante en la Cumbre de la OTAN de Madrid que países como Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda o Australia cerraran filas con la Alianza Atlántica y apostaran por una cooperación “especial” y armada en Oriente. Ahí están las declaraciones del anterior ministro de Defensa australiano, Peter Dutton, quien advirtió a finales de abril pasado y apuntando con el dedo hacia Pekín que “la única manera de preservar la paz es prepararse para la guerra”. Dutton afirmó que la región de Asia-Pacífico se encontraba en “un periodo muy similar” al de los años treinta del siglo pasado, cuando Japón se lanzó a la conquista genocida del este de Asia.
En el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado el pasado 29 de junio se definía a China como “un desafío” y se denunciaban sus métodos para “subvertir el orden internacional basado en las normas”. En las normas, claro, de Occidente. El documento subrayaba que la República Popular China “busca el control de sectores tecnológicos e industriales clave” abusando de su ventaja económica. Estados Unidos responde, pues, al desafío chino con las amenazas de su brazo armado internacional, una OTAN con sus tentáculos expandidos a Oriente.
El Gran Juego en el Pacífico
No es que Estados Unidos no tenga nada de que preocuparse respecto a China en el Pacífico. No veremos maniobras chinas en el Pacífico Oriental o bases chinas en Paláu o las islas Fidji. Pero su interés por la región es evidente, pues, al igual que Estados Unidos es la gran superpotencia en la orilla oriental de este océano, China lo es en la ribera occidental.
El acuerdo chino con las islas Salomón se encuadra en una estrategia de Pekín para crear un bloque “Sino-Pacífico” en la región. La gira realizada a fines de mayo por el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, fue uno de sus componentes diplomáticos. Visitó ocho países del área, comenzando por las Salomón y concluyendo en Timor Oriental el 4 de junio. En esta gira se pusieron sobre la mesa inyecciones financieras, proyectos de infraestructuras y otras apuestas económicas, pero también el acercamiento en materia de seguridad de Pekín a las islas del Pacífico.
El resultado del viaje de Wang fue variopinto, con interés por parte de los estados del Pacífico, pero con recelos ante la avidez china. Las mismas dudas que plantea el ansia de Washington en la zona. Las críticas de los líderes de la región fueron muy parecidas a las planteadas a los intentos estadounidenses de aplicar convenios de libre asociación por doquier. Las autoridades regionales se sienten ninguneadas mientras los representantes chinos y estadounidenses venden sus planes a las grandes empresas asentadas en esos territorios.
Fue el propio presidente chino, Xi Jinping, quien hace unos días le dijo a Biden lo que puede pasar si esta crisis se agrava: “quien juega con fuego, se quema”. Al contrario que Rusia, incapaz de lastimar a EEUU, pero sí a una Unión Europea empecinada en su guerra de sanciones contra Moscú, China sí puede afectar y mucho a la economía estadounidense. Como Rusia, China puede resistir una guerra económica mejor que Estados Unidos o Europa. Ya lo está ensayando con su larguísimo confinamiento. Parece poco probable un enfrentamiento militar entre China y Estados Unidos por Taiwán, pero la crisis está servida y será de notables proporciones. Si aún consideramos la guerra de Ucrania como el mayor problema que amenaza este otoño e invierno en Europa, esperemos a cubierto la tormenta que en estos momentos se está gestando en el Mar de la China meridional.