Cuaderno de protesta (2)
Sobre la situación y la percepción
Esthel Vogrig Nardini / Liga Tensa
Lobo Suelto
Saber oler el aire y cabalgar la ola.
Cuando nos disponemos a manifestarnos, saber qué hacer –cómo actuar, cuándo actuar, dónde actuar, con quién y qué acción llevar a cabo– no es fácil. Hay que saber oler el aire y cabalgar la ola.
Una pregunta que apareció en el proceso de la Liga Tensa fue cómo podríamos encontrar maneras de compartir las percepciones polisingulares de una manifestación: ¿Qué elementos podrían ayudar- nos a agudizar una percepción común sobre lo que está ocurriendo, para participar con mayor atención en el movimiento continuo del que somos parte? Intuimos que no se trata sólo de entender el con- texto, sino de tener la capacidad de percibir la situación.
Pensar en el contexto es partir de una serie de a prioris, ideas preconcebidas, condiciones predeterminadas: económicas, sociales, políticas, geográficas, culturales, y termina a menudo por llevarnos a generalizaciones. Desde un enfoque contextual, los movimientos y
las acciones se interpretan a partir de códigos preestablecidos que definen las interacciones, códigos que preexisten a la acción, como si una acción sólo tuviera la capacidad de entrar y salir de un mundo ya formado.
A diferencia del contexto, la situación tiene que ver con lo singular y no con lo general. Lo singular se opone a lo general porque todo en una situación “es potencialmente barrido en el movimiento de la enacción (movement of enaction), con un final abierto en cuanto a la forma que vendrá a ser determinada, en un devenir singular catalizado por los gestos performativos que ocurren” (1) . La situación es singular porque el conjunto de gestos que acontecen en un determinado momento, conforman una realidad específica e irrepetible,
que sólo toma forma en la acción. Por ejemplo, como nos recuerda el Comité Invisible, una serie de acciones no funcionan igual en situaciones distintas: lanzar una piedra nunca es simplemente lanzar una piedra “es algo que puede congelar una situación, o desencadenar una intifada” (2) .
La situación es procesual, y nos hace pensar un poco más en lo que vamos siendo que en lo que somos. Nos invita a pensar en el movimiento antes que en el cuerpo. Parte de la premisa que el mundo no está conformado sólo por cosas, sino por movimientos,
caminares, trayectos, líneas que se entrecruzan y se anudan (3) y, en los cruces de esos movimientos, es donde aparecen lugares, entes, conformaciones geológicas, ideas, revoluciones…
En lugar de pensar en un sujeto autónomo, (un individuo que interactúa con un mundo objetivo pre-existente, conformado por objetos manipulables), lo situacional nos enfoca en el carácter intrínsecamente relacional de la vida. Nos invita a pensarnos como seres de relaciones, que siempre están conformándose y transformándose a través de ellas, y no como seres en relación que se consideran entidades autónomas que entran o salen de las mismas (4) .
En la situación, ya no percibimos al mundo como una simple suma o ensamblaje de cosas que pueden unirse y separarse sin perder sus cualidades propias, sino como una correspondencia de movimientos y caminares que se acompañan y se conforman mutuamente (5) . De repente, entendemos las cosas como entidades que no pre-existen a las múltiples y cambiantes relaciones que las constituyen (6) , y percibimos cómo el conjunto de movimientos, acciones, sentires y entrecruzamientos, va constituyendo la singularidad de cada momento, y haciendo mundo.
La acción política entonces, no es sólo algo que entra o sale de un mundo que existe por sí solo, en un afuera objetivo y pre-establecido. Si bien heredamos la creencia de que existe un mundo que pre-existe a las múltiples y cambiantes relaciones que lo constituyen, la vida también puede ser entendida como un flujo incesante y siempre cambiante de “cosas” que emergen a partir de prácticas concretas de muchos actores (7) . En consecuencia, en cada situación, dependiendo de los procesos que se enactúan, que se ponen en acción, dependiendo de los múltiples movimientos y caminares, se conforman (forman-con) unas “realidades” y no “otras”.
En una movilización cada acontecimiento, cada gesto o cada grito no comienzan sólo desde un contexto predeterminado, desde un sujeto, o por un conocimiento a priori sobre el mundo o el trabajo por hacer, sino que en la movilización vamos haciendo mundo mientras escuchamos y percibimos los lugares, las ideas y las nuevas formas de vida que se constituyen en cada encuentro, en una reverberación mutua y constante de cruces a veces efímeros e invisibles. No sólo somos personas que van a la manifestación, sino que la manifestación es la que nos va haciendo personas. No sólo somos sujetos que se suman a una causa, sino que los movimientos que habitamos son los que nos van dando forma. La manifestación no sólo está conformada por una masa de cuerpos, sino por una infinidad de movimientos.
Pensar en la situación es pensarse como parte de una danza que está aconteciendo y transformándose en cada momento. Requiere de una sensibilidad que por momentos logre despegarse de las ideologías, los a prioris y las subjetividades solidificadas, que cada uno carga como fruto de su historia y de sus vivencias. No se trata de obviar el conocimiento que deriva de la experiencia, sino de no aferrarse tanto a él, al grado de impedirnos tener una escucha atenta sobre la singularidad de cada evento, reconociendo que cada acción tiene en sus vísceras infinitos modos de suceder.
La situación nos invita a pensar en lo que está emergiendo, pero no se refiere estrictamente a lo que ocurre en el presente inmediato. En una situación también están en disputa los pasados y los imaginarios a futuro: los movimientos y los caminares que se entrecruzan no pierden su historia, ni los deseos que dan forma a su dirección.
Sumado a esto, las múltiples acciones que conforman una situación, no pueden resumirse en grandes narrativas, ni apelan a un culto a la diferencia (que en su exceso podría derivar en indiferencia) sino que nos invita a indagar en las posibilidades compositivas de la simultaneidad de ideas, voces, mitos, epistemologías y gestos.
En la situación, el “sujeto” no es el individuo que se encuentra, sino el encuentro. Su foco está en el verbo, y requiere de habilidades para improvisar y componer como múltiples voces a través de polifonías y polirritmias. En la situación navegamos prestando atención a lo que está emergiendo en sus vísceras, a la vez que reconocemos la existencia de algunas premisas que trascienden las interpretaciones (como el hecho de que necesitamos agua para seguir viviendo). A veces, en la situación también aparecen configuraciones solidificadas y predeterminantes, como la monetarización de toda capa de vida en un capitalismo feroz, la violencia sistémica hacia las mujeres en un patriarcado asustado y por lo tanto más violento, o los movimientos coloniales que siguen prosperando en el presente.
Si pensar la situación tiene que ver con la capacidad de percibir las sutilezas del movimiento y la transformación constante de una infinidad de relaciones que conforman entidades que conforman mundo, entonces la pregunta sería: ¿Qué técnicas podrían ser útiles para percibir cada situación y así practicar una percepción que nos haga más conscientes del mundo que estamos conformando (for- mando-con)? ¿Cómo podemos afinar la percepción de la situación? Para empezar, quizás necesitamos repensar la percepción misma.
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