Chile y las tendencias electorales

Chile, y las naciones controladas por su estado, presenta una imagen electoral de tres tendencias marcadas por la condición económica y la adscripción o crítica a la conducción de los asuntos públicos. Hasta el gobierno de Allende podía apreciarse cierto crédito al camino institucional para producir cambios, pero el golpe militar resultó una escuela histórica que demostró que el aparato del estado contaba con su propio sistema de autodefensa que podía declarar la guerra a su propio pueblo en caso “necesario”, como había hecho en España. Las descaradas dictaduras de izquierda de Nicaragua y Venezuela terminaron de distanciar a los sectores populares del seguidismo tradicional a las “vanguardias” políticas, en tanto crecía el ejemplo de los municipios autónomos zapatistas.



Chile y las tendencias electorales

Jaime Yovanovic (Profesor J)

 

Chile, y las naciones controladas por su estado, presenta una imagen electoral de tres tendencias marcadas por la condición económica y la adscripción o crítica a la conducción de los asuntos públicos.

 

Hasta el gobierno de Allende podía apreciarse cierto crédito al camino institucional para producir cambios, pero el golpe militar resultó una escuela histórica que demostró que el aparato del estado contaba con su propio sistema de autodefensa que podía declarar la guerra a su propio pueblo en caso “necesario”, como había hecho en España.

 

Las descaradas dictaduras de izquierda de Nicaragua y Venezuela terminaron de distanciar a los sectores populares del seguidismo tradicional a las “vanguardias” políticas, en tanto crecía el ejemplo de los municipios autónomos zapatistas, la autodeterminación de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, así como la modalidad de los autogobiernos y la autogestión en barrios periféricos de las grandes ciudades.

 

Los partidos de la coalición de Allende se aliaron con los golpistas de la Democracia Cristiana para recibir el gobierno dictatorial y continuarlo por encima de la resistencia popular que había alcanzando el nivel de movilizar todos los barrios periféricos del país levantando barricadas incendiarias que de facto pusieron a los militares en un situación imposible cuya única salida era entregar el gobierno a quienes pudieran engañar al pueblo haciendo creer que todo cambiaba.

 

Millones salieron a las calles a cantar el venceremos pensando que se había propinado una derrota a los militares sin percibir que la partidocracia sólo continuaba el juego del poder, pero poco a poco comienzan a despertar y abandonar los procesos electorales que se van vaciando hasta que llega el estallido que muestra la verdadera cara del pueblo, muy poco electoral por lo demás.

 

La partidocracia se reunió para actuar como un solo hombre, todos para uno y uno para todos, como los mosqueteros, y “descubrieron” que la causa de todos los males era la constitución fascista de Pinochet, o sea le echaron la culpa al muertito, cuando esa constitución lo que hacía era recoger la voluntad y necesidad del empresariado capitalista que ya tenía ramificadas y estratificadas sus redes y pezuñas clavadas profundamente en todos los territorios, incluyendo los de las naciones ocupadas, de modo que toda “nueva” constitución limpiase los jarrones y pusiera agua limpia para las flores que engalanan el gran funeral del pueblo y la madre tierra.

 

Y salieron los apóstoles de la buena nueva a sacar las culebras y machacar con que había que sacar las flores marchitas y colocar flores frescas con un programa que culminaría con el plebiscito de salida para elegir el florero que mejor nos venga.

 

Y así respiraron felices los sacos de … cualquiera cosa hedionda, partidos, autoridades y candidatos saliendo a arrojar pétalos de rosas a los cerdos de su patio, mientras el pueblo: bien, gracias.

 

La gente que había estallado, de 5 a 7 millones de personas, volvieron a sus barrios y dieron nacimiento a su propia constitución, sus propias reglas, con sus propias manos, dando nacimiento a una gigantesca ola de ollas comunes que brotaban como callampas por todas partes, cientos y cientos de ollas, cada día aparecían varias. La información corría por todos lados: Diarios, radios, facebook, guatsáp, carteles, dibujos, cantos, fotos, rayados. Todos hablaban de la potencia social y se iba tejiendo un tipo de relato que poc y nada tenía que ver con los cantos de sirena de los vendedores de pomadas electorales o constitucionales. La voz del pueblo aplanó los rezos e invitaciones de los apóstoles constitucionales.

 

No había que permitirlo.

 

Partidos, municipios, iglesias, oenegés y más corrieron a llevar “ayuda” a los pobrecitos pobres, ovejas votantes descarriadas, hijos pródigos que se habían distanciado del hogar institucional, que habían roto las filas del orden social. Había que traerlos de vuelta a la luz de la disciplina de la dependencia a papá-estado. Como por encanto aparecen platas, verduras, gas, transporte, bandejas y un cuantuay. Y el gobierno se encarga de dar el golpe de gracia distribuyendo el bono del IFE y todos felices, aunque ninguno tanto como los empresarios que veían que se les venía encima la terrible y temida autogestión, el despliegue de la potencia transformadora del pueblo.

 

Todo en orden, todos en la fila y así llegaron las elecciones presidenciales donde votaron apenas un 45% de los electores y luego en la segunda vuelta aumenta a 55% para evitar la victoria de Kast. Eso significa que la mitad de la población no ha sido atrapada por los cantos de sirena del poder y muchas sorpresas vendrán en el plebiscito de salidad.

 

Ya no hay diferencias entre el apruebo y el rechazo, pues los partidos del apruebo sostienen que habrá que cambiar la propuesta emanada de la convención. El Instituto electoral sostiene que votarán entre 8 y 9 millones de personas de un total de 15 millones, es decir que los mismos encargados de asegurar la elección siembran la duda de que la obligatoriedad va a funcionar.

 

Ya votar no tiene sentido, salvo rayar la cancha. Veamos quienes votan:

 

Las cifras indican que la mayor parte de la votación se encuentra en los barrios altos, le siguen los barrios de clase media y finalmente los masivos barrios periféricos. Por ejemplo Valparaíso, donde arrasó Sharp, sólo votó un 43% de los electores, en La Pintana, de Santiago, votó el 39%, en tanto en Vitacura el 67%.

 

Así podemos afirmar que la potencia mostrada en el estallido se mantiene intacta y la población no recibe el dinero de los bonos porque se vende, sino por sentido de la oportunidad, igual que cuando aparece Farkas: están repartiendo plata, donde las dan las toman.

 

Por eso la tendencia a la abstención se mantendrá y aumentarán los votos nulos, pues perder 180 lucas no es ninguna gracia. La economía está empeorando y el bono invierno pasará como si nada. De allí la importancia del análisis del plebiscito que nos mostrará como se mueve la tendencia electoral, que algunos quieren que sea punto para el gobierno, otros punto en contra. Ni el gobierno ni la constitución guardan relación con las causas del estallido ni con la potencia social, lugares donde se encuentra la energía constructiva, que es distinta de la electoral. Malos días para lo macro, buenos días para lo cotidiano del cambio.

 

Ahora voy a trabajar la huerta aprovechando el sol. Buen día, potencia.

 

unlibre@gmail.com