Los propios zapatistas han contado las historias de los caracoles y sus juntas de buen gobierno. En el texto Chiapas: la treceava estela
, publicado en siete partes en julio de 2003, explicaron las razones e hicieron un balance de lo logrado y los problemas hasta ese momento. Para el caso de las juntas del buen gobierno, la historia se remonta a diciembre de 1994, cuando fueron creados los municipios autónomos rebeldes zapatistas (Marez) y sus consejos autónomos, un ejercicio de autonomía indígena, conducido por las propias comunidades
, y en el que el EZLN se ha dedicado únicamente a acompañar, y a intervenir cuando hay conflictos o desviaciones
.
En territorio rebelde, el cargo de autoridad no tiene remuneración, es concebido como un trabajo en beneficio del colectivo y es rotativo
. La comunidad ayuda con su manutención y también sanciona o remueve a las autoridades que no cumplen su encargo. Sólo los civiles pueden ocupar cargo de autoridad, sea en la comunidad o en los municipios autónomos. Son estos consejos autónomos los encargados de construir las condiciones materiales para la resistencia
, los encargados de gobernar un territorio en rebeldía
, sin apoyo institucional alguno. Los logros desde entonces eran impresionantes en muchas áreas: salud, educación, justicia, comunicación, género, trabajo, vivienda, tierra, comercio, alimentación, cultura…
Sin embargo, los zapatistas identificaron problemas como el desequilibrio en el desarrollo de los municipios autónomos y de las comunidades, problemas entre municipios autónomos y entre éstos y municipios gubernamentales, denuncias por violaciones a los derechos humanos y otros más. Así, para enfrentar los problemas de la autonomía
y para construir un puente más directo entre las comunidades y el mundo
, fueron creadas las juntas de buen gobierno, que también garantizan el mandar obedeciendo. Las juntas están compuestas por dos o más delegados de cada uno de los consejos autónomos de los municipios de cada zona y tienen sus sedes en los caracoles.
Los caracoles tienen también una historia propia. En agosto de 1994, para realizar la Convención Nacional Democrática, en Guadalupe Tepeyac, en la Chiapas zapatista, los pueblos rebeldes construyeron un Aguascalientes, un espacio de diálogo y encuentro entre los zapatistas y la sociedad civil nacional e internacional. El 9 de febrero de 1995, este Aguascalientes fue destruido por el Ejército federal al mando de Ernesto Zedillo. Pero, empeñados en construir y comunicar los proyectos de vida en sus territorios y en el mundo, los mayas rebeldes se dieron a la tarea de erigir otros cinco Aguascalientes, esta vez en Oventic, La Realidad, La Garrucha, Roberto Barrios y Morelia.
En agosto de 2003 los zapatistas también decidieron que los Aguascalientes debían morir, y acabar de paso con el paternalismo de algunas ONG que buscaban imponer proyectos y reducir la solidaridad a la lástima y la caridad. Pero los cinco Aguascalientes morían para dar vida a algo nuevo: cinco caracoles, puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está. Pero sobre todo, para recordarnos que debemos velar y estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo
.
Para documentar los avances y logros de los caracoles y las juntas de buen gobierno, se pueden revisar los Cuadernos de la escuelita zapatista o el tomo uno de Pensamiento crítico frente a la hidra capitalista, y es que los zapatistas también tienen esa cualidad de acompañar su práctica de su propia teoría. También pueden revisarse estupendos trabajos como el de Paulina Fernández, Justicia autónoma zapatista. Zona Selva Tzeltal.
En 2019 los zapatistas anunciaron que, como parte de la campaña Samir Flores Vive, habían reorganizado y expandido sus territorios. Ahora cuentan con 12 caracoles y sus respectivas juntas de buen gobierno. Estamos frente a un ejercicio de imaginación política, de resistencia creadora, de autonomía, del mandar obedeciendo. Un proceso que no está exento de contradicciones, pero que no deja de apostar por la construcción de una alternativa más allá del capitalismo. Larga vida a los caracoles.
*Sociólogo. @RaulRomero_mx