Comunidad Reverde Polanco de Valparaíso Informa:
Catastro de huertas en Valparaíso y los cantos de sirena del trabajo
Debido a que la situación económica no se va a arreglar en plazo corto y los indicadores financieros demuestran que vamos en declive, el circulante está disminuyendo y los ingresos familiares son cada vez más insuficientes, siguen elevándose los precios y aumenta la crisis del campesinado por las presiones tecnológicas y administrativas que les obligan a sembrar con semillas de laboratorio arrinconando y encareciendo aún más los productos que realmente satisfacen las necesidades de alimentación sana del pueblo obligado a comprar comida chatarra, frituras, productos industrializados mezclados con diversos conservantes, saborizantes y otros productos químicos, además de frutas y verduras cultivados con métodos transgénicos y con fertilizantes y herbicidas dañinos para la salud como el glifosato y otros productos de laboratorio elaborados por Monsanto y la Bayer que la compró.
De esa manera las huertas urbanas de casa (con o sin patio) o comunitarias vienen a resolver dos situaciones cada día más complejas: la necesidad de alimentación y la gran contribución que hacen a la salud en general proveyendo alimentos sanos y cultivados naturalmente en casa o cerca de ella además de medicinas que ayudan a enfrentar todas las necesidades de cuidado y salud de nuestra familia y los vecinos del barrio.
Es claro y no hay duda que muchos prefieren o dicen que no les queda otra que comer transgénicos o comprar en el supermercado a sabiendas que todo allí, aún las verduras, son tratadas con diferentes productos químicos, así como los congelados y las conservas, que se argumenta que solucionan las necesidades de la vida moderna y así nos obligan a seguir el ritmo de la marcha militar que nos tocan a diario para cumplir la disciplina del trabajo que alimenta la máquina capitalista que va empeorando nuestras vidas mientras engordan los dueños de las grandes empresas.
Tal como lo leen, creemos que trabajamos para subsistir y justificamos que no hacemos huertas ni metemos las manos en la tierra porque la sagrada pega nos exige más y más sacrificios, o sea nos distancian cada vez más de nuestro verdadero salvavidas o kit de sobrevivencia en la montaña, repartiéndonos como soldaditos de plomo las raciones de combate hechas a punta de química, laboratorios y un montón de personas que estudian tecnologías para operar las máquinas productoras de esas mercancías que nos enchufan por cualquier lugar del organismo, pues hasta la boca va perdiendo el sentido y ya no necesitamos masticar para tragar las píldoras de la comodidad que llaman “progreso” o “civilización”.
Los quijotes huerteros y recicladores son mirados en menos por los bien adaptados o mimetizados al sistema de las escaleras mecánicas que se amontonan en las oficinas llenas de computadores (o usan el compu de casa, más cómodo aún y más riqueza para los chanchos empresarios) apretan un botón y ganan un salario sirviendo a las empresas que sacan la leche y la vida de la gente, de los animales y los vegetales, destruyen la naturaleza y mandan milicos a poner en fila a los mapuche que, insistentes ellos, quieren vivir libres sin el grillete al cuello como aquellos que desprecian la acción de meter las manos en la tierra.
Así resulta doble y triplemente más adecuado que servir de remeros galeotes que hacen andar los barcos del capital remando al compás del ritmo marcial de la disciplina social, dedicarnos a una vida más autogestionaria que depende y dependamos más de nuestras manos llenas de tierra que de nuestras dedos con uñas artificiales para apretar botones sin dañar la delicada tintura de colores brillantes que decoran nuestras garras ya civilizadas y adecuadas a esa comodidad individualista morbosa que nos aleja del buen vivir comunitario.
Al abordaje! decía el pirata que saltaba las barreras de la propiedad en los siete mares, como A la carga! decían los obreros de la comuna de París y Al monte! decía el Che en la época que aún podía imaginarse un estado dirigido por el pueblo, cosa ya imposible debido al predominio absoluto del capital sobre todos los mecanismos de la máquina estatal. Hoy decimos A las huertas! Invitando a quienes aún no rompen el cordón umbilical tejido por las relaciones patriarcales sobre nuestras vidas a dejar de comprar en los supermercados y retomar la relación directa con la madre tierra utilizando todos los espacios posibles de la casa y del barrio para sembrar, cuidar y cosechar el alimento y la medicina que necesitamos, al tiempo que retomamos contacto directo con los vecinos y recuperamos el sentido del comúnn de vivir compartiendo las cotidianidades de la vida, es decir reconstruir los lazos de relaciones comunitarias en el barrio.
Pero eso es un camino que las huertas y los huerteros debemos recorrer para mostrar, que se vea, que los piratas vuelven a los mares y los campesinos somos todos, que la propiedad y la industria tecnificada acabó con el trabajo y nos ha legitimado en nuestra labor de volver a las raíces naturales comenzando por cada barrio.
La idea entonces es hacernos una lista de las huertas y huerteros, mostrarla a todo el mundo y armar un tejido por donde circulen semillas, experiencias, aprendizaje, cooperación y apoyo mutuo, o sea, preparar juntos un gran encuentro donde podamos mostrar lo que hacemos, como lo hacemos invitando a más gente a hacer otras huertas y así multiplicar el efecto, sin entrar en disputa de quien es de izquierda o quien de derecha, o de quien es religioso o no creyente, solamente somos vecinos. Solamente las huertas y los huerteros, independientemente de quien o qué los ha financiado o promovido.
Para ir armando el catastro y circular ideas, por ahora podemos comunicarnos en el correo unlibre@gmail.com
Haremos un informativo semanal para que cada huerta pueda enviar su información.