Argentina: La comuna de Trelew

Aquella comuna que despertó a media mañana del 11 de octubre del 72: un “alzamiento popular” de más de 3.000 personas -de unas 30.000 habitantes que entonces tenía Trelew- en respuesta al escarmiento que policías y militares -el arresto de 16 ciudadanos y al allanamiento de un centenar de casas- ejercieron sobre una población que había expresado solidaridad con los presos del penal antes de la fuga del 15 y “consternación” con la masacre luego de los fusilamientos del 22.



La comuna de Trelew 

Diego Sztulwark

Lobo Suelto

Ahora que todo es serie y homenaje, plataforma y almanaque, ¿no sería oportuno filmar La pasión según Trelew (libro de Tomas Eloy Martínez, 1973)? El autor de “La novela de Perón” -que ya tuvo su “Santa Evita” en Disney- bien podría ser invocado para un emprendimiento cultural auténticamente. El día de mañana sería ideal para anunciarlo. Al cumplirse los cincuenta años de la masacre: una historia de “La comuna de Trelew”, o bien “Tres días Pasión” o quizás “Comuna, fuga y masacre en Trelew”. Evidentemente, habría que sumar, para armar el guion, tramos de la entrevistas que grabó Paco Urondo a los sobrevivientes de la masacre el 25 de mayo del 73, base de su extraordinario libro “Trelew, la patria fusilada” (1973). A lo que voy: sabemos menos de la comuna que de la fuga y la masacre: No se deja de narrar la magnífica fuga del penal de Rawson de 24 militantes presos el 15 de agosto del 73 -la hemos escuchado hace pocos días en voz de Vaca Narvaja-, ni hemos dejado nunca de recordar la masacre sucedida una semana después -el 22 de agosto, sabemos los nombres y recordamos cada años a los 16 muertos y a los 3 sobrevivientes heridos, luego desaparecidos. Pero se nos pasa la comuna, cuya historia es inseparable de la secuencia fuga-masacre, y agrega un elemento clave para entender aquellos -y por su reverso, también estos- años. Una comuna -con sistema propio de abastecimientos y líderes espontáneos- que duró tres días, casi nada.

Tomas Eloy Martínez era entonces director de la revista Panorama (construida sobre los restos de Primera Plana) y estuvo a cargo de la edición que saldría a la calle aquel 23 de agosto. En medio de versiones encontradas y lleno de dudas respecto del relato oficial sobre la masacre, se resolvió por escribir que “la sangre de los prisioneros de Trelew podría cerrar el camino hacia la democracia que el gobierno ha prometido”. Por introducir un razonamiento que cuestionaba la palabra de la dictadura y sugerir apenas lo que muchos años después escribiría Alejandro Horowitz en “Los cuatro peronismos”, que la masacre era un mensaje de la Marina a Lanusse, un modo de marcar la cancha en sus negociaciones con el Perón del exilio, el periodista fue echado de Panorama. Un llamado telefónico al dueño de la editorial por parte del entonces capitán de navío Emilio Eduardo Massera ocurrido el mismo 23, convino el despido inmediato de su director. Y si bien algo se cerraba -al cumplirse 25 años de la masacre escribió Eloy Martínez:  “La destrucción de la Argentina empezó entonces”-, algo quizás también se abría, puesto que ya despedido decidió viajar a Trelew a investigar la verdad de lo sucedido y al llegar  -hablamos de mediados octubre- se encontró con una historia que no buscaba: “una de las rebeliones populares más encendidas y secretas de la historia argentina”. Hizo entonces lo que podía hacer, recabó testimonios, revisó documentos, trazó vínculos entre los hechos inmediatamente históricos del penal y del aeropuerto y lo que sucedía en barrios y los hogares. Las primeras ediciones del libro ardieron en llamas en la Plaza de un regimiento de la ciudad de Córdoba junto a libros igualmente combustibles de Freud, Marx y Althusser.


 

En la reedición del año 97, podemos por fin enterarnos de aquella comuna que despertó a media mañana del 11 de octubre del 72: un “alzamiento popular” de más de 3.000 personas -de unas 30.000 habitantes que entonces tenía Trelew- en respuesta al escarmiento que policías y militares -el arresto de 16 ciudadanos y al allanamiento de un centenar de casas- ejercieron sobre una población que había expresado solidaridad con los presos del penal antes de la fuga del 15 y “consternación” con la masacre luego de los fusilamientos del 22. Las violentas detenciones -a vecinos de todos los partidos y profesiones- y los partes oficiales que las justificaban, pusieron a Trelew en una disyuntiva: “o resistía o se transformaba en cómplice”. Chiche López, secretario del comité radical que zafó de la represión y uno de los activistas de la comuna, pronunció estas palabras: “nos dimos cuenta de lo torpes que habíamos sido entre el 15 y el 22 de agosto. Otro sería el cantar si nos hubiéramos organizado para exigir el traslado de los diecinueve muchachos desde la base del penal, o si hubiéramos intentado ir a la base en manifestación”. La primera convocatoria a las “fuerzas vivas” la lanzaron los dirigentes de las fuerzas políticas por radio Chubut. Respondieron almaceneros, obreros textiles, maestras, militantes de la juventud peronista y desocupados. Llegando el mediodía del día 11, el local del MID estaba repleto de personas ansiosas por salir a la calle, desobedeciendo la presencia de los camiones del ejército y los patrullajes de la marina. Pasado el mediodía, en torno al Teatro del Pueblo (hoy Teatro Español), estudiantes, taxistas y agrimensores coreaban “Libertad a los soldados de la libertad”; “luchemos, basta de represión”; “nos piden votos y nos mandan a Devoto”. A las 15hs el teatro -epicentro de la comuna- desbordaba. Durante esos días hubo una huelga masiva -90% de acatamiento- desautorizada por la CGT y masivas manifestaciones desde el centro de la ciudad hacia los barrios obreros. Ni ruptura de vidrios, ni saqueos, las tarea de limpieza y de elaborar consignas fueron compartidas por una ciudad mayormente de clase media en el que “nunca pasaba nada, sólo el viento”.