Transitando nuevos senderos
Allí el reto
Cecosesola
Autogestionamos nuestras actividades sin líneas de mando con la intención de generar un proceso educativo, construyendo una organización abierta y flexible, intentando profundizar un nosotr@s que se va ampliando. A la par, buscamos contribuir al bienestar en los sectores populares dentro de la economía venezolana, volátil y muy competitiva.
Intentando así asar varios conejos a la vez: ¿Cómo lograr que nuestros emprendimientos económicos se desenvuelvan y persistan en el tiempo? ¿Cómo lograr que brinden bienestar y sean el caldo de cultivo de nuestro proceso educativo? Allí el reto.
Somos más de 50 asociaciones de los sectores populares cuyas actividades las gestionamos unas 1300 personas. No existe una estructura burocrática. Funcionamos con base a encuentros, abiertos al quien desee incorporarse. Tanto la participación en las tareas concretas como en los encuentros es rotativa. Si bien existen equipos para llevar adelante los acuerdos que vamos construyendo, no existe una supervisión que asegure el cumplimiento de los mismos.
En Cecosesola desarrollamos un proceso educativo iniciado hace unos 50 años basado en la reflexión colectiva sobre las relaciones que se tejen en el quehacer diario, donde nos relacionamos sin líneas de mando, abiertos a una participación plena, sin intermediación. Conformamos una red de más de cincuenta organizaciones comunitarias ubicadas en los sectores populares, principalmente de la región centro occidental de Venezuela. Entre las múltiples actividades que gestionamos unos 1.300 trabajadores y trabajadoras asociadas destacan un servicio funerario, 20 mercados comunitarios, 18 agrupaciones de productores agrícolas, 7 pequeñas unidades de producción comunitaria, 7 iniciativas de salud comunitaria y un centro cooperativo hospitalario. Los precios de nuestros servicios representan anualmente un ahorro comunitario cercano a los 20 millones de dólares. www.cecosesola.org
En cada una de nuestras actividades (algunas con más de 200 integrantes), realizamos periódicamente encuentros. Allí se analiza y reflexiona sobre lo ocurrido en el quehacer diario, sobre nuestro entorno y se llegan a acuerdos consensuales. Además, vamos clarificando los criterios colectivos, basados en nuestros fundamentos éticos, que nos permiten tomar decisiones sobre la marcha.
No existen controles previos para asegurar el cumplimiento de los acuerdos, ni para garantizar que se vayan tomando las decisiones en el día a día con criterios colectivos. Es responsabilidad de todos y todas hacer el seguimiento. Pero a veces…
Algunos nos hacemos de la vista gorda. Operan mecanismos culturales de nivelación que nos adormecen y nos vamos haciendo cómplices de las personas que irrespetan los acuerdos. Tienden a aparecer expresiones para neutralizar los intentos por recordar los acuerdos como “pajúo”, “jala bola”, (venezolanismos para delator) “jefecito”, o una de las favoritas “¿y no es que aquí no hay jefes?”, o simplemente se quita el saludo o al que hace la observación se le evidencia una falla que se tiene guardada para la ocasión.
Al eliminar las líneas de mando el proceso se vuelve frágil y vulnerable; se puede crear un vacío de poder que invita a ser llenado y los mecanismos de nivelación son una manera de ejercer el poder. Se utilizan para establecer una relación de dominación perversa sobre la otra persona. Y en cuanto estos mecanismos de nivelación se van extendiendo, va arraigándose la complicidad, va penetrando el caos y la actividad económica entra en crisis.
Ahora bien, cuando logramos atajar estos mecanismos a tiempo y los convertimos en una oportunidad de reflexión, estimulamos nuestro desarrollo como personas autónomas. Va emergiendo una creciente identidad con ese proceso de ir ampliando el nosotr@s, acompañada de una creatividad y una pasión por lo que hacemos. De manera que en nuestro caso, sorteando muchas dificultades, la mayoría cumplimos con nuestras responsabilidades y compromisos adquiridos y esto se refleja en los resultados económicos.
Sin embargo, no basta con tener la capacidad de precisar cuándo se incumple lo acordado. Tampoco basta con cumplir con estos y con los compromisos adquiridos. Es fundamental captar el momento presente y sus implicaciones. Por algo, en las empresas para lograrlo existen gerentes y supervisores que se encargan de velar por la globalidad del área que le corresponde.
Se trata de captar las consecuencias de lo que pudiese estar ocurriendo internamente y detenerlas a tiempo. Se trata, también, de captar las consecuencias de lo que ocurre en nuestro entorno y reaccionar a tiempo. Y esto es especialmente importante en una Venezuela con una situación económica sui generis. ¿Qué significan para nuestro centro de salud la privatización, por la vía de los hechos, de los hospitales públicos del país? ¿Y el ceder por decisión ejecutiva un millón de hectáreas de tierras cultivables para la exportación de hortalizas por parte de iniciativas internacionales? ¿Cuáles son las consecuencias de la evasión de impuestos por parte de numerosos expendidos de alimentos para nuestros mercados comunitarios?
Esta capacidad, de captar el momento y tener la confianza para estimular a tiempo la discusión sobre las decisiones o cambios de rumbo necesarios, es algo que es menester continuar profundizando y colectivizando. No basta con precisar el incumplimiento de los acuerdos y compromisos contraídos. No basta con hacer bien las rutinas. Allí el reto.