AGROECOLOGÍA(S) EMANCIPATORIA(S) PARA UN
MUNDO DONDE FLOREZCAN MUCHAS AUTONOMÍAS
Valentín Val y Peter M. Rosset
colección al faro zapatista
Introducción
Nos proponemos un ensayo en el sentido de experimen-
to, exploración, tanteo. Una reflexión en voz alta; una
invitación al diálogo para, como nos enseñan lxs1 zapa-
tistas, escuchar y aprender en el caminar colectivo de
transformación. Nos inspiramos aquí en los principios
y aprendizajes que lxs zapatistas, en su lucha por la vida,
aportan a la construcción de un movimiento global de
transformación agroecológica.
Luego del levantamiento zapatista el 1° de enero de
1994, muchxs intentaron desacreditarlo calificándolo como
un levantamiento contra el progreso, la modernidad, el
futuro. Se les acusó de ingenuidad, ignorancia, utopismo,
de naífs y hasta de ser un movimiento “polpotiano”2 arcaico
y sectario. Hoy, a más de 25 años de ese ¡Ya Basta!, de aquel
“aquí estamos y estaremos” y “somos lo que somos”, de ese
ejercicio de resistencia y rebeldía, de esa declaración de
principios, valores y vivires, podríamos decir: “sí… sí fue
un levantamiento contra el progreso, la modernidad y el
futuro”. Fue un levantamiento contra una modernidad ca-
pitalista, racista, patriarcal, heteronormativa y excluyente;
un progreso de la ideología neoliberal y su necropolítica
agro-hidro-extractivista; y un futuro de privilegios para
una minoría y de muerte para las mayorías. Fue un levan-
tamiento por el pasado, por el presente y, sobre todo, por
futuros y mundos otros.
Que nadie se equivoque, lo que lxs compas representan
no es el pasado, ni un utopismo neorromántico, ni una
autonomía aislada y endogámica. Lxs compañerxs zapatis-
tas, desde su ser y estar en el mundo, nos están mostrando
que existen otras posibilidades: de futuro(s) y mundo(s)
donde quepan todxs, sustentables, de comunidades, de
relaciones sociales y ambientales justas y centradas en la
reproducción de la vida.3 La agroecología es una de esas
2 En referencia a Pol Pot, líder de los jemeres rojos de la Kampuchea
Democrática (hoy Camboya).
3 Nos referimos aquí principalmente a lxs zapatistas como el centro
de gravedad de una constelación amplia que incluye asimismo a lxs
compañerxs del Congreso Nacional Indígena y una cantidad enorme
de colectivos, movimientos, redes y personas de los cinco continentes
que han sido atraídos e inspirados por el movimiento zapatista. Mismos
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apuestas por la vida, y lxs compañerxs zapatistas tienen
muy claro que la soberanía o autonomía alimentaria, el
trabajo colectivo, el respeto a la Madre Tierra, son pilares
fundamentales en la construcción de la autonomía (Barkin
et al. 2020, Rosset y Barbosa 2021).
Este es el sentido profundo de esta agroecología que
nos gustaría explorar en este ensayo. Una agroecología
colectiva, emancipatoria, organizada en torno a valores
comunitarios de cooperación y reciprocidad que descentra
la mercantilización de las relaciones sociales y ambientales.
Para ello, creemos que es primeramente necesario explorar
críticamente el escenario de disputas contemporáneas en
torno a las nociones de agroecología, los riesgos de coopta-
ción y apropiación por parte de los Estados, instituciones
y corporaciones.
A continuación, señalamos algunas características de
las agroecologías emancipatorias, sus potenciales y de-
safíos en la consecución de la soberanía alimentaria, la
construcción de autonomía(s) y el caminar de los pueblos
hacia el horizonte heterotopístico4 de una vida digna, social y
ambientalmente sostenible, con justicia, equidad, libertad
que se encuentran en diversos procesos de organización, caminando
hacia la autonomía en abierta resistencia y rebeldía al capitalismo y
su proyecto de muerte.
4 En el sentido de una combinación de la heterotopía de Foucault
como horizonte disruptivo y heterogéneo que trascienda la concepción
determinística y teleológica de la utopía, con la potencia de acción
performativa de la utopística de Wallerstein y la creatividad emergente
de los procesos abigarrados como fueran planteados por Zavaleta
Mercado. Para más detalles, véase Val y Rosset (2020) y Val (2021).
valentín val y peter m. rosset10
y felicidad. Hacia el final reflexionamos sobre cómo, ade-
más de un faro político, lxs zapatistas constituyen también
un faro agroecológico (Altieri 2001) para las agroecologías
emancipatorias. Es otro de los ejemplos —vivo, tangible,
dinámico— que lxs zapatistas le dan al mundo.5
Agroecología: territorio simbólico y material en
disputa
Agroecología es un término polisémico y un concepto cada
vez más en disputa (Giraldo y Rosset 2018, 2021, Val 2021).
En el sentido más ampliamente difundido, la agroecolo-
gía hace referencia a una serie de principios-guía para
la producción agroalimentaria con base ecológica sin la
utilización de insumos externos al sistema. Alude más
específicamente a la conformación, dinámicas, transfor-
mación y manejo de los agroecosistemas en torno a las
producciones familiares de pequeña escala (campesinas
e indígenas), integrando conocimientos locales, prácticas
tradicionales e innovaciones tecnológicas (Altieri 2001,
Rosset y Altieri 2019).
En segundo lugar, desde una perspectiva analítica, la
agroecología puede ser entendida como propuesta crítica,
emparentada con el desarrollo antropológico de la ecología
cultural y, más recientemente, la ecología política. Sus
fuentes abrevan de múltiples corrientes, desde el marxismo
5 Por respeto al proceso interno comunitario no se abordarán en
detalle los procesos territoriales agroecológicos zapatistas, sino que
nos enfocaremos en la inspiración que, desde la ontología política y
su caminar autonómico, brindan al movimiento agroecológico global.
11123454421() 511431() 131 4…
heterodoxo, la ecología crítica, los debates posmodernos
y las críticas anti, post y decoloniales, planteando nuevas
perspectivas en la conceptualización de las relaciones entre
seres humanos y naturaleza (Giraldo 2018). Por otra parte,
la mayoría de las organizaciones campesinas, indígenas
y movimientos sociales rurales conceptualizan la agro-
ecología más allá de los principios técnico-productivos,
incorporando principios sociales, culturales y políticos
(Rosset y Martínez-Torres 2012, 2016, Tardin 2012, Ávila
et al. 2019, Val y Rosset 2020).
Por tanto, podríamos decir que la agroecología tiene
al menos tres dimensiones fundamentales íntimamente
relacionadas e imbricadas: 1) la técnico-productiva: agro-
nómica, científica y como campo disciplinar; la “agroeco-
logía material” o “agroecology as farming” (Rosset y Martí-
nez-Torres 2012); 2) la político-organizativa: movilizadora;
la “agroecología inmaterial”, simbólica o “agroecology as
framing” (Rosset y Martínez-Torres 2012); y 3) la ontológi-
co-epistémico-vivencial: como modo de ser, conocer, vivir
y producir (da Silva 2014).
Cada uno de estos aspectos conlleva una relación con
las disputas actuales en torno a la agroecología. Es por
ello que resulta necesario diferenciar la agroecología cam-
pesina, indígena, autónoma, popular y emancipatoria,
de los intentos de cooptación por parte de los Estados,
las instituciones supranacionales y las corporaciones del
agronegocio. En líneas generales, el actual panorama de
institucionalización de la agroecología podría verse como
una disputa con dos protagonistas principales: el primero,
conformado por instituciones oficiales de los gobiernos,
agencias internacionales y el sector privado, y el segundo,
valentín val y peter m. rosset12
el de los movimientos sociales (Giraldo y Rosset 2018, 2021,
Val et al. 2019, Val 2021).
Afinando el foco, es posible dividir la institucionalidad,
según la orientación política del gobierno o de la organi-
zación promotora, en dos vertientes principales: la “agro-
ecología neoliberal” y la “agroecología reformista” (Giraldo
y Rosset 2021). Con agroecología neoliberal nos referimos
a aquella agroecología que intenta seleccionar algunos
principios agroecológicos para introducirlos al modelo
industrial, así como aquellos proyectos público-privados
del gran capital agroalimentario que fomentan procesos
mercantiles con tintes “agroecológicos” en los agricultores
del Sur Global (Giraldo y Rosset 2021).6 En definitiva, un
intento de incorporar territorios, producciones y pequeñxs
productorxs a las cadenas de valor —ahora con su etiqueta
de “orgánica” y “verde”— del sistema agroindustrial global.
La evidente crisis del cambio climático global ha pues-
to en evidencia las consecuencias nocivas del modelo de
producción agroalimentaria convencional (Pretty, Hine y
Twarog 2008, Santiago-Vera et al. 2021). Ante esta situación,
los impulsores del agronegocio están intentando apropiar-
se de la agroecología, incorporando algunas pequeñas
prácticas o sustituyendo insumos químicamente sinteti-
zados por insumos orgánicos, como una estrategia para
“limpiar” su imagen y “volverse verde”. Pretenden una
agroecología desnaturalizada como “caja de herramien-
tas” auxiliar a las nuevas tecnologías posrevolución verde,
6 Para una revisión de los casos más emblemáticos de esta agroeco-
logía neoliberal, “chatarra” o “business friendly”, véase Alonso-Fradejas
et al. (2020), Val (2021) y Giraldo y Rosset (2021), entre otros.
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como la agricultura climáticamente inteligente y los or-
ganismos genéticamente modificados, pero en la misma
lógica productiva-extractiva-degradante. Es una “lavada de
cara” superficial que intenta enmascararse tras el discurso
verde y cooptar la agroecología para extender la vida del
modelo agroindustrial.
Por su parte, la “agroecología reformista”7 hace refe-
rencia a diferentes procesos que, en tiempos recientes,
se vienen promoviendo desde muchos organismos no gu-
bernamentales (ONG), así como desde diversos gobiernos
progresistas, principalmente, en América Latina (Giraldo
y Rosset 2021). Esta agroecología reformista es también
mayormente una agroecología “de sustitución” que, como
su nombre lo indica, implica la sustitución de insumos
químicos (artificialmente sintetizados) por bioinsumos
o insumos orgánicos. Si bien la sustitución ayuda a redu-
cir el impacto ambiental negativo de los agrotóxicos, es
un modelo ambiguo y puede convertirse en un obstáculo
para una verdadera transformación agroecológica, ya que,
en la mayoría de los casos, en este tipo de prácticas sigue
primando la lógica lineal problema-producto del sistema
convencional (Giraldo 2018, Val 2021).8
Como puede advertirse, de modo general, no se apre-
cian grandes cambios entre la agricultura industrial y la
7 Para profundizar sobre la discusión del reformismo en la agro-
ecología ver Giraldo y Rosset (2021).
8 Véanse ejemplos de estas agroecologías institucionalizadas en
Giraldo y McCune (2019). También es el caso de enormes programas
de Estado como “Sembrando Vida” en México (Giraldo y Rosset 2021)
o “Sustenta” en Mozambique (Val 2021), solo por mencionar algunos.
valentín val y peter m. rosset14
“agroecología neoliberal”, pues esta es básicamente una
agricultura industrial orgánica de sustitución de insumos,
que mantiene la lógica del monocultivo y la dependencia
externa, reproduciendo las estructuras económicas y de
poder. Por su parte, la “agroecología reformista” hace cierto
movimiento hacia la superación del monocultivo y algunas
lógicas industriales, pero dista mucho de lo que podría ser
una agroecología verdaderamente emancipatoria en tanto
que existe una alta dependencia de recursos externos y, en
la mayoría de los casos, los diseños de los sistemas vienen
de afuera, a través de un extensionismo más o menos con-
vencional, de arriba hacia abajo (Giraldo y Rosset 2021).
Cada una de estas fake agroecologías9 tiene una serie de
características y propuestas técnicas, políticas, económicas,
pedagógicas, organizativas, metodológicas y filosóficas
basadas en su particular concepción de agroecología. En
nuestra opinión, estas características, propuestas y posicio-
namientos contrastan diametralmente con las de la agro-
ecología campesina, indígena, autónoma, transformadora,
emancipadora y revolucionaria, practicada y defendida
por diversos movimientos sociales en todo el mundo.10
9 “Falso” en inglés. Popularizado en el lenguaje a partir de su uso
en las redes sociales virtuales (i.e. “fake news” — noticias falsas).
10 Entre los movimientos de mayor importancia global que pro-
mueven la agroecología se encuentran La Vía Campesina (LVC), el
Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), la
Réseau des Organizaciones Campesinas y de Productores de l’Afrique
de l’Ouest (ROPPA), el Foro Mundial de Pescadores y Trabajadores
de la Pesca (WFF), el Foro Mundial de Pueblos Pescadores (WFFP),
la Alianza Mundial de los Pueblos Indígenas Móviles (WAMIP), entre
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Si bien la promoción de una matriz técnica distinta
al monocultivo y los insumos químicamente sintetizados
es preferible al modelo tecnológico fomentado durante
los últimos 70 años, las nocivas lógicas subyacentes a los
programas y proyectos del desarrollo rural siguen intactas
(Escobar 1998). Estas fake agroecologías no solo no resuelven
los graves problemas causados por el modelo agroindus-
trial, sino que, al reproducir sus principios —resignificados
y enmascarados bajo un barniz “verde” y “orgánico”—, corre
el riesgo de perpetuarlos.
El modelo de sustitución carece de una mirada sistémica
e integral del manejo ecológico del sistema productivo.
Este es el caso de muchxs productorxs convencionales
que por diversos motivos (desabastecimiento, cuestiones
económicas, toma de conciencia ecológica/de salud, etcé-
tera) han sustituido productos, pero no el modus operandi
(tampoco el modus vivendi) del modelo (Rosset y Altieri
2019). Es importante señalar esto porque, ante la crisis del
sistema de producción agroindustrial y la profunda crisis
ecológica, este modelo se promueve como una solución
“complementaria” y “verde” al modelo convencional. Es
una agroecología “caballo de Troya” que esconde más de lo
mismo en su propuesta: un gatopardismo impulsado por
las grandes corporaciones del agronegocio y sus aliados
(Alonso-Fradejas et al. 2020, Val 2021).
Así, bajo la legitimidad en boga de la agroecología, se
trafican y siguen imponiendo estas lógicas sobre los pue-
blos y territorios. Se siguen intentando convertir valores de
muchos otros. Véase, por ejemplo, la amplia Declaración del Foro
Internacional de Agroecología de Nyéléni (LVC 2015).
uso en valores de cambio, atomizar a los pueblos e indivi-
dualizar a las comunidades rurales a través de proyectos
y programas de transferencia monetaria directa (Rosset
2019), sujetar a las personas a estructuras jerárquicas de
dominación y control, crear necesidades y “soluciones”
externas (Illich 2016), así como imponer el pensar, sentir
y actuar desde los sentidos provistos por la racionalidad
económica de la modernidad capitalista (Giraldo 2018).
Esta disputa general de sentidos se vincula íntimamente
a otra dicotomía: entre lo que denominamos “agroecología
para inglés ver” vs. “agroecología invisible” (Val 2021).11
Por ejemplo, la agricultura “tradicional”, una agricultura
intrínsecamente agroecológica (Rosset y Altieri 2019), parte
de aquellas agroecologías históricas (Rivera-Núñez, Farger
y Nigh 2020) y profundas sur-situada (Domené-Painenao et
al. 2020) invisibilizadas por las narrativas hegemónicas de
la modernidad/colonialidad de las políticas públicas, los
programas de cooperación y los proyectos de desarrollo
(Val 2021). Esta agroecología invisible es el resultado de la
naturalización del sometimiento de los saberes/haceres
propios desde la potentísima construcción de narrativas
11 En muchos países, especialmente entre los lusófonos, se utili-
za la expresión “para inglés ver” para señalar algo que se aparenta,
pero no es real. Su origen parece estar relacionado con un acuerdo
firmado entre el Imperio de Brasil y la Corona británica para acabar
con la venta de esclavos africanos en Brasil. El acuerdo estableció la
prohibición formal de la trata de esclavos, pero el tráfico de personas
continuó durante seis décadas más. La expresión luego se popularizó
como acto demagógico o engaño. Véase: <https://www.significados.
com.br/para-ingles-ver/>.
171771() 111() 11 …
y sentidos de la maquinaria del desarrollo y los “saberes
expertos” modernos (Escobar 1998).12
A su vez, en diversos contextos notamos que muchas
veces la noción de agroecología está escindida de los sa-
beres y prácticas indígenas y campesinas vernáculas. Para-
dójicamente, las prácticas más sencillas y generalizadas no
son percibidas como agroecológicas. En cambio, la idea de
agroecología se asocia a programas de políticas públicas,
proyectos de cooperación internacional y prácticas com-
plejas que demandan una importante inversión de tiempo
y materias primas. Estas prácticas casi no se utilizan, pero
se conocen y replican ante lxs técnicxs de las instancias
financiadoras en elaborados rituales “para inglés ver”. Esta
agroecología coreografiada tiene como principal objetivo
captar recursos aprovechando que la agroecología es uno
de los nuevos objetivos en la agenda del aparato de la coo-
peración internacional para el desarrollo (Giraldo y Rosset
2018, Alfonso-Fradejas et al. 2020, Val 2021).13
13 Podría pensarse como una práctica de apariencia, en el sentido de
lo que la antropóloga Anna Tsing (2000) llama “economía de la apa-
riencia” de los proyectos de inversión y desarrollo, donde se monta
una mise-en-scène como estrategia para obtener recursos. Es un caso
de pragmatismo similar al que se observa en otros casos (Alonso-Fra-
dejas et al. 2020).
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Ejemplo de “agroecología para inglés ver” en la provincia de Nampula,
Mozambique. Foto: Valentín Val.
21789102131847(5) 06727197(5) 797 61…
Es así que, aun habiendo instituciones, ONG y personas
que puedan tener buenas intenciones, difícilmente podrán
disputar la hegemonía con el sistema agroalimentario cor-
porativo, más aún si antes no se logra comprender bien la
ontología, filosofía, metodologías, pedagogías y muchos
otros saberes y haceres surgidos de los pueblos y movimien-
tos sociales en todo el mundo (McCune y Sánchez 2018,
Val et al. 2019, Rosset et al. 2019, Giraldo y Rosset 2021).
Los ensayos de política pública llevados adelante por
diferentes gobiernos progresistas —sobre todo en América
Latina (Giraldo y McCune 2019, Rosset y Altieri 2019)—,
así como la enorme diversidad de ONG que vienen impul-
sando superficialmente el tema, tornan necesario “marcar
la cancha” y establecer claramente un marco conceptual
propio para las iniciativas agroecológicas de carácter eman-
cipatorio. Por ello, así como se han enunciado, desde hace
años, los principios técnico-ecológicos de la agroecología,
resulta urgente y necesario explicitar los principios sociales
y políticos que orientan los procesos organizativos para la
transformación agroecológica.
Las fake agroecologías suelen centrarse en aspectos téc-
nicos y tecnológicos superficiales y no combaten la matriz
profunda de los problemas creados por la Revolución Verde
y la agricultura industrial. No es así en las organizaciones,
movimientos y territorios donde se practica y vive una
agroecología producto de una enorme riqueza de saberes y
prácticas tradicionales, y una producción de autoconsumo
independiente de insumos externos, cultural y ecológi-
camente adaptada a su entorno. Además, la agroecología
gestada desde los movimientos sociales no solo contribuye
a la emergencia de una visión ecológica, justa y sustenta-
valentín val y peter m. rosset22
ble para la agricultura, sino también construye conceptos
y procesos sociales que aportan soluciones a problemas
comunes más allá de lo meramente técnico-productivo
(Martínez-Torres y Rosset 2014, Val et al. 2019, Rosset et
al. 2019, Val 2021).
Por ello, aunque resulte obvio para muchxs, es im-
portante reiterar que las agroecologías emancipatorias se
originan, desarrollan e impulsan desde procesos sociales y
lógicas muy diferentes —y antagónicas— a los de la(s) ins-
titucionalidad(es) y el capital. Su génesis desde la alteridad
ontológica, su expansión y construcción colectiva redundan
en concepciones y formas de trabajo radicalmente diferen-
tes a la de los Estados e instituciones supranacionales cuyas
estructuras, agentes y mentalidades —a pesar de no ser
totalmente monolíticas y estar en disputa—, se encuentran
profundamente penetradas por la lógica impuesta por la
Revolución Verde y el modelo agroindustrial. Revisemos
algunas características generales de esta(s) agroecología(s)
emancipatoria(s).
232332() 222() 22 …
Florecen las agroecologías en el mundo. Tomada de Escuela Campe
sina Multimedia, <https://agroecologia.espora.org/>.
valentín val y peter m. rosset24
La(s) agroecología(s) emancipatoria(s).
Una apuesta radical por la existencia, la auto-
nomía y la vida
La reflexión desde los movimientos sociales conduce hacia
la necesidad de incrementar los grados de autonomía(s)
(territorial, alimentaria, productiva, política, energética,
de salud, educativa, tecnológica, económica, entre mu-
chas otras) para consolidar el proyecto político campesino,
indígena y popular (Barkin et al. 2020, Rosset y Barbosa
2021, Val 2021, Giraldo y Rosset 2021). La agroecología se
ha convertido en una de las vías principales para alcanzar
la soberanía alimentaria y construir procesos emancipato-
rios con crecientes grados de autonomía, independencia
y libertad.
Desde las organizaciones y movimientos campesinos,
indígenas y populares se viene impulsando hace años una
agroecología radicalmente opuesta al sistema de produc-
ción del agronegocio y la lógica de los imperios alimen-
tarios (Van der Ploeg 2010). Una agroecología campesina
y popular que camina hacia la soberanía alimentaria, la
autonomía y el buen vivir14 con justicia, equidad y armonía
con la Madre Tierra (LVC 2015, Rosset y Martínez-Torres
2016). Una agroecología que rescata, resignifica y recupera
para los pueblos la agricultura —simbólicamente cooptada
por el agronegocio y la lógica del capital— como modo de
14 Vida digna, Comunalidad, Lekil Kuxlejal, Sumak Kawsay, Alli Káu-
sai, Suma Qamaña, Shiir Waras, Kyme Mogen, Ñande Reko, Balu Wala,
Ubuntu, o como se entienda y denomine la construcción de la vida
sustentable, autónoma y digna en los diferentes territorios.
25789102131847(5) 06727197(5) 797 61…
producción y de vida de millones de seres humanos. En
definitiva, una actualización al siglo XXI de la agri-cultura
como forma de producción y de vida (Giraldo 2018, Val et
al. 2019).
Esta(s) agroecología(s) emancipatoria(s) responde(n) a
una serie de principios básicos que la(s) hace(n) profun-
damente incompatible(s) con el modelo convencional, el
agronegocio y la lógica extractiva del capital patriarcal.
Principios tales como: 1) cuestionar y transformar estruc-
turas, no reproducirlas; 2) conformar economías basadas
en el valor de uso, no en el valor de cambio; 3) fortalecer
la organicidad y pensar en procesos colectivos, no en pro-
yectos individualizados; 4) construir procesos horizontales,
no jerarquías; 5) formar para luchar y transformar, no para
conformarse; 6) actuar desde la cultura y la espiritualidad,
no desde el productivismo, sin descuidar la producción; y
7) (re)significar y (re)componer las relaciones territoriales
y socioambientales (modificado de Giraldo y Rosset 2021).
Los principios de las agroecologías emancipatorias tie-
nen una gran resonancia con los 7 principios del mandar
obedeciendo del zapatismo: servir y no servirse; represen-
tar y no suplantar; obedecer y no mandar; proponer y no
imponer; convencer y no vencer; bajar y no subir, y cons-
truir y no destruir (EZLN 1995). Además, estos principios
ofrecen valiosas claves filosófico-político-organizativas
para el movimiento agroecológico emancipatorio, así como
una herramienta de vigilancia para evitar algunos de los
vicios más comunes de las organizaciones y dirigencias:
oportunismo, personalismo, imposición, verticalismo,
racismo, machismo y desvalorización de la diferencia y
las divergencias (Giraldo y Rosset 2021).
valentín val y peter m. rosset26
Desde esta perspectiva, la transición a la agroecología no
implica la adopción de una serie de tecnologías o prácticas
“ecológicas”, sino un reencuadre profundo del proceso
productivo. Es un sistema integral que tiene como objetivo
restablecer las relaciones ecológicas en agroecosistemas
productivos, recuperar los suelos dañados, mejorar las
condiciones de vida de las poblaciones y su entorno. Desde
el movimiento agroecológico global, se viene haciendo
una gran reivindicación de la agricultura como patrimonio
histórico de los pueblos rurales —y, en particular, de las
mujeres como desarrolladoras de la agricultura— (Tardin
2012). La agroecología emancipatoria es una agroecología
con sujeto, profundamente política, y mediante la cual se
busca la transformación radical del sistema económico,
político y social tanto en el campo como en las ciudades
(LVC 2015, Barkin et al. 2020).
En definitiva, la construcción de un proceso agroecoló-
gico implica no solo una transición en el modelo de produc-
ción, sino también la transformación del modo de pensar,
hacer y ser (Bogo 2008, da Silva 2014). Una resignificación
del vínculo con —y el habitar de— el propio territorio que,
como África, Asia y Oceanía, fue un territorio de expo-
liación colonial con base en la expropiación violenta y la
transformación de las relaciones socio-ambientales de sus
habitantes. De allí que los procesos de transición agroeco-
lógica tengan un importante rol en la recuperación sim-
bólica y material del territorio, fortaleciendo el sentido de
pertenencia desde una perspectiva colectiva, relacional y
ontológicamente alterna a la lógica del capital individual y
mercantilista, como en los modelos productivos vinculados
con el agronegocio y el capital (Val et al. 2019, Val 2021).
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En ese sentido, la agroecología emancipatoria se ha
convertido en un potente dispositivo para promover la
recuperación de la(s) identidad(es) (campesinas, indígenas,
afrodescendientes, populares, entre otras); el retorno de
los saberes —ancestrales, vernáculos y tradicionales— ex-
cluidos, el resurgir de las potencias latentes y la (re)valo-
ración de sus propios sentidos de vida para contrarrestar
la maquinaria simbólica del desarrollo y el avance del
agro-hidro-extractivismo neoliberal sobre los territorios
(Bogo 2008, López et al. 2020).
Parte de la estrategia del movimiento agroecológico
emancipatorio es consolidar su visión (y praxis) agroecológi-
ca, conectando las dimensiones productiva y ontológica con
una mirada política sobre la producción agroalimentaria,
el territorio y el rol de los pueblos organizados. Ello implica
una reflexión crítica y un trabajo consciente para desvelar
aquellos saberes sometidos (Foucault 1992) y liberar su
potencial y posibilidades históricas en la reproducción de
la vida (Val 2021). Es un proceso colectivo de reconstruc-
ción histórica, epistémica y política transformador de los
sujetos y los territorios materiales e inmateriales a los que
están indisolublemente ligados (Fernandes 2009, Rosset y
Martínez-Torres 2016, Val y Rosset 2020).
La agroecología emancipatoria se convierte así en un
puente hacia los mundos relacionales; un dispositivo que
contribuye a descorrer el velo de la división ontológica
impuesta por la modernidad-colonialidad (Quijano 1993),
(re)territorializar el mundo y transformar consciencias
humanas (Blaser 2013, Escobar 2018). Aquellos saberes
y formas de vida de los pueblos indígenas y campesinos,
largamente perseguidos y sometidos por la imposición
colonial occidental, re-emergen y se expresan desde esta
propuesta movilizadora. La agroecología abre el campo
para que la agri-cultura de los pueblos vuelva a estar en
el centro de la reproducción social y de la vida (Val 2021).
Además, el movimiento agroecológico emancipatorio se
nutre, por ejemplo, de los aportes y reflexiones del feminis-
mo campesino y popular y, más recientemente, también de
las diversidades Lesbianas, Gays, Transgéneros, Bisexua-
les, Intersexuales, Queer (LGTBIQ+), movimientos ambos
en profundo diálogo con los feminismos comunitarios y
las mujeres zapatistas. Las mujeres zapatistas han repre-
sentado un referente permanente desde la temprana Ley
Revolucionaria de Mujeres,15 su caminar cotidiano crítico
para desmontar el patriarcado (ancestral y moderno), hasta
los encuentros públicos de escucha, intercambio y reflexión
colectiva.16 Una suerte de “agroecologías de saberes” (Val
2021) interculturales, donde emergen nuevas narrativas,
reflexiones y acciones transformativas.
valentín val y peter m. rosset30
En ese proceso se movilizan también dimensiones espi-
rituales y socio-afectivas. Hay en la práctica agroecológica
muchos aprendizajes sutiles, experienciales y corporales
que van transformando estructuras profundas del ser y ha-
cer de quienes participan activamente (Val 2012, 2017, Val y
Rosset 2020). La trayectoria de los sujetos y su participación
en estos espacios va generando un habitar agroecológico
que se hace parte de su forma de producir, relacionarse
con su entorno y, en general, de ver el mundo. Aunque
es una de las dimensiones menos exploradas, es crucial
para entender la agroecología en su dimensión profunda,
en su herencia ancestral, como parte de una cosmovisión
indígena y campesina ontológica e indisolublemente ligada
a la Madre Tierra (Escobar 2010, 2018, Blaser 2013, López
2013, Val y Rosset 2020, Val 2021).
La agroecología, en este sentido, habilita también una
resignificación y redefinición de prácticas a partir de reper-
torios existentes. Es, en parte, un proceso de ontogénesis,
desde la recombinación de saberes ancestrales y modernos
subalternos para el diseño de diferentes formas de co-crear
mundos (Porto-Gonçalves 2006, Escobar 2018). La agro-
ecología, desde esa perspectiva, no solo puede restaurar
las relaciones productivas y ecológicas, sino que también
tiene el potencial de subsanar el entramado simbólico de la
relación ser humano-naturaleza. En ese sentido, la agroeco-
logía trasciende la agricultura “tradicional”, que ha quedado
“atrapada” en la tensión dicotómica con la agricultura “mo-
derna” convencional, “liberándose” de esa polarización y
habilitando nuevos significantes emancipatorios (Val 2021).
A su vez, constituye un marco de acción política, de
subjetividades, representaciones y prácticas alternativas
313113() 333() 33 …
al modelo hegemónico del agronegocio y el proyecto del
capital (Borras, Edelman y Kay 2008, Martínez-Torres y
Rosset 2010). Articula en torno a ella una comunidad epis-
témico-política de lucha para la disputa del modelo de
producción agroalimentaria local, nacional y global, hoy
dominado por la lógica del capitalismo financiero de los
imperios agroalimentarios (Van der Ploeg 2010). La agri-
cultura convencional propone una relación patriarcal y
extractiva que violenta los principios ecológicos y las di-
námicas de la vida (Shiva 2010). La agroecología, por su
parte, propone un tránsito hacia una agricultura con base
ecológica, buscando la armonía con el ecosistema local,
en coexistencia con las comunidades de plantas, anima-
les y otros seres vivos. Busca la coexistencia de los seres
humanos con el entorno desde una relación de respeto y
diálogo. Una relación tendiente a la despatriarcalización
de la relación con la Madre Tierra.
Es por eso que es importante señalar una y otra vez el
potencial emancipatorio de la agroecología campesina. En
esta nueva coyuntura que amenaza con fagocitar material
y simbólicamente la agroecología (Giraldo y Rosset 2018),
se hace necesario seguir apostando por una transforma-
ción radical de los sistemas agroalimentarios desde una
perspectiva campesina, indígena, popular y autónoma.
Junto con lxs compañerxs zapatistas, existen millones de
personas trabajando en diversas alternativas que son alta-
mente productivas, equitativas y sustentables, que pueden
sustituir las prácticas industriales actuales y los monopo-
lios corporativos que se han apropiado de los alimentos
del mundo (Rosset 2006, Pretty, Hine y Twarog 2008, Van
der Ploeg 2010).
valentín val y peter m. rosset32
Esta agroecología, así como el entramado sociocultural
en el que se entreteje, se contrapone al modelo industrial
apartándose de la visión mecanicista, antropocéntrica,
economicista y extractiva de la naturaleza, y rechazando
la utilización de agrotóxicos, los monocultivos y la meca-
nización extrema. Las formas de vida y cosmovisiones
campesinas, indígenas —de las “culturas de la tierra” (Mo-
rales 2004) en general— que practican una agroecología
holística son radicalmente incompatibles con los principios
del “necro-modelo” agro-hidro-extractivista.
Por su naturaleza ontológicamente alterna no es fácil-
mente asimilable por el sistema y es allí donde residen las
mayores esperanzas de reexistencia (Leff 2014) y desarrollo
de alternativas (Ávila 2020, Val y Rosset 2020). Así, a la
par que construye una resistencia desde el antagonismo,
la agroecología emancipatoria va configurando una pro-
puesta alternativa que poco a poco se va expresando en
diferentes territorios simbólicos y materiales (Fernandes
2009), diseñando nuevas geo-grafías y sentidos de vida
(Porto-Gonçalves 2006, Escobar 2018).
La agroecología es una vieja-nueva herramienta de
lucha en el largo proceso de resistencia de los pueblos.
En el sentido amplio al que venimos haciendo referencia,
la agroecología autónoma emancipatoria es también un
dispositivo que ayuda a “geolocalizar” las relaciones de
poder en el territorio, colaborando en los procesos de par-
ticipación, toma de decisión y construcción de democracia
radical desde las bases.
Aún más, el capitalismo contemporáneo predador no
solo desorganiza y reconfigura las instituciones, fronteras
y territorios, sino que, además, en su mutación financie-
33789102131847(5) 06727197(5) 797 61…
ro-especulativa-virtual actual, expulsa a millones de perso-
nas a la periferia del sistema. En el marco de la creciente
desintegración de los Estados-nacionales (y aún de las ins-
tituciones supra-nacionales) impulsada por el capitalismo
financiero corporativo, la agroecología se convierte en una
importante estrategia de recuperación del control popular
sobre los territorios.
Consideramos que la agroecología, en tanto movimien-
to social y forma de producción y de vida, tiene el potencial
de transformar todo ese “precariado” (Standing 2011) que
sobrevive en los márgenes del sistema, en sujetos políticos
transformadores de las relaciones de producción, sociales
y ambientales. La agroecología ofrece una alternativa de
recuperar la potencia ontónoma y autónoma de lxs sujetxs
desde la satisfacción de las condiciones vitales esenciales
de los pueblos reflejadas, en gran medida, en las deman-
das zapatistas: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud,
educación, información, cultura, independencia, libertad,
democracia, justicia y paz.
Para ello es fundamental demandar, luchar y conseguir
la reforma agraria agroecológica y el retorno de los territo-
rios —materiales, simbólicos y espirituales— y la co-gestión
de los bienes comunes naturales a manos de los pueblos
originarios, el campesinado y las grandes mayorías popu-
lares. Ese movimiento tiene el potencial de descentrar la
reproducción simbólica y material de la necro-lógica del
capital y poner el trabajo, conocimientos, energía, cuerpos
y corazones al servicio de la reproducción de la vida en un
coexistir sustentable y equilibrado con la Madre Tierra y
todos los seres que en ella habitan.
valentín val y peter m. rosset34
La autonomía se siembra de la serie La autonomía es la vida, la sumisión
es la muerte. Convergencia gráfica, 2014.
35789102131847(5) 06727197(5) 797 61…
Sembrando agroecologías para que florezcan
muchas autonomías
En un sentido general, observamos que en cada territorio
se reproduce, con matices y dinámicas propias, una dis-
puta de carácter global: la de la necro-lógica (neo)colonial
del capital agro-hidro-extractivista, acaparando tierras,
expoliando territorios y personas, y promoviendo una
agricultura convencional de monocultivos, dependiente,
tóxica y descampesinizante, por un lado, y la alternativa
de los pueblos de agroecología, soberanía alimentaria,
autonomía y el buen vivir, por el otro. Los pueblos origi-
narios, campesinos, afrodescendientes y demás sujetos
subalternos no escapan a las condiciones estructurales,
ni son agentes pasivos atrapados en una red en la que no
tienen posibilidad de elección. Habitan, como todo sujeto
social, ese espacio difuso, dinámico y complejo de interfase
entre las fuerzas estructurales y su propia capacidad de
agencia. Como todo movimiento social, el movimiento
agroecológico tiene enormes fortalezas y se enfrenta a
grandes desafíos. Desde nuestra perspectiva, un enfoque
más autonómico en las estrategias de lucha y de construc-
ción colectiva de las alternativas territoriales redundaría
en una doble ventaja: ofrece nuevas perspectivas para el
trabajo sobre los desafíos, así como colabora para forta-
lecer los avances conseguidos.
Las agroecologías de abajo y a la izquierda, en tanto
procesos tendientes a conquistar crecientes grados de auto-
suficiencia y autonomía (Rosset y Barbosa 2021), contribu-
yen a descentrar las relaciones de dominación estructurales
y ampliar el espacio de agencia de los sujetos. La ruptura
valentín val y peter m. rosset36
crítica con la colonialidad —ontológica, epistémica, políti-
ca— es uno de los nutrientes principales de la emergencia
de un sujeto revolucionario comunitario (Barkin y Sánchez
2019), el campesinado agroecológico como sujeto político
emancipatorio (Val et al. 2019, Val y Rosset 2020, Val 2021).
En parte, la potencia de la agroecología en los movi-
mientos que caminan hacia la autonomía reside en la capa-
cidad de interpretar y facilitar formas y redes sin imponer
modelos únicos. No son procesos linealmente replicables,
y en cada contexto/territorio habrá de desarrollarse un
proceso endógeno, con colaboración y solidaridad, pero
sin imposición. Es necesario pensar por fuera del esquema
industrial de la réplica y la aspiración a la uniformidad hacia
formas de ver los procesos en términos más rizomáticos
(Deleuze y Guattari 2002), y el diseño de encuentros entre
jerarquías y horizontalidades, en tipos de organización
en red, emergentes y autoorganizadas (Rocheleau 2015,
Escobar 2018).
Desde nuestra perspectiva, el zapatismo es un ejemplo
de esos espacios de “destejido” y retejido, es un espacio de
(re)significación y (re)generación de la vida. La coopera-
ción, la dispersión de poder, la colectividad, la solidaridad,
el cuidado de la Madre Tierra son todos sentidos-pensa-
mientos-acciones que desorganizan las tramas del capital;
desestructuran las formas hegemónicas y habilitan otros
modos de ser-estar-pensar-sentir en el(los) mundo(s). Desde
ese enfoque, la agroecología se convierte en una ontología
política (Blaser 2013, Escobar 2018), una forma de sembrar
37789102131847(5) 06727197(5) 797 61…
muchos mundos en contra del proyecto de imposición del
monocultivo de la modernidad capitalista (Shiva 2010).17
En ese sentido, el zapatismo ofrece modelos de referen-
cia y marcos movilizadores más flexibles y equitativos. Las
experiencias y praxis desde grupos no dominantes pueden
contribuir a generar formas no dominantes de organiza-
ción política y social. La organización desde este tipo de
estructuras no totalmente jerárquicas favorece las prácticas
políticas desjerarquizantes (Rocheleau 2015). La colectivi-
zación fortalece, además, procesos autónomos y reduce la
dependencia de instituciones y Estados, disminuyendo el
riesgo de burocratización y cooptación de la agroecología
por parte de los poderes dominantes (Giraldo y Rosset 2018,
Giraldo y McCune 2019).
Desde el movimiento agroecológico emancipatorio, así
como en los territorios zapatistas, se van tejiendo las redes
de construcciones alternativas. Son espacios donde se re-
crea la mística solidaria, se refuerzan valores comunes y se
construye progresivamente una conciencia colectiva para
la movilización social hacia la transformación (LVC 2015,
17 Pensamos que cada pueblo tiene su propia trayectoria y se debe
respetar la “soberanía ontológica” del ser y del vivir, como el derecho
inalienable de los pueblos a definir sus propias metas, vías y formas de
habitar y coexistir en el mundo. Nuevamente lxs compañerxs zapatistas
nos brindan sobradas muestras de que ello es posible, encarnando
una estrategia emancipatoria tangible y viva en sus territorios. Lxs
compas zapatistas no solo demandan transformaciones profundas,
sino que las practican y promueven. Así, con su ser y estar en el mundo,
desnudan, denuncian y combaten las múltiples cabezas de la Hidra
Capitalista y su política de muerte y destrucción.
valentín val y peter m. rosset38
Rosset y Martínez-Torres 2012, 2016, Ávila 2020). Habilitan,
además, la (re)emergencia de cosmovisiones y territoria-
lidades ancestrales, actualizadas en diálogo con saberes
contemporáneos, donde innovaciones y repertorios exis-
tentes se recombinan generando nuevas alternativas en el
“arte de cultivar y habitar la tierra” (Giraldo 2018).
Entre las varias soberanías o autonomías necesarias
para la reproducción de la vida digna (territorial, alimen-
taria, productiva, política, energética, de salud, educativa,
tecnológica, económica, entre muchas otras), la soberanía/
autonomía alimentaria es una de las principales (Barkin
et al. 2020, Rosset y Barbosa 2021). De hecho, a nuestro
entender, la soberanía alimentaria es un pilar fundamental
para la construcción de la(s) autonomía(s) y una de las ba-
ses del proceso de construcción autónoma del zapatismo.
Hay allí un importantísimo mensaje para los movimientos
y organizaciones que caminan hacia la autonomía: para
poder gobernarnos a nosotrxs mismxs es fundamental
alimentarnos a nostrxs mismxs.
En la consecución de la soberanía alimentaria, la re-
forma agraria popular y la agroecología como forma de
producción y de vida, la disputa central es en y desde los
territorios (Giraldo y Rosset 2018, Ávila Romero 2020, Val
2021). La construcción de este sujeto revolucionario es
también un dispositivo para la disputa en los territorios
inmateriales, un artefacto para la disputa de sentidos. El
sujeto político comunitario (Barkin y Sánchez 2019) pone
un cerco, un dique de contención para proteger los terri-
torios del avance del capital, que permite la existencia y
reexistencia de la diversidad campesina e indígena (y de la
393993() 333() 33 …
biodiversidad y los bienes comunes) (Fernandes 2009, Leff
2014). Es un dispositivo de defensa territorial en el marco
de la IV Guerra Mundial, la guerra contra los pueblos y por
la tierra y el territorio, como afirmara el Subcomandante
Insurgente Marcos en 1997.
Sin caer en esencialismos naïves y contraproducentes,
entendemos que es en la (re)construcción y (re)configura
ción de esas epistemes políticas otras (Barbosa 2015, Baronnet
2015, Barkin et al. 2020, Sáenz et al. 2021) desde la alte
ridad ontológica subalterna —indígena, campesina, afro
descendiente, popular, feminista, LGTBIQ+, entre otras—
donde radica gran parte del potencial transformador de
nuestros pueblos y territorios de abajo y a la izquierda.
Son esos espacios no totalmente colonizados desde donde
pueden nutrirse las alternativas a la hegemonía del capital
y brindarnos claves en la larga transformación heteroto-
pística hacia horizontes postcapitalistas, postmodernos y
postpatriarcales.
El proyecto ontológicopolítico de la(s) agroecología(s)
autónoma(s) emancipatoria(s) entraña una enorme po
tencia transformadora porque plantea alternativas ante la
múltiple crisis contemporánea. Es un proyecto radical —en
el sentido que impugna las raíces mismas del sistema— de
transformación de las condiciones de producción y repro
ducción de nuestra existencia (Val 2021). La agroecología,
como el zapatismo, no da recetas; ofrece ejemplos, inspi
raciones y principios para que cada quien construya sus
propios procesos de acuerdo con sus historias, contextos y
condiciones particulares. El proceso de agroecología zapa
tista nos inspira y enseña cómo las muchas agroecologías
de abajo y a la izquierda son piezas fundamentales en el
devenir de la emancipación humana y la construcción de
un mundo donde quepan muchas autonomías.
Así es que la delegación de compañerxs zapatistas zar-
paron en La Montaña para compartir, a través del agua, el
fuego de la palabra; navegaron de sur a norte impulsados
por los vientos de resistencia y rebeldía para encontrarse
con otros pueblos, compartir, escuchar y recoger apren-
dizajes de otras tierras. En tiempos de tormentas, crisis,
dolores y pandemias, lxs zapatistas caminan el mundo
para seguir sembrando semillas de vida y esperanza en
los más diversos rincones, calendarios y geografías. Por
aire, por tierra o por mar, nada les detiene en su misión
de compartir la palabra, despertar consciencias y levantar
un mundo donde florezcan muchas autonomías.
valentín val y peter m. rosset42
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50
Acerca de los autores
Peter Rosset
Académico, autor y militante de luchas sociales. Adherente
a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Profesor
e investigador titular del Departamento de Agricultura,
Ambiente y Sociedad de El Colegio de la Frontera Sur en
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Peter es tam-
bién profesor BPV-FUNCAP del Programa de Posgrado en
Sociología de la Universidad Estatal de Ceará (UECE) y
profesor colaborador del Posgrado en Desarrollo Territorial
de la Universidad Paulista (UNESP), ambas en Brasil. Por 15
años formó parte del equipo técnico de La Vía Campesina
Internacional.
<rosset@globalalternatives.org>.
51
Valentín Val
Antropólogo de licenciatura, maestro en Antropología So-
cial y doctor en Ciencias en Ecología y Desarrollo Susten-
table. En los últimos años ha trabajado e investigado sobre
procesos sociales para el escalamiento de la agroecología,
específicamente con procesos de campesina(o) a campe-
sina(o). Actualmente trabaja junto a organizaciones de La
Vía Campesina, principalmente en Cuba y Mozambique. Se
interesa por la comunicación alternativa y la producción de
contenidos en diferentes formatos y plataformas. Formó
parte del colectivo de comunicación Koman Ilel de Chiapas,
desde ahí acompañaron diversos procesos de comunica-
ción en comunidades, organizaciones y movimientos que
caminan hacia la autonomía.
<a.valentin.val@gmail.com>.