Bolivia: Estamos en guerra, nos la han declarado a los pueblos indígenas

La lideresa indígena uchupiamona defiende la cuenca amazónica del río Beni contra la construcción de la central hidroeléctrica Chepete-El Bala y el río Tuichi contra la minería aluvial aurífera, lo que la ha vuelto objetivo de amenazas. Aún así, mantiene el liderazgo de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), desde donde impulsa el rol de las mujeres en las actividades en defensa del territorio.



Ruth Alipaz, lideresa uchupiamona: “Estamos en guerra, nos la han declarado a los pueblos indígenas”

Astrid Arellano / Mongabay Latam
 

“¿Qué vas a hacer cuando lleguen y te vuelen la cabeza con dinamita? A ver si vas a seguir resistiendo”. Ruth Alipaz Cuqui escuchó esta frase, en contra suya, dentro de su propia comunidad en Bolivia.

La lideresa indígena uchupiamona defiende la cuenca amazónica del río Beni contra la construcción de la central hidroeléctrica Chepete-El Bala y el río Tuichi contra la minería aluvial aurífera, lo que la ha vuelto objetivo de amenazas. Aún así, mantiene el liderazgo de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), desde donde impulsa el rol de las mujeres en las actividades en defensa del territorio.

“En Contiocap somos mayoría las mujeres defensoras y creo que tiene que ver con proteger a tu descendencia y sentir que tus hijos van a tener un territorio un día”, dice Alipaz Cuqui. Mongabay Latam habló con ella a propósito del Día Internacional de las Mujeres Indígenas, que se conmemora el 5 de septiembre.

Respecto a los territorios de los pueblos indígenas en Bolivia, ¿qué tanto es el avance en su titulación y respeto a su autonomía? ¿Ha habido voluntad política del Estado para reconocerlos?

No necesariamente por ser un Estado Plurinacional, los territorios están plena y legalmente reconocidos, y tampoco los que están reconocidos tienen la garantía que les provee la Constitución. Justamente en esa situación estamos ahora: no hay un solo territorio que no esté amenazado por alguna actividad extractiva en Bolivia.

El extractivismo va avanzando y, en muchos casos, como el de mi territorio, que está 100% dentro del área protegida Madidi -considerada una de las áreas más megadiversas del mundo- descubrimos en mayo de 2021 que el río Tuichi ya estaba concesionado para minería aluvial aurífera. El río para nosotros es fundamental y ése es sólo un ejemplo de cómo están los territorios avasallados principalmente por la minería, por exploraciones petroleras, por la deforestación para el agronegocio.

Es decir, tenemos territorios y garantías en papel, pero el Gobierno ha dicho que van a autorizar todas las actividades mineras al interior del área protegida Madidi. El Gobierno no ha puesto ninguna voluntad política después de 13 años de haberse declarado y aprobado la Constitución Política del Estado.

Hasta ahorita no se ha logrado consolidar los territorios con sus autonomías. ¿Qué pasa que no se puede consolidar? No es un deseo o un sueño que no se quiera realizar por parte de los pueblos indígenas, sino que el Estado mismo se ha encargado de obstaculizar ese proceso. Es un gobierno que se pintó de indígena, que tuvo la imagen de un primer presidente indígena, con una Constitución aparentemente muy avanzada y progresista. El plurinacionalismo en Bolivia no se ha consolidado, la interculturalidad ha pasado a ser una herramienta de despojo, de avasallamiento de los territorios.

En Bolivia, son 190 los Territorios Indígenas Originarios Campesinos (Tiocs), con una población de poco más de medio millón de habitantes, en una superficie titulada total de 20 millones 715 mil hectáreas, para una mayoría de población indígena en Bolivia. ¿Quiénes están acaparando la tierra? Bolivia tendría que ser territorio todo indígena, los centros urbanos están en sus jurisdicciones, pero en el campo los territorios les pertenecen a los pueblos.

En materia de organización política, ¿cuánto ha servido contar con una organización como Contiocap, que usted preside, para la defensa de los pueblos indígenas? ¿En qué medida son escuchados por el Gobierno?

La Contiocap se ha convertido en esa plataforma de voz de los pueblos indígenas que luchan por la defensa del territorio. El primer logro es esa capacidad de unirnos, en nuestra diversidad y, el segundo, es mantenernos y ser perseverantes en la lucha.

Eso ha permitido detener muchos proyectos, en el caso nuestro el Chepete – Bala, Rositas (hidroeléctrica que se construiría sobre el río Grande) en Tariquia y Tipnis (una carretera en medio de la Amazonia), se detuvieron. Pudimos detener con nuestra lucha todo ese avance. Hemos dejado la vida en las marchas, nos cuesta la lucha, nos cuesta llanto, hambre, sed, cansancio y enfermarnos estando en las carreteras, puentes, los ríos, marchando, haciendo vigilias. Pero claro, el Gobierno transitorio no ha sido diferente. Justamente, aprovechando la pandemia, han sacado más leyes, han ingresado a los territorios y, cuando más se radicalizó el extractivismo, hemos continuado denunciando.

No estamos usurpándole nada a nadie, se nos viene criminalizando, acosando, persiguiendo, diciendo que estamos cometiendo intromisión. Hay organizaciones que firman para dar paso al Gobierno, pero nosotros, si no hubiéramos hecho esa lucha férrea, hace mucho que muchos de los proyectos se hubieran empezado a ejecutar.

¿Qué significa ser lideresa indígena en este contexto?

Alguna vez nos han preguntado si somos líderes, dirigentes o defensores. Yo nunca lo he dicho y, en primera instancia, nunca ha sido mi aspiración. Yo vengo de proponer actividades sostenibles en Bolivia y en mi territorio, hemos promovido la observación de aves como herramienta para proteger el territorio y las fuentes de agua, y eso me ha llevado a la gestión a vincularme a organizaciones y, desde 2016, a la defensa de los pueblos indígenas.

Si soy líder o no, no lo sé, sinceramente. Pero, sin duda, dejas la vida en eso: yo empecé dando un 20% de mi tiempo y así sucesivamente hasta que ahorita, prácticamente, es lo que hago y ha relegado mi actividad que me da de comer. Defender derechos no te da de comer; al contrario, te despoja: dejas a tu familia, dejas tu trabajo, te vuelves hasta una persona solitaria, porque no tienes tiempo de tener vida con amistades y, cuando te empiezan a acosar, te tienes que cuidar y proteger a la gente alrededor.

Te quita todo ser un defensor de derechos, te quieren quitar hasta la dignidad, te descalifican, te calumnian, te acusan. Te enfrentas a todo nivel de violencia, machista muchas veces, y discriminación. Es verdaderamente un terreno muy agreste que hay que soportar y seguir cada día. Resulta doloroso, porque aparte de lo sacrificado que ya es defender territorios, no contamos con apoyo ni recursos.

¿Qué sucede con las amenazas a personas defensoras del territorio? ¿Cuentan con registros y avances en los casos?

Como Contiocap, hemos hecho un convenio con el Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib) que por más de 30 años se ha dedicado a recopilar información, pero con una justicia totalmente sometida al Gobierno, no tenemos posibilidad de ir a denunciar y saber que nos va a proteger el Estado. Por eso necesitamos datos de quienes estamos siendo criminalizados.

Hemos iniciado la construcción de una plataforma donde podamos, de manera rápida, registrar hechos de violencia contra defensores, pero también la violencia a los territorios mismos. Nos ha costado todo el año pasado construirla para que sea de fácil acceso y con datos estadísticos. No podemos decir que tenemos 100 casos de procesados o criminalizados pero, afortunadamente, podemos decir que no tenemos gente asesinada.

Han metido a la cárcel a gente defendiendo sus territorios, principalmente, de la minería. Es el sector más poderoso y tiene tanto poder económico que hasta tienen viceministro, senadores, asambleístas, diputados… todo tienen los mineros y están engulléndose los ríos, las montañas. Mi pueblo está concesionado.

¿El Estado está dando prioridad a los proyectos extractivos y a su propia economía por encima de los intereses de los pueblos indígenas? En Bolivia existen casos emblemáticos como el Parque Nacional Madidi o Chepete-El Bala, ¿qué ocurre con el cumplimiento de las categorías de protección de estos territorios?

En 2019, el Madidi ha sido declarada el área protegida más megadiversa y el 8% está comprometido para minería. El 14 de mayo de 2021 descubrimos que el río Tuichi —que nace en los Andes y atraviesa a todo el parque y todo mi territorio Uchupiamona— está concesionado.

Ya no hay categoría de protección que verdaderamente se cumpla en Bolivia. En Tariquia, en 2015, abrieron las áreas protegidas para todo tipo de actividad extractiva. Con el Tipnis (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure) han achicado el área núcleo para hacer que tres pozos que quieren explorar queden fuera y así hacen y deshacen. Ahí los operadores, las instituciones descentralizadas -como el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y la Autoridad de Bosques y de Tierra- son el brazo operativo para dar paso a la actividad extractiva.

Empezamos con el Chepete-Bala que amenaza con inundar siete veces el equivalente al tamaño de la ciudad de La Paz, sería el segundo lago más grande después del Titicaca. Estaría matando y obstruyendo cinco ríos para siempre: el río La Paz, el Cauca, Beni, Quiquivey y Tuichi. Inundaría seis territorios indígenas: mosetenes, tchimanes, ese ejjas, lecos, tacanas y uchupiamonas. Además, de dos áreas naturales protegidas, que son la Reserva de la Biosfera Pilón Lajas y el Madidi. Estarían desplazando a más de 5.000 indígenas de esos territorios para hacer estos proyectos, sin contar a las poblaciones periurbanas río abajo.

La pandemia ha hecho visible la necesidad que los pueblos siempre hemos vivido: desatendidos, relegados, discriminados y ahora profundizado por la pandemia. Estamos más vulnerables que nunca y tampoco es casual.

¿Cuál ha sido el avance en la protección del territorio y qué mecanismos tienen para su defensa y vigilancia?

En mi región nos dicen que todavía no nos está afectando, que todavía no hay represas, pero el hecho de que ya vivamos en constante alerta y estemos con esa incertidumbre constante, de estar desconfiados de quién entra al territorio y para qué, eso ya es una afectación. Ya nos están afectando la vida que solíamos llevar.

Estamos en actividad siempre, viendo qué vamos a hacer si entran, cómo vamos a responder. Estamos en guerra, nos han declarado la guerra a los pueblos indígenas, donde no tienes posibilidad de pensar en tu desarrollo, lo que tú, de manera autónoma, quieras hacer y que cuentes con el apoyo del Gobierno. Es una guerra declarada porque los pueblos indígenas estorbamos, perjudicamos a ese interés de las grandes transnacionales.

La mejor manera de desaparecer indígenas es quitarles su territorio y hacerles pelear entre ellos. Cuando estás en guerra, todos tus recursos están destinados a defenderte mental, espiritual, material y psicológicamente. Estás constantemente volcado a esa defensa y no tienes tiempo para pensar en nada más.

¿Cómo se lograría, precisamente, un reconocimiento pleno y respeto del Estado hacia los pueblos indígenas, sus conocimientos y los territorios?

Es que no nos tiene que reconocer, tiene que respetar. Yo no soy quién para reconocer que tú existes y darte como una concesión el reconocimiento. El Estado es el primero que tiene que cumplir y garantizar, así como dice la Constitución, los derechos.

Les guste o no, hay pueblos indígenas, somos diversos y queremos vivir y tenemos derecho a desarrollarnos en lo que quisiéramos hacer y contar con asistencia si lo requerimos. Están invirtiendo más dinero en destruir al planeta, en destruir los territorios, las fuentes de agua. ¡Pucha! Eso es discriminación, por eso digo que es una guerra declarada. No estamos pidiendo reconocimiento. Es como el hijo ilegítimo pidiendo el apellido a un irresponsable: eso es denigrante, humillante para nosotros. Existimos y se nos tiene que respetar, tenemos derecho a recibir apoyo de todo tipo, sea del Gobierno o de la sociedad civil.

¿Qué significado ha tenido la participación de las mujeres indígenas en la lucha de defensa del territorio y cuánta representatividad tienen en organizaciones como la Contiocap y la Mancomunidad?

El rol de las mujeres es fundamental aunque no se vea y no se le haga visible, aunque siempre estemos detrás y en segunda fila. Son las mujeres las que sostienen la lucha, la cara es el hombre, el que está adelante liderando. Lo vivimos en las marchas y las vigilias. Éramos nosotras gestionando la comida, lo poco que uno lleva lo entrega a las mujeres que son las que administran y hacen que eso se estire como chicle y alcance para todos. Y hablo de mujeres de 60 o 70 años, que han dejado a sus hijos en casa, mujeres que son esposas de alguna autoridad y que lo sostienen a él en la lucha y también a su familia. Pero caminamos la misma distancia en las marchas, con los pies ampollados, cansados, con lluvia o sol. Y las mujeres tenían todavía que cocinar y alimentar a toda la marcha. Yo soy sólo una persona más de todas esas mujeres luchando en los territorios. Digamos que soy la cara visible, pero detrás de mi cara hay muchas otras mujeres.

En Contiocap somos mayoría las mujeres defensoras y creo que tiene que ver con proteger a tu descendencia y sentir que tus hijos van a tener un territorio un día. Para nosotras, lo más importante es la vida antes que todo el dinero o todo el oro del mundo, porque a algunos ni con todo eso se les quita la ignorancia.