Elizabeth Peredo Beltrán

 

Un enorme cambio en el planeta remueve las bases de la civilización humana. La fusión violenta entre razón capitalista, tecnología y naturaleza ha dado lugar a una simbiosis que se expresa en la destrucción/mutación del orden natural que caracterizó la interacción de los sistemas de vida por millones de años. Todo aquello que permitió la evolución de condiciones para el surgimiento de las especies y los ecosistemas en el Cenozoico (65 millones de años), de la que el Holoceno (11.700 años) –período entre la era post glacial y la civilización humana- es apenas la última fase, se está perdiendo.

Aún no está clara la dirección de esta “Gran Transición” (como algunos la llaman); se ha cruzado un punto de inflexión que las ciencias del clima han alertado por su origen antropogénico (AR5, IPCC)[1] y las ciencias naturales ya han denominado Antropoceno (Crutzen y Stoermer, 2000)[2]: el Holoceno ha sido reemplazado por el Antropoceno, la ‘Era Humana’, nos dicen, ante la evidencia de los cambios químicos y geológicos en el planeta. La intervención humana en los cambios globales es hoy mayor a cualquier otra fuerza natural, su alcance es global y su velocidad está en el orden de décadas a siglos y no de siglos a milenios en comparación a la dinámica natural del Sistema de la Tierra.

Existe un debate sobre la determinación del inicio de este nuevo período geológico, tarea encargada al Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (WGA) que en 2016, sugirió el año 1950 como el momento de su inicio[3]. Según Amaranta Herrero del Centro de Bioseguridad noruego, “La fecha fue elegida por el salto cualitativo que significó para la humanidad y para el planeta el comienzo de la era nuclear, la proliferación de plásticos de un solo uso y el incremento destacado del crecimiento poblacional.”[4].

Desde la “Gran Aceleración” pactada después de las guerras mundiales hacia 1945, la tasa de desaparición de la biodiversidad se ha multiplicado por 100 y con ello las cadenas de interdependencias de la vida, incluida la polinización, la sobrevivencia de los bosques, la pérdida de las grandes masas de hielo, el permafrost y la alteración del ciclo del agua; las concentraciones de gases provenientes de la quema de combustibles fósiles y la deforestación han cambiado para siempre la atmósfera del planeta emitiendo cantidades desproporcionadas de dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y otros elementos causantes del cambio climático; los océanos están en un proceso de acidificación acelerado; el ciclo del nitrógeno está alterado por el uso masivo de fertilizantes y venenos tóxicos. Como éstas, múltiples pérdidas, alteraciones y deterioro de la base biofísica de la vida en diferentes áreas se expanden en el mundo.

El colapso ha sido anticipado desde el campo de las luchas sociales y ha dado lugar a una gran rebelión humana aún antes de que las ciencias naturales establecieran el nuevo estado.

La denominación de Antropoceno, le pone un nombre y tamaño a un fenómeno bordeado por los movimientos del clima y por los herederos del cuestionamiento a los “límites del desarrollo”. Fue alertado por las corrientes ecologistas y ecofeministas que desde el siglo pasado se rebelaron al quiebre que se anticipaba con el uso de armas químicas y nucleares, el despliegue de la tecnología nuclear, la ingeniería genética y las sustancias tóxicas. Advirtieron que la ruta que se había elegido era inviable para la sobrevivencia humana y de otras especies como lo hiciera Rachel Carson en su emblemática “Primavera Silenciosa” (Carson, 1960)[5].

Parte de las alertas en Siglo XX la constituyen las críticas de una amplia corriente de pensadores, teóricos y militantes que muy temprano vieron en el productivismo y el deterioro del tejido social a fuerza de autoritarismos -factores comunes a los modelos capitalista y socialista del Siglo XX-, las causas principales de una futura disrupción sistémica global como planteaban Iván Illich y André Gorz entre otros. Los intentos de transformación social que se gestaron inspirados en el marxismo (Rusia, China, Cuba, el progresismo de América Latina, y otros) no consideraron la centralidad de la Naturaleza en la reproducción de la vida humana, ni la ecodependencia, ni la interdependencia de los seres humanos, ni el valor del trabajo no mercantil. Conceptos en los que las corrientes Ecofeministas y Decrescentistas estamos insistiendo (Peredo, 2017)[6].

Aunque con evidencias científicas que no se comparan a las actuales, los críticos del dogma del crecimiento económico de los años 70s recogieron las preocupaciones de sus tiempos y alertaron sobre un futuro incierto. El intento del Club de Roma de documentar evidencias sobre los Límites del Crecimiento (1972) con un informe confiado al equipo de Donella Meadows[7] fue rápidamente devorado por el sistema multilateral y dio lugar a una versión operativa que redirigió la alarma hacia el decálogo del “Desarrollo Sostenible” convenciendo al mundo que el “crecimiento económico”, la “conservación ambiental” y el desarrollo humano eran compatibles si se les añadía la tan mentada “sostenibilidad”. Sería el Consenso de Washington (1989) el que se encargaría de “completar la figura” para asegurarse que el “desarrollo sostenible” lo lideraran los intereses del sector privado, las corporaciones y multinacionales con el apoyo de los estados[8]. “Desarrollo Sostenible” hoy es una maraña discursiva y de modelos económicos hegemónicos que han ralentizado un cambio de paradigma urgente.

Las voces críticas sobre las causas sistémicas de la crisis se multiplicaron con la resistencia antiglobalización que los movimientos sociales plantaron ante el mundo en Seattle 1999 y las luchas por la justicia climática en franca ruptura con el uso de combustibles fósiles, la falacia del desarrollo sostenible y el antropocentrismo. En las últimas décadas la ruptura del ser humano con la Naturaleza empieza a ser parte central de las narrativas críticas (Leonardo Boff, Thomas Berry, Vandana Shiva)[9] al igual que los movimientos del “pro común”, los ecofeminismos, o los movimientos decrescentistas y las luchas anti extractivistas, que ponen en perspectiva la justicia social y su estrecha relación con la justicia ambiental.

El concepto Antropoceno es un salto en la perspectiva, invita a pensar en una época a escala geológica históricamente determinada y producida por la civilización. El concepto es potente, porque desde la evidencia científica abre caminos para re-conceptualizar el mundo integrando una mirada holística que cuestiona nuestro lugar como especie en una dimensión ecosistémica y civilizatoria, ecosocial y ecopolítica. “Antropoceno” como dice Herrero, “Nos permite unir bajo un mismo paraguas las múltiples conversaciones sobre el estado del planeta”[10]. No sólo invoca a la transdisciplinariedad, sino que añade innumerables preguntas sobre la modernidad y la tecnología, hoy al servicio de una dinámica de despojo y una dramática diferenciación social equiparable a la división de clases sociales en anteriores períodos históricos.

El debate abierto alienta una reflexión necesaria en tiempos de disrupción sistémica en medio de una verdadera avalancha de narrativas que han surgido para “explicar” el momento que atravesamos.

Entre ellas, la narrativa “negacionista” financiada por las grandes corporaciones, como es el caso de el “Tea Party” y los hermanos Koch en EEUU que apoyaron a científicos promotores del escepticismo sobre el cambio climático (Klein, 2015)[11] y los cambios globales. Estas corrientes han acompañado y sostenido las decisiones políticas conservadoras de los gobiernos del Norte en los acuerdos del clima y la pasividad en amplios grupos de la sociedad. O la narrativa “malthusiana” que argumenta que en el último siglo se ha pasado de 1.500 millones a más de 7.000 millones de habitantes y sienta las bases para el surgimiento de movimientos fascistas y xenófobos que crecen alarmantemente en el mundo. Visiones que –a su manera- tienden a despolitizar o distorsionar la gravedad de la situación criminalizando a los mas vulnerables, una tendencia global que se nutre de los relatos “ecocatastrofistas” (Herrero, 2017) [12] y distópicos que empiezan a tener expresiones políticas en el mundo.

¿Capitaloceno?

Una de las principales críticas al concepto Antropoceno es que es insuficiente por estar basado sólo en “consideraciones ecológicas” que homogenizan a la especie humana sin identificar en el capitalismo y sus élites la principal causa del colapso; este argumento no es nuevo, viene de los activismos de la justicia climática que también lo han subrayado y es parte del “relato ecomarxista” (Ibid.). Jason Moore propone el término de “Capitaloceno” (Moore, 2015[13]), concepto al que muchos se adscriben para re significar el fenómeno desde las raíces del paradigma capitalista dominante, que según este autor se inicia hace 450 años. Moore incorpora conceptos importantes como la “Red de la Vida” y “Ecología Mundo” para referirse a la producción de la vida y el ambiente natural.

Desde los Ecofeminismos se argumenta que es el Patriarcado, como sistema de dominación pre existente al capitalismo, el origen de esta devastación y que esta era se sustenta en un entramado de relaciones sociales desiguales, jerárquicas, opresivas y destructivas, que afectan especialmente a las mujeres y a la naturaleza, y que son constitutivas de la civilización occidental.” (Ladanta Lascanta, 2017) y por tanto debería hablarse de “Faloceno”. El Ecofeminismo identifica el dominio masculino sobre las sociedades la causa origen de la ruptura con la Naturaleza hacia un sistema social que genera permanentemente el conflicto Capital – Vida[14].

Donna Haraway – feminista- plantea que aunque podría ser mas apropiado hablar de “Capitaloceno” -porque permite precisar su historicidad-, el fenómeno es más complejo y propone el término “Chthluceno” (del griego: comunidad de seres terrestres) para expresar que esta historicidad puede ser ampliada a otras especies como claves constituyentes de esta nueva Era y con ello cambiar la lógica de su “denominación” basada en la “causa” y más bien “nombrar” un estadio para hilar un futuro donde el “parentesco” y la alianza con otras especies y con la tecnología creen un mundo post capitalista, post feminista, post patriarcal. Su trabajo propone categorías como: “más que humano” “otredad humana” “in humano” “humano como humus” o “humus-humano” para animar la relación que responda a su propuesta ecofeminista: la construcción del “parentesco” interespecies[15].

Como se ve, los debates cuestionan la tendencia a hablar de “la humanidad” como un todo, y exigen analizar la civilización en sus diferentes componentes como el metabolismo ecosocial contemporáneo: energético, económico, alimentario, de consumo, relacional, de valores excluyentes; estratificado y territorializado. Buscan el metabolismo predominante, el entramado sistémico sobre el que hay que actuar. Capitaloceno coloca el fenómeno en su determinación histórica y apunta a las élites capitalistas que se sostienen sobre una matriz de extracción y producción con lógicas de rapiña y despojo.

Pero en este debate, además, es importante valorar adecuadamente el peso del Patriarcado y de la Matriz Colonial y Racista en la destrucción del planeta y la separación de la humanidad de la Naturaleza, así como las dimensiones personales, cognitivas, subjetivas herederas de un sistema que va más allá de la materialidad del capitalismo y alcanza otras dimensiones como la subjetividad colonizada. El patriarcado y la colonialidad son ejes constitutivos del axioma de poder depredador en el planeta.

Capitalismo, colonialismo, racismo y patriarcado: alianza núcleo del antropos ecocida

El innegable peso devastador de la fase capitalista industrial de los últimos 300 años–algunos la llaman “moderna” otros la “civilización del petróleo” (Fernández Durán, 2009[16], Shiva, V, 2008[17]) – ha impactado en las bases biofísicas de la vida en una escala que supera nuestra propia imaginación y las nociones témporo-espaciales a que estamos acostumbrados.

Un colapso de esta magnitud expresa el peso de los sistemas de dominación en las relaciones sociales que se han construido a lo largo de la historia, que se reproduce gracias a un esquema de acumulación sobre las bases de la ruptura con la naturaleza a lo largo de la historia humana: el Capitalismo, el Patriarcado y el Colonialismo.

La depredación, esa que Horacio Machado denomina la “necropolítica” (Machado,2016)[18] no sólo se la ejerce en relación a la Naturaleza o a los llamados “recursos naturales” sino también en las relaciones de dominación del “Otro” inferiorizado, colonizado y territorializado. El colonialismo como antecedente inmediato de la cultura del despojo capitalista, del sojuzgamiento de los cuerpos, de la “explotación sin fin” de los territorios para la acumulación y reproducción de las castas y las genealogías del poder, es una de las bases fundamentales de la civilización actual.

Es allí donde se ha gestado la noción de los territorios de sacrificio, de los cuerpos como símbolos de ocupación y victoria territorial y simbólica. De la legitimación del expolio a cuenta de un sentido punitivo religioso monoteísta. Pasa lo mismo con el patriarcado y la exacerbación de la violencia machista que se extiende en todo el mundo. El Patriarcado se ha construido a partir del desmontaje de las sociedades matrifocales a fuerza de guerras de conquista, apropiación y control sobre los cuerpos y los conocimientos de las mujeres.

En la actualidad, ese modelo de acumulación y ocupación colonial patriarcal de alcance territorial (espacio y cuerpo) y subjetivo (mente, espiritualidad) se ha reconstituido como patrón dominante de acumulación y hace síntoma en el permanente proceso de deterioro del territorio, de los cuerpos y de los sistemas y espacios democráticos construidos en el capitalismo cuando la democracia le era funcional.

Hoy en día, la garantía de derechos democráticos, de las formas democráticas de participación y toma de decisiones, el mantenimiento de los sistemas de bienestar y la ampliación de derechos en los países de la periferia viven crisis cada vez más pronunciadas por la acumulación de bienestar que obedece a reglas del mercado. En su lugar, modelos de Estado/Corporación de fuerte concentración de poder, militarización, segregación y reducción de las libertades los sustituyen y se hacen más generalizados. Nick Buxton y Ben Hayes, han documentado cómo el poder militar y el corporativo se están fortaleciendo ante el fenómeno de cambio climático acaparando seguridades territoriales y tecnológicas inalcanzables para las mayorías.

Probablemente son estos los rasgos que acompañan un estado planetario que expresa esa dramática ruptura con la vida y la Naturaleza. Algunas de las claves económicas, políticas, culturales y subjetivas que están operando en esta reconfiguración parecen ser:

  • El antropocentrismo
  • La relación violenta con la Naturaleza y con otras especies animales
  • La exacerbación de las relaciones de explotación humanas
  • La relación violenta de control de los hombres sobre las mujeres
  • La acumulación del poder y seguridad en élites cada vez mas reducidas y excluyentes
  • El desacople del consumo y bienestar de las relaciones de explotación
  • El deterioro y achicamiento de reglas y espacios democráticos,
  • El asesinato y eliminación física de líderes ambientales
  • El desarrollo de tecnologías extremas y geno-ecocidas
  • La ampliación de territorios de sacrificio: en la extracción y el consumo
  • El despojo, la desposesión y des-territorialización
  • La re configuración de la división de clases y las exclusiones sociales
  • La militarización y el uso de la fuerza estatal, corporativa y para estatal

Bolivia: entre el Neoextractivismo y el respeto de la Madre Tierra

La experiencia de Bolivia nos ofrece una oportunidad para reflexionar desde estas categorías las formas concretas en que el capitalismo de matriz colonial y patriarcal ejerce su habilidad “fagocitaria” de reconstituirse desde los nodos que se le rebelan. Mirar Bolivia desde adentro nos permite entender desde una perspectiva crítica de cómo la “deuda de desarrollo” y el extractivismo han ido configurando una biopolítica funcional al despojo territorial, la restitución capitalista y la profundización de la violencia colonial y patriarcal.

Bolivia es la historia de la deriva de un proceso que inició con una inspiradora narrativa emancipatoria popular desde la perspectiva de los Derechos de la Naturaleza y el Buen Vivir y cierra el ciclo progresista replicando y profundizando el modelo de despojo predominante del Siglo XX – XXI. El grupo operador de este extractivismo reconstitutivo del orden capitalista es una izquierda patriarcal y populista, que en el afán de reproducirse ha convertido el contenido interpelador de las movilizaciones populares en una retórica maniquea que alienta el mismo modelo. Un ejemplo del fenómeno histórico político y económico que Maristella Svampa a descrito como el “Fin de Ciclo” (Svampa, M, 2015)[19].

Bolivia, viene de una larga tradición de luchas de resistencia anti colonial y anti imperialista. Ha sido uno de los primeros países en reconquistar la democracia de la dictadura militar en América del Sur en la década de los 80s. Está entre los países emblemáticos en protagonizar rebeliones contra el orden neoliberal y neo colonial en las últimas décadas. Sus movilizaciones sociales han logrado victorias importantes como la expulsión de la estadounidense Bechtel durante la ‘Guerra del Agua’ en el año 2000, o la Guerra del Gas de 2003 que recuperó la tuición sobre los contratos del gas y expulsó al gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada sentando las bases para la denominada “Nacionalización del Gas” y el proceso Constituyente (2006-2009). El Gobierno de Morales tomó medidas contra la institucionalidad neoliberal con el retiro del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial en 2007[20].

Pero desde un inicio se incubó una contradicción no develada ni por la propia izquierda supuestamente “decolonial y ecologista”: el desarrollo “sostenible” se haría sobre la explotación inclemente de la naturaleza; los imaginarios de progreso que se gestaban desde el populismo decantarían en el proyecto estatal de convertirse en la “Gran Potencia Energética” regional. El neo extractivismo ha sido soporte estructural del proceso boliviano, de sus sistema de redistribución social y político generando una élite estatal y corporativa consolidando un modelo de despojo territorial, que deteriora el tejido social desregulando la democracia, las normas de derechos humanos y las leyes ambientales para consolidarse.

El “hiper-extractivismo” boliviano

En el lapso de 10 años el país ha desarrollado un modelo basado en una triada extractivista: 1) la expansión y crecimiento de la minería con baja regulación ambiental, 2 la expansión de la agroindustria de la soya y la consecuente deforestación del Amazonas 3) la expansión de la frontera petrolera y gasífera en la Amazonía y el Chaco.

Una serie de condiciones facilitaron el desarrollo de este modelo, entre ellas “el boom de los commodities y sus ventajas comparativas fueron afirmando un acuerdo cada vez más explícito acerca del carácter irresistible de la dinámica extractivista, lo cual obturaría la posibilidad de un debate de fondo sobre las alternativas al modelo extractivo-exportador.” (Svampa, 2017: p. 56) [21].

Aunque fue uno de los países emblemáticos en la construcción de la narrativa de la “Justicia Climática” donde de los Derechos de la Madre Tierra tenían un lugar predominante (Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra de 2010), es uno de los que más ha consolidado un modelo eco-depredador con soporte popular y respaldo en los imaginarios de desarrollo y poder económico y político. El proceso ha facilitado la presencia de grandes corporaciones en las áreas de minería, producción alimentaria, infraestructuras, proyectos de exploración y explotación de gas, petróleo y energéticos.

Transnacionales como Sumitomo, Glencore, Pan American Silver y otras grandes de la minería se han asentado en Bolivia donde la dinámica de expansión minera ha integrado a las llamadas “cooperativas mineras”: emprendimientos informales de precarias tecnologías y condiciones laborales con un tremendo impacto ambiental; un sistema que Gudynas[22] calificaría de “extractivismo de primera y segunda generación”. Estas representan el grueso del sector (115.000 mineros cooperativistas, frente a los 7.500 trabajadores de la minería estatal). La Ley Minera Nº 535 de 2014 avaló el uso desaprensivo de las fuentes de agua y no controla realmente los niveles de contaminación[23]. La vinculación de esta cadena de extractivismo salvaje con las redes de trata y tráfico sexual de niñas y jóvenes adolescentes está dramáticamente documentado en una investigación realizada por UNICEF e ICCO en 2018[24].

Por su parte, la producción de la soya se ha ampliado significativamente en estos años y junto con ella la importación de glifosato. La Ley de Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria aprobada en 2011, abrió el campo a los transgénicos y a las cuotas de deforestación de los bosques. Sus impactos en la biodiversidad y el agua es enorme; la producción de soya transgénica se ha multiplicado por 8 en los últimos años y está afectando a los sistemas productivos de pequeños agricultores. Grandes corporaciones como Monsanto, Syngenta o Bayer están establecidas en el país y, aunque se argumenta que esta producción se justifica para abastecer de alimentos a los bolivianos, la mayor parte está destinada a la exportación. (Colque, 2014)[25].

El modelo también ha estado concentrado en la creación de infraestructuras para las cadenas de extracción. Uno de los primeros conflictos ecoterritoriales fue el del TIPNIS (Territorio y Parque Nacional Indígena Isiboro Sécure) el 2011 donde los colonos indígenas que apoyan al gobierno del MAS en el Chapare, impulsaron el agresivo proyecto gubernamental de infraestructura para construir una carretera atravesando el bosque con la mayor reserva de agua y biodiversidad e la región. Un punto de inflexión que evidenció el proyecto desarrollista, anti indígena y ecocida del gobierno.

Pero el sector más emblemático de la lógica patriarcal capitalista está en la energía; mientras que los otros son dejados a la gestión privada, la energía responde a un modelo estatal. La energía sintetiza en su ciclo de exploración, prospección, extracción y/o construcción de infraestructuras y redistribución social su vínculo con el gran capital, el antropocentrismo y el patriarcado. Su impacto no sólo es material, sino también subjetivo y simbólico. La estrategia energética boliviana no incorpora las perspectivas de transición energética recomendadas por los acuerdos internacionales del clima, mucho menos los contenidos en las narrativas de los movimientos por la justicia climática, ni respeta los mecanismos de consulta previa del Convenio 169 de la OIT.

Los combustibles fósiles son la base de la civilización contemporánea. Los ecologistas advertían que el pico del petróleo y otras materias haría que el sistema pronto colapsara (Fernández Durán, 2011)[26]. Pero la angurria y el desarrollo de “energías extremas” (Roa Avendaño y Scandizzio, Oil Watch, 2018)[27] prolongan el despojo en los territorios del Sur que se han convertido en fuentes de materias primas para el consumo de las metrópolis. El extractivismo extremo: fracking, etanol, instalaciones off shore, etc., se convierten en la “nueva normalidad” desplazando poblaciones, devastando territorios y estableciendo zonas de sacrificio en una compleja cadena de violencia ambiental y de género. Si vamos a dar un salto sistémico para salir de la barbarie capitalista será transformando integralmente la energía desde una perspectiva ecosocial.

Retórica extractivista para el Desarrollo: entre el buen vivir y la violencia patriarcal

El “proceso de cambio” en Bolivia se ha sostenido por razones históricas en la explotación del gas para el gasto público y social. La extrema dependencia de los combustibles fósiles, su relación con el mantenimiento de su poder político, con el sistema de redistribución y la resistencia estatal a plantearse la transición hacia energías renovables mas allá de pequeños proyectos, hace del país un ejemplo de grandes vulnerabilidades y contradicciones.

La caída de ingresos por exportaciones de gas hacia 2016, la baja de los precios internacionales y la falta de confirmación de reservas puso en peligro el modelo exportador. Con el afán de cambiar esta relación, en 2016 el gobierno anunció su Plan Nacional de Desarrollo 20-25 que incluye el objetivo de convertirse en una “Potencia Energética Regional” basada en mega hidroeléctricas, como si fueran energía sostenible. Esto ha creado una serie de conflictos eco territoriales no solo por invadir sus territorios sino beneficiar a transnacionales con procedimientos poco transparentes. El gobierno de Morales también ha instalado la industria del Etanol, con una primera planta en Santa Cruz que amenaza los bosques de la Amazonía boliviana.

Al mismo tiempo, sin embargo, se plantea incursionar en tecnologías extremas como el Fracking. En 2018 el gobierno hizo acuerdos con dos empresas. Beicip Franlab (Francia) y Cancambria (Canadá), para explorar las posibilidades de explotación con fracking. Mediante su Ministro de Hidrocarburos explicó que esta orientación representa un verdaderocambio de paradigma” al incluir el fracking en el modelo de boliviano[28].

Las actividades de exploración en esta década han invadido los parques nacionales con un crecimiento de la frontera hidrocarburífera en mas de 10 veces en los últimos 10 años[29] legalizando mediante una serie de decretos y leyes la desregulación de la protección ambiental y la consulta previa. Estos proyectos se acompañan de un discurso en que el Estado atribuye valores mercantiles a la Naturaleza a la que dicen representar despojándola de su valor intrínseco; en el discurso estatal boliviano La Naturaleza pasa de entidad viva “Pachamama”, “Madre Tierra sujeto de derechos”, a “objeto” que se traduce en un valor económico. Álvaro García Linera lo sintetiza al referirse al proyecto estatal energético:

“Pero lo nuevo, y que viene de este gobierno, es que vamos a ser energéticos. El siglo XXI para Bolivia es producir petróleo, industrializar petroquímica, industrializar minerales. Pero también colocar una nueva ruta, la ruta de la energía eléctrica.” (…) “Por eso es que en todo Bolivia, con el presidente Evo (Morales), hemos sobrevolado en helicópteros, observando y buscando, dónde puede haber una represa, y buscando gas. Estamos a la pesca de dónde hay más gas y dónde hay agua, dónde hay represas. Allí donde hay agua está cayendo oro puro. Donde hay agua, donde se pueden hacer represas está guardado el oro, dinero.” [30]

A diferencia de AGL, Evo Morales no se refiere a la Naturaleza sino a las mujeres y mediante ellas a lo que denomina “la conquista” de los territorios. Cuando se inició el proyecto de Carretera del TIPNIS, Morales dijo a los pobladores del Chapare:

“Si yo tuviera tiempo, iría a enamorar a las compañeras yuracarés y convencerlas de que no se opongan [a la carretera del TIPNIS]; así que, jóvenes, tienen instrucciones del Presidente de conquistar a las compañeras yuracarés trinitarias para que no se opongan a la construcción del camino. ¿Aprobado?” (La Razón, 2011)[31]

O las expresiones que hiciera al visitar un campo petrolero en abril del 2012, preguntando a las dos jóvenes que participaban de un acto oficial en el campamento Sísmica 3D en Chimoré, en medio de risas de los trabajadores varones:

“¿Petroleras? ¿Perforadoras? ¿O perforadas? Díganme”[32]

Lo que a los ojos de sus partidarios son gestos hasta simpáticos y “propios de la cultura popular”, para los movimientos de mujeres y los feminismos son su esencia patriarcal, ecocida y reflejan una visión no sólo falocéntrica de la energía, sino una agresión explícita al cuerpo de las mujeres. Contienen una valoración mercantil de la Naturaleza y son gráficamente la alianza entre capitalismo, extractivismo y patriarcado en su expansión estructural, ideológica y simbólica en los territorios. Más evidente aún considerando el fenómeno creciente de violencia contra las mujeres en el país.

En Bolivia muere una mujer cada tres días por razones de violencia de género. Los crímenes superan uno al otro en crueldad. Las mujeres han exigido que esta masacre se detenga y se preste atención desde las políticas públicas invirtiendo recursos del Estado. Sin embargo el dinero (ese del que habla seguramente AGL) que se invierte en las mujeres son irrisorios: están en un orden de menos del 1.91% de los presupuestos (“género y grupos vulnerables”), y los fondos para erradicación de la violencia y protección de las víctimas a nivel de municipios y gobernaciones no pasa del 0,33%[33]. Mientras tanto, las inversiones para la exploración y explotación de combustibles fósiles en las reservas naturales, las inversiones en infraestructuras para transportes, energía e hidrocarburos sumaron juntas el 65% del presupuesto estatal para 2016[34].

La Madre Tierra y el cuerpo femenino se colocan en el lugar del despojo, del abuso, la violencia y la falta de garantías para una vida plena. Una expresión más de aquello que Rita Segato[35] y otras feministas están denominando como el disciplinamiento patriarcal. Así como los cuerpos de las mujeres son vulnerados en este circuito perverso de extracción, redistribución discrecional “disciplinaria”, los bosques, territorios y parques nacionales están siendo devastados y despojados de su vitalidad y capacidad de cuidarnos.

Las resistencias territoriales a esta avalancha extractivista han sido enormes a pesar de la fuerte presión estatal para acallarla. Las mujeres en los territorios de la Reserva de Tariquía al Sur del país, para citar un ejemplo, llevan adelante una resistencia emblemática que se enfrenta a las presiones machistas de sus propios grupos que les cuestionan la “libertad” que exigen para activar como dirigentes. Pero las mujeres y las comunidades resisten: lo hacen las comunidades amazónicas en el caso del Bala Chepete, en la resistencia a la proyectada Represa Rositas en el Complejo de Rio Grande, o los pueblos amazónicos el caso del TIPNIS. Todos ellos se enfrentan a un modelo civilizatorio estatal que impone su fuerza dividiendo, amenazando y desplegando una retórica del desarrollo y la soberanía por el interés y el progreso nacional.

La ampliación de las exploraciones hidrocarburíferas en parques nacionales, los proyectos de construcción de grandes hidroeléctricas, la instalación de una central de investigación nuclear encargada a la soviética ROSATOM bajo cláusulas de confidencialidad en la ciudad de El Alto, la incursión de Bolivia a la era del Etanol, las prospecciones y estudios para viabilizar el Fracking en varias regiones del país con los argumentos del “desarrollo sostenible” y “la reducción de la pobreza”, la concentración de poder caudillista y una narrativa que resignifica el valor de la Naturaleza, son caminos que coinciden con el del paradigma que ha llevado a alterar los ciclos naturales del planeta. Representan el desarrollo extremo y desbocado de un extractivismo violento y “civilizatorio”; un proyecto de país que tiene la reproducción del poder político como centro.

Nombrar, pensar, sentir…, conectar, crear

El “dar nombre” a aquello que alcanza dimensiones planetarias es un proceso semiótico y un proceso de abstracción, pero también es un lugar, una territorialidad, un espacio en el que los cuerpos lo sienten, se mueven y se resignifican en su relación con el territorio, con el mundo, con su propio ser.

La ciencia tomó el pulso al planeta interpelando con el nombre “Antropoceno” a otros campos del conocimiento y la acción política y genera una nueva epistemología de la transdisciplinariedad, el cuestionamiento de la “objetividad científica” y el manejo de la complejidad. Tiene como contraparte una epistemología “natural” que va surgiendo desde los territorios; una propia representación de ese estado de cosas .

Hoy habitamos una frontera y esa territorialidad de “frontera” al que están siendo llevadas las comunidades, las mujeres, los bosques, las otras especies, los territorios, las aguas, los ríos, ante el avance del despojo están dando también pistas. La epistemología que emerge desde el sur mundo/frontera viene de los cuerpos, de esa solidaridad extendida desde y hacia la naturaleza, de la resistencia de las comunidades ante el despojo y la destrucción de su base vital y sus vínculos comunitarios, de la empatía que se despierta con otros territorios y comunidades sacrificadas. De la evidente relación entre violencia patriarcal y extractivismo. De la vinculación entre la vivencia personal con la colectiva. De la noción de cuerpo–territorio como vínculo, comunidad y ethos de la naturaleza.

Habitar la frontera y recrear y defender la vida es diferente de mirar el abismo y dejarse seducir. La resistencia de las mujeres que confían en sus fuerzas y su convicción para defender la vida nos están dando las pistas. Y el tiempo apremia.

Los desafíos son complejos, significan desarrollar fuerzas grandes y pequeñas, fuertes y delicadas, tejer la rebelión y la paz, saber diferenciar entre democracia patriarcal y democracia por la vida, entre transición eficientista y transición ecosocial… entre un mundo dado y un mundo deseado.


Publicado originalmente en ESTUDIOS UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 24, n° 84 (ENERO-MARZO), 2019, pp. 56-67 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA. ISSN 1315-5216 / ISSN-e: 2477-9555

[1] Fifth Assessment Report AR5 IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change,) 2014 https://www.ipcc.ch/report/ar5/index.shtml

[2] Crutzen, P.J. y Stoermer, E.F. (2000): The Antropocene. Global Change Newsletter Nº41 (pp. 17-18)

[3] https://theanthropocene.org/the-anthropocene-epoch-scientists-declare-dawn-of-human-influenced-age/

[4] Herrero, A. (2017): Navegando por los turbulentos tiempos del Antropoceno. El Antropoceno, Ecología Política Cuadernos de Debate Internacional (pp. 20-25). Fundacion ETN e Icaria Editorial. Barcelona

[5] Carson, R. (2016)1960: Primavera Silenciosa. Critica – Editorial Planeta. Barcelona

[6] Peredo, E. (2017): El Ecofeminismo en Alternativas Sistémicas (pp.103-132). Editado por Focus on the Global South, ATTAC y Fundación Solón. La Paz

[7] Meadows, D., et all. (1972): Los límites del crecimiento: Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad . Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México

[8] Una nueva ritualidad de postergación se instaló en el sistema multilateral y con ella una red de instituciones que ralentizaron la acción urgente. La única “herencia” de ese momento fue que el debate adquirió un abordaje internacional y se creó una institucionalidad global con entidades como el Convenio de la Diversidad Biologica (CDB) (1992), el Convenio de Viena para la protección de la Capa de Ozono (1985), el Convención Marco de las NNUU sobre Cambio Climático (1992) y los cuerpos técnicos como el Programa de las NNUU para el Medio Ambiente PNUMA (1972) y el Panel Internacional sobre Cambio Climático (1989) (IPCC por sus siglas en Inglés).(Nota de la Autora)

[9] Aquí algunos textos representativos de ellos: Boff, L. (2018): Liberar a la Naturaleza. Editorial San Pablo. Madrid; Berry, Th. (1999): The grat Work: Our way into the future. Bell Tower. New York; Shiva, V. (2005) Earth Democracy. South End Press. Cambridge, Masachussetts.

[10] Ibid. (p.19)

[11] Klein, N. (2014): This changes everything Capitalism vs. the Climate. Allen Lane. London

[12] Herrero, A. (2017): Navegando por los turbulentos tiempos del Antropoceno. El Antropoceno, Ecología Política Cuadernos de Debate Internacional (pp. 20-25). Fundacion ETN e Icaria Editorial. Barcelona

[13] Moore, J. W. (2015): Capitalism in the web of life: Ecology and the accumulation of capital. Verso. London

[14] Pérez O., A. ( 2014): Subversión feminista de la economía: Aportes para un debate sobre el conflicto capital – vida. Traficantes de Sueños. Madrid

[15] Haraway, D. (2015) Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin. Environmental Humanities, Vol. 6, (pp. 159-165). Santa Cruz, California (traducción de la autora de los conceptos contenidos en el texto)

[16] Fernandez Durán, R. (2011) 2010: La quiebra del capitalismo global: 2000-2030 – Preparándonos para el comienzo del colapso de la Civilizacion Industrial. Fundación Solón & Ecologistas en Acción. La Paz

[17] Shiva, V. (2008) Soil not Oil: Environmental Justice in an Age of Climate Crisis. South End Press, Brooklyn, NY

[18] Machado A., Horacio (2016): Ecología Política de los Regímenes Extractivistas. De Reconfiguraciones Imperiales y Re-ex-sistencias Decoloniales en Nuestra América. Bajo el Volcán, Año 15, Nº 23, Puebla

[19] Svampa, M. (2017): Del Cambio de Epoca al Fin de Ciclo. Colección Ensayo, Edhasa. Buenos Aires

[20] CIADI (Centro Internacional para el Arreglo de Diferencias en cuanto a Inversiones) Una institución dentro del Banco Mundial creada para dirimir las controversias sobre inversiones entre empresas y Estados. Sus tribunales suelen estar controlados por las corporaciones y, en la mayoría de los casos, fallan a favor de éstas.

[21] Svampa, M. ( 2017): Cuatro Claves para leer América Latina. Nueva Sociedad Nº 268 (pp. 50 – 64/ p. 56)

[22] Gudynas, E. (2015): Extractvismos. Ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la Naturaleza. CLAES CEDIB. Cochabamba

[23] En Bolivia se producen 130 toneladas anuales de mercurio que van a los ríos y el 70% viene de la minería según el Informe: Mercurio en Bolivia: Línea de base de usos, emisiones y contaminación (2016) IRD, WWF Bolivia y Ministerios de Relaciones Exteriores y Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

[24] Machicao, X. (coord..), Zabala T., E., Ramirez Q., A., Zabala V., M (investigación)(2017): Explotación sexual de niñas, niños y adolescentes y sus rutas en zonas mineras – La Paz, Oruro y Potos. UNICEF ICCO & Vuela Libre. La Paz

[25] Colque, G. (2014) Expansión de la frontera agrícola: luchas por el control y apropiación de la tierra en el oriente boliviano. Ed. TIERRA. La Paz

[26] Fernandez Durán, R. (2011) 2010: La quiebra del capitalismo global: 2000-2030 – Preparándonos para el comienzo del colapso de la Civilización Industrial. Fundación Solón & Ecologistas en Acción. La Paz

[27] Roa Avendaño, T. y Scandizzio, H (2017): Qué entendemos por energía extrema en Extremas Nuevas fronteras del extractivismo energético en Latinoamérica. Oilwatch, Latinoamérica.

[28] : “Con Beicip hemos definido que el estudio debería ser a nivel de cuencas como el Sub Andino Sur, Sub Andino Norte, Madre de Dios, Pie de Monte, Lllanura Chaqueña, que nos permita tener una evaluación de los recursos convencionales y no convencionales (…)” (Ministro Luis Sánchez, La Razón, 3 de Marzo 2018) http://www.la-razon.com/economia/gas-bolivia-estudios-exploratorios-cuencas-convencional_0_2885111475.html

[29] Bolivia aporta a los gases de efecto invernadero por “cambio en uso de la tierra” –es decir por deforestación. Los registros del World Resources Institute lo evidencian: http://cait.wri.org/profile/Bolivia

[30] Página Siete, García Linera anuncia que está “en busca de agua” para construir represas http://www.paginasiete.bo/economia/2015/11/9/garcia-linera-anuncia-gobierno-esta-en-busca-agua-para-construir-represas-76338.html, noviembre de 2015

[31] La Razón, La consulta del TIPNIS no será vinculante http://www.la-razon.com/index.php?_url=/economia/consulta-TIPNIS-vinculante_0_1441655852.html; La Razón, Demandan a Evo una disculpa pública (por declaraciones para “conquistar” a mujeres yuracarés para construir carretera por el TIPNIS http://www.la-razon.com/index.php?_url=/sociedad/Demandan-Evo-disculpa-publica_0_1443455677.html

[32] https://www.youtube.com/watch?v=q00Lup9WQPg

[33] Fernández, S. (Investigación) (2016): Contribución de la Inversión Pública 2015 de Gobernaciones y Municipios a la Igualdad de género. CPM Gregoria Apaza, Oxfam, Ministerio de Autonomías. El Alto

[34] Análisis del presupuesto de Estado 2016 (Fundación Jubileo)

http://www.jubileobolivia.org.bo/publicaciones/documentos/item/410-analisis-del-presupuesto-del-estado-2016.html

[35] Segato, R. (2014): Las nuevas formas de guerra y el cuerpo de las mujeres. Pez en el Arbol. Puebla