Hoy sábado 24 nos vemos en el encuentro de huertas en el anfiteatro del estadio Manuel Guerrero de Barón. Comienzo 12h hasta 15h y están invitados al almuerzo-comedor de la olla común. Tendremos lentejas. Traiga a los niños.
¿La huerta representa la libertad del deseo o el deseo de la libertad?
Por Jaime Yovanovic (Profesor J)
El deseo de la libertad es una aspiración racional que hasta puede dibujar la forma y contenidos de dicha «libertad», por ejemplo los anarquistas tienen una determinada figura de la libertad, los cristianos otra y los marxistas, otra, cada uno aspira a su libertad e intenta sobreponer al otro su noción, ya que es la correcta y la otra está equivocada. La libertad del deseo es la expresión plena, natural e instintiva del deseo, sólo que en esta sociedad el deseo se va construyendo culturalmente, ya que no te dejan opciones, no existen las opciones, salvo las que te ponen por delante los encargados de abrir las puertas que van a conducir hacia la realización de sus intereses, por lo que también están prisioneros del interés, que por su vez se reproduce culturalmente. Así el laberinto está hecho y nos hacen recorrerlo buscando la salida que no tiene.
El pájaro prisionero no desea la libertad, sino que se arroja contra los barrotes porque lo impulsa su ser alado, por lo que la libertad en este caso no es un lugar a donde ir, sino el desarrollo o expansión del ser, que se va acondicionando hasta llegar a aceptar o subordinar las rejas y se queda quieto, cohibiendo su ser y babando, como el perro de Pavlov, cuando le tocan la campanilla, de allí que las ideologías son como las campanillas pavlovianas y así se explica que los chinos lleven a los artistas e intelectuales a sumergirse en las minas y campos para adquirir conciencia proletaria que haga que las personas sigan subordinadas al poder, los religiosos te hagan cantar en los ritos, los troskistas te hagan leer a su portavoz, etc. Cada mirada se reproduce en contradicción con las otras, buscando caminos de realización dentro de los esquemas ya establecidos. Al pájaro, o pajarón, le meten campanilla por donde se pueda.
Por eso nos convencen que somos seres individuales, cuando el ser humano, aún cuando cada uno es un individuo de la especie, no deja de formar parte de un ser, que es el común, la humanidad, que por su vez la han separado de la naturaleza, nos han desnaturalizado, y en esta fase histórica de la propiedad, el patriarcado y el poder, nos mantienen cuidadosamente separados y enfrentados a unos contra los otros con diferentes pretextos, por ejemplo que uno puede tener una mayor estatura ética que otros y el deber ser se impone al ser. Sólo que ese deber ser tiene innumerables propuestas, que son las ideologías, paradigmas y partidos, con lo que se refuerza la separación y la oposición de unos y otros. Para rematar nos dicen que hay que progresar y desarrollarnos, con lo que justifican el ataque depredador contra la madre tierra y más nos desnaturalizan con nuevas y tecnológicas campanillas.
Para la expresión del deseo, o las ganas, o sea, para la expresión de la libertad del ser, hay que reconstruir el ser común, naturalizarnos nuevamente, volver a nuestra matriz de la comunidad y del resto de lo natural, volver a la raíz. Pero ello no puede hacerse por opción, ya que el espacio de la razón está manejado por la racionalidad instrumental. El pájaro aunque domesticado, conserva su ser alado y sabrá aprovechar cualquier resquicio para abrir sus alas y realizarse, volar y volar, sin dirección escatológica, es decir sin una finalidad como nosotros, que estamos poseídos por las finalidades, los objetivos a lograr, por donde nos meten el progreso y la «realización personal», los fundamentos de la división y los obstáculos para la reconstrucción del común. Los pájaros van a construir sus nidos, como los castores construyen diques, no por órdenes o acuerdos racionales, sino por el instinto, cuya realización es su libertad plena.
Una niña, Anaís, con 9 o 10 años me preguntó para qué estamos en el mundo, con lo que supe que ya había comenzado clases de religión, y hube de explicarle que no hay un para qué, sino un por qué, que estamos en el mundo por amor y nuestro destino es vivir, como las aves, las abejas y las flores, cuyo fundamento es la vida misma, y que cuando comprenda para qué están la flores y los pájaros, entenderá para qué está ella en el mundo. No había manera de explicarle aún que el mundo somos nosotros y los demás seres vivos, que somos uno sólo, que somos parte de la vida y del entretejido interactivo de la madre tierra y del cosmos, que eso lo entienden sin academicismos las comunidades mapuche con sus cantos y bailes junto al canelo. Faltará mucho en esta sociedad para que entienda que la espiritualidad es una relación profunda entre los diferentes factores que hacen la vida y que el patriarcado instaló la idea de los «espíritus» como entes, trastocando la espiritualidad en una especie de antropomorfismo funcional.
Pero, si no podemos avanzar hacia la reconstrucción del ser común por vías lógico-racionales, lo que sería mantenerlo prisionero dando vueltas como el perro mordiéndose la cola, entonces habrá que descubrir otra manera para que se comunique el instinto, el ser gregario que tenemos arrinconado por el cancerbero de la cultura de reproducción del no-ser. De allí la importancia de lo local, lo barrial, donde las miradas puedan tejer nuevos flujos de sensibilidades y afectos, la amistad, la vecindad, la simpatía, el respeto, el amor, que todos tenemos cubierto por la ceniza volcánica del biopoder y la biopolítica, que conducen nuestros cuerpos en direcciones de articulación relacional superficial marcadas por el uso o beneficio propio que podemos sacar de los demás, mientras el sistema nos saca a todos, independientemente de si disfrutamos o no esa succión de la potencia. He ahí la importancia de conseguir que algunos aspectos conductuales de la cotidianeidad del encierro hogareño, puedan practicarse en el espacio de la gran familia del barrio o de la cuadra, o de la manzana, si miramos atravesando los muros interiores que quiebran el gran patio central que nos une o nos podría unir.
Las aproximaciones corporales permiten la expresión libre del instinto gregario, que duda cabe, a diferencia del grupo que acuerda vivir juntos y antes de tres meses están agarrándose unos con los otros. De allí la importancia del entrecruzamiento de múltiples actividades humanas compartidas, donde el arquitecto o constructor pueda aprender con varios vecinos a que el barro es el mejor material para armar el hábitat, donde el especialista o estudiante de salud pueda aprender junto a los vecinos que la mejor medicina es el equilibrio entre las personas y de ellas con la naturaleza, dejando poco a poco la química farmacéutica sustituyéndola con plantas medicinales que pueden cultivar en el barrio junto a las flores y tomates que los niños pueden sembrar aprendiendo a amar lo natural. Así el profesional o el estudiante de pedagogía, de ingeniería, nutrición, derecho, cualquiera carrera puede contribuir a los procesos de aproximación corporal generando verdaderas escuelas que nutrirán sus requerimientos académicos y permitirán el rescate de las vocaciones escapando de los incentivos materiales de éxito monetario, así como saber o aprender que esos espacios compartidos son otra escuela para los niños, que en la medida que se multipliquen de barrio en barrio, será como hacer otro mundo, o sea, cambiar el mundo ya no en y desde el poder central, sino desplegando la potencia y las capacidades de lo humano y natural en cada lugar, como dice Galeano: mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas en lugares pequeños, he ahí lo global mirado desde la gente.
En la recuperación del ser común está el despliegue de las alas, he ahí la libertad donde el deseo y el instinto podrán soltarse como diques rotos que dejan volar las toneladas de amor que tenemos comprimido y que en el fondo, tenemos muchos deseos de expresar, por lo que partimos de la base que yo, tú, el y nosotros, estamos todos esperando esa oportunidad del abrazo y la mirada intensa. Vamos, que te esperan, listos para acogerte.
Comunidad Reverde Polanco
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