Sami Omais

https://traversingtradition.com

 

Una persona empujada a un nuevo entorno primero escanea su ambiente en busca de peligro. Como tal, tienes una mayor atención a los detalles, la prudencia de los fenómenos que ocurren a su alrededor, y una consciencia de los efectos sobre su persona. Sin embargo, si se cría desde el nacimiento de un cierto mundo, la naturaleza de su ambiente y sus efectos se quedarían escondidos, como siempre han estado allí, como agua para un pez. De la misma manera, varias veces no somos conscientes de la esencia y el impacto del entorno en el que hemos vivido toda nuestra vida. Rara vez reflexionamos sobre el estado de nuestra sociedad, asumiendo que el arreglo actual de asuntos como algo natural. Mientras generalmente somos conscientes que vivimos en una época “moderna”, a diferencia de época “medieval” o “antigua,” con mejor tecnología y diferentes normas sociales, sin embargo, nos quedamos ajenas y desconocidos a los aspectos más grandes, totalizadores, y omnipresentes de nuestro mundo.

El fenómeno de atomización social

Una de esos fenómenos en el que no reflexionamos muchas veces es la desintegración de nuestro tejido social, es decir, la atomización social, o la unidad básica de la sociedad que se divide en partes más pequeñas. En la época media y al principios de la edad moderna, la comunidad era una unidad básica de la sociedad, en parte debido a la falta de las tecnologías de comunicación y transporte que permitirían a una persona para vivir con seguridad e independiente de su comunidad. Hoy en día, los efectos conjuntos de la tecnología, los principios de la ciudadanía moderna, y las fronteras relativamente abiertas ofrecen a la gente la capacidad de decidir dónde deben vivir, con qué nación alinearse y qué tierras ellos pueden llamar su hogar. A medida que los individuos se acostumbran a mudarse y romper los lazos con su comunidad de nacimiento, la identificación se vuelve transitoria. La gente carece de vínculos profundos con una cultura singular: la globalización convierte al individuo en una esponja que absorbe las normas y las creencias de cualquier lugar donde se encuentre. El resultado es la ausencia de una identidad clara y permanente, sin la cual el individuo no puede pertenecer verdaderamente/totalmente a ninguna comunidad. Sin comunidad, no tienen cultura para proveer costumbres y entendimientos compartidos que crean vínculos comunes y confianza entre la gente. En conjunto, las lazas de la comunidad se disipan y el individuo se convierte en la unidad básica de una sociedad. 

Analizando las estadísticas que rastrean las variables de la capital social revela sociedades que son cada vez más atomizadas en Euroamerica y en países occidentalizados, tal como Japón y Corea del sur. Entre los indicadores de atomización en estos lugares están la disminución de los niveles de confianza, del tiempo pasado con los vecinos y de la participación social. La confianza social está en su nivel más bajo en 40 años en los Estados Unidos y alrededor de tercio de los estadounidenses informan que no interactúan con sus vecinos. En muchos países europeos, la gente confía más en la policía que entre sí. En Japón, hay un fenómeno documentado que se llama hikikomori, o los encierros, en el que los jóvenes no pueden salir de sus casas. La desconfianza general del gobierno está extendida en las democracias liberales occidentales, a pesar de las afirmaciones de transparencia y rendición de cuentas del gobierno. En los Estados Unidos, para ilustrar, ambos partidos políticos principales son (justificadamente) percibidos egocéntricos y obligados a defender intereses de élite y fuera de contacto con su base de votantes, con la confianza pública alcanzando un mínimo histórico. Lo razonable se vuelve irrazonable a medida que la desconfianza culmina en la negativa a trabajar con otros y la creencia en las teorías de conspiración que causan el retiro de la participación política que es cada vez más aumentado. A través de los países anglosajones y occidentalizados, la prevalencia y los efectos debilitantes de la atomización social se están volviendo extremos. La cultura occidental compartida de estos países no es una coincidencia, ya que todos tienen los mismos factores ideológicos y materiales que producen esta atomización social. 

Las causas ideológicas: el liberalismo y el individualismo 

La causa subyacente de esta atomización y la ideología general que fomenta este desarrollo en el mundo occidental es el liberalismo; una filosofía clásica que presenta la autonomía individual e igualdad entre los individuos como los dos valores morales últimos. Una filosofía de la ilustración, dominó y posteriormente caracterizó el occidente en el período temprano moderno, asumiendo una postura fija como el lenguaje moral predeterminado y guía ética de los occidentales. La unidad de análisis del liberalismo es el individuo, que no se preocupa ni por la comunidad ni por ni por ningún colectivo. Como tales, las cuestiones económicas, políticas, morales y legales se resuelven teniendo en cuenta el individuo, por lo que no es sorprendente que fuera en partes liberales del mundo, a saber, Estados Unidos y Europa, donde surgió por primera vez el individualismo extremo. 

El individualismo se refiere a una ideología (estrechamente vinculada al liberalismo) de que elecciones libres e independientes de los individuos tienen preferencia sobre las decisiones e intereses del colectivo. Afirma de un estado de ser en el que las personas habitualmente enfocan sus pensamientos y conductas en sus propias necesidades y deseos, y el ego siendo el centro de todas las actividades. La ideología individualismo produce naturalmente el comportamiento individualista. A medida que la gente está condicionada y criada a creer que sus elecciones son sacrosantas siempre que no estén “dañando” a nadie más, cualquier sentido del deber o servicio a los demás, se pierde de forma lenta pero segura. Si el daño físico y el interés propio son los árbitros de la rectitud de una acción, las preocupaciones por los objetivos colectivos, que a menudo requieren sacrificio personal, y a veces pueden implicar daños a personas ajenas a la comunidad, disipan rápidamente. El liberalismo engendra el individualismo, dando como resultado una sociedad de individuos atomizados y una ausencia de comunidad. 

Cuando comunitarismo se encuentra el individualismo 

La reciente migración masiva de la gente del norte de África y Medio Oriente, en su mayoría musulmanes, a Europa afirma la distinción entre sociedades individualistas y comunitarias. Los migrantes tienden a autosegregarse, manteniendo los marcadores de su cultura en el idioma y vestimenta y superando a los locales Europeos en tasas de natalidad y religiosidad. Uno puede pregunatarse si este contraste entre el migrante musulmán y el residente europeo es atribuible a la diferencia de religión; quizás el Islam sea más communal que el Cristianismo. Pero esta explicación es absurda, dada la naturaleza tradicionalmente comunal del Cristianismo Europeo, con su organización de las comunidades bajo el sistema parroquial y la nación bajo una iglesia nacional con una cabeza, típicamente el monarca. Por supuesto, tales instituciones cristianas parecen inútiles hoy en día debido al rápido aumento de la irreligiosidad en Europeo. De hecho, en esta división entre irreligiosidad de Europea y la religiosidad de OMNA (la región de Medio Oriente y Norte de Àfrica) que se puede explicar el predominio de individualismo y comunitarismo en estas respectivas regiones. 

Europa es la cuna del liberalismo, una ideología con la disposición de alentar a los individuos a librarse de las viejas tradiciones, religión, y si es necesario, la sociedad. El liberalismo aseguró su lugar en el continente Europeo en el siglo XX, con la derrota de las alternativas colectivistas modernas (principalmente fascismo y comunismo). Uno de los víctimas de esta hegemonía ideológica fue el Cristianismo. Aunque todavía existe en el continente y reclamando millones de adherentes, la sumisión del Cristianismo al liberalismo parece ser completa, dados casos tales como Irlanda que es fuerte en el Catolicismo, votó abrumadoramente para legalizar el aborto y Alemania nominalmente secular que usa el Cristianismo para servir a los intereses del estado cuando del otro modo lo igonraría. 

Por el contrario, la región OMNA no ha sucumbido completamente al liberalismo. A pesar de esfuerzos pasados como el movimiento panárabe del líder egipcio Gamal Abdel Nasser, la colonización francesa de Argelia, y los actuales como el proyecto de Islam ‘moderado’ Emirates Árabes Unidos, el Islam sigue siendo una potente fuerza ideológica. Incluso si no está activamente a la vanguardia, su presencia oculta es lo suficientemente fuerte como para ofrecer a la gente de la región una visión civilizatoria además/más allá de la del liberalismo occidental. A pesar del contacto ineludible con el Occidente, el liberalismo y sus efectos atomizadores no han afectado al mundo Musulmán tanto como ha afectado al mundo Europeo, por lo que las tendencias comunitarias, aunque debilitadas, quedan intactas en gran partes. Sin embargo, donde el liberalismo domina triunfante, mueren los modos comunales de existencia. Es por esta razón que los migrantes musulmanes en Europa son notables en la implementación de tal vida comunitaria en la mayoría de las sociedades individualistas. Esta tal vez una razón por las causan tales pugnas. Si su Islam hubiera sido decididamente liberal o si la sociedad Europea hubiero tenido un sentido fuerte de comunidad y hubiera desarollado formas de hacer que las diferentes comunidades convivieran sin subsimirlas a todas bajo el secularismo, la integración en Europa sería más fácil. Pero el liberalismo, como todas las ideologías modernas, es totalizador. 

Las doncellas del liberalismo: El mercado y el estado 

La atomización social depende mucho del dominio del liberalismo. Estas dos criaturas del liberalismo, el estado y el mercado, aunque defendidas por separado por los rivales políticos, ambos trabajan por exacerbar la atomización social. Los conservadores abogan por el capitalismo de mercado libre, que de todos los sistemas económicos es el más adecuado para el liberalismo, mientras que los progresistas apoyan la regulación y la participación directa del estado. Así como el liberalismo valora la autonomía y la libertad individual, en la misma manera el capitalismo valora el poder adquisitivo individual. El sistema de libre mercado promociona la economía ideal: cualquier persona puede competir por la riqueza y el éxito y tal competencia promueve la igualdad. Al igual que el liberalismo, un resultado del capitalismo es la ruptura de las estructuras comunales y sociales. El capitalismo se beneficia de la atomización social porque cuantos más agentes individuales, tantos más consumidores y, por tanto, más oportunidades de beneficio. Como tal, hay un interés personal en dividir la unidad familiar en consumidores individuales. Concretamente, si solo hay un teléfono por hogar, eso deja el resto de la familia como consumidores potencial aún sin explotar. El teléfono fijo del hogar, que alguna vez era un elemento básico de la unidad familiar, cayó ante el aumento de los móviles personales. 

Como todo el mundo está más aislado y fragmentado, el gran sistema económico sigue progresando, buscan formas novedosas de crear más agentes individuales. La división económica de las personas las coloca en posiciones de inseguridad financiera. Las familias ya no hacen y elaboran presupuestos como una grupa, ya que el sistema obliga a todos a preocuparse por sí mismos. Los sistemas familiares de inversión y préstamo que se utilizan tradicionalmente para suavizar el golpe de la pobreza, tal como Osusu, que se encuentra en las comunidades Africanas, o la contraparte latinoamericano Tanda, se vuelven discutibles. Como resultado, la experiencia de la pobreza se intensifica por la falta de los sistemas de apoyo, financieros y de otro tipo, que normalmente proporcionaba el comunitarismo. Por esta razón las naciones occidentales y occidentalizadas exhiben casi uniformemente una alta desigualdad de riqueza. Estados Unidos, Suecia, Reino Unido, Alemania y Austria se encuentran entre las 6 naciones que tienen mayor desigualdad de riqueza. Como la independencia resulta demasiado difícil, y la gente se ve obligada a buscar ayuda, lo que ofrece a los progresistas la oportunidad de promover protecciones y asistencia financiera respaldado por el estado. Los individuos se vuelven dependientes del estado para satisfacer sus necesidades lo que resta relevancia a la familia y la comunidad menos relevantes y por tanto, acelerando la atomización social. La vida económica revela la fachada del partidismo en países occidentales, ya que los conservadores y los progresistas son esencialmente liberales cuyas políticas amenazan aún más el comunitarismo. 

Avanzando hacia el futuro: ¿Un renacimiento comunitario?

Habiendo visto y entendido los efectos nocivos de la atomización social impulsado por el liberalismo, nos incumbe no solo educarnos sobre el tema, sino empezar el proceso de explorar cómo se puede mitigar la atomización social. Puesto que el liberalismo, el individualismo y el capitalismo están en la raíz de la atomización social, es necesario encontrar ideologías y sistemas político- económicos alternativos para determinar la posibilidad y los medios de su implementación. Esto es un asunto apremiante para todos los que viven en el mundo moderno, musulmanes o no musulmanes por igual, como ninguno de nosotros escapa de la atomización social. Desafiar la naturaleza de nuestro mundo social no será fácil y las respuestas propuestas seguramente serán respondidas. Al tener el diagnóstico común de los males de la modernidad, podemos empezar a crear un esfuerzo exitoso y coordinados para abordarlos.