Solo el miedo nos gobierna. De la decadencia programada de lo vivo a su renacimiento espontáneo

La creación y la multiplicación de zonas de alimentación cooperativas nos ofrecen un recurso contra la hambruna, se libran de los venenos de la agricultura industrial, afirman la potencia de la ayuda mutua y propagan un ejemplo de insurrección pacífica que nos protege de las revueltas del hambre y la guerra de todos contra todos.



Solo el miedo nos gobierna

De la decadencia programada de lo vivo a su renacimiento espontáneo

Raoul Vaneigem

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1. El miedo colma la distancia entre la realidad engañosa y la realidad vivida, entre la economía ficticia y la economía de base. Las cifras gubernamentales se alzan como drones sobre el deterioro de hospitales, escuelas, transportes, logros sociales.

2. El miedo se ha vuelto la muralla más segura de los acaudalados contra la insurrección social que amenaza con erradicarlos. Este miedo, no retrocederán ante nada para renovarlo y prolongar su duración. Llevan a cabo sobre nosotros, como sobre ratas de laboratorio, un experimento en que se preocupan por saber hasta qué punto de resignación y denigración repaldaremos sus decretos.

3. Las instancias estatales y globalizadoras tomaron primero el pretexto de un virus, con el que un sector público de la salud y la investigación hubiera acabado si el principio de rentabilidad no lo hubiera arruinado. Propagado bajo el nombre de covid -machacado como un maleficio- el pánico ha causado más muertos que el mismo virus. Por no hablar de las vacunas y pseudovacunas improvisadas en la urgencia lucrativa. La fabricación del terror presentaba una doble ventaja. Ocultaba el escándalo de los hospitales destrozados y reforzaba la autoridad del Estado, en vías de debilitación constante.

4. Habiendo lo securitario suplantado lo sanitario, se empezó a hablar de una guerra local en la que el número de víctimas no afectaba a la contabilidad de los comerciantes de armas, monopolios financieros, Estados ridiculizados por la indigencia mental de sus dirigentes. Se reactivó apresuradamente la amenaza nuclear. Se renovó la estrategia del chivo expiatorio: proucranianos y prorrusos sustituyeron a provacunas y a antivacunas. La farsa irrisoria y sangrienta ocultó por un tiempo la instauración progresiva de un Crédito social a la china y la devastación social causada por el huracán del dinero loco.

5. Le toca ahora al apocalipsis energético-ecológico tomar el relevo. Mientras las mafias estatales y mundiales destruyen impunemente el planeta, es al ciudadano, al que se apremia a economizar a favor de un sistema que, a fuerza de economizarlo a él mismo, lo hunde en el umbral de una indigna pobreza. Se habilita una policía de la energía, patrocinada por los que comercian desvergonzadamente con ella, para controlar la temperatura de las parejas. Ya verán como inmensas Comisiones científicas que atribuyen a las flatulencias de las vacas el aumento de la contaminación acabarán por tasar los pedos. Por lo demás, ¿quién sabe si un referéndum ampliamente subvencionado y bien respaldado por los medios de comunicación le sea favorable?

No son los enfermos los que nos gobiernan, es la enfermedad. O con mayor exactitud, el miedo a la enfermedad»

6. Ante tantas aberraciones, la parte de la opinión pública aun libre de la máquina de descerebrar estimó que estábamos gobernados por enfermos. Era dar apariencia humana a los engranajes de un sistema que tritura lo vivo. Rápido nos dimos cuenta: no son los enfermos los que nos gobiernan es la enfermedad. O con mayor exactitud, el miedo a la enfermedad.

Suponiendo que las familias quieran interponer una demanda a los gestores de la política mortífera de la que sus allegados fueron víctimas, se encontrarían en presencia ya sea de enfermos de limitada responsabilidad ya sea de una Fatalidad claramente irresponsable. Solo la amnistía y la amnesia pueden colmar semejante vacío jurídico. No faltan antecedentes: nunca los crímenes de los colonizadores han sido juzgados.

7. La desmesura de la mentira en el poder ha introducido en el lenguaje dominante una inversión del sentido de lo que Orwell llama “neolengua”. Quienes están convencidos de que “la libertad es la esclavitud” no sentirán ni pena ni placer admitiendo que lo que huele a buena salud y felicidad es el dinero, es el beneficio.

8. Erramos en una tierra de nadie que separa una civilización mortífera que no acaba de morir y una civilización viva que tarda en afirmarse audazmente. Sombrío es el horizonte que obtura el poder absoluto del dinero. Sin duda, lo más desesperante es la facilidad con que el tintineo de los engranajes que nos aplastan se convierte en ronroneo. Pero el ronroneo del gato no le impide despertar sobresaltado.

9. El peor de los peligros de la avaricia tentacular no reside en las mafias de armamento, bancos, narcofarmacopea, inmobiliario, gestores del fraude. Está en la corrupción de conciencias. La pobreza resiste mal las seducciones del tener, adquirido en perjuicio del ser. Si tantos necesitados se convierten en miserables vendiéndose al mejor postor, esto significa que lo contrario es posible. Estamos en un lugar de la historia en que se articula un movimiento de cambios. La pérdida del tener restituye al ser la prioridad que le había quitado.

9. Grande es la tentación de movilizar la violencia que crece lenta pero visceralmente en la población. El figurón del Elíseo y sus mozos de bacín de buena gana pondrían en escena una parodia de guerra civil. ¿Pero quien tomará en serio su desvarío? La retórica de las barricadas nomás quema coches y contenedores. Las guerrillas urbanas y guevaristas se han desacreditado más por sus victorias que por sus derrotas. Para darle la razón al poder solo hace falta una izquierda que, habiendo traicionado al proletariado, se exima de su culpa guerreando contra un fascismo en botas de cuero, cuando por todas partes está en pantuflas y corbata. Si el retronacismo representa una amenaza es porque prefigura una guerra de todos contra todos, en la que desbordaría la efusión de resentimientos acumulados. Las mafias mundiales saldrían ganando ya que el caos es propicio para los negocios.

No hay que confundirse de lucha. La militancia antifascista casi siempre se enfrenta a fantoches psicópatas en vez de arremeter contra quienes manejan los hilos. Los que contaminan, envenenan, devastan la tierra y la deshumanizan.

10. La rabia se pierde fácilmente en el reproche. No se hará más que añadir la culpa individual a la culpa colectiva estigmatizando a quienes, por puertas, ventanas y resignación dejan penetrar en sus cocinas la contaminación y los pesticidas. Nada cambiará mientras la exaltación ecológica se contente con manifestaciones mundanas en vez de paralizar las fábricas responsables del envenenamiento de alimentos, agua, aire que matan más que las epidemias. No estoy invitando con esto a una militancia agresiva, pienso más bien en las palabras del humorista Gébé “Paramos todo, reflexionamos y no es triste”. A esta ingeniosa y generosa ingenuidad, los Chalecos Amarillos de las rotondas, calles y asambleas le han otorgado inesperadamente un peso considerable. Esta importancia insospechada, su obstinación ha resuelto acrecentarla estimulando la alegría de individuos y colectividades. Lo que parecía quimérico, utópico, delirante consolida su realidad a la luz de las insurrecciones que encienden las más diversas regiones de la tierra.

11. Rechazo todas las formas de militarización, incluidas las militantes, no por razones tácticas sino porque no se accede a una sociedad viva con las armas de una sociedad que mata. Seamos claros. No nos dejaremos degollar, no cederemos a las fuerzas del Orden represivo, no abandonaremos nuestros territorios liberados del yugo mercantil más que para crear otros nuevos.

¿Cómo dialogar con el Estado cuando el monólogo es su única forma de expresión? La situación parece bloqueada. No lo está. La historia tiene más de un truco en su mochila.

12. Es bueno que los debates prioritarios se alejen de las justas de la sociología, de la crítica-crítica, de la intelectualidad que, por muy emancipadora que haya sido en el pasado, rara vez se ha liberado de la supremacía que la cabeza se atribuye sobre el cuerpo pulsional. A medida que la autoridad tradicional se derrumba, abandona a orillas del pensamiento dos funciones desecantes provenientes de la división del trabajo: la función intelectual, regalía de los maestros, y la función manual, reservada a los esclavos.

La abolición de la transformación en cosa –llamada reificación- empieza con la prioridad del sujeto sobre el objeto, de la vida sobre la mercancía»

13. La Conciencia nueva arma poco a poco la insólita guerrilla de una vida que, por acoso, acabará con la alienación milenaria. La emancipación no provendrá de una multitud sino de un pequeño número de individuos autónomos y radicales. Es “por el adentro”-por la subjetividad radical– que erradicará a los hombrecillos del cálculo egoísta y su individualismo gregario. La abolición de la transformación en cosa –llamada reificación- empieza con la prioridad del sujeto sobre el objeto, de la vida sobre la mercancía.

14. A medida que la especulación bursátil se impone como una nueva forma de depredación, la acaparación de bienes -propia del viejo dinamismo de los magnates de industria- es relegada a un segundo plano y con él un capitalismo que había dejado el productivismo por un consumismo considerado más lucrativo.

Una opulencia vacía momifica al propietario. El disfrute de sus logros le es negado, ya que el arte de disfrutar es incompatible con la gestión de la avaricia. El tener es una pérdida del ser. Mientras el tedio “puritaniza” a los pobres ricos en un hedonismo de pacotilla, la pauperización nos entrega un arsenal de armas: el disfrute es a la ayuda mutua lo que la apropiación es a la depredación. Tomar conciencia de ello es fundar sociedades autónomas y solidarias contra las que el capitalismo se estrellará.

15. La historia está en un cruce que marca un punto de ruptura. El poseedor se aburre de sus yates, jets, fornicaciones tenderas y demás garambainas. El tener entristece la carne. Los desposeídos, por lo contrario, cuando consiguen zafarse de sus dificultades financieras, no tienen más que el aire libre de los goces gratuitos para respirar un poco. Presienten con alegría que el amor, la solidaridad, el encuentro festivo, el despertar del pensamiento contienen en germen la aniquilación de la sociedad del beneficio. Saben que el redescubrimiento de la ayuda mutua abolirá la depredación. No se trata ni de un consuelo ni de una esperanza, es una riqueza vivida. Supone el más hermoso regalo que los Chalecos Amarillos e insurgentes de la vida cotidiana han ofrecido a la humanidad.

La abundancia del ser abole el tener. Los muertos vivientes en el poder y los enterradores transhumanistas, que los protegen de la luz, no tendrán ninguna oportunidad de comprenderlo en lo que el amanecer de la vida renaciente no los haya abrasado y reducido a cenizas.

16. Reaprender a disfrutar sin miedo reconecta con la alegría de vivir. La atracción pasional de lo vivo confiere a la felicidad un derecho de ciudadanía que vuelve caducas las reprimendas del puritanismo, del desprecio, del odio de sí y de los otros, que el Poder y el dinero abastecen a mansalva.

Salvo que se vuelva una obligación, el disfrute es lo que con mayor seguridad revoca el miedo de disfrutar, de donde derivan todos los miedos.

Será necesario que los niños enseñen a vivir a aquellas y aquellos que tan solo les han enseñado a envejecer y morir.

17. La emancipación del género humano será inseparablemente social y existencial. La opresión económica que nos aliena se ancla en nuestra coraza caracterial. Desde el nacimiento de la civilización mercantil, un caparazón muscular bloquea nuestras impulsos de vida para ponerlos a trabajar. Asilvestra nuestras emociones, las lleva a devorarse las unas a las otras, alimenta nuestros psicodramas íntimos. El desencadenamiento de frustraciones sin nombre arroja al mundo los rasgos más crueles de la barbarie y de la inhumanidad. Tal es el origen del reflejo de muerte, tal es el nido de autodestrucción que nos hechiza y cuyo absurdo nos anonada.

18. La máquina que nos destruye es obra nuestra. Nos corresponde a nosotros reducirla a la nada. Arremeter contra sus mecanismos, evita guerrear contra quienes le dan mantenimiento y los lubrican con nuestro sudor. El beneficio se arruina rentabilizando su decadencia. Arruinar su rentabilidad es ayudar a que se derrumbe.

19. La pauperización que nos amenaza incita a promover la gratuidad, a recuperar el maná que la vida nos ha ofrecido, antes de que los últimos dinosaurios la mordisqueen aun más. ¡Que un pueblo libre cultive libremente el jardín de la tierra! La ayuda mutua es una realidad poética. Reagrupa por afinidades a los individuos autónomos. Abriéndose a la libertad de sus deseos, abren brechas en la ciudadela del poder mundial, socavado por otra parte por sus contradicciones internas.

20. Imponer hoy un ascetismo que enseñaba a repudiar ayer la promoción frenética de un hedonismo de mercado, no es la más pequeña de las incoherencias del capitalismo. Tras haberles persuadido de acceder a una abundancia mercantil, los gobernantes prescriben a los pobres ser cada vez más pobres para salvar el planeta. Como decía un aviso de los revolucionarios de 1789 “¿Nos están tomando el pelo? ¿No nos lo tomarán por mucho tiempo!”

¡El Estado ya no es nada, seamos todo!»

21. La reflexión y la toma de conciencia eximen de las palabras de orden por muy pertinentes que sean -como “¡Quememos nuestras facturas!” “No paguemos más!”-. Llegó el tiempo de dejar de desdeñar los pequeños gestos que nos hacen realmente felices. Añaden su peso de vida al cambio de perspectiva. Ayudan a que se derrita al sol de la vida -que luce día y noche- la glaciación del miedo, de la culpa, del caparazón caracterial. El deseo del corazón no renuncia a nada, no hay quien, pese a las burlas de la racionalidad mercantil, no sienta su íntima convicción.

La potencia realista del sueño no es extraña a la autoorganización del pueblo, que está en el centro de los movimientos de insurrecciones espontáneas. Soñemos que los trabajadores de la electricidad, impuestos, transportes, escuela, sectores sanitarios, agrícolas fomenten “por un mundo mejor” huelgas en que la gratuidad arruine el beneficio.

La creación y la multiplicación de zonas de alimentación cooperativas nos ofrecen un recurso contra la hambruna, se libran de los venenos de la agricultura industrial, afirman la potencia de la ayuda mutua y propagan un ejemplo de insurrección pacífica que nos protege de las revueltas del hambre y la guerra de todos contra todos.

La proposición “¡El Estado ya no es nada, seamos todo!” revela aquí en su gravitación existencial y social, su poesía práctica.

19 de septiembre de 2022

Original en francés. Traducción al castellano para Comunizar: Propalando