Un país que se desangra
Aunque se niega su existencia, un recorrido por la movilización en avenida Reforma ilustra, a quien quiera verlo, sobre el México de abajo que no ha dejado de manifestarse frente a la criminalización de la protesta, el fin del despojo, exigiendo que el Ejército regrese a sus cuarteles y deje de asumir tareas de seguridad pública.
Ahí estuvieron los pueblos y colonias que luchan contra la minería en Morelos, quienes se manifestaron contra las concesiones a las empresas Esperanza Silver, Alamos Gold y Zacatecas Silver y su devastador proyecto minero denominado Esperanza para la explotación de oro, plata y otros minerales. Ellos y ellas marcharon junto al Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra, que continúan en lucha contra el Proyecto Integral Morelos y exigiendo justicia para Samir Flores Soberanes, su compañero asesinado en febrero de 2019.
Desde Mezcala, Jalisco, asistieron representantes de la comunidad coca que recientemente recuperaron más de 10 hectáreas de tierras invadidas desde hace más de 20 años. Y también quienes resisten a los proyectos turísticos en Tepoztlán y los que enfrentan los embates de una minera de cal en Jiutepec.
Representantes de los padres y madres de los 43 de Ayotzinapa tomaron la palabra en un espacio en el que han encontrado oído y cobijo, al igual que quienes luchan por la libertad de los siete presos políticos mazatecos de Eloxotitlán de Flores Magón, Oaxaca, y familiares de desaparecidos en diferentes estados.
El fin del hostigamiento a las comunidades zapatistas de Chiapas fue también eje de la articulación que este 12 de octubre se tejió entre los no representados por un poder que los ignora. Ahí están. Son los mismos.