La soledad indígena en el mundo-infierno de la Amazonia (Castellano y portuqués)

Todo el territorio amazónico fue tomado por un pesado aparato de soldados de las Fuerzas Armadas que, con el pretexto de salvaguardar el territorio nacional de invasiones extranjeras (Cuba) e ideologías subversivas (Guerrillas de Araguaia), acabó por crear una serie de instituciones para garantizar la “integración del Norte al Sur y Sudeste del país” y controlar al enemigo interno.



La soledad indígena en el mundo-infierno de la Amazonia = A solidão indígena no mundo-inferno da Amazônia

El revolucionario ama la vida. Porque, aunque sufre internamente sus dolores y los de todos sus Hermanos, vive para aplastar esos dolores. Por eso, a pesar de tanto dolor, es feliz.

El revolucionario ama el mundo Porque, aunque vive en un mundo de miseria, injusticia y odio; aunque sufre más que nadie la miseria de todo el mundo, vive para cambiar ese mundo. Por eso ama al mundo el revolucionario; porque aunque en un mundo-infierno, vive para transformarlo en un mundo-cielo.

Hugo Blanco, Nosotros los indios

Bruno da Cunha Araújo Pereira dedicó su vida breve a desafiar al mundo-infierno. Primero como trabajador de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) en el Vale do Javari, territorio con ocho millones de hectáreas donde viven seis mil indígenas de veintiséis etnias. Realizó con ellos varias expediciones por la región, ocasiones en que aprendió a comunicarse en cuatro lenguas de etnias radicadas allí. Al frente de la Coordinación General de Indígenas Aislados y de Contacto Reciente (CGIIRC), ejerció su función con conocimiento y, sobre todo, empatía por aquellos pueblos que optaron por el aislamiento para no tener contacto con la barbarie. Coordinó once frentes de protección etnoambiental diseminados por Brasil sin los recursos necesarios para los trabajos de fiscalización. En 2019, fue exonerado del cargo sin ninguna justificativa interna por el que era secretario ejecutivo del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, Luiz Pontel, justamente porque, para proteger a los indígenas de la minería ilegal, inició varias acciones, entre ellas la Operación Korubo y la operación que culminó en la expulsión de centenas de mineros ilegales de la Tierra Indígena Yanomami, en Roraima.

Después de eso, mantuvo un activismo al margen del Estado y libre de un gobierno particularmente inescrupuloso cuando se trata de eliminar indígenas y limpiar de una vez por todas las áreas requeridas hace bastante tiempo para fines de explotación mineral y para el agronegocio. Actuando con la Unión de los Pueblos Indígenas del Vale do Javari (UNIVAJA), Bruno volvió a las áreas y desafió la “tutela” gubernamental sobre ellos. Los capacitó para que ellos mismos tuviesen condiciones de fiscalizar sus tierras, enseñándoles técnicas de geolocalización y documentación de irregularidades, inclusive con drones.

De acuerdo con Aldair Kanamari, presidente del Consejo Distrital de Salud de los Kanamari, “Bruno era nuestro protector, la madre guacamayo que da comida en el pico a sus pichones”, como dice la canción del ritual de ayahuasca que Bruno aparece cantando  en un vídeo que se hizo viral en las redes sociales.

Cuando lo conoció, Dom Phillips, periodista inglés radicado en Brasil desde 2007, comprendió la relación profunda que Bruno establecía con aquellos indígenas que toman distancia de los blancos. Una amistad de estrechas afinidades surgía cuando Dom consiguió una beca de la Fundación Alicia Patterson y se juntó con el amigo para escribir un libro cuyo título sería Cómo salvar la Amazonia. Esa fue la razón del último viaje que hicieron al Vale do Javari. De alguna forma, el asesinato de ese inglés que amaba Brasil y la Amazonia explica la inmensa repercusión nacional e internacional del caso. Si no fuese por él, posiblemente Bruno sería olvidado, como ocurrió con su compañero en la lucha contra la explotación de las tierras indígenas, Maxciel Pereira dos Santos, asesinado a tiros en pleno día, en 2019.

Cuando estaban vivos, y más aún en las circunstancias poco explicadas de sus muertes, Bruno Araújo Pereira y Dom Phillips alertaron para la necesidad urgente de desvendar y combatir el mundo-infierno, un mundo oculto, extraño y hostil a la selva y a los seres vivientes. La historia de Brasil muestrea que, desde principios de la invasión colonial, la Amazonia alimentó la codicia de los europeos, pero la dinámica a la que nos referimos es más reciente. Se remonta por a la dictadura, que hizo que la Amazonia nutriera el desarrollo esencialmente destructivo.

En 1964, la Amazonia fue la puerta de entrada de cambios estructurales que habilitarían Brasil para el neoliberalismo de la década de ’90 en adelante. Se comienza a delinear allí la parte que cabrá a Brasil en el modelo de sustentación de la crisis que irrumpe en el sistema de reproducción social del capital bajo las políticas keynesianas. Financierización de la economía, formación de agroindustrias con capital transnacionalizado, revolución verde, producción de commodities, expulsión en masa de trabajadores rurales de sus tierras y haciendas donde residían, formación de un proletariado muy pobre y sin derechos, esclavización de indígenas, muchos de los cuales obligados a servir a las fuerzas de represión. Para eso, todo el territorio amazónico fue tomado por un pesado aparato de soldados de las Fuerzas Armadas que, con el pretexto de salvaguardar el territorio nacional de invasiones extranjeras (Cuba) e ideologías subversivas (Guerrillas de Araguaia), acabó por crear una serie de instituciones para garantizar la “integración del Norte al Sur y Sudeste del país” y controlar al enemigo interno. 

En estas seis décadas, crecieron en número e intensidad grandes proyectos del Estado nacional dirigidos a la Amazonia. Afinadas con la doctrina que alió “desarrollo” y “seguridad”, las iniciativas de los gobiernos militares incluyeron, por ejemplo, la coordinación centralizada para la integración económica de la región Norte al centro dinámico brasileño (la Superintendencia del Desarrollo de la Amazonia -SUDAM, 1966), el incentivo a la industrialización (la Zona Franca de Manaus fue creada en 1967), la tutela sobre los pueblos indígenas (la FUNAI también es de 1967), el contacto de estudiantes con la realidad amazónica por medio del Proyecto Rondon (de 1969), la construcción de la inacabada Carretera Transamazónica (entre 1969 y 1974) y la demarcación de tierras indígenas (impulsada con el Decreto no. 76.999 del 8 de enero de 1976). 

Después de la dictadura, surge el Programa Nacional de Desarrollo Regional Calha Norte (1985); la SUDAM es substituida, en 2002, por el Sistema de Vigilancia de la Amazonia (SIVAM), “programa que conjuga imágenes satelitales del suelo y el subsuelo, control del espacio aéreo y de las vías fluviales en el espacio Amazónico -y, en las dos últimas décadas, fueron creados 24 pelotones de frontera del ejército, unidades aisladas en el monte con soldados mayoritariamente de origen indígena”. Tal aparato no sólo permaneció en el lugar como, recientemente, los gastos con las Operaciones de Garantía de la Ley y el Orden (GLOs) en la Amazonia, acciones de las fuerzas Armadas autorizadas por el presidente, crecieron en 178%.

A medida que investigamos los hechos, encontramos harto y buen material de una realidad social y ambiental absolutamente antagónica a la ancestralidad y la concepción de abundancia de los pueblos que hace ocho mil años que ocupan la Amazonia. Frente a nosotros se revela la esencia plena del capitalismo en la actualidad, cuyo funcionamiento desencadena un universo de brutalidades cometidas en nombre de la ganancia transnacionalizada de la conjunción de intereses internacionales y nacionales, del entrelazamiento entre capital financiero, extractivista, ruralista, industrial y bancario, y de la complementariedad entre crímenes legales e ilegales, reforzados ahora por la actuación pesada de milicias del crimen organizado (Primero Comando de la Capital, Comando Vermelho, Família do Norte y Os Crias) en la extracción de oro para el mercado paralelo. En esa red jerarquizada de grandes y de pequeños expoliadores, es el bajo clero local del crimen que dispara “el gatillo de los cobardes”, que asesina y es asesinado, que se mete en el monte, desmonta y quema, que contamina los ríos con metales pesados, que trafica, acosa y expulsa las poblaciones localizadas en áreas de interés, expuestos a la peste, al hambre, a la prostitución infanto-juvenil y al trabajo esclavo. Todo eso, nunca está demás recordarlo, en una de las áreas más controladas y militarizadas del país.

Ese cuadro demuestra claramente cómo las tierras indígenas en el país, y en América Latina como un todo, constituyen la última frontera entre el capitalismo-infierno y el mundo-cielo. Salvo la iniciativa de indigenistas raros como Bruno, son los propios pueblos originarios quienes enfrentan directamente la cara más bárbara del capital y sus lacayos.

Si nos preguntan a respecto de nuestra perspectiva histórica, por lo tanto, ciertamente diremos que no es la de un camino “suave” o bruto para el desarrollismo del capital, independientemente de la política que lo conduzca. Estamos a favor de su erradicación total. No porque sentimos pena de los pobres indios. Al contrario: porque entendemos que son ellos, o, por lo menos, aquellos que no fueron todavía devastados, quienes más comprenden los límites absolutos de un sistema que está llevando la humanidad a la extinción.

La extracción del potasio y los caminos de la devastación

En noviembre de 2021, la prensa denunció la presencia de más de seiscientas dragas y balsas en el Río Madeira, más específicamente, en la región de Autazes. De acuerdo con las poblaciones pobres de la ribera y los indígenas, los mineros fueron atraídos por el rumor de gran cantidad de oro en aquel territorio.

Frente a la repercusión nacional e internacional del caso, la respuesta del Estado brasileño fue articular una fuerza-tarea involucrando a la Policía Federal y a las Fuerzas Armadas que culminó con la destrucción de 131 balsas. El comando de la operación, sin embargo, decidió no divulgar la cantidad de oro confiscado, ni el destino de las demás embarcaciones. 

Ya pasaron ocho meses desde aquella respuesta institucional inmediata e incompleta a las denuncias y las aguas del Madeira están nuevamente invadidas por una falange de mineros, drogas ilícitas y prostitución. Hasta este momento no hay explicación por parte del Estado brasileño a respecto del retorno de la minería ilegal al lugar. Lo seguro es que los mineros que suben de Rondônia a Amazonas no son los únicos interesados en la riqueza del subsuelo de la región. Ellos son más antiguos en la actividad, pero hoy actúan paralelamente -y en ocasiones se integran- al fuerte monopolio ejercido por grandes emprendimientos de minería legal. En la condición de contratistas de baja intensidad de capital, los mineros ilegales son obligados a dividir los ríos y las calles de Autazes con una gran empresa minera extranjera, la Potássio do Brasil, instalada en la ciudad desde 2009 y que estableció enorme litigio con el milenario pueblo mura, que resiste a la idea de entregar su territorio para la minería. 

Formado por catorce mil personas y dividido en cuarenta y cuatro aldeas, el pueblo mura presenta, por lo menos, dos acusaciones gravísimas contra la Potássio do Brasil: invasión y construcción de pozos de prospección sin consulta previa a los indígenas, un crimen constitucional flagrante, y asedio material permanente en el intento de comprar tierras, mediante cooptación de habitantes de los márgenes del río y amenazas contra los indígenas. Fue lo que ocurrió en el Lago do Soares, comunidad fundada por João Gabriel de Arcângelo Barbosa, indígena de la etnia mura que participó de la Revolta da Cabanagem (1835-1840), donde viven actualmente sus descendientes. 

Coincidencia o no, la intensificación de la presencia de la minería ilegal converge con cuatro hechos relevantes: 1) la intensificación de la lucha entre los mura y la Potássio do Brasil por el dominio del territorio; 2) la intermediación del general de brigada retirado Cláudio Barroso Magno Filho con el gobierno nacional para la autorización de las actividades mineras financiadas por el banco canadiense Forbes & Manhattan, dueño de la Potássio do Brasil; 3) los pronunciamientos de Jair Messias Bolsonaro, que aprovechó las consecuencias de la guerra en Ucrania para defender la explotación de cloruro de potasio en tierras indígenas, ya que el mineral es utilizado para la fabricación de fertilizantes usados por el agronegocio antes importados de Ucrania; y 4) la intervención de la Abogacía General de la Unión (AGU) como auxiliar de la parte rea en el proceso judicial, perpetrando agravio de instrumento en el Tribunal Regional Federal, con tutela de urgencia para que el caso sea transferido de la 1ª Vara Federal de Amazonas, que embargó los emprendimientos de la Potássio do Brasil, para la 7ª Vara Federal.

De Autazes a Altamira: las múltiples determinaciones del capitalismo en la Amazonia

Autazes, pequeña ciudad del sur del estado de Amazonas, con menos de cincuenta mil habitantes, es conocida como la “tierra de la leche” debido a la invasión latifundista vinculada a la cría de búfala para producción de derivados, aún en el proceso de expansión agrícola del final del siglo XX. La ciudad presenta actualmente todos los elementos que se mueven en articulación y en conflicto con los sujetos sociales, políticos y económicos de la nueva configuración de la ocupación capitalista en la Amazonia: la minería ilegal, la gran minería extranjera, el agronegocio, los indígenas, el aparato represivo del Estado y las subvariantes de cada uno de esos grupos (tráfico, milicias, iglesias neopetecostales, etc.).

Situada a 769 km de Autazes, la ciudad de Altamira, en Pará, presenta, con otros nombres, los mismos actores y escenarios presentes en la ciudad amazonense. Localizada a orillas del río Xingú, afluente del río Amazonas en su margen derecho, la ciudad se tornó conocida nacionalmente por la construcción de la Usina Hidroeléctrica de Belo Monte, durante el último gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y el primer gobierno de Dilma Rousseff. Responsable por severos daños ambientales, tales como la inundación de territorios de agricultura familiar y pueblos indígenas, la hidroeléctrica provocó un brusco hinchazón urbano en la ciudad, a partir del desplazamiento formal de dieciséis mil trabajadores empleados en la usina, así como de un complejo social formado por un numeroso lumpesinato (prostíbulos, redes de tráfico, mineros ilegales, etc.) que acompañó esa migración.

Seis años después de la liberación del funcionamiento de Belo Monte, la masa humana hambrienta generada por la usina es ahora fuerza de trabajo en la cual se basa la minería ilegal en la ciudad. Con un subsuelo rico en minerales preciosos, Altamira atrajo, en los últimos años, emprendimientos de minería no reglamentados que se articulan con redes financieras del Sudeste del país para exportar barras de oro. Fue eso que atrajo una gran empresa minera extranjera interesada en obtener el monopolio de la extracción del valioso mineral. Atrás del nombre Belo Sun, a minera que busca usurpar tierras para explorar oro y concentrar parte del mercado mundial de mineral, está nada menos que el banco canadiense Forbes & Manhattan, el mismo grupo que actúa en Autazes con el nombre de Potássio do Brasil –que también es la misma empresa para la cual el generar de brigada del Ejército Cláudio Barroso Magno Filho es consultor desde 2019.

Mientras la minería ilegal, considerada menor en la cadena de extracción mineral, invade y devasta la Tierra Indígena Ituna/jItatá, localizada entre Altamira y Senador José Porfírio, la Belo Sun trata de legalizar un mega emprendimiento en territorio de trabajadores rurales asentados por el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA). Si es autorizada, la iniciativa se tornará el mayor yacimiento de oro a cielo abierto en todo el mundo. Se trata del proyecto denominado Volta Grande o Proyecto “Big Bend” (PVG_), cuyas represas de detritos  serán mucho mayores que las represas de la Vale, en Mariana y Brumadinho, en Minas Gerais.

Mientras no consigue la autorización plena para su funcionamiento, Bela Sun se dedica a conseguir del Estado brasileño las condiciones necesarias para garantizar el monopolio de la extracción de oro en Pará. Al final, los intereses de la empresa en la región coinciden con una serie de intervenciones de los aparatos de represión (Policía Federal, Fuerzas Armadas y Poder Judicial) en el desmantelamiento de otros grupos vinculados a la minería de oro en la región, tal como ocurrió el 9 de setiembre de 2021 con la operación “Ganancia”, y el 7 de julio de 2022 con las operaciones “Golden Greed” y “Comando”. En las tres, el objetivo era la empresa Gana Gold, acusada de extracción ilegal de oro en Itaituba, en el estado de Pará, y de lavado de dinero en otros estados brasileños. 

Todas esas operaciones ocurrieron dos meses después de la caída del ministro del Medio Ambiente Ricardo Salles. ¿Mera coincidencia? ¡Quizás! Pero es cierto que, a pesar del poderío económico y político de Belo Sun, Gana Gold mantiene estrechas relaciones con las facciones más marginales del ramo de la minería que recibían apoyo y protección directos de Salles. En esas facciones se encuentran concejales locales, empresarios intermediarios vinculados a la venta de maquinarias, como Roberto Katsuda, lobistas menos calificados en Brasilia, como el ingeniero Forestal y socio de la empresa Geoconsult, Guilherme Agnnes y Distribuidoras de Títulos y Valores Mobiliarios (DTVMs) como la F.D’Gold, acusada, entre otras cosas, de intermediar entre la minería ilegal y el mercado financiero, viabilizando la compra y la venta del oro extraído en tierras indígenas. 

El capital financiero como regente de la destrucción y de la muerte

Frente a esto, caben las siguientes preguntas: ¿Cuál es el origen del capital que garante a la Forbes & Manhattan ser una de las piezas llave de los gigantescos proyectos mineros en el Norte de Brasil? ¿Sería este un capital concentrado o pulverizado en otras grandes mineras que disputan palmo a palmo el suelo y el subsuelo de la Amazonia? ¿Quién negocia en nombre de este capital? ¿Quiénes son sus “socios nacionales”? ¿Cuáles instituciones y agentes públicos garantizan los mecanismos lícitos e ilícitos que posibilitan la explotación de la Amazonia por grandes corporaciones? ¿En qué medida las grandes mineras extranjeras obtienen la colaboración de las tres esferas de poder y de los entes confederados en Brasil? ¿Qué papel ejercen las corporaciones extractivistas en la internacionalización de la Amazonia? ¿Cómo el Estado conducirá la veloz descomposición social provocada por esa reproducción ampliada del capital?

De la misma manera en que podemos encontrar tanto en Autazes, en el estado de Amazonas, como en Altamira, en el estado de Pará, la totalidad de las relaciones económicas capitalistas más avanzadas que se extienden velozmente por toda la Amazonia, nos parece posible encontrar, en el caso concreto del banco canadiense Forbes & Manhattan más que la expresión fenoménica de las formas de acumulación de capital en la región pan amazónica. Allí se puede encontrar la totalidad que da sentido a la compleja red de relaciones entre distintos sujetos sociales involucrados voluntaria o involuntariamente en la forma de acumulación de capital instalada en el Norte del Brasil (Estado, tráfico, milicias, capital nacional e internacional, minería ilegal, pueblos originarios, comunidades de las riberas de los ríos, campesinos pobres, etc.).

Hoy, ninguna actividad capitalista puede moverse sin articularse con el capital financiero. En la cumbre de la pirámide de las fracciones burguesas se encuentra el capital bancario como regente indispensable para la materialización de la riqueza mediante la explotación del trabajo. Sería sorprendente que la reproducción ampliada del capital en los rincones de la Amazonia escapase de ese orden que se estableció en todo el mundo.

En el caso del banco Forbes & Manhattan, la táctica para explotar minerales en la Amazonia es la misma en todo el mundo. Tal táctica consiste en abrir acciones por medio de una Oferta Pública Inicial (IPO, en la sigla en inglés) y atraer capitales transnacionales para financiar el emprendimiento. Fue así en la apertura de su minera de hierro en Ucrania, la Black Iron Inc., en 2011, y es así en el caso de la Potássio do Brasil, en Amazonas.

Para llevar adelante el emprendimiento de la Belo Sun, el Forbes & Manhattan recurrió al financiamiento directo del Toronto Dominion Bank, del Deutsche Bank y de la inversora estadounidense BlackRock. Para la explotación de potássio, en Autazes, el Forbes & Manhattan precisó abrir sus acciones en una IPO, en Nueva York, con la pretensión de recibir, como accionistas directos, el Bank of America, el fondo de inversión XP y el Bradesco. Tales socios del capital financiero se sumarían a los socios menores brasileños, como el Grupo Simões, que detienen 3% de las acciones del negocio, y el Grupo Benchimol, que detiene 4%.

Concomitantemente a la asociación del capital financiero, el Forbes & Manhattan articuló una red de influencia institucional y operacional. En esa red, por un lado, están otras falanges del sector primario-exportador, entre ellas, el grupo Amaggi, del latifundista y ex gobernador del estado de Mato Grosso, Blairo Borges Maggi, que pretende transportar la producción de la Potássio do Brasil por medio de su empresa Hermasa Navegações. Por otro lado, está el capital chino en la figura de la constructora CITIC Construction, que detiene 59% del capital de la minera británica Oxus Gold, y actúa en Irak, en África y principalmente en Asia central.

En la red de relaciones del Forbes & Manhattan aparecen también los militares como ejes centrales de los capilares por donde pasan las tratativas del banco con las instituciones públicas en Brasil. Además del ya citado general Cláudio Barroso Magno Filho, en 2021, en la condición de presidente de la Petrobras, el general Joaquim Silva e Luna intermedió y firmó la venta de la Unidad de Industrialización de Esquisto (SIX) para la empresa. Se suman a eso las relaciones oscuras que el banquero Stan Bharti, dueño del Forbes & Manhattan, consiguió establecer directamente entre marzo y julio de 2022 con el presidente Jair Bolsonaro y su vice, el general Hamilton Mourão, para tratar de la habilitación para la explotación por la Belo Sun en el estado de Pará y de la Potássio do Brasil en el estado de Amazonas.

Aunque el gobierno de Bolsonaro explícita y confiere organicidad a la relación entre las instituciones del Estado y las mineras del grupo Forbes & Manhattan, la verdad es que, en su radio de influencia, el banco canadiense recibió y recibe apoyo también de la oposición, organizada por el Partido de los Trabajadores (PT). No es posible olvidar que fue en 2008, durante del gobierno de Luiz Inásio Lula da Silva, que el Forbes & Manhattan recibió de la Petrobrás el derecho de explotación del potássio, y que, en 2012, durante el gobierno de Dilma Rousseff, el banco inició una negociación con la Petrobras para la explotación de esquisto, mediante transferencia de tecnología de la empresa brasileña para otras regiones donde el capital canadiense también actúa. 

Lejos de ser una excepción, el caso del Forbes & Manhattan expone, por lo tanto, que la minería en la Amazonia, una actividad cuyo rastro de sangre, muerte y miseria es marca indeleble, está vinculada y subordinada a lo más sofisticado en el mundo del capital. En los últimos seis años, fueron invertidos US$ 54,1 mil millones en minería en Brasil, con fuerte presencia del capital estadounidense. El Capital Group invirtió US$ 7 mil millones en acciones de mineras, incluyendo las que actúan ilegalmente en tierras indígenas; la BlackRock invirtió US$ 6,2 mil millones y la Vanguard invirtió US$ 1,6 mil millones. Es bueno resaltar, sin embargo, que el capital financiero de origen brasileño y acciones abiertas están entre los que más invierten en la actividad minera, con destaque para el fondo de pensión Caixa de Previdência dos Funcionários do Banco do Brasil (PREVI), que él solo invirtió US$ 7,4 mil millones, y el Bradesco, que destinó US$ 4,3 mil millones a la minería.

A pesar de su importancia indiscutible, la inversión del capital financiero, por sí sola, no basta para el buen resultado de la minería en la región amazónica. Para el éxito de la nueva acumulación del capital en la Amazonia son necesarias diversas mediaciones, en especial las que se refieren a las actividades de inteligencia en la región y al control del territorio.

Es en este sentido que, cuando la industria 4.0 demanda cada vez más minerales, los mayores conocedores del área y la principal fuerza institucional -los militares- no pueden ser dispensados, independientemente de la fuerza político-partidaria que asuma el gobierno. Así como no puede ser ignorada la principal fuerza social de la Amazonia, aquella que es históricamente entendida como obstáculo al desarrollo, los milenarios pueblos indígenas. 

La destrucción de la existencia comunal y el fin de la Amazonia

Como fue dicho anteriormente, las tierras indígenas son la última frontera a ser arrasada por el capital, nuestra última chance de recomponer la Tierra como lugar de vida y no de muerte. La Amazonia, así, presenta al mismo tiempo y en el mismo espacio dos formas radicalmente antagónicas de explotación de los recursos naturales. Por un lado, la cultura de los milenarios pueblos indígenas que habitan la Amazonia hace por lo menos ocho mil años se sustenta en la forma comunal y continua de existencia, en la producción de la abundancia. Ésta viene siendo reproducida por indígenas no contactados, como los del Alto Río Envira, que comparten tierra, agua, frutos y preparan alimentos del alma y del espíritu en el puxirum, corriendo de un lado a otro, sin conocer el comienzo ni el fin del mundo en la mayor selva tropical. Por otro lado, el fin del mundo está ahí cerca, barullento con sus sierras eléctricas y dragas, sus tractores, perforadoras modernas y todo tipo de artefacto necesario para sacramentar la invasión. 

La forma comunal indígena y la propiedad privada burguesa son dos formas de reproducción social absolutamente incompatibles. Desde la primera colonización del siglo XVI, el choque entre ellas precisa ocurrir para que el capitalismo avance. Es lo que ocurre sea por medio de ataques constantes, directos y crueles contra, por ejemplo, el pueblo Mashco Piro ; o sea por medio de la ley, del orden y de la mediación del Estado democrático de derecho, ese poderoso instrumento de la sociedad capitalista que criminaliza a la víctima del delito.

Es decir, la gran minería, el agronegocio, la extracción industrial de madera, la quema de leña en siderúrgicas legalizadas, la construcción de hidroeléctricas y tantas otras actividades necesarias a una enorme cadena de producción que comienza en Brasil ocupan la Amazonia con incentivos del Estado. En esa esfera se crean las mediaciones que consolidan la hegemonía del gran capital en una región aún con marcas de existencia comunal.

En ese sentido, ¿cuáles son los mecanismos utilizados por el Estado para garantizar que la gran explotación capitalista avance sobre la selva amazónica, con destaque para la minería internacional?

En términos legales, la Constitución de 1988 establece que el Estado brasileño es la instancia que delimita los territorios que pueden o no ser ocupados por los indígenas, por medio de la demarcación de tierras y de la institución de la reserva. Además, es también el Estado quien reconoce los individuos que deben o no componer un determinado pueblo originario, a través de la certificación emitida por la FUNAI.

Sin embargo, esos mecanismos legales que, en el proceso de democratización del país, fueron reivindicaciones de los propios pueblos originarios, en el presente, se muestran funcionales al avance de las grandes corporaciones ligadas a la extracción de mineral y al agronegocio.

El mecanismo de demarcación de tierra e institución de reserva permitió que el Estado fragmentase y redujese los territorios históricos de los pueblos originarios, transformándolos en islas comunales cercadas por abultados negocios vinculados a la producción destructiva. Ejemplo de eso fue la demarcación de la Tierra Indígena Yanomami, reducida ya en el acto de la demarcación en 70% de su territorio original, vulnerable a la extracción de mineral, primero en su entorno y, posteriormente, en su propio interior.

Ya delimitado por el Estado, el territorio indígena es cercado y asfixiado por actividades social y ambientalmente degradantes, que son parte de la cadena de acumulación capitalista. Aquí se desvela el avance del agronegocio, de la minería legal e ilegal y de la pesca ilegal, de la extracción de madera, del tráfico, del evangelismo y de los programas públicos y principalmente los privados de inclusión social. Sí, aun hay en el área el adoctrinamiento neopentecostal y el salvacionismo emprendedorista que olfatean de lejos las presas acosadas y empobrecidas por las carencias del mundo burgués. Tales actividades primero circundan los territorios indígenas, después invaden y cometen todas las formas de destrucción. Contaminación y desgaste de lechos de ríos, derribada de monte nativo y extinción de animales silvestres son los rastros del no indígena que traen consigo prácticas y valores extraños a la naturaleza social de los autóctonos.

En condiciones de devastación generalizada, la tierra antes comunal se torna infértil para el cuerpo y para el alma colectiva del indígena, no sobrándole otras opciones sino sucumbir con ella, abandonarla o dejarse esclavizar allí. En todos los escenarios, la tierra desnuda y despoblada estará apta para vincularse a la cadena de acumulación establecida por la división internacional del trabajo. Como actividades de transición, caben la minería, la pesca y la extracción de madera ilegal el papel de abrir los caminos para la cría de ganado, la producción de soja y la extracción de minerales en escala. Esa es la situación en la Tierra Indígena Mura, en el litigioso caso de la extracción del potasio en el sur del estado de Amazonas, en la pesca y extracción de oro en el Vale do Javari, en la Tierra Indígena Sawre Muybu (Munduruku), en la Tierra Indígena Arara (en el estado de Pará, en la tierra Indígena Yanomami (en el estado de Roraima) y en tantas otras.

Levas de hombres embrutecidos constituyen una masa de trabajadores al margen de cualesquier derechos. Una constelación de miserables formada por ex obreros de la Zona Franca de Manaus, población de la ribera de los ríos dependiente de los tímidos programas de transferencia de renta, de indígenas reclutados por el tráfico o endeudados por comerciantes locales. Esos son los hombres que, no pocas veces en situación de esclavitud, abren el camino para la ocupación más devastadora de la historia de la Amazonia, que aparecen y son encuadrados criminalmente como los que realizan el desmonte, asesinos de indígenas y ambientalistas, como productores de coca, traficantes y explotadores de las propias hijas e hijos.

Frente a todo esto, los indígenas sobrevivientes, aun entendiendo que su existencia comunal y continua es el único mundo seguro para que existan como cuerpo colectivo, se lanzan solos en defensa de su territorio. Grupos de hombres, mujeres, niños y viejos caciques montan guardia en la selva densa, forman cordones sanitarios de protección contra el Covid-19, bloquean rutas, recuperan sus territorios. Si es necesario abaten al invasor con sus armas certeras. Aprenden la lengua, los gestos y los códigos de fe y moral de los forasteros y llegan a establecer acuerdos provisorios con el lado opuesto. Pero, desde su soledad, el indígena ve en el reflejo de los ojos oscuros de su pariente las llamas que se aproximan y queman la selva, el color plateado del mercurio, el anciano y el niño transformados en indigentes. Él ve, más que nada, el fin del mundo en la Hileia que un día fue real, el ex pulmón del mundo, caminando de la abundancia para la putrefacción.

Seamos rápidos y alertas. El fin del mundo no se ve desde la Avenida Paulista.

Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Margem Esquerda número 39, 2º semestre de 3033, p. 82-95.”

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A solidão indígena no mundo-inferno da Amazônia

Maria Orlanda Pinassi e Isabela di Guastala

El revolucionario ama la vida. Porque, aunque sufre internamente sus dolores y los de todos sus Hermanos, vive para aplastar esos dolores. Por eso, a pesar de tanto dolor, es feliz.

El revolucionario ama el mundo. Porque, aunque vive en un mundo de miseria, injusticia y odio; aunque que sufre más que nadie la miseria de todo el mundo, vive para cambiar ese mundo. Por eso ama al mundo el revolucionario; porque aunque en un mundo-infierno, vive para transformarlo en un mundo-cielo.

Hugo Blanco, em Nosotros los indios, p.104.

Bruno Araújo Pereira dedicou sua vida breve a desafiar o mundo-inferno. Primeiro como funcionário concursado da FUNAI no Vale do Javari, território com 8 milhões de hectares que abriga 6 mil indígenas de 26 etnias. Realizou com eles várias expedições pela região, ocasiões em que aprendeu a se comunicar em 4 línguas de etnias ali radicadas. À frente da Coordenação-Geral de Indígenas Isolados e de Recente Contato (CGIIRC), exerceu sua função com conhecimento e, sobretudo, empatia por aqueles povos que escolheram o isolamento à barbárie. Coordenou 11 frentes de proteção etnoambiental espalhadas pelo Brasil sem os recursos necessários aos trabalhos de fiscalização. Em 2019, foi exonerado do cargo sem qualquer tipo de justificativa interna pelo então secretário-executivo do Ministério da Justiça e Segurança Pública, Luiz Pontel, justamente porque, no intuito de proteger os indígenas do garimpo ilegal, encaminhou várias ações, entre elas a Operação Korubo e a culminante operação que expulsou centenas de garimpeiros ilegais da terra indígena Yanomami, em Roraima[1].

Depois disso, manteve um ativismo às margens do Estado e livre de um governo particularmente inescrupuloso quando se trata de eliminar índios e limpar de vez as áreas há bastante tempo requeridas para fins de exploração mineral e o agronegócio. Atuando então junto da Univaja – União dos Povos Indígenas do Vale do Javari -, Bruno voltou às áreas e desafiou a “tutela” governamental sobre eles. Capacitou-os para que eles próprios tivessem condições de fiscalizar suas terras, ensinando-lhes técnicas de geolocalização e documentação de irregularidades inclusive com drones.

Conforme Aldair Kanamary, presidente do Conselho Distrital de Saúde dos Kanamari, “Bruno era nosso protetor, a mãe arara que dá comida no bico dos filhotes”, como na canção do ritual ayahuasca que ele aparece cantando num vídeo que viralizou nas redes sociais.

Quando o conheceu, Dom Phillips, jornalista inglês radicado no Brasil desde 2007, compreendeu a relação profunda que Bruno estabelecia com aqueles índios arredios ao branco. Uma amizade de estreitas afinidades surgia e quando Dom recebeu uma bolsa da Alicia Patterson Foundation, juntou-se ao amigo para escrever um livro cujo título seria “Como salvar a Amazônia?”. Foi essa a razão da última viagem que fizeram ao Vale do Javari. E, de alguma maneira, o assassinato desse inglês que amava o Brasil e a Amazônia explica a imensa repercussão nacional e internacional do caso. Não fosse ele, possivelmente Bruno cairia esquecido tanto quanto seu companheiro de luta no combate à exploração das terras indígenas, Maxciel Pereira dos Santos, em 2019.[2]

Em vida e mais ainda nas circunstâncias pouco esclarecidas de suas mortes, Bruno Araújo Pereira e Dom Phillips[3] alertam para a necessidade urgente de se desvendar e combater o mundo-inferno, um mundo oculto, estranho e hostil à floresta e seus seres viventes. A história do Brasil mostra que, desde princípios da invasão colonial, a Amazônia alimentou a cobiça dos europeus, mas a dinâmica a qual nos referimos é mais recente. Ela vem pelo menos desde a ditadura civil-militar, fazendo da Amazônia o repasto de um desenvolvimento essencialmente destrutivo.[4]

 Nos idos de 1964, a Amazônia foi a porta de entrada de mudanças estruturais que habilitariam o Brasil para o neoliberalismo da década de 90 em diante. Começa a se delinear ali a parte que caberá ao Brasil no modelo de sustentação da crise que explode no sistema de reprodução social do capital sob as políticas keynesianas.  Financeirização da economia, formação de agroindústrias com capital transnacionalizado, revolução verde, produção de commodities, expulsão em massa de trabalhadores rurais de suas terras e das fazendas onde residiam, formação de um proletariado muito pobre e sem direitos, escravização de indígenas, muitos dos quais instados a servir as forças de repressão.[5] Para isso, todo o território amazônico foi tomado por forte aparato de soldados das Forças Armadas que, a pretexto de salvaguardar o território nacional de invasões estrangeiras (Cuba) e ideologias subversivas (Guerrilhas do Araguaia) acabou por criar uma série de instituições para garantir a “integração do Norte ao Sul e Sudeste do país” e controlar o inimigo interno.

Nestas seis décadas, grandes projetos federais voltados à Amazônia cresceram em número e intensidade (…) Afinadas à doutrina que aliou “desenvolvimento” à “segurança”, as iniciativas dos governos militares incluíram, por exemplo, a coordenação centralizada para a integração econômica da região Norte ao centro dinâmico brasileiro (a Superintendência do Desenvolvimento da Amazônia/Sudam, 1966), o incentivo à industrialização (a Zona Franca de Manaus foi criada em 1967), a tutela sobre os povos indígenas (a Funai também é de 1967), o contato de estudantes com a realidade amazônica pelo Projeto Rondon (de 1969), a construção da inacabada Rodovia Transamazônica (entre 1969 e 1974) e a demarcação de terras indígenas (impulsionada com o Decreto n. 76.999 de 8/01/1976).[6]

Já durante a Nova República, surge o Programa Nacional de Desenvolvimento Regional Calha Norte (1985); a Sudam é substituída, em 2002, pelo Sistema de Vigilância da Amazônia (Sivam), “programa que conjuga imagens de satélites do solo e subsolo, controle do espaço aéreo e das vias fluviais no espaço amazônico – e, nas duas últimas décadas foram criados 24 pelotões de fronteira do exército, unidades isoladas na mata com soldados majoritariamente de origem indígena”. Tal aparato não só permaneceu no local como, recentemente, os gastos com as Operações de Garantia da Lei e da Ordem (GLOs) na Amazônia, ações das Forças Armadas autorizadas pelo presidente, cresceram 178%.

Pois bem, na medida em que investigamos os fatos, encontramos farto e bom material através do qual deparamos com uma realidade social e ambiental absolutamente antagônica à ancestralidade e concepção de abundância de povos que há 8 mil anos ocupam a Amazônia.[7]  Diante de nós, se revela a essência plena do capitalismo na atualidade, cujo funcionamento desencadeia um universo de brutalidades cometidas em nome da ganância transnacionalizada, da conjunção de interesses internacionais e nacionais, do entrelaçamento entre capital financeiro, extrativista, ruralista, industrial, bancário, da complementariedade entre crimes legais e ilegais, reforçados agora pela atuação pesada de milícias do crime organizado, ou seja, PCC, Comando Vermelho, Família do Norte e Os Crias na extração de ouro para o mercado paralelo. Nessa rede hierarquizada de grandes e de pequenos espoliadores, é o baixo clero local da bandidagem geral que puxa “o gatilho dos covardes”,[8] que assassina e é assassinado, que embrenha no mato, desmata e queima, que contamina rios com metais pesados, que trafica, acossa e expulsa as populações localizadas em áreas de interesse, expostos à peste, fome, trabalho escravo, prostituição infanto-juvenil. [9]

E não se pode esquecer que tudo isso ocorre em uma das áreas mais controladas e militarizadas do país.

Diante desse quadro, observamos que, excetuando-se a iniciativa de indigenistas raros como Bruno, são os próprios povos originários que enfrentam diretamente a face mais bárbara do capital e seus lacaios. Mostram que as TIs no país e na América Latina como um todo são a última fronteira entre o capitalismo-inferno e o mundo-cielo.

Então, se nos perguntarem a respeito da nossa perspectiva histórica, certamente diremos que não é a de qualquer caminho “suave” ou bruto para o desenvolvimentismo do capital, independente da política que o conduza. Somos pela sua erradicação total não porque sentimos pena dos pobres índios, ao contrário, porque entendemos que são eles, ou pelos menos aqueles que ainda não foram devassados, quem mais compreendem os limites absolutos de um sistema que está levando à extinção da humanidade. 

A extração do potássio e os caminhos da devastação

Em novembro de 2021, a imprensa denunciou a presença de mais de 600 dragas e balsas no Rio Madeira, mais especificamente na região de Autazes. De acordo com ribeirinhos e indígenas, os garimpeiros foram atraídos pelo boato de grande quantidade de ouro naquele território.

Diante da repercussão nacional e internacional do caso, a resposta do Estado Brasileiro foi articular uma força-tarefa entre a Polícia Federal e as Forças Armadas que culminou na destruição de 131 balsas. Todavia, o comando da operação decidiu não divulgar a quantidade de ouro apreendido, nem o destino das demais embarcações.[10]

Oito meses se passaram desde aquela resposta institucional imediata e incompleta às denúncias e eis que as águas do Madeira estão novamente invadidas por uma falange de garimpeiros, drogas ilícitas e prostituição. Até o momento não há explicação por parte do Estado Brasileiro a respeito do retorno da garimpagem ilegal. Certo mesmo é que os garimpeiros que sobem de Rondônia para o Amazonas não são os únicos interessados na riqueza do subsolo da região. Eles são bem mais antigos na atividade, mas hoje ladeiam – e vez ou outra compõem – o forte monopólio exercido por grandes empreendimentos mineradores legais. Na condição de empreiteiros de baixa intensidade do capital, os garimpeiros são obrigados a dividirem os rios e as ruas de Autazes com uma grande mineradora estrangeira, a Potássio do Brasil, empresa instalada na cidade desde 2009, e que estabeleceu enorme litígio com os Mura, povo milenar que resiste à ideia de entregar seu território à mineração. 

Formado por 14 mil pessoas e dividido em 44 aldeias, o povo Mura apresenta, pelo menos, duas acusações gravíssimas contra a Potássio do Brasil: invasão e construção de poços de prospecção sem consulta prévia aos indígenas, um crime constitucional flagrante, e assédio material permanente na tentativa de comprar terras, mediante cooptação de ribeirinhos e ameaças contra os indígenas. Foi o que ocorreu no Lago do Soares, comunidade fundada por João Gabriel de Arcângelo Barbosa, índio da etnia Mura que combateu na Cabanagem (1835-1840), onde vivem atualmente seus descendentes.

Coincidência ou não, a intensificação da presença do garimpo ilegal converge com quatro fatos relevantes: 1) a intensificação da luta entre os Mura e a Potássio do Brasil pelo domínio do território[11]; 2) a intermediação do general da brigada aposentado, Cláudio Barroso Magno Filho, junto ao governo federal para a liberação das atividades mineradoras financiadas pelo banco canadense Forbes & Manhattan, dono da Potássio do Brasil;[12][13] 3) os pronunciamentos de Jair Messias Bolsonaro, que utilizou as consequências da Guerra Rússia-Ucrânia, para defender a exploração de cloreto de potássio em terra indígena, uma vez que o minério é utilizado para a fabricação de fertilizantes usados pelo agronegócio, antes importados da Ucrânia e; 4) a intervenção da Advocacia Geral da União (AGU) como auxiliar da parte ré no processo judiciário, perpetrando agravo de instrumento no Tribunal Regional Federal, com tutela de urgência para que o caso seja transferido da 1ª Vara Federal do Amazonas, que embargou os empreendimentos da Potássio do Brasil, para a 7ª Vara Federal.

De Autazes à Altamira: as múltiplas determinações do capitalismo na Amazônia

Autazes, pequena cidade do sul do Estado do Amazonas, com menos de 50 mil habitantes, é conhecida como a “terra do leite” devido à invasão latifundiária ligada à criação de búfala para produção de derivados, ainda no processo de expansão agrícola no final do século XX. A cidade possui atualmente todos os elementos de um roteiro no qual se movimentam em articulação e em conflito os sujeitos sociais, políticos e econômicos da nova configuração da ocupação capitalista na Amazônia: garimpo ilegal, grandes mineradoras estrangeiras, agronegócio, indígenas, o aparato repressivo do Estado e as subvariantes de cada um desses grupos, tráfico, milícias, igrejas neopentecostais etc. 

Distante 769 km de Autazes, a cidade de Altamira, no Pará, apresenta, com outros nomes, os mesmos atores e cenários presentes na cidade amazonense. Localizada às margens do Rio Xingu, afluente do Rio Amazonas em sua margem direita, Altamira ficou conhecida nacionalmente pela construção da hidrelétrica de Belo Monte, durante o último mandato de Luiz Ignácio Lula da Silva e o primeiro mandato de Dilma Rousseff. Responsável por severos danos ambientais, tal como a inundação de territórios ligados à agricultura familiar e aos povos indígenas, a Hidrelétrica de Belo Monte provocou um brusco inchaço urbano na cidade, a partir do deslocamento formal de 16 mil trabalhadores empregados para atuarem na usina, bem como de um complexo social formado por um numeroso lumpesinato (prostíbulos, redes de tráficos, garimpeiros etc.) que acompanhou essa migração.

Seis anos após a liberação para o funcionamento da Belo Monte, a famélica massa humana gerada pela usina é agora a força de trabalho na qual se ancora a mineração legal e ilegal na cidadela. Com um subsolo rico em minerais preciosos, Altamira atraiu nos últimos anos empreendimentos de garimpagem sem regulamentação que se articulam com redes financeiras do Sudeste do país para exportar barras de ouro. Foi isso que atraiu uma grande mineradora estrangeira, interessada em obter o monopólio da extração do valioso minério. Por trás do nome Belo Sun, a mineradora que busca usurpar terras para explorar ouro e concentrar parte do mercado mundial de minérios, está ninguém menos que o banco canadense Forbes & Manhattan, o mesmo grupo que atua em Autazes com o nome de Potássio do Brasil, a mesma empresa para a qual o general da brigada do Exército, Cláudio Barroso Magno Filho, faz consultoria desde 2019.

Enquanto o garimpo ilegal, considerado de baixo clero na cadeia de extração de minérios, invade e devasta a Terra Indígena Ituna Itatá, localizada entre Altamira e Senador José Porfírio, a Belo Sun tenta legalizar um mega-empreendimento em território de trabalhadores rurais assentados pela Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária (INCRA), empreendimento que, se autorizado, se tornará a maior mina de extração de ouro a céu aberto no mundo. Trata-se do projeto denominado Volta Grande ou Projeto “Big Bend” (PVG), cujas barragens de rejeitos serão bem maiores que as barragens da Vale, em Mariana e Brumadinho, Minas Gerais.

Sem conseguir licença plena para funcionamento, por enquanto a Bela Sun conquista do Estado Brasileiro as condições necessárias para garantir o monopólio da extração de ouro no Pará. Afinal, os interesses da empresa na região coincidem com uma série de intervenções dos aparatos de repressão (Polícia Federal, Forças Armadas e Poder Judiciário) no desmantelamento de outros grupos ligados à mineração de ouro na região, tal como ocorreu, em 09 de setembro de 2021, com a Operação Ganância, a Operação Golden Greed e a Operação Comando, sendo essas últimas realizadas de forma simultânea, em 07 de julho de 2022.[14] Tais operações tiveram como alvo a empresa Gana Gold, acusada de extração ilegal de ouro em Itaituba, no Pará e lavagem de dinheiro em outros Estados brasileiros.

Todas essas operações ocorreram dois meses após a queda do ex-ministro do Meio Ambiente, Ricardo Salles. Mera tautocronia? Quiçá! Mas, o certo é que apesar do poderio econômico e político da Belo Sun, a Gana Gold mantém estreitas relações com as facções mais marginais do ramo da mineração que recebiam o apoio e a proteção direta de Salles.[15] Nessas facções estão vereadores locais, empresários atravessadores ligados à venda de maquinários, como Roberto Katsuda, lobistas menos qualificados na Praça dos Três Poderes, como o engenheiro florestal e sócio da empresa Geoconsult, Guilherme Agnnes e, as Distribuidoras de Títulos e Valores Mobiliários (DTVMs), como a F.D’Gold, acusada, entre outras coisas, de mediar entre o garimpo ilegal e o mercado financeiro, a compra e a venda de ouro extraído em terras indígenas. [16]

O capital financeiro como regente da destruição e da morte

Frente a isso, então, cabem as seguintes interrogantes: qual a origem do capital que garante à Forbes & Manhattan ser uma das peças-chave dos gigantescos projetos de mineração no Norte do Brasil? Seria esse um capital concentrado ou pulverizado em outras grandes mineradoras que disputam palmo a palmo o solo e o subsolo da Amazônia? Quem negocia em nome desse capital? Quem são seus “sócios nacionais”? Quais instituições e agentes públicos asseguram os mecanismos políticos lícitos e ilícitos que possibilitam a exploração da Amazônia por grandes corporações? Em que medida as grandes mineradoras estrangeiras obtêm a colaboração das três esferas de poder e dos entes federados no Brasil? Que papel exercem as corporações extrativistas na internacionalização da Amazônia? Como o Estado conduzirá a veloz decomposição social provocada por essa reprodução ampliada do capital?

Assim como podemos encontrar tanto em Autazes (AM) como em Altamira (PA) a totalidade das relações econômicas capitalistas mais avançadas que se espraiam velozmente por toda a Amazônia, nos parece possível encontrar, no caso concreto do banco canadense Forbes & Manhattan, mais do que a expressão fenomênica das formas de acumulação de capital na região pan-amazônica, senão a totalidade que oferece sentido à complexa rede de relações entre distintos sujeitos sociais envolvidos voluntaria ou involuntariamente na forma de acumulação de capital instalada no Norte do Brasil (Estado, tráfico, milícias, capital nacional e internacional, garimpo ilegal, povos originários, comunidades ribeirinhas, campesinos pobres etc.).

Mas, nenhuma atividade capitalista no tempo contemporâneo pode se movimentar sem se articular com o capital financeiro. No topo da pirâmide das frações burguesas, está o capital bancário como regente indispensável para a materialização da riqueza mediante a exploração do trabalho. Seria surpreendente que a reprodução ampliada do capital nos rincões amazônicos escapasse dessa ordem que se estabeleceu em todo mundo.

 O caso do banco Forbes & Manhattan – a tática para explorar minério na Amazônia – é a mesma em todo mundo. Tal tática consiste em abrir ações por meio de uma IPO (Oferta Pública Inicial, sigla em inglês) e atrair capitais transnacionais para financiar o empreendimento. Foi assim na abertura de sua mineradora de ferro na Ucrânia – a Black Iron Inc, em 2011, e é assim no caso da Potássio do Brasil, no Amazonas.

Para levar adiante o empreendimento da Belo Sun, o F&M recorreu ao financiamento direto do Toronto Dominion Bank[17], do banco alemão Deutsche Bank[18] e da investidora estadunidense BlackRock. Para a exploração do potássio, em Autazes, o Forbes & Manhattan precisou abrir suas ações em uma IPO, em Nova York, com a pretensão de receber, como acionistas diretos, o banco estadunidense Bank of America, o fundo de investimento XP e o banco brasileiro Bradesco. Tais sócios do capital financeiro se somariam aos sócios menores brasileiros, como o Grupo Simões, que detém 3% das ações do negócio e o Grupo Benchimol, que detém 4%.[19]

Concomitante à associação do capital financeiro, o F&M articulou uma rede de influência institucional e operacional. Nessa rede, por um lado, estão outras falanges do setor primário-exportador, entre elas, o grupo Amaggi, do latifundiário e ex-governador do Estado do Mato Grosso, Blairo Borges Maggi, que pretende fazer a escoação da produção da Potássio Brasil por meio de sua empresa Hermasa Navegações.[20] Por outro lado, está o capital chinês que atuará por meio da construtora CITIC Construction, que detém 59% do capital da mineradora britânica OXUS GOLD, e atua no Iraque, na África e principalmente na Ásia Central.[21]

Mas, na teia de relações do F&M aparecem também os militares como eixos centrais da malha por onde passam as tratativas do banco com as instituições públicas no Brasil. Para além do supracitado general Cláudio Barroso Magno Filho, em 2021, na condição de presidente da Petrobrás, o general do Exército Joaquim Silva e Luna mediou e assinou a venda da Unidade de Industrialização do Xisto (SIX) para a empresa. Somam-se a isso, as relações obscuras que o banqueiro Stan Bharti, dono do F&M, conseguiu estabelecer diretamente entre março e julho de 2022 com o capitão do exército e presidente da república, Jair Messias Bolsonaro, e com seu vice, general Hamilton Mourão, para tratar a respeito da liberação da Belo Sun, no Estado do Pará e da Potássio do Brasil, no Estado do Amazonas.

Todavia, embora o Governo Bolsonaro explicitasse e desse organicidade à relação entre as instituições do Estado e as mineradoras do grupo Forbes & Manhattan, o certo é que, em seu raio de influência, o banco canadense recebeu e recebe apoio também da oposição, organizada pelo Partido dos Trabalhadores (PT). Não é possível esquecer que foi em 2008, durante o governo do ex-presidente Luiz Ignácio Lula da Silva, que o F&M recebeu da Petrobrás o direito de exploração do potássio e que, em 2012, durante o governo da ex-presidente Dilma Rousseff, o banco iniciou uma negociação com a Petrobrás para a exploração de xisto, mediante transferência de tecnologia da empresa brasileira para outras regiões onde atua também o capital canadense.

Distante de ser uma exceção, o caso do F&M expõe, portanto, que a mineração na Amazônia, uma atividade cujo rastro de sangue, morte e miséria é marca indelével, está vinculada e subordinada ao que há de mais sofisticado no mundo do capital. Nos últimos seis anos, investiu 54,1 bilhões de dólares em mineração no Brasil, sendo o capital estadunidense o maior investidor na área. O Capital Group investiu U$ 7 bilhões em ações de mineradoras, entre as quais as que atuam ilegalmente em terras indígenas; a BlackRock investiu U$ 6,2 bilhões e a Vanguard investiu U$1,6 bilhões. Vale ressaltar, entretanto, que o capital financeiro de origem brasileira e ações abertas está entre os que mais investem na atividade mineradora, com destaque para o fundo de pensão Caixa de Previdência dos Funcionários do Banco do Brasil (PREVI), que sozinho investiu U$ 7,4 bilhões, e o Bradesco que destinou U$ 4,3 bilhões em mineração.[22]

Apesar de sua importância indiscutível, o investimento do capital financeiro, por si só, não basta ao sucesso da mineração na região amazônica. Se observamos com atenção, o caso do Forbes & Manhattan é emblemático, sendo uma parte que escancara o todo. Mas, para o êxito da empreitada da nova acumulação de capital na Amazônia, são necessárias diversas mediações, em especial mediações referentes à inteligência da região e ao controle do território.

É nesse sentido, que quando a indústria 4.0 demanda cada vez mais minérios, os maiores conhecedores da área e a principal força institucional – os militares – não podem ser dispensados, independentemente da força político partidária que assuma o governo, bem como não pode ser ignorada a principal força social da Amazônia, aquela que é historicamente entendida como empecilho ao desenvolvimento – os milenares povos indígenas.

A destruição da existência comunal e o fim da Amazônia

Como se disse anteriormente, as TI são a última fronteira a ser arrasada pelo capital, a nossa derradeira chance de recompor a Terra como lugar de vida e não de morte. A Amazônia, assim, coloca no mesmo tempo e espaço duas formas radicalmente antagônicas de exploração dos recursos naturais. Por um lado, a cultura dos milenares povos indígenas que habitam a Amazônia há pelo menos 8000 mil anos sustenta-se na forma comunal e contínua de existência, na produção da abundância. Essa vem sendo reproduzida por índios ainda não-contactados, como os do Alto Rio Envira, que compartilham terra, água, frutos e preparam os alimentos da alma e do espírito no puxirum[23], correndo de um canto ao outro, sem conhecer o início nem o fim do mundo na maior floresta tropical.

Por outro lado, o fim do mundo está logo ali, barulhento com suas motosserras, dragas, tratores, britadores modernos e todo tipo de artefato necessário para sacramentar a invasão.

A forma comunal indígena e a propriedade privada burguesa são duas formas de reprodução social absolutamente incompatíveis. E, desde a primeira colonização do século XVI, o choque entre elas precisou e precisa acontecer para que o capitalismo brotasse e se tornasse isso que é hoje. É o que ocorre seja através de ataques constantes, diretos e cruéis contra, por exemplo, o povo Mashco Piro[24], seja através da lei, da ordem e da mediação do Estado democrático de direito, esse poderoso instrumento da sociedade capitalista que criminaliza a vítima do delito.

Ou seja, a grande mineração, o agronegócio, a extração industrial da madeira, a queima da madeira em siderúrgicas legais, a construção de hidrelétricas e tantas outras atividades necessárias uma vasta cadeia de produção que começa no Brasil, ocupam a Amazônia com incentivos do Estado. É nessa esfera que se criam as mediações que consolidam a hegemonia do grande capital em uma região ainda com marcas de existência comunal.

Nesse sentido, quais os mecanismos utilizados pelo Estado para garantir que a grande exploração capitalista avance sobre a Floresta Amazônica, com destaque para a mineração internacional?

Em termos legais, a Constituição de 1988 estabelece que o Estado Brasileiro é a instância que delimita os territórios a serem ou não ocupados pelos índios através da demarcação de terras e da instituição da reserva. Além disso, é também o Estado que reconhece os indivíduos que devem ou não compor um determinado povo originário, por meio da certificação oferecida pela Fundação Nacional do Índio (FUNAI).

Entretanto, esses mecanismos legais que, no processo de redemocratização do país, foram reivindicações dos próprios povos originários, no presente se mostram funcionais ao avanço das grandes corporações ligadas à extração de minério e ao agronegócio.

O mecanismo de demarcação da terra e instituição de reserva permitiu que o Estado fragmentasse e reduzisse os territórios históricos dos povos originários, transformando-os em ilhas comunais cercadas por vultuosos negócios ligados à produção destrutiva. Exemplo disso foi a demarcação da Terra Indígena Yanomami, reduzida já no ato da demarcação em 70% do seu território original, vulnerável à extração de minério, primeiro em seu entorno e posteriormente em seu próprio interior.[25]

Uma vez delimitado pelo Estado, o território indígena é cercado e asfixiado por atividades social e ambientalmente degradantes que são parte da cadeia de acumulação capitalista. É aqui que se desvela o avanço do agronegócio, da mineração, do garimpo e da pesca ilegal, extração de madeira, tráfico, evangelismo e programas públicos principalmente privados de inclusão social. Sim, ainda se apresentam na área as doutrinações neopentecostais e as salvações do empreendedorismo que farejam de longe as presas acossadas e empobrecidas pelas carências do mundo burguês. Tais atividades primeiro circundam os territórios indígenas, na sequência invadem e cometem todas as formas de destruição. Contaminação e assoreamento dos rios, derrubada da mata nativa, extinção de animais silvestres, são os rastros do não-índio que trazem consigo práticas e valores estranhos à natureza social dos autóctones.

Em condições de devastação generalizada, a terra outrora comunal torna-se infértil para o corpo e para a alma coletivas do índio, não lhe restando outra opção senão sucumbir com ela, abandoná-la ou deixar-se escravizar ali. Em quaisquer dos cenários, a terra nua e despovoada estará apta a vincular-se à cadeia de acumulação estabelecida pela divisão internacional do trabalho. Como atividades de transição, cabe ao garimpo, à pesca e à extração de madeira, abrir os caminhos para a criação de gados, produção da soja e para a grande extração de minérios.

Esse é a situação na Terra Indígena Mura, no litigioso caso da extração do potássio no Sul do Amazonas, na pesca e extração de ouro no Vale do Javari, na Terra Indígena Sawre Muybu (Munduruku), na Terra Indígena Arara, no Pará, na Terra Indígena Yanomami, em Roraima, e em tantas outras.

Levas de homens embrutecidos constituem uma massa de trabalhadores à margem de quaisquer direitos. Uma constelação de miseráveis formada de ex-operários da Zona Franca de Manaus, ribeirinhos dependentes dos tímidos programas de transferência de renda, de índios aliciados pelo tráfico ou em dívida com comerciantes locais.

Esses são os homens que, não poucas vezes em situação de escravização, abrem o caminho para a ocupação mais devastadora da história da Amazônia, que aparecem e são enquadrados criminalmente como os desmatadores, assassinos de índios, e de ambientalistas, como produtores de coca, traficantes e exploradores das próprias filhas e filhos.

Diante disso tudo, os índios sobreviventes, ainda certos de que sua existência comunal e contínua é o único mundo seguro para que existam enquanto um corpo coletivo, se lançam sozinhos na defesa de seu território. Grupos de homens, mulheres, crianças e velhos caciques montam sentinela na densa floresta, formam cordões sanitários de proteção contra a Covid-19, bloqueiam estradas, retomam seus territórios, se necessário abatem o invasor com as suas armas certeiras, aprendem a língua, os gestos e os códigos de fé e moral dos forasteiros e chegam até mesmo a estabelecer acordos provisórios com o lado oposto. Mas, desde sua solidão, o índio vê no reflexo dos olhos escuros de seu parente as chamas que se aproximam e queimam a floresta, a coloração prata do mercúrio que torna a água ápota, o ancião e a criança transformados em indigentes, ele vê acima de tudo o fim do mundo na Hileia que um dia foi real, o ex-pulmão do mundo, caminhando da abundância para a podridão.

Sejamos ligeiros e alertas. O fim do mundo não se vê da Paulista.


[1] https://observatorio3setor.org.br/noticias/indigenista-desaparecido-foi-exonerado-pela-funai-apos-atuar-contra-garimpeiros-ilegais/

[2] https://apublica.org/2022/06/familia-de-maxciel-fez-investigacao-propria-do-caso-mas-nunca-recebeu-resposta-da-pf/

[3] https://jornalistaslivres.org/entenda-por-que-bruno-e-dom-eram-cabras-marcados-para-morrer/

[4] José de Souza Martins. Os camponeses e a política no Brasil. Petrópolis, Vozes, 1981.

[5] Octavio Ianni. Colonização e contra-reforma agrária na Amazônia. RJ, Editora Vozes, 1979.

[6] O karma amazônico dos militares brasileiros, por Thiago Rodrigues, em https://diplomatique.org.br/o-karma-amazonico-do-militares-brasileiros/

[7] Eduardo Goes Neves, Sob os tempos do equinócio: oito mil anos de história na Amazônia central, Editora UBU, 2022.

[8] https://carbonozero.net/assassinato-de-ambientalistas/

[9] https://infoamazonia.org/2022/06/17/a-geografia-dos-crimes-denunciados-por-dom-phillips-e-bruno-araujo-no-vale-do-javari/

[10] https://infoamazonia.org/2022/03/24/ouro-nao-potassio-o-verdadeiro-interesse-na-mineracao-em-terras-indigenas/

[11] A Guerra do Potássio em Autazes. Amazônia Real. Disponível em: https://amazoniareal.com.br/especiais/projeto-autazes/

[12] Ata da reunião da Secretaria de Geologia, Mineração e Transformação Mineral, de 13 de agosto de 2019. A Pública. Disponível em:  https://apublica.org/wp-content/uploads/2022/02/bsun-ata-reuniao-13-08-2019-belo-sun-brasil-mineradora-o-lobby-de-um-general-de-brigada-em-favor-de-mineradoras-canadenses-na-amazonia.pdf

[13]Agenda de Autoridades. Governo Federal. Disponível em: https://www.gov.br/mme/pt-br/acesso-a-informacao/agendas-de-autoridades/frederico-bedran-oliveira/2021-05-12

[14] PF realiza três operações contra a extração ilegal de ouro. Agência Brasil/EBC. Disponível em: https://agenciabrasil.ebc.com.br/justica/noticia/2022-07/pf-realiza-tres-operacoes-contra-extracao-ilegal-de-ouro

[15] As pistas da destruição: Amazônia tem 362 pistas de pouso clandestinas em áreas devastadas pelo garimpo. The Intercept Brasil. Disponível em: Amazônia tem mais pistas de pouso clandestinas que legais (theintercept.com)

[16] Gana pelo ouro: mineradora novata já explorou 32 vezes mais ouro do que previsto em área protegida da Amazônia. The Intercept Brasil. Disponível em: Com licença irregular, mineradora fatura R$ 1 bi com ouro na Amazônia (theintercept.com)

[17] Cumplicidade na Destruição IV: como mineradoras e investidores internacionais contribuem para a violação dos direitos indígenas e ameaçam o futuro da Amazônia. APIB; Amazon Watch.

[18] Bancos alemães injetaram mais de US$ 1 bilhão em mineradoras envolvidas em conflitos no Brasil nos últimos 5 anos. Observatório da Mineração. Disponível em: https://observatoriodamineracao.com.br/bancos-alemaes-injetaram-mais-de-us-1-bilhao-em-mineradoras-envolvidas-em-conflitos-no-brasil-nos-ultimos-5-anos/

[19] ESPECIAL: Potássio do Brasil busca IPO em NY para minerar no coração da Amazônia. Resert. Disponível em: https://www.capitalreset.com/especial-potassio-do-brasil-busca-ipo-em-ny-para-minerar-no-coracao-da-amazonia/

[20] Maggi negocia com canadense Bharti parceria para mina de potássio no Brasil. Uol. Disponível em: https://noticias.uol.com.br/ultimas-noticias/reuters/2022/02/15/exclusivo-maggi-negocia-com-canadense-bharti-parceria-para-mina-de-potassio-no-brasil.htm

[21] Oxus Gold’s Chinese financing deal de-risks operations. Proactive. Disponível em: https://www.proactiveinvestors.com.au/companies/news/9850/oxus-golds-chinese-financing-deal-de-risks-operations-fox-davies-12311.html

[22] Cumplicidade na Destruição IV: como mineradoras e investidores internacionais contribuem para a violação dos direitos indígenas e ameaçam o futuro da Amazônia. APIB; Amazon Watch.

[23] Trabalho coletivo realizado por diversos povos originários para atender uma determinada demanda social.

[24] https://noticias.uol.com.br/meio-ambiente/ultimas-noticias/redacao/2018/11/30/trafico-de-drogas-mineracao-e-germes-o-que-ameaca-os-povos-isolados-da-amazonia-peruana.htm

[25] Brazilian Government fragments and reduces by 70% Yanomami Territory. Comissão pela Criação do Parque Yanomami – CCPY, 1988. Disponível em:  PDF File generated from TMP460.tif (socioambiental.org)

Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Margem Esquerda número 39, 2º semestre de 3033, p. 82-95.”