Crónicas Trashumantes
Sur, trashumancia y después
Transhumante
En esta columna vamos a volver a pasar por el corazón la segunda gira de nuestra Universidad Trashumante, cuando salimos a recorrer la Patagonia argentina en el año 2000.
A fines del ´99, en el encuentro nacional que ya comenzábamos a tener como ritual cada fin de año, tomamos colectivamente dos grandes decisiones: la primera fue pasar la coordinación de todo el trabajo organizativo al grupo de Córdoba; ésta fue nuestra primera experiencia de democratización al interior de la incipiente red que se iba formando, con los grupos que se armaban producto de la primera gira. La siguiente decisión fue hacer una segunda gira por el sur del país, por la Patagonia. Hicimos un análisis y una evaluación de lo que había sido la rodada de 1998 y en base a esto comenzamos a soñar y preparar la del año 2000. Parece fácil contarlo, pero la Patagonia Argentina es un territorio muy extenso y cubierto de nieve la mayor parte del año; nuestro colectivo, el Quirquincho, no estaba preparado para recorrer tantos kilómetros nevados. Sin embargo, eso no nos detuvo y decidimos salir en julio cuando ya las nieves comenzaran a bajar su intensidad.
Hubo un hecho previo que fue muy importante: unos meses antes de terminar el siglo lo invitan al Tato a un encuentro de la Red Patagónica de Derechos Humanos, en donde había referentes muy importantes para el debate político del país desde los derechos humanos. Ahí nos encontramos con ATEN, el gremio docente de Neuquén y con Zainuco, una organización no gubernamental que trabajaba en las cárceles por la dignidad de los presos y cuya referente, Gladys Rodríguez, fue un faro de tremenda luz y empuje para nosotros. Estos encuentros fueron detonantes para que decidiéramos arrancar con talleres trashumantes en la zona. Aquí tuvieron una participación muy especial dos hermanas que estaban en ATEN, Didí y Mónica Campion, que se fueron interesando por toda la experiencia que relatamos de nuestra gira por el norte del país y con entusiasmo sacaron un mapa, armaron un recorrido y prácticamente armaron la gira por el sur contactando a los principales referentes de cada zona.
Es importante decir que en este nuevo recorrido habría un cambio radical: ya estábamos formados como trashumantes, teníamos equipos armados y con experiencia en la educación popular, tanto en registro de experiencias como en devoluciones teóricas y coordinaciones artísticas. Ya estaba funcionando desde hacía un año nuestra revista “El Otro País”, que era el vaso vinculante entre los grupos de la Red (en ese entonces no había internet ni Facebook ni WhatsApp) y esta publicación era vital no solo como nodo comunicativo sino también como conformación identitaria de quiénes íbamos siendo. La producíamos en Córdoba, recogiendo artículos que nos iban enviando de los diferentes lugares del país en donde se hacían cosas y las crónicas que nos llegaban de las giras, la imprimíamos y la mandábamos por correo a los distintos grupos de la red. Para esta labor fue importante el apoyo de la Casa Angelleli, que era la base de nuestras reuniones en Córdoba. El grupo cordobés ya estaba fuerte y con posibilidades, no solo de organizar los equipos que acompañarían la gira, sino de trabajar también en la autogestión, haciendo actividades para recabar fondos ya que los viajes al sur eran muy costosos.
La Patagonia Argentina es un territorio muy poco poblado, y está bastante aislada del resto del país no solo por cuestiones culturales sino, fundamentalmente, por la barrera climática. Esto representó un gran desafío. Salimos el 16 de julio de 2000 con el Quirquincho y comenzamos los primeros talleres en Neuquén, que es una provincia con mucho movimiento y pensamiento crítico. Recorrimos todo el Alto Valle: Río Negro, Roca, Cipoletti y Neuquén. La diversidad de grupos y ambientes que nos encontramos fue indescriptible, vivimos experiencias muy potentes, como por ejemplo los talleres que compartimos adentro de las cárceles, de la mano con Zainuco. Fue muy intenso todo lo que se iba generando cuando irrumpíamos la rigidez del sistema carcelario; las personas se presentaban y ponían su cuerpo, su voz. También apareció lo evidente, y es que la cárcel no solo no reeduca, sino que profundiza el odio entre opresores y oprimidos, entre policías y reclusos.
Realmente podríamos relatar un anecdotario con cada uno de los talleres y experiencias que vivimos en esta gira: nosotros pensamos que las anécdotas, siempre y cuando tengan sentido, forman parte de un tipo de conocimiento que es muy valioso para la educación popular.
De Río Negro fuimos bajando hasta llegar a la ciudad de Viedma, dimos un taller allí y en otro pueblo vecino, Carmen de Patagones. En Sierra Grande comenzó a aflorar la problemática de las enfermedades a las que se enfrentaban los pueblos producto de la minería, ya que allí se encuentra la mina de hierro subterránea más grande de Sudamérica. En aquellos años casi no se hablaba de esto, que era producto del neoliberalismo instalado con Menem. Las personas que llegaron al taller relataban que querían mudarse, fueron temas que surgían de los talleres y así se iba evidenciando para nosotros ese Otro País silenciado y acallado, que iba hablando a través de la gente.
En la provincia de Chubut recorrimos Puerto Madryn, Trelew, Rawson, Comodoro Rivadavia. Chubut es una provincia que en la actualidad es uno de los territorios más combativos contra los proyectos de megaminería. Han logrado revertir un decreto gubernamental que autorizaba la megaminería en la provincia, lo que es un gran logro hoy en este contexto de los llamados gobiernos progresistas.
De ahí pasamos a la provincia de Santa Cruz, hicimos un taller en Caleta Olivia. Luego hicimos 3.000 kilómetros por una ruta larguísima en donde no había nada, ni pueblos ni gente, con un viento que sentíamos nos derribaba. Es importante narrar sobre el paisaje, porque fuimos aprendiendo en el camino a escucharlo y a inscribir cada pueblo y sus personas en él. Nuestro taller no podía ser igual en el norte que en el sur. En Santiago o en Córdoba, poníamos una chacarera y la gente se emocionaba y eso tenía un sentido intrínseco para el trabajo pedagógico. Pero a medida que bajábamos más y más al sur íbamos escuchando nuevos sonidos y observando otro tipo de movimientos, nos costó mucho porque no conocíamos y teníamos que afinar nuestra sensibilidad. En los talleres el tiempo de los silencios era otro, y fuimos adaptándonos a otros ritmos musicales de los cuales fuimos aprendiendo otros modos de comprender la realidad, también.
Algo hermoso de nuestras giras es que siempre llegaban músicos y artistas populares de los diferentes lugares, y eso nos ayudaba mucho como modo de enlace y comunicación.
Santa Cruz es una provincia bastante vapuleada, en este entonces llevaba más de nueve años gobernada por los Kirchner.
Ya estábamos llegando al límite del continente. Francamente, no sabíamos que para pasar a Tierra del Fuego había que cruzar la cordillera, ya que es la única provincia trasandina de Argentina. Si lo hubiéramos sabido no lo hubiéramos hecho, porque fue una locura. Cruzamos al Quirquincho en balsa por el estrecho de Magallanes, pasamos la aduana y dimos un taller en la localidad de Río Grande que fue muy emocionante. El viento corría veloz y helado a 7 grados bajo cero. En tierras australes, los modos de vida son muy áridos: organizarse y resistir en esos territorios es muy complicado. Es desafiante hasta hacer una marcha de protesta, las condiciones climáticas no lo permiten. Ahí tuvimos el apoyo del sindicato de maestros y se reunió también un nutrido grupo de artistas y vecinos con diversas ocupaciones. Fue muy interesante como experiencia, lo tenemos todo registrado.
Y finamente llegamos a Ushuaia, que está catalogada como la ciudad más austral del mundo; allí nos sucedieron imprevistos, se nos enfermó el Dani Marín, un artista plástico que iba en el Quirquincho en ese tramo y al que hubo que operar de urgencia. En Ushuaia no pudimos coordinar talleres, tuvimos solo algunas reuniones. Pero al volver a Río Grande, nos enteramos que se había formado un grupo trashumante, el grupo más austral de la Red. Así eran las giras, inesperadas y emocionantes.
Regresamos bordeando la cordillera de los Andes, pasamos por Esquel, El Bolsón, Bariloche, San Martín, Aluminé. Comprobamos que son territorios realmente alejados del centro del país, con una dinámica propia. Esto nos permitió conocer una diversidad grande de cosmovisiones y pensamientos. En Aluminé conocimos a titiriteros, músicos, intelectuales y compartimos un taller con mapuches, nos dimos cuenta de que había muchas diferencias entre algunas de estos grupos, pudimos percibir algunas de las contradicciones que existían entre los lonkos (caciques), los grupos de mapuches urbanos y los que habitaban hacia dentro de las montañas. Fue el encuentro con otras cosmovisiones y modos de lucha, muy distintas a las urbanas del centro del país y distintas también a pueblos originarios del norte como Jujuy y Salta. Aprendimos que, en principio, nosotros éramos “huincas” y eso nos posicionaba del lado del colono aunque nosotros no quisiéramos. En ese momento nos costó mucho, ellos no diferenciaban entre los huincas cabrones y los huincas críticos, su posición histórica no se los permitía.
Muy importante de esta gira fue el encuentro nacional en la ciudad de Neuquén en diciembre de 2000. Fue multitudinario, vinieron grupos de todas partes del país, de la red que se iba consolidando a la que se agregaban los grupos nuevos de los territorios que íbamos conociendo. Fue un encuentro muy especial, con mucha participación de la gente y con intensos momentos artísticos. Así recargados, entraríamos ya conformados como Red al convulso 2001, que sería un tiempo de grandes desafíos para los movimientos autónomos.