México: Revuelta estudiantil, el sonido de la ola
El oleaje que anuncia la tormenta comenzó a escucharse. La superficie del mar se desordena. Lejos de esclarecerse, con el paso de los días la confusión crece. El descontento estudiantil en los centros de educación superior comienza a adquirir visos de tempestad.
Hasta hoy, las explosiones de malestar juvenil se han concentrado en la UNAM, IPN, Chapingo y Universidad Autónoma de Querétaro. Pero amagan con extenderse a otros centros escolares. Los alumnos han levantado pliegos petitorios por escuelas, han cerrado instalaciones y en Chapingo destituyeron al rector (quien no acepta irse).
Sus demandas son diversas. Hay múltiples denuncias de acoso sexual contra profesores y autoridades, que comenzaron a difundirse antes del inicio de la pandemia y que han reaparecido con el retorno a clases presenciales. Los señalamientos sobre la carencia de maestros, equipo e infraestructura adecuada, bibliotecas y de material de higiene en los sanitarios abundan, al igual que las acusaciones de corrupción y autoritarismo contra funcionarios. Las imputaciones contra los grupos porriles son abundantes. Destaca la petición de contar con espacios libres de violencia y movilidad digna. Los senderos seguros existentes para trasladarse y abordar el transporte público no resuelven el problema de fondo. Quieren mejores comedores y que limpieza y seguridad sean atendidas.
También han emergido nuevos reclamos, hasta antes inusitados, y que son expresión de las nuevas contradicciones sociales presentes en toda la sociedad, pero que en las instituciones de educación superior se expresan con mayor facilidad por la sensibilidad juvenil, y que son inexplicables para muchos de los viejos activistas. Uno es el choque entre la comunidad lesbofeminista y la queer-transgénero en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Las primeras acusan al segundo grupo (del que dicen son hombres vestidos de mujeres) de imponer que los baños de damas tengan que ser mixtos. Critican el que la Universidad haya otorgado el honoris causa a Judith Butler, ocultando que es la principal ideóloga de la doctrina queer.
La segunda es la toma del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Vallejo, porque Haru, un gato del colectivo mixto+ fue encontrado muerto y torturado dentro de las instalaciones. Al pedir ayuda a la dirección para tener acceso a las cámaras y saber quiénes fueron los salvajes que mataron al animal, éstas se negaron a darlo. Para el colectivo, la violencia contra la mascota es un aviso contra ellos, y la indolencia de los funcionarios resulta inadmisible.
Son frecuentes también las expresiones de descontento ante la decisión de las autoridades de prohibir lo que llaman comercio autogestivo (venta de libros, artesanías, etcétera) en los pasillos de algunas facultades o de cafeterías, que en ocasiones tienen tiempo funcionando. En ocasiones, trabajadores sindicalizados son los primeros en oponerse a ello, argumentando que esa actividad es un monopolio gremial.
En lo que puede llamarse apresuradamente como el fin de la cultura del consenso, en algunas escuelas, grupos de activistas se niegan a acatar los resultados de asambleas cuando les son adversos. No quieren discutir. No les importa lo que los demás piensen o quieran. Es su voluntad que tiene que imponerse a como dé lugar. Reivindican lo que consideran es su derecho a ocupar instalaciones o clausurar clases, independientemente de lo que acuerde la mayoría de los integrantes de la comunidad escolar, en nombre de la legitimidad de sus reivindicaciones. En algunas escuelas no se ha permitido a maestros participar en el debate y toma de decisiones.
Pareciera que entre los jóvenes está expresándose una especie de rabia pospandemia. El encierro en condiciones de hacinamiento, precarización, incertidumbre, violencia intrafamiliar produjo un coctel muy explosivo. En algunos hay gran enojo. Muy importante en la gestación de la actual ola de protestas es la impronta de la irrupción feminista de hace tres años. Por supuesto, dentro de las movilizaciones actúan diversas corrientes políticas estudiantiles, pero, en lo general, son muchachos con poca experiencia política previa. Pudiera ser que estén expresando un movimiento profundo que aflora a través suyo.
La dispersión de las demandas estudiantiles comienza a superarse por medio de la elaboración de un pliego petitorio común. La Asamblea Interuniversitaria ha comenzado a unificar las peticiones y a realizar acciones coordinadas. Por lo pronto, bajo la consigna de presupuesto a las escuelas y no a la Sedena, acordó arropar la jornada contra la militarización convocada por el Congreso Nacional Indígena, para el 12 de octubre. En palabras de Rudi Dutscke, recordadas por César Iglesias, la juventud hereda y hace suyas las heridas abiertas de otras generaciones.
No obstante lo comprensible de muchas peticiones estudiantiles, profesores genuinamente comprometidos con la enseñanza están desconcertados, temerosos y sin saber qué sucede. No creen que las protestas tengan una causa justa.
Complicando más las cosas, los conflictos en marcha no son ajenos a pleitos y contradicciones en las alturas. La sucesión presidencial adelantada deja su marca en las aulas. Los operadores de distintos aspirantes mueven sus piezas. Adicionalmente, el próximo año será el cambio de rector en la UNAM.
La tormenta crece. Como sucede con los huracanes, hay la posibilidad de que antes de tocar tierra se degrade. Pero, también, podría no pasar así. Por lo pronto, como señala Gustavo Leal, para saber bien qué está pasando, hay que bajar al cuarto de máquinas, con los alumnos inconformes. Sólo allí se puede tener el pulso real de lo que sucede.
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