Bella Flor de Pukara, espacio en resistencia de quechuas y aymaras
Oscar Olivera
Manifiesto
TU NOMBRE LO DICE TODO, BELLAS LAS NUBES, BELLO EL CIELO QUE TE ILUMINA, DE DÍA Y DE NOCHE, BELLOS LOS CERROS QUE TE PROTEGEN, BELLA LA FORTALEZA QUE ES MUESTRA DE RESISTENCIA Y DIGNIDAD, BELLO EL RIO QUE ALIMENTA NUESTROS CAMPOS, QUE NOS CALMA LA SED Y LA MENTE, BELLAS LAS PLANTAS Y ANIMALES, BELLAS LAS FLORES DE DURAZNOS Y TUNAS, BELLO EL MOLINO DE PIEDRA, BELLA LA GENTE DEL PUEBLO, BELLA FLOR, NOMBRE DE MUJER
Hoy 5 de noviembre del 2022, Mujeres y hombres, ancianos y ancianas , niñas y niños, jóvenes, residentes y ausentes, pero presentes, nos reunimos en nuestro territorio, alrededor del Muju Huasi, del Molino, del Dique levantado en el Mojon Toqo, nuestro pozo de agua para consumo humano y riego, junto a nuestros campos de cultivo y nuestras piedras, que para nuestros abuelos y abuelas y para nosotros sus nietos y nietas, todos ellos son seres vivos, porque están cobijadas y protegidas por nuestra Madre Tierra, nuestra Pachamama.
Hoy decidimos dar este soplo de aliento, en este camino que empezamos a recorrer, con mas fuerza, aquel 13 de marzo del 2021, reunidos sobre el puente de nuestro hermano, el río Jatun Mayu.
Un soplo de nuestro Ajayu, que debe convertirse en un viento huracanado contra la adversidad, el miedo, el olvido, la indiferencia, la resignación, el individualismo, el consumismo, para reconstruir nuestra COMUNIDAD, volviendo a poner en nuestros pensamientos, en nuestras palabras y nuestras acciones, la solidaridad, la reciprocidad, el respeto, la generosidad, la transparencia, el AYNI, con el instrumento del trabajo comunitario, el abrazo, el sudor y la chicha como medios de compartir nuestras alegrías y esperanzas.
Celebramos también hoy la llegada, a nuestro pueblo, de hermanos y hermanas de otras partes del mundo, bienvenidos hermanas de Italia, de EE.UU. y damos la bienvenida, de manera especial a nuestro hermano Emigdio Ballón quien hizo posible que la solidaridad de nuestros hermanos del norte llegue hasta aquí, no sólo para construir el Muju Huasi, refaccionar el Molino y el par de invernaderos, sino ante todo para construir los puentes de hermandad y cariño que tanta falta hace a esta humanidad.
El compromiso de todos y todas las que estamos aquí, es la promesa hecha a nuestros abuelos, a nuestras madres de jamás abandonar nuestro pueblo, jamás renunciar a nuestra identidad, de sentirnos orgullosos del color de nuestra piel, de nuestra lengua, de nuestra cultura, de nuestros nombres y apellidos.
El Muju Huasi, el río, el pozo de agua, el molino, como símbolos de los bienes comunes que debemos compartir con generosidad y alegría con otras comunidades y recoger también de ellas su experiencia, su sabiduría y sus tesoros que en muchas partes se encuentran escondidos.
Que el Muju Huasi de Bella Flor de Pukara sea el espacio que articule, que una, que congregue a nuestras comunidades hermanas, no solo del Valle Alto, sino de Kochapampa, de Bolivia y de los pueblos dignos y valientes del mundo que quieren una vida comunitaria y de convivencia de armonía y cariño con la Pachamama.
Este esforzado trabajo expresado en horas, días, semanas y meses de los hombres y mujeres presentes aquí, hoy, también nos ha mostrado la necesidad de establecer puentes entre el campo y la ciudad, para reconocernos como diferentes pero iguales, en nuestras angustias y nuestros sueños, para vernos como un arcoíris de colores en armonía y complementariedad.
En estas semanas hemos demostrado que, con un pequeño apoyo de solidaridad es posible recuperar nuestra capacidad de hacer las cosas por nosotros mismos, por nosotras mismas, de que es posible seguir caminando sin mendigar, caminando juntos, recuperando nuestra capacidad de soñar, de decidir y de hablar, porque otro mundo lo construimos acá, en nuestra comunidad.
¡¡HOY REFUNDAMOS NUESTRO PUEBLO, NUESTRA COMUNIDAD!!
Que se escriba en el libro de actas, en nuestra sangre y en nuestros corazones.
Jallalla, Bella Flor de Pukara
Jallalla Anzaldo
Jallalla Comunidades indígenas, campesinas y citadinas
Bella Flor de Pukara noviembre 5 del 2022
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A corazón abierto
Oscar Olivera
Villa Flor de Pukara, donde Quechuas y Aymaras trabajan para re-vivir el Pueblo
Casi 100 Kilómetros desde el centro urbano de Cochabamba, Bolivia, para llegar a un poblado que se llama Villa Flor de Pukara, donde antes había una escuela con niñas y niños, maestros y maestras, es decir existía alegría, donde antes existía un molino, es decir, había pan, donde antes antes cantaban los pájaros, es decir habían conciertos al amanecer y al atardecer.
Hoy sólo quedan unas pocas parejas de ancianos y ancianas, es decir queda la sabiduría, la generosidad, la solidaridad del Pueblo, las bancas de la escuela han sido repartidas en las casas y el viejo molino, en calidad de préstamo, esperando puedan ser ocupadas, alguna vez, por los cuerpos y la bulla de los niños y niñas.
Pukara, que quiere decir FORTALEZA QUE DA VIDA, es una palabra Aymara y Quechua, al mismo tiempo.
Me puse a pensar en el nombre y creo que el nombre original, debió ser BELLA FLOR DE PUKARA, la falta de la vocal “e” en el quechua, puede haber producido un cambio fonético en el nombre de esta Comunidad.
Y realmente es una Bella Flor el lugar donde existen unas cuarenta casa, la mayoría abandonadas o que sirven como domicilios temporales de muchas familias que migraron a los pueblos mas cercanos para sobrevivir y que algunos, semanalmente, otros mensualmente y varios originarios anualmente llegan al Pueblo para sembrar, para plantar producir, para ver a las abuelas y abuelos, a los animalitos, que hay muchos, como gallinas, conejos y palomas.
Ancianos y ancianas que no tienen agua potable para beber, su única fuente segura es el agua que cae del cielo, como bendición de las hermanas nubes y el Tata Inti, ahora mas escasa que antes, es que, como dicen don Julio y doña Ricarda, nos olvidamos de hablar con el viento para que no se la lleve, como los vientos de la “modernidad” y del consumo se llevaron a los jóvenes, niñas y niños, de Bella Flor, la Fortaleza Aymara
Recorrer la montaña, la quebrada del río, que sirve para regar la tierra y de manera muy precaria para saciar la sed de los pocos que quedan, caminar por las calles del poblado, descansar bajo la sombra de los centenarios árboles de durazno, sentarse a escuchar hablar las enormes, pesadas y viejas piedras del molino de agua, que junto con don Ricardo nos cuentan cómo llegaron a la Fortaleza, traídas de mas de cien kilómetros de distancia, hacen mas de doscientos años, rodando, caminando hablando con la gente que las trajo y que hoy aun conservan ese relato los nietos y nietas de esas abuelas y abuelos que hoy lloran viendo el paisaje del pueblo.
Pero fueron el ímpetu y “ajayu” (ánimo y espíritu), de la pareja de ancianos, don Julio y doña Ricarda que visibilizaron la situación de su Comunidad, de su Pueblo, de su Territorio, la sed de agua y la sed de alegría en el Pueblo motivó que la asamblea de comunarios y comunarias mas un puñado de gente común, como ellos y ellas, se dispusieran a trabajar con la comunidad para “cosechar” el agua del cielo y llevarlas a las gargantas de la comunidad, llevar la alegría, otra vez, al territorio de la Fortaleza Aymara, cuyas ruinas son testigos casi inaudibles, allá lejos, en la cumbre de la montaña.
Al principio fueron tres ancianos, que impulsaron re-construir su Comunidad, su pueblo, ya hemos dicho, doña Ricarda, su esposo don Julio y el maestro de escuela Zacarías, a ella y ellos en plena jornada de trabajo, de siembra y plantación, se incorporó el dirigente del sindicato agrario: Beltrán, si, un nombre que parece apellido, pero que es su nombre al final, hombre que heredó las tierras de su padres y abuelos y que prometió no abandonarlas, pero que no solo heredó la fertilidad de esos campos, sino que además heredó su amor por el Pueblo, por sus arboles, por sus animales y ante todo es un digno hombre que organiza, que impulsa, que trabaja, que inventa, que motiva al conjunto de hombres, mujeres, jóvenes, niños, niñas, ancianos y ancianas, que poco a poco en el transcurso de un mes, la casi disuelta comunidad volvió a verse los ojos, cara a cara, corazón a corazón, sudor a sudor en el trabajo, en el hablar, en la necesidad, en el recordar, en el implícitamente haber decidido re-construir, re-constituir su comunidad, que ya no solo es de ellos y ellas, sino también de los otros y otras hermanas y hermanos que se involucraron en las faenas de construir no solo el colectivo, otra vez, sino también de construir un cisterna, un enorme tanque, que se llenará con las gotas de agua de lluvia, una a una como se anda llenando ahora el pueblo, una a una, gentes que vienen a trabajar para poder tomar agua fresca y cristalina.
Poco a poco, en el silencio bullicioso de la montaña, en el viento frío de la quebrada, bajo el cielo limpio de día y estrellado de noche, cinco, diez, quince, veinte, treinta comunarios, trabajan, ríen, juegan, lloran, recuerdan, deciden y ejecutan lo que la asamblea había determinado, lo que doña Ricarda, don Julio, el profesor Zacarías y el Beltrán habían soñado, la enorme generosidad construida por manos campesinas, obreras, de jóvenes, de niños, de ancianas y ancianos, de mujeres, de investigadores, de organizadores, de activistas, de estudiantes, de gentes del otro lado del planeta.
Afuera del poblado, muy lejos no sólo por la distancia, sino por la sordera de una institucionalidad y los malos gobiernos, se habla coincidentemente, del denominado “cambio climático’, donde se habla en difícil e incomprensible, donde se dice que es una “cumbre” de los pueblos para luchar contra este enemigo, nosotros y nosotras, la gente sencilla y trabajadora del campo y la ciudad, que colocamos en el pasado cercos y barricadas al capital, a los malos gobiernos, entendemos que los males que aquejan a nuestros pueblos, a nuestros territorios, son males a quienes es difícil colocar un cerco, un NO con nuestros cuerpos, los cambios en la naturaleza, que nosotros percibimos son casi invisibles, pero sentimos cómo nos atacan, nos agreden, nos matan.
Enfrentarlos es volver a la tierra, reconstruir nuestros territorios, construir comunidad, recuperar nuestra memoria, nuestra historia, devolverle, en reciprocidad, el saludo y la generosidad a la Pachamama, al hermano, a la hermana, al compañero y compañera, al amigo y amiga, al tata Inti(Sol), a la mama Quilla (Luna), a los y las Acahachilas(las montañas), a lo que nos rodea, porque somos parte del todo.
Bella Flor de Pukara, es lo que pasa en cualquier parte del mundo, donde las gentes van construyendo, de manera silenciosa, muy abajo y a la izquierda, es decir con sencillez y con cariño esa sociedad que la sentimos y que la vivimos con el trabajo, con la lucha, con el re-encuentro.
Oscar Olivera Foronda