México: Magonismo y comunalidad, hoy

A 100 años de la muerte de Ricardo Flores Magón, uno de los fundadores de una de las corrientes políticas e ideológicas más radicales y congruentes que guiaron a los pueblos mexicanos en la revolución del siglo XX –porque obreros y campesinos creían en sus postulados, comulgaban con sus posturas éticas y compartían sus prácticas–, es necesario recordar sus enseñanzas y su ejemplo. Sobre todo cuando el poder pretende apropiarse de su imagen para usarla como bandera, mientras se hace todo lo contrario de lo que él predicó. Que lo logren también depende de los pueblos en lucha.



Magonismo y comunalidad, hoy
 
Francisco López Bárcenas
La Jornada
 
El 21 de noviembre próximo se cumplen 100 años del fallecimiento de Ricardo Flores Magón, en la prisión de Leavenworth, estado de Kansas, Estados Unidos. Hijo de Teodoro Flores y de Margarita Magón, Ricardo nació en Eloxochitlán, Oaxaca, el 16 de septiembre de 1873. Quienes sabían leer el tiempo vieron en ello tres señales de que tenía un destino qué cumplir: vino al mundo el día en que se inició la lucha por la independencia del pueblo mexicano, sus padres fueron juaristas y antimperalistas, al grado que el señor Teodoro luchó contra la intervención estadunidense, donde obtuvo el grado de coronel; y nació y se formó entre pueblos indígenas. Pero no todo eran premoniciones en la formación de su futuro, que en mucho fue la del país, influyeron su propia voluntad y temple, que lo llevaron a trascender el tiempo y convertirse en guía de hombres y pueblos, que 100 años después todavía reivindican sus ideas y postulados.

Era un niño cuando su familia abandonó su lugar de nacimiento rumbo a la capital del país en busca de un mejor futuro. Y era un joven cuando comenzó a organizar las protestas por las continuas relecciones de Porfirio Díaz, su paisano que dos décadas antes había levantado la bandera antirreleccionista y terminó quedándose en el poder, hasta que una revolución popular, donde las ideas de Ricardo tuvieron un lugar importante, lo echó de él. Su lucha contra la dictadura los llevó a él y sus correligionarios a sufrir la represión policial y la cárcel. De ahí aprendieron que, si querían tener éxito, debían concientizar al pueblo y organizarlo. Para lograrlo, en 1900 crearon el periódico Regeneración, órgano de información y combate, y cinco años después el Partido Liberal Mexicano para guiar al pueblo contra la dictadura.

Ideológicamente, el Partido Liberal Mexicano y el magonismo se alimentaron de las ideas anarquistas que, como reacción a las crisis del capitalismo, se originaron entre los pensadores europeos y se difundieron por el mundo junto con el marxismo. A nuestro país las trajo Plotino Constantino Rhodakanaty después del triunfo de la república y se difundieron sobre todo entre la población del centro del país. A Ricardo Flores Magón le llamaron la atención porque, aunque no eran lo mismo, sus postulados coincidían bastante con las prácticas comunitarias de los pueblos indígenas donde vivió su niñez y con los que volvió a encontrarse en su lucha contra la dictadura; ambos querían acabar con ella porque era el instrumento de despojo de la burguesía contra los pueblos, aunque también coincidían en la manera de organizar la sociedad futura.

El radicalismo del magonismo no arraigó en el pueblo mexicano y cuando el maderismo hizo presencia, la inercia arrastró a sus bases y varias de sus figuras visibles hacia él. Esto tuvo un efecto positivo porque les permitió dar dirección a las masas populares. Fue el caso, por ejemplo, del general Ángel Barrios, quien de militar porfirista pasó al magonismo, de ahí al maderismo y, finalmente, terminó combatiendo en las filas zapatistas. Eran hombres congruentes con sus ideas, no arribistas. Los magonistas también comprendieron que en ellos estaba la tierra fértil donde sus ideas florecerían. No se equivocaron. De ahí surgió el general Hilario Salas, mixteco que combatió entre los popolucas de Veracruz, Fernando Palomares, Javier Huitimea y Santana Pérez, indios mayo, yaqui y rarámuri, que organizaron el norte y noroeste del país.

Cuando la fase armada de la revolución se dio oficialmente por concluida, los indígenas magonistas seguían en la lucha para que se cumplieran las promesas de la revolución. En 1919, los mayas de Valladolid, Yucatán, se rebelaron dirigidos por Maximiliano Ramírez Bonilla, Atilano Albertos y José Expectación Kantún; y entre 1921 y 1926, los purépechas de Michoacán lo hicieron en el área lacustre de Zacapu, dirigidos por Primo Tapia quien, como miembro del el International Workers of the World, en Estados Unidos, había vivido muy cerca con los militantes del Partido Liberal Mexicano. Ricardo Flores Magón y los miembros de ese partido siempre negaron que el magonismo existiera, ellos siempre se reivindicaron anarquistas; pero el pueblo es terco y al paso de los años reivindican sus ideas y sus prácticas como magonistas.

A 100 años de la muerte de Ricardo Flores Magón, uno de los fundadores de una de las corrientes políticas e ideológicas más radicales y congruentes que guiaron a los pueblos mexicanos en la revolución del siglo XX –porque obreros y campesinos creían en sus postulados, comulgaban con sus posturas éticas y compartían sus prácticas–, es necesario recordar sus enseñanzas y su ejemplo. Sobre todo cuando el poder pretende apropiarse de su imagen para usarla como bandera, mientras se hace todo lo contrario de lo que él predicó. Que lo logren también depende de los pueblos en lucha.