El feminismo bastardo es la necesidad de desacademizar los feminismos

El nuevo libro de la activista feminista es una instancia para repensar los feminismos y desligarlos de la teórica clásica nacida en la academia.



María Galindo: El feminismo bastardo es la necesidad de “desacademizar los feminismos”

Por: Kathia Cancino Rojas 
https://www.eldesconcierto.cl/tipos-moviles/voces/2022/11/04/maria-galindo-el-feminismo-bastardo-es-la-necesidad-de-desacademizar-los-feminismos.html
04.11.2022

 
 
 

El nuevo libro de la activista feminista es una instancia para repensar los feminismos y desligarlos de la teórica clásica nacida en la academia. En conversación con El Desconcierto, Galindo abordó esta dicotomía y también se refirió al proceso constituyente en nuestro país: “La clase dirigente, los que se llaman progresistas, los izquierdistas de escritorio, son gente que han hecho un proceso con mucha irresponsabilidad”.

 

María Galindo es una activista boliviana, militante del feminismo radical, escritora, comunicadora, y cofundadora y líder del colectivo anarco-feminista Mujeres Creando.

Su nuevo libro Feminismo Bastardo es una síntesis de artículos publicados a lo largo de su trayectoria, y que presentan una nueva mirada sobre los feminismos y la necesidad de desacademizar el movimiento.

En entrevista con El Desconcierto, la activista analizó en profundidad los puntos centrales de su libro, desde su nombre controversial hasta la necesidad de acercarse al movimiento desde la propia experiencia con el machismo. 

¿De dónde nace el nombre feminismo bastardo?

El nombre lo saco de una de las propuestas políticas más importantes del libro, que es la necesidad, en sociedades de un orden colonial como lo son la sociedad chilena, boliviana, argentina, de abrir un espacio al que llamo como bastardo, que es un espacio que impugna el mestizaje como blanqueamiento, el mestizaje como negación de la presencia y raíz indígena. Pero que, al mismo tiempo, tampoco es un espacio indígena en sí mismo, sino que abre un espacio político de lo ilegítimo, de la violencia, de los complejos, de los prejuicios, para procesar y trabajar esos complejos, esos odios y esos prejuicios como un campo político en sí mismo. 

El libro analiza los feminismos desde fuera de la academia y aporta una visión muy amplia de cómo la academia y las onegés se apropian del feminismo e instauran una sola visión de este. ¿Cómo crees y desde donde, se puede avanzar para acercar el movimiento a todas las mujeres sin importar cuánto sepan del tema? 

La lucha social ha sido vista como un lugar donde no se produce pensamiento, y que requiere de la traducción académica, de la succión académica, para convertirse en propuesta, y eso es absolutamente falso. Esa relación utilitaria entre academia y lucha social, esa relación extractivista entre academia y lucha social es algo que yo impugno. Yo planteo que la lucha social puede ser un lugar de producción de pensamiento y por eso planteo que la academia no tiene el monopolio de la producción de conocimiento, ni tampoco el monopolio de la producción de horizontes de sentido. 

Por otro lado, estamos en nuestros países del sur frente a fenómenos de academias alrededor de la categoría de género, máster de género, estudios de género, que están tremendamente tecnocratizados y eurocentrados, con una visión elitaria, clasista, homofóbica, racista y colonial, que prácticamente está al servicio de un proyecto neoliberal, y utiliza la categoría de género como un adminículo, como una herramienta, como una especie de engranaje del propio proyecto neoliberal.

Entonces, en ese sentido, muchas de las teorías, mucho de lo que se discute alrededor de la academia no solo es elitario, sino que no es emancipatorio, y ahí se produce una tecnocracia que es la que está vinculada a los gobiernos, a las élites, pero que hacia las mujeres en los barrios genera una forma de basura feminista, en talleres de muy poca calidad, con enfoques tremendamente superficiales que no le sirven a una mujer casi para nada

En ese sentido, ¿cómo podemos hacer feminismo desde fuera de la academia? 

Yo creo que en el libro hay una categoría que fascina y enamora, y que inmediatamente las mujeres la cogen como propio, y es la categoría del feminismo intuitivo; es decir, tenemos que partir del hecho, de que ahorita, en los barrios de las organizaciones populares, en diferentes sectores de mujeres, lo que está latiendo es una suerte de feminismo intuitivo, que es una forma de feminismo que no deviene de la instrucción académica o de la instrucción tallerista, sino que viene de una capacidad de lectura de las mujeres de su propio contexto, una lectura rabiosa muchas veces, rebelde, muchas veces, y es un feminismo intuitivo que no se llama así mismo feminismo. Ese feminismo intuitivo necesita ser potenciado, ser hilvanado y ser reconocido; ser visibilizado. 

Entiendo también que el concepto de feminismo intuitivo viene de nuestras propias experiencias con el machismo, pero nunca se me pasó por la mente nombrarlo de alguna manera. En tu caso, ¿cuándo y cómo recoges este término? 

El feminismo intuitivo está en la calle, en las mujeres que están rebelándose contra las violencias machistas, contra la explotación, contra el mandato de maternidad y lo podemos ver todos los días en distintos escenarios, y entonces de ver y constatar esa capacidad de respuesta y de desobediencia de las mujeres, y el sentido de la necesidad de nombrar ese fenómeno, lo he nombrado como feminismo intuitivo.

En el libro, hay una frase que reza “no necesitamos derechos si no utopías”. Cuando hablamos de utopías y las imaginamos dentro del movimiento ¿cómo las explicarías o enumerarías a quienes van a leer nuestra entrevista? 

Las utopías son los sueños, son las cosas imposibles, y yo creo que tenemos a flor de boca las utopías. Si nos sentamos con una chica de 15 años de un barrio en Santiago, si nos sentamos con una pobladora indígena de un bosque en Chile, las utopías están ahí flotando, no queremos que el agua sea privada, no queremos que continúe el terricidio y el ecocidio, no queremos vivir para contraer cáncer y morir. Queremos vivir para ser felices. Queremos ser escuchadas. Queremos escuchar. Queremos organizarnos absolutamente de otra manera, no queremos vivir para ser asesinadas por un violador, en una esquina de un descampado. Todos esos sueños constituyen las utopías por las que vale la pena luchar, en ver los derechos que son concesiones retóricas de los estados que no se cumplen, que son simplemente leyes que están escritas en un papel y son letras muerta que no le sirve a ninguna mujer para nada.

Para terminar: en nuestro país recientemente culminó un proceso constitucional histórico, con el rechazo de la nueva Constitución que abogaba por derechos feministas fundamentales, como el derecho al aborto. ¿Qué le dirías a los feminismos de nuestro país para no decaer en la lucha? 

Creo que la lucha hay que continuarla, el proceso constituyente no es simplemente un proceso que termina con una elección, sino que es un proceso de una sociedad que quiere repensarse a sí misma. Y también quiero decir que el Gobierno de Boric y la clase dirigente han cometido un grave error; que el referéndum tenía que haber puesto algunas preguntas complementarias y no simplemente Apruebo o Rechazo. “No apruebo porque quiero la vieja Constitución”, “no apruebo pero quiero una nueva Constitución”. Esas preguntas habrían protegido el proceso constituyente chileno. Pero la clase dirigente, los que se llaman progresistas, los izquierdistas de escritorio, son gente han hecho un proceso con mucha irresponsabilidad.