Perú: Crónica del Primer Encuentro Internacional de Guardias Indígenas celebrado en el lago Imiría de Ucayali

 La comunidad nativa de Caimito, a orillas del lago Imiría, cuna del pueblo Shipibo-Conibo-Xetebo, acogió el primer Encuentro Internacional de Guardias Indígenas. El sol ya había comenzado a hacer la segunda etapa de su rutinario viaje hace unas horas cuando, el 19 de noviembre, una lancha rápida que transportaba a representantes de mecanismos de autodefensa pertenecientes a pueblos indígenas peruanos y colombianos se abrió paso, tras un viaje de aproximadamente seis horas, por la quebrada que luego se abre al lago donde habita Caimito.



Primer Encuentro Internacional de Guardias Indígenas en Ucayali

 

Jacopo Tosi, Área de Pueblos Indígenas IDL

https://www.idl.org.pe/primer-encuentro-internacional-de-guardias-indigenas-en-ucayali/

 

Crónica del Primer Encuentro Internacional de Guardias Indígenas celebrado en el lago Imiría de Ucayali

¡GUARDIA GUARDIA, FUERZA FUERZA!

 La comunidad nativa de Caimito, a orillas del lago Imiría, cuna del pueblo Shipibo-Conibo-Xetebo, acogió el primer Encuentro Internacional de Guardias Indígenas.  El sol ya había comenzado a hacer la segunda etapa de su rutinario viaje hace unas horas  cuando, el 19 de noviembre, una lancha rápida que transportaba a representantes de mecanismos de autodefensa pertenecientes a pueblos indígenas peruanos y colombianos se abrió paso, tras un viaje de aproximadamente seis horas, por la quebrada  que luego se abre al lago donde habita Caimito. El encuentro que iba a tener lugar del 19 al 23 de noviembre entre varios pueblos indígenas de dos naciones diferentes estaba a punto de comenzar.

En la embarcación se encuentran varios representantes de la Guardia Indígena Shipibo, anfitriona del evento, con su presidente Marco Tulio Guimaraes atento a los últimos detalles logísticos antes de la llegada a la comunidad. Otros son miembros de la Guardia Indígena Kakataibo acompañados por el vicepresidente Segundo Pino Bolívar. El vicepresidente de Central Asháninka Río Ene (CARE), Saúl Vega Samuel, y la tesorera, Yanet Velasco Castillo. Tres representantes de la Asociación de Nacionalidades Asháninka del Valle del Pichis (ANAP): Cornelio Sharisho, Jhony Gilberto Lázaro Suarez y Hernán Fernández Rosas. Participaron también tres representantes de las guardias indígenas colombianas: Celia Umenza Velasco, lideresa nasa de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, Luis Efrén Largo, del resguardo indígena de Cañamomo Lomaprieta y Javier Peña de la guardia cimarrona. Los acompañaron miembros de los equipos técnicos de las asociaciones aliadas Shipibo Conibo Center, el Consejo Shipibo Conibo Xetebo (COSHICOX), Forest Peoples Programme (FPP) Perú, FPP Colombia y el Instituto de Defensa Legal (IDL).

El objetivo del encuentro fue estimular el intercambio de experiencias, estrategias y prácticas ante las múltiples amenazas que sufren los pueblos indígenas frente a actores sociales vinculados a economías legales e ilegales que generan presión sobre sus territorios, así como las problemáticas relaciones con los organismos estatales y también la cooperación entre los propios cuerpos de autodefensa indígena y entre éstos y las fuerzas del orden nacionales.

Por ello, el encuentro se estructuró en tres días principales, durante los cuales se organizaron trabajos en grupo por las mañanas, en los que cada asociación tenía como objetivo realizar un autoanálisis macro temático: el primer día, el tema fue el tipo de amenazas que se enfrentan tanto dentro de las comunidades indígenas como desde el exterior, el segundo se centró en las estrategias organizativas en el ejercicio de la defensa del territorio y la vida, y el tercero en los modos de relación (actuales y deseados) entre las propias asociaciones y entre éstas y el Estado.

Por la tarde, la información, las estrategias y las cuestiones críticas que surgieron durante las mañanas se compartieron en sesiones plenarias destinadas a estimular una comparación que condujera al enriquecimiento mutuo. Por último, las veladas se dedicaron a actividades culturales destinadas a potenciar uno de los objetivos comunes de las distintas asociaciones: la preservación de las identidades culturales mediante el mantenimiento de un fuerte vínculo entre las estrategias de autodefensa y las prácticas espirituales y ancestrales que las acompañan.

 

El primer día comenzó con un intercambio de regalos entre los invitados, objetos simbólicos que representan las historias de resistencia de estos pueblos y a través de los cuales se abre un espacio narrativo privilegiado. Dentro de ella, empiezan a conocerse, a explorarse, lo que genera momentos de encuentro debido a que comparten objetivos y pasados comunes, a pesar de las evidentes diferencias debidas al contexto geográfico, político y sociocultural. Porque lo que surge desde el principio es precisamente la puesta en común de los modos de existencia que surgen de las palabras que se emplean a medida que avanza la primera ronda de presentación, durante la cual también se expresan las expectativas y los deseos respecto al encuentro.

Los tres representantes de la guardia indígena colombiana se separaron para integrarse en uno de los tres grupos formados por los tres pueblos indígenas peruanos invitados, con el fin de conocer el contexto peruano y, al mismo tiempo, asesorar y estimular el surgimiento de debates sobre aspectos concretos. La guardia colombiana, de hecho, tiene una larga historia de resistencia, especialmente a bandas armadas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el narcotráfico, y ha alcanzado con los años un nivel de experiencia y autoridad en el que las jóvenes guardias shipibo y kakataibo pueden inspirarse. Tal nivel de estructuración y autoorganización, en el Perú, sólo puede ser ostentado por los propios comités de autodefensa asháninka y algunas otras asociaciones, como las rondas campesinas.

Lo que se desprende del primer día es un escenario en el que es evidente la coincidencia de los problemas que afrontan los distintos pueblos. Tomemos algunos ejemplos directamente desde la plenaria celebrada por la tarde. En cuanto a las amenazas que provienen de fuera de los territorios indígenas pero que son inherentes a ellos, encontramos presentes en todos los autoanálisis procesos exageradamente lentos y engorrosos de titulación territorial y reconocimiento de organizaciones indígenas, negligencia estatal respecto a la aplicación de leyes a favor de los pueblos originarios (como la consulta previa), criminalización por parte del Estado, tráfico de tierras e invasiones del territorio  por parte de actores pertenecientes al mundo de las economías ilícitas, especialmente el narcotráfico.

En cuanto a las amenazas dentro de los propios territorios comunitarios, es decir, originadas por los propios actores indígenas, aunque a veces influenciadas desde el exterior, el conjunto de historias de casos que surgieron es más variado. Por poner de nuevo algunos ejemplos: los conflictos sociales internos de las comunidades provocados por actores externos a ellas[1], así como por los propios líderes indígenas incapaces de desempeñar adecuadamente sus funciones, la escasa inclusión en la vida política comunitaria de las mujeres y los jóvenes, la falta de coordinación entre las organizaciones y federaciones indígenas y los conflictos entre sus representantes, y la progresiva pérdida de identidad cultural.

Por otro lado, la segunda jornada puso de manifiesto mayores diferencias en la organización territorial de las distintas organizaciones, y la razón de ello se encuentra en las diferentes experiencias y, sobre todo, en el hecho de que los comités de autodefensa asháninka llevan ya varias décadas funcionando, mientras que las guardias indígenas shipibo y kakataibo surgieron en el último año. De hecho, los primeros están más estructurados y organizados en cuanto a su presencia en el territorio (dividido en tres niveles: comunidad, zona y cuenca), mediante una presencia más sólida y protocolos probados, hasta el punto de que el presidente de la ANAP, Abner Abel Campos Santos declaró que “la seguridad indígena amazónica (SIA) funciona tan bien que las agresiones sufridas por los líderes y miembros de la comunidad han disminuido drásticamente”.

Sin embargo, incluso en el caso de las dos nuevas guardias, la autodefensa se basa en el uso de drones y nuevos dispositivos, cuyos cursos de capacitación fueron impartidos por organizaciones indígenas y aliadas. La cooperación dentro de estos mecanismos de autodefensa y entre ellos y las fuerzas de seguridad del Estado es también un aspecto en desarrollo, y se espera alcanzar algún día la eficacia demostrada por los ejemplos proporcionados por los invitados colombianos. A continuación, se compartieron las prácticas ancestrales que acompañan a la defensa del territorio, como el uso de plantas medicinales que vigorizan a los vigilantes, así como la disposición de mecanismos ancestrales de autodefensa que pueden utilizarse en casos de extrema necesidad.

Por último, se hizo hincapié en evitar la confrontación con los invasores mediante el uso del diálogo pacífico y la utilización de redes de información como la SIA. Policarpo Sánchez Rodríguez, moderador de la reunión, insistió en la importancia de darle buen uso a las informaciones en una perspectiva preventiva, considerando la importancia de establecer buenas redes de comunicación. De esta manera, a largo plazo, la guardia indígena, así como otros  mecanismos de autoprotección, pueden transformarse en organismos cuya función principal ya no es castigar los delitos cometidos por actores fuera o dentro de los territorios indígenas, sino actuar como garantes de paz y seguridad.

Sin embargo, para conseguirlo es necesario el reconocimiento y el apoyo del aparato estatal, como ocurre parcialmente en Colombia, donde la guardia indígena está reconocida al menos a nivel municipal e integrada en los mecanismos políticos locales.

El tema del tercer día fue precisamente éste, es decir, cómo establecer relaciones de cooperación entre los propios mecanismos de autodefensa indígenas y entre éstos y el aparato estatal y las fuerzas del orden nacionales. Para obtener el reconocimiento institucional y legal, estas asociaciones deberán primero estructurarse de manera ordenada y funcional para su función, así como pasar por la coordinación y el respaldo previo y fundamental de las organizaciones y federaciones de representación indígena ya reconocidas por el Estado a nivel regional y nacional (una sobre todo, AIDESEP).

Las reflexiones que surgieron a lo largo de los tres días fueron innumerables, y la presencia de los representantes de las guardias indígenas colombianas, compartiendo sus experiencias, las fases críticas de sus procesos de consolidación y las estrategias adoptadas para la defensa de su territorio, fueron de gran valor para sus homólogos peruanos, que expresaron repetidamente su entusiasmo por la participación de sus hermanos del norte. La unión de las distintas guardias indígenas colombianas en una forma de organización ancestral de los pueblos indígenas de protección colectiva no violenta, a escala nacional, convenció a los representantes de las contrapartes peruanas de que el establecimiento de este objetivo facilitaría la colaboración y cooperación no sólo entre estas asociaciones sino también con el Estado.

Al igual que en el contexto colombiano, entonces, los mecanismo de autodefensa que ya existen desde hace años y las guardias indígenas emergentes en Perú se proponen  asumir un rol que pueda ejercer mayor influencia política y así acompañar el movimiento    y las luchas indígenas. Para ello, será necesario actuar en varios niveles como el   educativo, que necesariamente tendrá que ser intercultural para integrar y asegurar que los segmentos más jóvenes de la población indígena sean incluidos dentro de los procesos políticos en marcha, haciéndolos protagonistas. También habrá que presionar en los aspectos relacionados con la preservación de la identidad cultural, amenazada por un sistema educativo y un Estado que no reconoce el valor de la identidad indígena. Por ello, la coordinación con los distintos ministerios estatales es uno de los primeros objetivos que se han marcado los participantes en el evento.

Además, la proyección de documentales, como el protagonizado por Celia Umenza Velasco1, y la puesta en común y la escucha del himno nacional de la guardia indígena colombiana2 – que recordó a quienes habían olvidado el enorme poder de conexión de la música3 – generaron un proceso de cohesión cuyo incremento exponencial se pudo comprobar durante las distintas jornadas. El hecho de compartir las historias de vida, la cotidianidad y las dinámicas existenciales similares, aunque situadas en contextos geopolíticos diferentes, generó un sentimiento de unidad frente a los enemigos comunes y la sensación de haber iniciado un proceso que se insertó en el movimiento indígena global preexistente.

 

Hay que decir que las guardias indígenas shipibo y kakataibo, un año después de su creación, siguen teniendo más aspiraciones que éxitos reales. Pero el aire eléctrico transmitía la convicción de que éste es sólo el comienzo de un movimiento basado en la hermandad y la complementariedad de los pueblos presentes. Es un proceso que está en sus inicios y que continuará con la inclusión de más y más actores sociales que puedan aportar más experiencias y ampliar la red internacional que se está formando. Y aunque el camino pueda parecer cualquier cosa menos sencillo, y de hecho no hay nada que sugiera que lo sea, son estos contextos de comunión (incluso espiritual4) los que dan la confianza adecuada y crean esos vínculos que realmente hacen  posibles los procesos de cambio. Para resumir el concepto en palabras del presidente de la guardia indígena shipibo, anfitrión del evento: “Entre pueblos se camina mejor”.

Per aspera ad astra.

1 https://www.youtube.com/watch?v=B9Qede2_j1

2 https://www.youtube.com/watch?v=uwR6VgQ1mOE

3 De hecho, una de las propuestas finales, expuesta por el vicepresidente de la guardia indígena kakataibo Segundo Pino Bolívar, es crear un himno de la guardia peruana.

4 Durante el evento, se ofreció una ceremonia de participación voluntaria, en la que mediante el uso de plantas ancestrales se reforzaron aún más los lazos que se estaban for

[1] Se podrían dar numerosos ejemplos en este sentido, pero por citar uno ilustrativo, consideremos el caso de la comunidad indígena shipibo Santa Clara de Uchunya, también en la región de Ucayali. En este caso, la empresa de plantaciones de palma aceitera Ocho Sur P, responsable del despojo de numerosas hectáreas pertenecientes a la comunidad, buscó legitimarse sobornando a una parte de los habitantes y creando un conflicto sociopolítico interno que aún perdura entre los que se oponen a las acciones de la empresa y los que la apoyan.