Nicaragua: Ni Dios se escapa

Por enésima vez, la dictadura Ortega Murillo ha exhibido su doble moral, la inconsecuencia absoluta entre lo que predica y lo que hace, su obsesión y sed de poder, sus propósitos represivos y su naturaleza mentirosa y oportunista. El recién pasado 14 de diciembre acusó de manera formal a monseñor Rolando José Álvarez Lagos ―obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí―. Al prelado le urdieron presuntos delitos de conspiración y difusión de noticias falsas.



¡Decidámonos!

Ni Dios se escapa

 

 

 

Por enésima vez, la dictadura Ortega Murillo ha exhibido su doble moral, la inconsecuencia absoluta entre lo que predica y lo que hace, su obsesión y sed de poder, sus propósitos represivos y su naturaleza mentirosa y oportunista. El recién pasado 14 de diciembre acusó de manera formal a monseñor Rolando José Álvarez Lagos ―obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí―. Al prelado le urdieron presuntos delitos de conspiración y difusión de noticias falsas. La juez, acatando su rol asignado, mantuvo el arresto domiciliario que Álvarez guardaba desde agosto.i

El obispo ha sido acusado con las mismas leyes que, aprobadas apuradamente a finales del 2020, ha blandido el régimen para secuestrar y acusar a hombres y mujeres de todas las corrientes de pensamiento capturados en 2021, sometidos a juicios exprés, condenados a decenas de años y sometidos a condiciones infrahumanas en las ergástulas del Nuevo Chipote.

Para quienes hemos reivindicado la laicidad del Estado, en tanto principio esencial de la libertad, nos resulta repugnante que Ortega y sus cortesanos ―que han empujado de facto a las instituciones y sus funcionarios a actuar como borregos confesionales y oportunistas―, ahora repriman de manera tan brutal a líderes de la iglesia católica por solidarizarse desde sus púlpitos con los dolores que sufre la mayor parte del pueblo de Nicaragua, víctimas de la suspensión de todos sus derechos ciudadanos.

Desde el año 2001, con su esposa Rosario Murillo de jefa de Campaña, Ortega inició un viraje utilitario a la conversión religiosa, coincidiendo poco a poco con los intereses políticos y personales del cardenal Miguel Obando y Bravo. Luego, mientras el presidente Bolaños ―de raíz conservadora― trataba de enjuiciar por actos de corrupción al director de la ONG COPROSA de la iglesia católica, Ortega y Murillo lo respaldaron por tratarse de Roberto Rivas Reyes ―especie de hijo adoptivo del cardenal― y corrupto presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), artífice principal de repetidos fraudes electorales.

Luego se rumoró que el embajador de Nicaragua ante la Santa Sede estaría proponiendo nombres para sustituir al jefe de la iglesia en Nicaragua, por lo que Ortega y Murillo llenaron calles y avenidas con mantas pasacalles color magenta que rezaban: ―Cardenal Obando, el FSLN te respalda―, iniciando con ello una amistad mutuamente interesada hasta la muerte.

La criminalización del aborto terapéutico en plena campaña electoral del 2006 y luego el nombramiento del cardenal Obando como ministro encargado de la Comisión de Paz y Reconciliación en 2007, fueron solo parte del despliegue de oportunismo. A partir del regreso al poder, Ortega instaló de facto un Estado confesional, obligó llenar de  imágenes religiosas despachos y oficinas del gobierno y destinó partidas del Presupuesto General de la República a financiar iglesias y cultos, con el propósito de subordinar también a la jerarquía en su plan dictatorial.

Los funcionarios y todos los militantes, al iniciar o concluir cualquier tipo de comparecencia, empezaron a repetir de manera obligatoria: ―Gracias a Dios, al comandante y a la compañera―, oficializando que todas las obras, toda acción social, todo evento positivo era producto de la nueva Sagrada Trinidad. El 1º de abril de 2005, un día antes de morir, el papa Juan Pablo II, aceptó su renuncia como arzobispo a Obando y Bravo y fue reemplazado por monseñor Leopoldo Brenes en la Arquidiócesis de Managua. En enero 2014, numerosas personas celebraron el ascenso a cardenal de monseñor Brenes, creándose muchas expectativas de su independencia frente al poder.

El 11 de noviembre de 2008, cuando era evidente el plan dictatorial Ortega Murillo, la Conferencia Episcopal denunció irregularidades de fraude en las elecciones municipales y llamó al CSE a “respetar el voto sagrado”. El 26 de septiembre del 2012, emitieron un comunicado afirmando: La vida política del país está hoy dominada por un estilo de ejercer la autoridad en modo autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él, la manipulación de la ley y de las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales que constituyen las bases del Estado de Derecho.

Pero más impacto tuvo una carta emitida el 21 de mayo del 2014, en ocasión de la apertura de un Diálogo solicitado por la Conferencia y que Ortega había evadido en reiteradas ocasiones. La misiva abordaba temas acuciantes de la vida política del país: la familia, problemática social, derechos humanos, situación en la Costa Caribe, evangelización, algunas políticas del gobierno y la institucionalidad.

Con relación a la familia rechazaron al feminismo y lo que calificaron ideología de género. No se podía esperar otra cosa de la iglesia. Sobre la situación política recogía preocupaciones genuinas de sectores democráticos del país. La Carta era tan vasta que enfatizó la grave situación de las comunidades indígenas invadidas por los colonos y la oposición contra la minería a cielo abierto, mantenida por monseñor Álvarez y organizaciones ambientalistas que varias veces marcharon rechazando la concesión minera de Rancho Grande, territorio de su jurisdicción eclesiásticaii. (La carta completa se puede leer en Revista Envío 387 de junio de 2014).iii

Con tales antecedentes ocurrió la crisis de 2018, cuando el gobierno solicitó a la Conferencia Episcopal ejercer el rol de mediador en el fracasado Diálogo Nacional de mayo de ese año. Después del Diálogo de 2019, tal función la desempeñó el embajador de la Santa Sede sin participación de los obispos. La defensa de las posiciones del movimiento ciudadano al interior de la iglesia católica, cobijadas bajo un amplio espectro como oposición azul y blanco, han estado respaldadas, por el obispo Rolando Álvarez y monseñor Silvio Báez, en el exilio.

La labor de estos prelados consistió en denunciar la violación de los DDHH, la solidaridad con el pueblo y su demanda de libertad. Aunque no se inscriben en la Teología de la Liberación, sus posturas se asemejan ―en su esencia anti dictatorial― a la posición de clérigos que en la década de los 70 respaldaron la lucha popular contra Somoza.

Aquellos se implicaron en política y asumieron la lucha armada (Gaspar García Laviana), ocuparon espacios en expresiones políticas (El Grupo de los Doce en 1977, en el que participaron Fernando Cardenal y Miguel D´Escoto Brockman) o integrados como ministros en los 80, como Ernesto Cardenal. En aquellos años pensábamos legitima su participación. Ahora Ortega la cree conspiración y terrorismo, develando su doble moral y falta de escrúpulos.iv

Mientras monseñor Álvarez estuvo en libertad, cada semana predicaba en el típico lenguaje religioso a favor de la resistencia del pueblo frente a la injusticia. Para la dictadura orteguista eso es inaceptable. Por eso lo acosaron y persiguieron de distintas maneras. El hilo religioso era el único que quedaba para vincularse entre la gente y solo en algunos templos la población podía reunirse, pues el régimen prohibió hasta las procesiones tradicionales.

Resistir de manera pacífica es subversivo. Finalmente, cercaron varios días la Curia Episcopal de Matagalpa, donde vivía monseñor Álvarez y la madrugada del 19 de agosto lo capturaron. Sus acompañantes ―4 sacerdotes y 3 laicos―, fueron encerrados en las temibles cárceles del Chipote. En tal coyuntura, muchos sacerdotes salieron al exilio por veredas para evitar ser capturados.

La prisión y otras atrocidades del régimen no rompieron el silencio del papa Francisco, convirtiéndose por ello en cómplice del gobierno; ni las posturas blandengues del cardenal Brenes, a quienes sacerdotes de base y feligreses le reclaman una actitud beligerante, como la que en la historia de las luchas antidictatoriales mostró monseñor Óscar Arnulfo Romero en El Salvador.

La apuesta de Ortega y Murillo sigue siendo apretar hasta la asfixia todos los espacios de reunión popular, intentando establecer que en Nicaragua solo los orteguistas tienen derecho a reunirse, opinar y hablar en los púlpitos. Para ellos la patria es su feudo, de cuyas garras represivas ni Dios se escapa.

18 de diciembre 2022

i https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/08/19/quien-es-rolando-alvarez-el-obispo-secuestrado-por-el-regimen-de-daniel-ortega/

ii https://www.youtube.com/watch?v=1qOyKcewzAQ; https://mosaicocsi.com/2015/10/04/catolicos-dicen-no-a-la-mineria/

iii https://www.envio.org.ni/articulo/4856

iv https://www.semana.com/mundo/articulo/presidente-de-nicaragua-califico-de-terroristas-a-los-obispos-catolicos/202135/