Argentina: A 21 años del 19 y 20

Estos 19 y 20 de diciembre de 2022 se cumplen 21 años del estallido social que culminó con la caída del gobierno encabezado por Fernando De la Rúa, quien terminó abandonando la Casa Rosada en helicópero tras dos años de gestión. Este tiempo fue un parteaguas para el movimiento político argentino en su conjunto, y nos parece importante recuperar cómo lo vivimos como Universidad Trashumante.



Crónicas Trashumantes

A 21 años del 19 y 20

 

Estos 19 y 20 de diciembre de 2022 se cumplen 21 años del estallido social que culminó con la caída del gobierno encabezado por Fernando De la Rúa, quien terminó abandonando la Casa Rosada en helicópero tras dos años de gestión. Este tiempo fue un parteaguas para el movimiento político argentino en su conjunto, y nos parece importante recuperar cómo lo vivimos como Universidad Trashumante.

Esos días estuvieron signados por rebeliones espontáneas producto de la crisis económica que se agudizaba, el fin de la convertibilidad (un peso=un dólar) y la medida del “corralito” impuesta por el ministro de economía Domingo Cavallo, que limitaba la extracción de dinero en los bancos y que puso a la clase media en las calles protestando mediante cacerolazos. Para las clases populares esta crisis significaba no tener qué comer, lo que llevó a múltiples saqueos a supermercados, almacenes y comercios de todo tipo. Como respuesta, el gobierno atacó con fuerte represión dejando un saldo de 38 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos en todo el país. Nos queda en la memoria las imágenes de miles y miles en las calles, cortando rutas, ocupando plazas, combatiendo la represión y enfrentando el estado de sitio impuesto por el decadente gobierno. Pensamos que fue uno de los sucesos más trágicos de la historia de nuestro país, a la vez que lo más genuino y espontáneo que hemos vivido como acción política. Estamos ciertos de que no hubo nada preparado: la gente comenzó a salir espontáneamente ocupando las calles como territorio de disputa contra el poder, contra el hambre y contra la desocupación.
También creemos que esta espontaneidad no emergió de la nada, sino que fue producto de un largo proceso de distintas luchas de organizaciones y sectores que durante los 90 siguieron luchando y resistiendo: el surgimiento del movimiento piquetero y las puebladas de mediados de los 90, la resistencia de los obreros en cientos de fábricas, las luchas de los despedidos por los recortes en el Estado, la separación entre la burocracia sindical y las bases, los movimientos campesinos que luchaban por sus tierras, una clase media empobrecida que se vio directamente amenazada por las medidas del corralito, y una juventud sin alternativas de futuro.

Como trashumantes reconocíamos a estas organizaciones populares que venían resistiendo al neoliberalismo de Menem; con muchas de ellas veníamos trabajando en profundidad los problemas del país, y por eso nos parece importante recalcar que estas rebeliones no se dieron de manera organizada y que lo importante de este movimiento es que fue espontáneo, motivado por el horror de la crisis y, sobre todo, por el horror del gobierno. El “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” fue un grito nacional que retumbaba en todos los rincones del país, en contra de la política partidaria; no contra la democracia, sino contra esta democracia que empobrecía a las mayorías sin escrúpulos. La imagen del presidente yéndose en el helicóptero, para nosotros, no representaba solo la crisis de un partido político sino de la clase política en su conjunto: una crisis institucional estructural.

Durante los años que siguieron, producto de estos días, se potenciaron modos de construcción política que nos generaron mucha esperanza. Uno de ellos fueron las asambleas: surgieron de manera espontánea entre los vecinos, que comenzaron a reunirse en las esquinas o en las plazas de los barrios. Fueron un tipo de organización horizontal donde participaban quienes querían, con o sin experiencia política. Allí se abordaban las problemáticas barriales para intentar afrontarlas, sobre todo la crisis alimentaria. A partir de acciones puntuales comenzaron a crearse nodos organizativos, la deliberación en el espacio público era una práctica profundamente política, aunque no partidaria. Si bien la mayoría se concentraban en Capital Federal y Gran Buenos Aires, había asambleas por todo el país.

Entre los diversos proyectos de autogestión y estrategias de subsistencia que surgieron podemos recordar ferias artesanales, ferias del trueque, huertas orgánicas, ollas y comedores populares, actividades culturales, centros de ayuda escolar, compras comunitarias, etc. También podemos recordar la interrelación de experiencias, por ejemplo entre las asambleas con movimientos de trabajadores desocupados, cartoneros, o fábricas recuperadas, para impulsar proyectos como comerciales, entre otros. Fueron años intensos de resistencia propositiva a la crisis del neoliberalismo en donde lo político se construía mediante lo colectivo y lo horizontal. Esto nos daba mucha esperanza porque eran los modos de construcción política que ya estábamos soñando y realizando como Trashumante; en 2002 comenzamos a participar en la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas (COPA), como ya relatamos en la columna anterior.

En definitiva, esta fue una época de ampliación de horizontes para los movimientos populares autónomos, ante lo que evaluábamos como una evidente crisis del sistema representativo y de la política partidaria-occidental en su conjunto. También sentíamos claramente la posibilidad de que se ensanchara una red nacional con “otras políticas”, ligadas a los intereses de la gente y en donde no hubiera intermediarios sino que fueran las propias personas quienes protagonizaran sus procesos. La incipiente Red Trashumante se potenció enormemente en este contexto, que ideológicamente nos encaminaba hacia delante: veíamos cómo se fortificaban y diversificaban distintos proyectos de construcción política desde la autonomía, lo que abría escenarios posibles para un florecimiento nacional cada vez mayor.

Pero la llegada de la nueva elección, más la injerencia de los partidos políticos de izquierda dentro de las organizaciones, crea un ambiente que cambia la orientación de todos estos procesos. Recordar cómo se produce la llegada de Nestor Kirchner a la presidencia es importante para comprender, luego de estos años de florecimiento anti-neoliberal y anti-menemista, el porqué de la estrategia kirchnerista para tomar los derechos humanos como bandera de su gobierno. Menem había ganado esta elección con el 24,45% de los votos, pero con dos puntos menos (22,24%), Kirchner había conseguido colocarse en el balotaje. Menem, en plena ola antimenemista, se baja del balotaje. Es así que un casi desconocido Kirchner, hábilmente, toma los elementos más significativos de nuestras heridas nacionales y durante los primeros años encabeza un movimiento en donde vuelve a posicionar en la ilusión partidaria la mayoría de las luchas ganadas por los movimientos autónomos. Muchos de los más grandes referentes se van volcando a la cooptación gubernamental —el ejemplo más doloroso es quizá el de Madres de Plaza de Mayo, pero se dio en todos los sectores— produciendo fracturas en el campo popular que aún hoy persisten.

Para nosotros, para nuestras prácticas y horizontes, este gobierno llamado progresista genera una gran frustración. Vemos cómo nuestros movimientos populares no sólo no se fortalecen sino que se comienzan a debilitar cada vez más. Nuestra salida de la COPA tiene que ver con esta misma coyuntura. Esto nos obliga a hacer un análisis para saber cómo seguir en este nuevo contexto.