El lugar de la política

Traducción para Artillería inmanente de un texto de Giorgio Agamben difundido originalmente el 9 de enero de 2023 en su columna «Una voce», que publica regularmente en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.



El lugar de la política

 

Giorgio Agamben


Traducción para Artillería inmanente de un texto de Giorgio Agamben difundido originalmente el 9 de enero de 2023 en su columna «Una voce», que publica regularmente en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.

 

Las fuerzas que impulsan hacia una unidad política mundial parecían tanto más fuertes que las dirigidas hacia una unidad política más limitada, como la europea, que se podía escribir que la unidad de Europa sólo podía ser «un producto colateral, por no decir residual, de la unidad global del planeta». En realidad, las fuerzas que impulsan a la realización de la unidad resultaron ser tan insuficientes para el planeta como para Europa. Si la unidad europea, para dar vida a una verdadera asamblea constituyente, habría presupuesto algo así como un «patriotismo europeo», que no existía en ninguna parte (y la primera consecuencia fue el fracaso de los referendos para aprobar la llamada constitución europea, que, desde el punto de vista jurídico, no es una constitución, sino sólo un acuerdo entre estados), la unidad política del planeta presuponía un «patriotismo de la especie y/o del género humano» aún más difícil de encontrar. Como Gilson señaló acertadamente, una sociedad de sociedades políticas no puede ser ella misma política, sino que necesita un principio metapolítico, como lo ha sido, al menos en el pasado, la religión.
Es posible entonces que lo que los gobiernos han intentado realizar a través de la pandemia sea precisamente ese «patriotismo de la especie». Pero sólo han podido hacerlo paródicamente en forma de terror compartido frente a un enemigo invisible, cuyo resultado no ha sido la producción de una patria y de lazos comunitarios, sino de una masa fundada en una separación sin precedentes, demostrando que la distancia no podía en ningún caso —como pretendía una consigna odiosa y obsesivamente repetida— constituir un vínculo «social». Aparentemente más eficaz fue el recurso a un principio capaz de sustituir a la religión, que se identificó inmediatamente en la ciencia (en este caso, la medicina). Pero incluso aquí, la medicina como religión mostró su insuficiencia, no sólo porque a cambio de la salvación de toda una existencia sólo podía prometer la salud frente a las enfermedades, sino también y sobre todo porque, para afirmarse como religión, la medicina tuvo que producir un estado de amenaza incesante y de inseguridad, en el que virus y pandemias se sucedían sin tregua y ninguna vacuna garantizaba la serenidad que los sacramentos habían sido capaces de asegurar a los fieles.
El proyecto de crear un patriotismo de la especie fracasó hasta tal punto que finalmente tuvo que recurrir de nuevo y descaradamente a la creación de un enemigo político particular, identificado no por casualidad entre los que ya habían desempeñado este papel: Rusia, China, Irán.
En este sentido, la cultura política de Occidente no ha dado un solo paso en una dirección distinta de aquella en la que siempre se había movido, y sólo si se cuestionan todos los principios y valores en los que se funda será posible pensar de otro modo el lugar de la política, más allá tanto de los estados-nación como del estado económico mundial.