Dora María Téllez, figura histórica de Nicaragua, sabe cuantos minutos tiene cada día: 1,440. Los contó durante las largas horas de aislamiento total, en una celda oscura en el penal para hombres de El Chipote, donde pasó el último año con ocho meses. Ya libre, pero “desterrada”, según los términos que eligió el régimen de Managua para mantener lo más lejos posible a 222 presos políticos que condenó a largas penas de cárcel, la que fuera guerrillera sandinista en los setenta, habla en diversas entrevistas con la misma vitalidad de siempre: “Daniel Ortega perdió la partida; jugó a quebrarnos y no lo logró. No doblegó a nadie”.
Todos los días, durante los 20 meses que permaneció encerrada a oscuras, sola, sin permiso de hablar, leer o escribir, resistió y retó mentalmente al presidente de Nicaragua, que en el pasado –30 años que ahora parecen muy remotos—fue su compañero de lucha. Como habla y como ríe, en los salones y los jardines del hotel de Washington que aloja a los “liberados-desterrados”, no parece, en efecto, haber sido derrotada.
Los castigos de la prisión, con sentencias de más de 13 años por “traicionar a la patria” y “socavar la soberanía nacional”, fueron particularmente crueles con las cuatro mujeres opositoras, a quienes se les mantuvo en un penal de hombres, confinadas en solitario.
Para la mas joven, Sulen Barahona, el castigo tuvo un clavo mas: la incomunicación con su hijo. En un año ocho meses solo pudo tener una videollamada de 15 minutos con él el pasado 25 de diciembre. Como Ana Margarita Vijil, compañera de Dora María y Tamara Dávila, estas cuatro expresas fueron sandinistas. En 1995, en respuesta al creciente verticalismo de Ortega dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional, los disidentes fundaron, encabezados por el escritor Sergio Ramírez, el Movimiento de Renovación Sandinista. Y en 2021 renunciaron a su denominación “sandinista” para nominarse Unamos. Al poco tiempo fueron descabezados por la represión.
Algo iba a pasar
Esta mañana de viernes decenas de micrófonos de diversos medios recogen las palabras y los relatos que permanecieron encerrados en las celdas desde 2021, en ocasiones desde antes, en el hall, los pasillos y el jardín de un hotel en Dulles, cercano al aeropuerto. Así se fueron conociendo detalles de como se ejecutó, de súbito, una decisión de la pareja Ortega-Rosario Murillo, su poderosa vicepresidenta.
Cuenta José Antonio Peraza, un politólogo experto en sistemas electorales, catedrático, preso por sus artículos críticos: “A las 10 de la noche del miércoles llegaron a las celdas a ordenar: vístanse y guarden sus cosas”. Luego los hicieron esperar dos o tres horas más. Ninguno sabía nada, pensaron que se trataba de un traslado. Pero la policía fue a las casas de otros detenidos en prisión domiciliaria a buscarlos, sin mayor explicación. Fue entonces cuando los familiares empezaron a cruzar llamadas y los rumores de que “algo iba a pasar” se fueron extendiendo.
A medianoche, desde los distintos penales, a los 224 presos los hicieron subir a autobuses. Una de las detenidas dice que “íbamos cubiertos”. No podían ver hacia donde se dirigían. “Primero pensé que nos llevaban al centro de convenciones Olof Palme o a la cárcel Modelo. Pero cuando vimos ya estábamos en el aeropuerto. Ahí nos dimos cuenta de que nos iban a expulsar”, cuenta Peraza.
Se formó una hilera para subirlos al avión. Mientras tanto, la Asamblea legislativa, controlada por el oficialismo, fue convocada a deshoras y aprobó, a las carreras, una ley bizarra, Ley de retiro de nacionalidad, para despojar de la ciudadanía nicaragüense a los expulsados. Al mismo tiempo, al subir al avión, un charter proporcionado por Washington, cada preso liberado recibía un pasaporte nuevo, con vigencia por 10 años, que fue una exigencia del gobierno de Estados Unidos.
Fue en ese momento cuando el obispo de Matagalpa Rolando Álvarez se negó a la ilegal deportación. Él estaba en prisión domiciliaria y su proceso aun estaba pendiente de sentencia. Fue llevado a la prisión Modelo, de manera regular y sumaria se le dictó una pena de 26 años y Ortega lo tildó de “energúmeno”. En la lista de liberados había una docena de otros religiosos que sí aceptaron la expulsión.
Ya en el avión, relata Dora María en otras declaraciones, “no sabíamos si nos llevaban a Colombia, a México o a Estados Unidos”. Resultó ser este último el destino.
“¿Cuál es la ruta? ¡Que se vaya el hijueputa!”
Y, según cuenta en una crónica el reportero de Divergentes.com Wilfredo Miranda, “a medida que el chárter se iba llenando, el júbilo se contagió entre los excarcelados. “¿Cuál es la ruta? ¡Que se vaya el hijueputa!”, coreaban unos. Otros cantaban el himno nacional.”.
En las imágenes transmitidas por las plataformas nicaragüenses se aprecia el caos y la emoción en el hotel de Dulles que los hospedará los primeros días. Por un lado, algunas importantes figuras de la oposición, como Víctor Hugo Tinoco, quien fuera vicecanciller del sandinismo o Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta y ella misma candidata a la presidencia en 2021, declinan las entrevistas. Tienen familiares en Nicaragua y quieren protegerlos de represalias.
Pero hay quienes solamente esperan, sin familiares o amigos a quienes abrazar, sin conocidos en Estados Unidos que los reciban. Según Confidencial, el diario que dirige Carlos Fernando Chamorro (que finalmente pudo abrazar a sus hermanos Cristiana y Pedro Joaquín) al menos 170 de los liberados no tiene familia en Estados Unidos, por lo que organizaciones civiles lanzaron una iniciativa para conseguir hogares de acogida y medios de transporte.
Sin duda, la comandante Dos es la más elocuente. Ríe a carcajadas cuando recuerda la Operación Dante, que en mayo de 2021 fue a su casa a capturarla a ella y a su compañera Ana Margarita Vijil, quienes esperaban tranquilas en sus mecedoras de Masaya. Un pelotón de Fuerzas Especiales, armado hasta los dientes, irrumpió tirando puertas. “Bueno, eso era como si fueran a detener a El Chapo”. Eran los turbulentos meses previos a la elección presidencial. El gobierno sandinista encarceló a todos los precandidatos y aspirantes que se perfilaran. De este modo obtuvo su tercera reelección sin contrincantes.
Dora María no duda en hablar de una salida a futuro para su país: “En Nicaragua hay resistencia. Se expresa en las conversaciones de la familia, en grupos cerrados, en la calle. Aún sin derecho a la expresión, la organización, movilización, libre elección, la resistencia está ahí. Y el régimen no ha podido vencerla ni ha podido recomponer su poder. Al contrario, vive una profunda descomposición de la estructura del poder”.
¿Y qué hará la antigua comandante Dos, próxima a cumplir 70 años? Lo primero, explica, es dejar que las emociones, las ideas y los planes que se precipitan vertiginosamente en estas horas “se ordenen dentro de mi cabeza”.
— ¿Y después?
—- Mi vida es de cara a Nicaragua. No tengo otra vida. Y tengo un pasaporte vigente. Voy a viajar, ni lo duden”.