Migraciones y movimientos

Los movimientos sociales (sociedades en movimiento, pueblos en movimiento), los sujetos colectivos en lucha por mundos nuevos, son en gran medida hijos de las migraciones. Cambiar el lugar material y simbólico heredado, es el primer paso para cambiar el mundo. La resistencia al capital para defender la vida, nos exige colocar en primer lugar a aquellos sujetos colectivos que se mueven porque no tienen nada que perder, salvo el ser pueblos y vivir en comunidad. Todo lo demás, incluyendo la tierra y los más variados bienes materiales, pueden ser abandonados para preservar la vida, en movimiento perpetuo.



En Movimiento

Migraciones y movimientos

 

Raúl Zibechi

 

Las migraciones cambiaron el mundo a lo largo de la historia, pero en general son analizadas desde arriba, o sea como números (la cantidad de personas desplazadas), como aportes al desarrollo de otras naciones y también por las razones que empujaron a millones de personas a desplazarse miles de kilómetros para empezar de cero en lugares que desconocían. Pocos son los trabajos que abordan el fenómeno migrante desde la lógica de las personas que emigran. Menos aún los que comprenden el conflicto social desde las movilidades colectivas.

En una reciente entrevista de la revista Radical Philosophy al historiador Marcus Rediker, se aborda a fondo la cuestión de las migraciones de los trabajadores a lo largo de la historia, así como el papel de los movimientos de las personas y las “culturas móviles” (https://bit.ly/3E2hBBm). Rediker escribió junto a Peter Linebaugh el maravilloso libro “La hidra de la revolución: marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico” (Crítica, 2012), una obra imprescindible para comprender las conexiones entre los más diversos abajos, así como la irreductible diversidad de la “multitud revolucionaria”.

“A lo largo de la historia, los trabajadores han estado en perpetuo movimiento, moviéndose de aquí para allá, buscando algo diferente, algo mejor”, enfatiza ahora Rediker. Pero a diferencia de la mayoría de los analistas, que creen que los migrantes son “empujados” por fuerzas que no controlan, asegura que son sujetos de sus vidas ya que se trata de “una elección política”. Este arte de politizar cada decisión de las y los de abajo, marca una diferencia central en su abordaje de las migraciones.

Añade: “Este movimiento ha sido una poderosa fuerza política en la historia del mundo durante siglos”. Las personas de la clase trabajadora se fugan y huyen, agrega, “de manera autodeterminada”, y por lo tanto son violentamente criminalizados por las autoridades porque sus acciones “constituyen una forma subversiva de migración”.

La principal potencia global se ha dado una política rigurosa respecto a las migraciones: necesita aceptar nuevas personas para que asuman empleos de baja remuneración y para equilibrar el envejecimiento de la población local, un problema que puede perjudicar a China y alargar la sobrevivencia del imperio. En ese filtro, México asumió un papel decisivo, ya que es el país encargado de regular el grifo de la migración hacia Estados Unidos.

Dejando de lado esta mirada geopolítica de las migraciones, Rediker hace un llamado a “pensar en términos conceptuales o teóricos sobre las personas en movimiento”. Apela al antropólogo James Clifford, quien acuñó el concepto de “culturas móviles”, para explicar que toda la teoría antropológica (añadiría, todo el pensamiento emancipatorio) se basa en “pueblos que se suponían falsamente inmóviles e inmutables”.

Estamos viendo que durante las crisis sistémica, ambiental y civilizatoria en curso amplias camadas de la humanidad se están desplazando de sus sitios originales, por lo que Rediker cree necesario “crear nuevos conceptos que nos ayuden a comprender a las personas cuyos hábitos de pensamiento y acción han sido moldeados por el movimiento”.

Como puede apreciarse, se trata de un desafío político mayúsculo. Lo primero que me viene a la mente, es que sin migración no hubiera existido el neozapatismo. El desplazamiento de miles de personas hacia la Selva Lacandona fue una migración importantísima, que permitió romper ataduras y crear nuevas comunidades más libres que las que dejaban, como se ha explicado en varias ocasiones. Sin moverse, los pueblos originarios no hubieran sobrevivido a la conquista.

Para politizar las migraciones debemos, en primer lugar, considerar a las y los migrantes como sujetos individuales y colectivos, destacando que nadie migra en soledad porque para hacer posible el viaje hay familias y redes de amistades que facilitan recursos; existen complicidades durante los desplazamientos que se multiplican en el sitio de acogida. En suma, las migraciones son hechos colectivos y comunitarios. Aunque quien se desplace sea una persona sola, son grupos humanos los que sostienen y deciden el momento, los modos y los objetivos.

Nuestro continente ha sido modelado por las migraciones, incluso por la migración forzada de la población africana en condiciones de esclavitud. Somos un continente de pueblos en movimiento, criollos, negros y originarios que seguramente llegaron desde Asia.

Los movimientos sociales (sociedades en movimiento, pueblos en movimiento), los sujetos colectivos en lucha por mundos nuevos, son en gran medida hijos e hijas de las migraciones. Cambiar el lugar material y simbólico heredado, es el primer paso para cambiar el mundo.

La resistencia al capital para defender la vida, nos exige colocar en primer lugar a aquellos sujetos colectivos que se mueven porque no tienen nada que perder, salvo el ser pueblos y vivir en comunidad. Todo lo demás, incluyendo la tierra y los más variados bienes materiales, pueden ser abandonados para preservar la vida, en movimiento perpetuo.