Estados Unidos
Nuevo sindicalismo estadounidense, la interseccionalidad en la clase
Hartos de que la compañía no subiese sus salarios y enfadados por el uso que daba al movimiento Black Lives Matter y LGTBI, los trabajadores de una tienda de Starbucks de Buffalo decidieron usar las tácticas que figuraban en el manual del sindicato histórico radical, hoy marginal, Industrial Workers of the World (IWW). Así, a finales de 2021 nació el sindicato Starbucks Workers United y se sindicalizó la primera tienda de esta compañía. La foto de aquella victoria es ya histórica: gente muy joven, sobre todo mujeres, saltando de alegría con los carteles de su sindicato. Pero esta foto es también representativa de lo que es este nuevo sindicato: no solo son gente joven y en su mayoría mujeres quienes llevan la vanguardia, es que lo hacen rodeados de un simbolismo muy claro: escoltados por las banderas de Black Lives Matter y la del arcoíris. Uno de sus organizadores, además, tiene un tatuaje bastante curioso, uno con una hoz y un martillo y la estrella rojinegra.
En 2022 se produjo un resurgir del sindicalismo en un país que, históricamente y mediante tácticas tanto legales como ilegales, ha intentado liquidar a los sindicatos
En 2022 se produjo un resurgir del sindicalismo en un país que, históricamente y mediante tácticas tanto legales como ilegales, ha intentado liquidar a los sindicatos. Las estadísticas dicen que la afiliación a los sindicatos en Estados Unidos lleva en tendencia decreciente desde la época neoliberal del presidente Ronald Reagan.
Pero esta tendencia está cambiando, o al menos la visión que se tiene del sindicalismo dentro de la sociedad. La organización sindical presenta hoy unas tasas de aprobación y apoyo que solo encuentran precedentes en 1965. Este cambio de tendencia o este nuevo movimiento sindical se ha catalogado como “Nuevo Sindicalismo” por un triple factor: afecta a compañías en las que antes no se habían formado sindicatos; las uniones que se están construyendo son nuevas, sin afiliación a las anteriores aunque influidas por ellas, y este nuevo movimiento sindical está totalmente interconectado con el movimiento anticapitalista, antirracista, pro-LGTBI y feminista.
Su éxito es una refutación a la teoría de las trampas de la diversidad o sobre la fragmentación de la clase obrera. Las personas queer y trans están siendo vanguardia de este movimiento y claman: tu identidad no está despegada de la clase a la que perteneces. O nos emancipamos todas o no se emancipa nadie, advierten.
La principal diferencia con el movimiento sindical “tradicional” que se dio en EE UU desde el fin de la II Guerra Mundial radica en el contexto. Este sindicalismo ha conseguido nacer y aunar en su seno a esos movimientos con una clara perspectiva de clase, cosa que antes en la historia del país no había pasado. Los movimientos antirracistas y pro-LGTBI en el país nacieron en el entorno de la izquierda socialista-comunista en las décadas de los años 60 y 70, pero no articularon entonces un movimiento sindical. La derrota en la lucha capital-trabajo, tras una reacción brutal por parte del sector empresarial y el establishment, se resolvió enterrando a la izquierda en el refugio de los márgenes de una sociedad marcada por el triunfo del neoliberalismo.
El movimiento pro-LGTBI, con las personas trans y queer a la vanguardia, y el movimiento antirracista Black Lives Matter, han puesto los mimbres para que en plena pandemia se abriera este ciclo sindicalista que ha politizado a cientos de jóvenes
Pero desde estos márgenes, durante y debido a la crisis de 2008, resurgieron los primeros atisbos de este “nuevo sindicalismo”. El movimiento pro-LGTBI, con las personas trans y queer a la vanguardia, y el movimiento antirracista Black Lives Matter, han puesto los mimbres para que en plena pandemia se abriera este ciclo sindicalista que ha politizado a cientos de jóvenes que hoy organizan estos nuevos sindicatos.
La pregunta es por qué ahora y no antes. Es un cúmulo de factores, pero el más importante es el contexto de pandemia. La llamada “izquierda woke” ha sido el principal elemento politizador de toda una generación de jóvenes estadounidenses que han perdido el miedo a la palabra socialismo. Parafraseando a Karl Marx, no tenían nada que perder salvo sus cadenas a una vida endeudada, llena de racismo, de transfobia y de un ecocidio sistemático.
De este modo, el nuevo impulso al sindicalismo comenzó en plena pandemia entre jóvenes ultrapolitizados que sufrieron en sus entrañas la cooptación por parte del sistema capitalista de los movimientos antirracistas y LGTBI. Un claro ejemplo es la propia Starbucks, la compañía “progre” por excelencia que hace de la imagen de transgresión que puede tener su personal un producto a vender. Son muy famosas sus campañas antirracistas y de apoyo al colectivo LGTBI para afianzar esa imagen de compañía progresista. Starbucks es conocida por querer como empleados a personas que tengan una estética transgresora y punki mientras venden café caro a ejecutivos y a hípsters.
Pero llegó la pandemia. Starbucks promovió campañas publicitarias de agradecimiento a sus trabajadores, a los que llamaba “esenciales” por su trabajo durante la covid-19, mientras no les proveía de mascarillas ni aumentaba su salario. Se destapó que prohibía a sus trabajadores llevar chapas en apoyo a Black Lives Matter y que, igualmente, prohibió que luciesen insignias con los pronombres con los que querían ser tratados, una reclamación del movimiento trans y queer. En este contexto, un grupo de trabajadores decidieron que iban a formar un sindicato para conseguir aumentos salariales y como apoyo a estos movimientos antirracistas y pro LGTBI.
A partir de la gran victoria de Starbucks Workers United en Buffalo se produjo un momentum bestial en el que, como fichas de dominó, fueron “cayendo” tiendas de Starbucks influidas por este nuevo sindicalismo. En menos de un año, Starbucks Workers United consiguió sindicalizar a más de 12.000 trabajadoras de unas 300 tiendas aproximadamente. Mientras tanto, la compañía se ha visto obligada a “contraatacar” con una promesa de subida salarial del 25% y mejoras del seguro de salud que oferta a sus baristas.
El caso de Amazon es similar, si bien en esta hay una intersección racial mayor que en Starbucks. En los almacenes de Alabama y de JFK8 en Nueva York, los primeros cuya plantilla intentó sindicalizarse, eran en su gran mayoría (85%) negros. La compañía de Jeff Bezos catalogaba a sus trabajadores de “esenciales” y, cuando estos protestaron contra las ínfimas medidas anticovid de la empresa y los peligros en los almacenes, Amazon los despidió. Las críticas arreciaron con más fuerza a finales de 2021, después de que seis personas murieran tras el hundimiento de un almacén de la compañía en Edwardsville (Illinois) y se divulgaran mensajes de algunas de las víctimas en los que indicaban que la empresa les prohibía salir del almacén pese a la gravedad de los tornados que finalmente provocaron el derrumbamiento.
La punta de lanza: los sindicatos de Amazon y Starbucks
Los sindicatos “tradicionales” y radicales llevaban décadas intentando penetrar en las compañías de alta rotación y mal pagadas como Starbucks y Amazon. De hecho, en el estallido de la crisis de 2008 Industrial Workers of the World fue el primero en intentar sindicalizar tiendas de Starbucks en Buffalo (Nueva York) renovando tácticas. Estas pasaban por hablar con los trabajadores fuera de su horario laboral y convencerlos de iniciar el proceso de sindicalización en secreto. El plan consistía en comunicarlo a la compañía una vez que llegase el momento de votar para evitar tanto despidos como otras represalias, como el cierre de la tienda. Otra de las advertencias era que estos trabajadores no se comunicasen con los sindicatos mayoritarios puesto que, con el ánimo de publicitarse a sí mismos y decir que estaban sindicalizando una compañía todopoderosa como Starbucks, podían reventar todo el proceso. Estas tácticas fueron útiles ya que un sindicato extraordinariamente pequeño —solo 11.000 afiliados en todo el país y Canadá— consiguió sindicalizar dos tiendas en el estado de Nueva York, pero debido a que el contexto no era beneficioso, sus trabajadores no estaban politizados y el discurso de clase no les terminó de interpelar, este pequeño movimiento sindical murió.
La historia del sindicalismo en Amazon es algo más tortuosa. No hubo victorias previas al nuevo sindicalismo representado por Amazon Labor Union, el sindicato comandado por Chris Smalls y Derrick Palmer. Sí que hubo varios intentos por parte de sindicatos tradicionales de la American Federation of Labor y el intento del movimiento de trabajadores independientes de un almacén de Alabama que perdió su votación. Smalls y Palmer recogieron esas enseñanzas fallidas para no fracasar en la sindicalización del almacén JFK8 en New York.
La oportunidad siguió al estallido de la pandemia en ese almacén y, paralelamente, en Bessemer en Alabama. Cuando el covid-19 se mostró con toda su peligrosidad y la compañía declaró a sus trabajadores de almacenes como “esenciales”, estos se dispusieron a protestar contra las insuficientes medidas anticovid de Amazon y por subidas salariales. Los caminos que siguieron los trabajadores se separaron para aprender dialécticamente de las diferentes estrategias desplegadas. Mientras Amazon despedía en JFK8 a los líderes del alboroto, Smalls y Palmer, en Bessemer no hubo despidos, lo que hizo confiar a sus trabajadores en que se podrían sindicalizar.
Los trabajadores del almacén sureño, inspirándose en el trabajo comunitario que hacía Black Lives Matter, decidieron que la mejor manera de sindicalizar era construyendo comunidad. Así, implicaron a sus familiares y a dueños de pequeñas tiendas para que les ayudasen en el proceso de sindicalización, creando una comunidad que hacía picnics y repartía alimentos entre los trabajadores. Los políticos más izquierdistas del país, entre ellos Bernie Sanders y los afiliados a los Democratic Socialists of America, se acercaron también para mostrar su apoyo. Al final, perdieron las elecciones sindicales pero demostraron a Smalls y Palmer cómo se podía ganar.
Por ello, desde que las medidas anticovid impuestas en el estado de Nueva York se lo permitieron, tanto Smalls como Palmer iban todos los días por la mañana y por la noche a la parada de bus que usaban sus compañeros para llegar al trabajo desde casa (y viceversa) y les preparaban cafés y sándwiches. Era una copia de la estrategia usada en Bessemer con la que se creaban lazos de comunidad entre los trabajadores. Solo entre ellos podían cuidarse y hablar de la necesidad de unirse en un sindicato. En abril de 2022 consiguieron formar el primer sindicato dentro de la compañía: Amazon Labor Union.
La expansión, los enemigos y perspectivas futuras
Ambas victorias sindicales contra compañías que son buques insignia del capitalismo estadounidense facilitaron que el nuevo sindicalismo se expandiese por otras empresas. Si se había conseguido en Amazon y Starbucks, ¿por qué no se podría en otras compañías tecnológicas o grandes cadenas de supermercados?
Fruto de esta inspiración, rápidamente trabajadores de tecnológicas como Apple, Alphabet (Google) o Verizon formaron sus sindicatos dentro del socialista Communication Workers of America (CWA). Incluso esta ola sindical ha afectado a las grandes compañías de la Industria del videojuego. A principios del año 2022 se fundó el sindicato Game Workers Alliance —afiliado a CWA— que sindicalizó a una sección de trabajadores de Blizzard, la compañía encargada de desarrollar videojuegos mundialmente conocidos como World of Warcraft. Rápidamente otros trabajadores de la Blizzard organizaron sindicatos en compañías subsidiarias como Raven o Proletariat. Sin embargo, el mayor golpe que dió este sindicalismo fue a principios de 2023 cuando sindicalizaron a más de 300 trabajadores en ZeniMax, compañía que pertenece a la gran Bethesda, encargada del desarrollo de videojuegos Triple A —presupuestos y ganancias millonarias— como los Fallout o The Elder Scrolls. Este nuevo sindicalismo ha inspirado a trabajadores de muy distintos sectores, afectando sobre todo a los de las tecnológicas y a los de cadenas del sector servicios como Chipotle, Taco Bell o cadenas de supermercados como Trader Joe’s hacían lo mismo.
Todos estos sindicatos estaban unidos gracias al trabajo que lleva a cabo el Democratic Socialists of America, con sus departamentos de DSA-Labor y Emergency Workplace Organizing, que comenzó a poner en contacto a líderes sindicales de Amazon, Starbucks y Alphabet para organizar marchas por el reconocimiento de los sindicatos, celebrar el día del trabajo y poner encima de la mesa las estrategias organizativas con las que habían forjado sus victorias.
Mientras que los sindicatos en algunas compañías, como los trabajadores de Alphabet, gozan de haber conseguido “su techo” con el reconocimiento de la empresa y no temen ni represalias ni despidos, hay otros trabajadores como los de Starbucks y Amazon que están siendo acosados por una campaña antisindical muy fuerte
Este trabajo conjunto es muy importante porque una de las mayores debilidades de este nuevo sindicalismo es que su organización es precisamente gremial y no sectorial. Es decir, en una misma compañía puede haber distintos sindicatos según oficio o, incluso, en el mismo sector hay distintos sindicatos. Por ejemplo, Starbucks y La Colombe son dos compañías que venden café con el mismo modelo de negocio y hay dos sindicatos que se encargan de sindicalizar a trabajadores de una y otra compañía, y no un solo sindicato que englobe a todos los trabajadores que trabajen en este sector. Esto siempre se traduce en una posible “falta de solidaridad”. Pero en el mes de febrero de este año se ha demostrado que lo esencial es tener una perspectiva de clase cuando los trabajadores que fundaron el sindicato de Starbucks Workers United comenzaron a sindicalizar a los trabajadores de una megafactoría de Tesla en Buffalo (New York) actuando con unidad de clase y dejando de lado su identidad gremial. Tesla es una compañía marcadamente antisindical y así se ha jactado su dueño, Elon Musk, varias veces. Por lo tanto, los únicos con formación sobre cómo sindicalizar en secreto y tener éxito eran precisamente los sindicalistas de Starbucks.
Pero el camino no ha sido fácil. Mientras que los sindicatos en algunas compañías, como los trabajadores de Alphabet, gozan de haber conseguido “su techo” con el reconocimiento de la empresa y no temen ni represalias ni despidos, hay otros trabajadores como los de Starbucks y Amazon que están siendo acosados por una campaña antisindical muy fuerte. O por ejemplo, al día siguiente de que se anunciase el sindicato de Tesla Workers United, Tesla decidió despedir a 30 trabajadores que trabajaban en la megafactoría dónde surgió el sindicato. En 2022 Starbucks despidió a más de 200 líderes sindicales y ha cerrado una treintena de tiendas que ya estaban sindicalizadas con el objetivo de amedrentar a Starbucks Workers United y que desista en su expansión. Parece que estas duras medidas no han tenido mucho éxito aunque prosiguen en 2023.
La campaña antisindical que está llevando a cabo Amazon ha funcionado mejor para sus propósitos. Hay millones de dólares invertidos y está haciendo mella en Amazon Labor Union, que está perdiendo por la mínima las elecciones sindicales a las que se presenta. Se calcula que la compañía gastó el año pasado más de cinco millones de dólares en hacer campaña. Las denuncias de los trabajadores dicen que Amazon se sirve de la policía en sus instalaciones para asustar a trabajadores y líderes sindicales y, cuando se pierden elecciones, los despide.
De hecho, según los últimos estudios, estas campañas antisindicales no han dejado de crecer en los Estados Unidos en intensidad, dinero y nuevas “herramientas”. Starbucks intentó cooptar el sindicalismo vendiéndose como una empresa progresista, pero lo más importante es que las grandes compañías estadounidenses gastan una media de 340 millones de dólares anuales en campañas para prevenir y contra el sindicalismo en sus empresas.
Esa dura campaña que está llevando Amazon contra Amazon Labor Union es el mayor peligro para el momentum que vive el sindicalismo en Estados Unidos. Que el sindicato que venció a Goliat pierda sucesivamente elecciones puede menoscabar la moral de sus trabajadores y de las plantillas que, inspirándose en ellos, quieren formar nuevos sindicatos en otras compañías. También señala cuál es el camino por el que han optado las grandes compañías: invertir millones de dólares en campaña antisindical y otros métodos ilegales, como despidos, para parar este sindicalismo.
El movimiento ha contrarrestado esta campaña trazando lazos de solidaridad entre las organizaciones del Nuevo Sindicalismo, de ahí que, ahora, los trabajadores de Amazon Labor Union siempre estén apoyados por los de Starbucks, Apple o Alphabet, para mostrar fortaleza. La izquierda estadounidense siempre ha desconfiado del poder político, por ello no esperan mucho de la administración Biden, que se dice favorable a los sindicatos. Sin embargo, sí que esperan apoyo de los políticos de izquierda en el Congreso que puedan promover una legislación más amable con las organizaciones para que puedan seguir trabajando y creando un movimiento de clase, diverso y socialista.