Un nosotros sin identidad. Posibilidades en la incerteza

Voy a hablar de algunos movimientos colectivos que conocí. En uno participé varios años. Son movimientos colectivos que me parecen potentes para nuestras circunstancias. Sí es la circunstancia de la segunda fluidez, pero no voy a hablar de la dinámica dominante sino de estos colectivos que presentan algo distinto a lo dominante de la época.



Un nosotros sin identidad. Posibilidades en la incerteza [1]

Pablo Hupert

Lobo Suelto
 

Presentadora: – Pablo le puso como título a este encuentro “Un nosotros sin identidad” Guau, qué título, Pablo. Vas a tener que dar cuenta de esto. Y además va a hablar de posibilidades en la incerteza. Pablo tiene pensamientos creativos originales que nos cuestionan. Pablo Hupert es licenciado, es historiador, ensayista y docente. Publicó varios libros. Yo voy a nombrar dos que me parecen que conozco y que me parecieron muy importantes: El estado posnacional y El bienestar en la cultura. Tiene otros libros. Pablo, es un gusto tenerte, te damos la palabra somos todo oído y bueno, escuchamos.

PH: -Gracias Juana. Quiero comentar que ahora está en prensa un libro nuevo que se llama “Esto no es una representación”  

-Ah… casi nada eh

-Si, me las veo con el tema de las imágenes contemporáneas, a las que no considero representacionales. Esta charla se llama “Un nosotros sin identidad, posibilidades en la incerteza”. La incerteza es la de nuestro tiempo fluido y precario, y las posibilidades en la incerteza las constituye el nosotros este del que voy a hablar. Hoy esta charla es un poquito distinta a las que vengo acostumbrando porque yo suelo hablar de la segunda fluidez, de la dinámica dominante en la segunda fluidez.

Hoy voy a hablar de algunos movimientos colectivos que conocí. En uno participé varios años. Son movimientos colectivos que me parecen potentes para nuestras circunstancias. Sí es la circunstancia de la segunda fluidez, pero no voy a hablar de la dinámica dominante sino de estos colectivos que presentan algo distinto a lo dominante de la época. Y voy a recurrir al relato. No voy a hacer una exposición conceptual como suelo hacer, pero sí voy a terminar preguntando qué tipo de relación se da en estos colectivos. En estos colectivos suelen llamarse “compa” entre sus integrantes. Compa, de compañero. Pero ahí hay un afecto y un tipo de relación que no se capta si se dice simplemente “compañero” o “grupo”. Entonces, la pregunta sería ¿Qué quiere decir compañero, si no es compartir un trabajo ni una militancia? ¿si no es compartir una afiliación y una identidad? Al mismo tiempo, ¿qué quiere decir “colectivo” si no quiere decir “grupo” ni “masa”? Voy a proponer la hipótesis que alguna vez le escuché al pasar a López Petit de que en un movimiento colectivo se da una intimidad pública. Pero primero paso al relato y después terminaré con algunas reflexiones conceptuales.

 

Huerta en Berazategui “Pampa y las vías”.

Les cuento primero de una huerta de Berazategui, en el conurbano, que se llama Pampa y Las Vías. Es una huerta que sostienen algunes vecines, que empezó hace unos años. Allí los vecinos, como en casi todos los lugares del mundo, podemos decir, vivían encerrados en sus casas. Ahí es un barrio de casas bajas con jardín. Tenían rejas y cercos. Pero había una casa que tenía una huerta y no tenía cerco. Los vecinos todo el tiempo le preguntaban a esta mujer, extrañados: ¿Cómo es que no le vandalizaban la huerta? Entonces a Claudia se le ocurrió proponerles a sus vecinos hacer una huerta enfrente (por enfrente pasan las vías del tren, lo que deja un espacio verde entre las mismas y la calle). Les estaba proponiendo aprovechar un poco de espacio verde que había entre las vías y la calle y empezaron a hacer una huerta vecinal. A la huerta la llamaron “Pampa y las vías”, jugando con la expresión coloquial porteña, “Pampa y la vía”. Ella, cuando me contaba esto, me decía “Hay mucho más que rúcula y zapallitos. Hay vínculos muy intensos que han hecho, por ejemplo, que una chica, una adolescente de la cuadra que tenía pensamientos suicidas ahora esté mucho mejor y bueno, ya no los tenga.”

También me contó que una señora mayor que vivía sola se la pasaba trabajando en la huerta y ahora que se enfermó va a la huerta a cebarles mate a los compañeros. No pueda ya trabajar la huerta, pero quiere estar todo el tiempo ahí. Bien, entonces esta huerta colectiva que tiene el objetivo explícito de hacer crecer rúcula y tomates tiene un efecto sobre les vecines que hacen crecer rúcula y tomates y otras yerbas, efecto sobre, digamos, los mismos horticultores. El efecto lo constituyen estos afectos que llegan a sacar a una piba de una depresión y le dan sentido vital a una anciana.

 

Colectivo “Paren de matar a nuestros pibes”.

-Les cuento de otro colectivo. Un colectivo de docentes que se llamó “Paren de matar a nuestros pibes”. En 2014, si ustedes recuerdan, hubo una ola de linchamientos que se transmitían por TV (y eso ahora incluye viralización por YouTube). Esto empezó con un linchamiento en Rosario, donde unos “vecinos” de un barrio, el barrio Azcuénaga, mataron a un pibe que se llamaba David Moreira. David y otro muchacho presuntamente habían robado a uno de estos vecinos de su mismo barrio. Y, cuando se escapaban en la moto, los agarraron, los tiraron de la moto, el compañero de David se escapó y a David lo mataron a patadas en la cabeza. La prensa por supuesto hablaba de David llamándolo “motochorro”. Eso fue muy cerca de la escuela primaria a donde fue David. Y David tenía 18 años –un dato importante. O sea, no había pasado tanto tiempo desde que había salido de la escuela. Y tenía dos hermanos que todavía iban a la primaria. Al ocurrir el linchamiento dejan de ir, pues la madre deja de mandarlos. Y los docentes estaban muy muy impresionados con este asesinato de un ex alumno suyo. Se acordaban bien de David, y contaba el vice director de esa escuela, Adrián Gómez, que se les ocurrió, a él y les docentes de la escuela, hacer una “biografía escolar” de David… porque en las charlas entre docentes empezaban a surgir escenas donde David había participado de la escuela. Una biografía escolar de David. Y empezó a aparecer un David que no era un motochorro o un pibe abandonado por la madre. Ustedes vieron que la prensa suele decir, como pontificando, “¿dónde estaba la madre cuando ese ladrón era niño?” Se acordaban, estos docentes, de que la madre estaba siempre a la salida de la escuela. También recordaron a David recitando una poesía, venciendo su timidez y recitando el poema para su grado. Lo recordaban también sonriendo tímido.

Se armó entonces una biografía que presentaron en la entrada de los tribunales cuando empezó el juicio a los linchadores. Y fue tan importante esto que siguieron haciéndolo con otros pibes. Porque es un barrio periférico, el barrio Azcuénaga, un barrio donde hay narcos y bandas, y mueren bastantes adolescentes de los que la prensa siempre dice “murió en un ajuste de cuentas”, “murió en una pelea entre bandas”, y así: frases-cliché para hablar como si se supiera de sujetos de los que no se sabe casi nada. Se los entierra en esas frases, desconociendo la complejidad de sus vidas. Así estos docentes  empezaron a hacer biografías escolares de estos pibes.

Bien, el objetivo explícito de estos docentes era devolverles su humanidad a los pibes. Una humanidad que perdían en las noticias de la prensa. Pero había un efecto sobre los docentes, leo yo, interpreto yo. Que era restablecer, digámoslo así, el rol docente, ¿no? Y no mostrarlo ausente como lo mostraba la prensa. Se me olvidó comentar que, cuando la mamá de David se enteró de esta biografía escolar, volvió a enviar a sus hijos menores a la primaria. Ella había dejado de enviarlos porque pensaba que los maestros pensaban igual que la prensa, es decir que condenaban a David tachándolo de “motochorro”. La prensa, al mencionar a los pibes tachándolos, también menciona tachándolos a sus educadores, sean madres y padres o docentes.

Por eso insisto, lo más importante me parece el efecto de validación sobre los mismos docentes que hacen las biografías escolares.

 

Madres de la Esperanza.

Voy a pasar a otro colectivo, que se llamó “Madres de la esperanza” que funcionó hasta que llegó la pandemia. Es un colectivo especial o singular, como todos estos colectivos, porque surge en un juzgado de menores que hay en la provincia de Buenos Aires, en el partido de Moreno. Allí, la jueza atendía o atiende casos de adolescentes en problemas con la ley. Menores de 18, se entiende. Y se encontraba la jueza con un par de problemas serios. Uno era que la sentencia de ella no alcanzaba para, digámoslo así, reinsertar en la sociedad a estos chicos. Otro era que no había una sociedad que los estuviera esperando para que se inserten. Y otro problema, se dio cuenta con el tiempo, era que las madres tampoco (los padres estaban bastante ausentes, raramente había un padre). Las madres no estaban en condiciones de hacerse cargo de estos pibes y le solían decir “No entiendo por qué actuó tan mal”. A veces ese “actuó mal” era un robo, pero muchas veces era un asesinato. “No entiendo por qué actuó tan mal si siempre le di todo, nunca le dije que no a nada,” solían decir estas madres. Entonces hay un problema en la sociedad, pero había también un problema en la familia. Y a la jueza lo único que se le ocurrió fue juntar a las madres de estos pibes a los que habían encerrado. Las madres empezaron a reunirse, a veces iban juntas a visitar a los hijos de alguna, pero empezaron a tomar fuerza en los relatos. Empezaron a tomar fuerza para empezar a decirles que no a sus hijos. Les doy un ejemplo de un “no”. Sabrán ustedes que, como son menores de edad, en la provincia de Buenos Aires no van a la cárcel, van a unos centros para menores. A veces, un no de las madres era decirles a sus hijos: “venir hasta acá significa perder un día de trabajo, significa gastar un dineral en viáticos…”

Así las madres empezaron a plantárseles a estos hijos, tanto cuando los visitaban como cuando, cumplida la condena, los recibían en su casa nuevamente, y también comenzaron a plantarse frente a les hermanes de los pibes, que les decían a las madres qué malas que se habían vuelto, que por qué les echaban en cara cosas a los hijos encerrados.

Entonces, de nuevo, acá hay un objetivo más o menos claro de este grupo de madres que tiene que ver con acompañar a los pibes y acompañarse entre ellas, y el efecto que tiene para ellas, el efecto de empoderamiento o de autorización de su lugar de madre, ¿no?, que pudieran empezar a maternar o incluso a paternar de otra manera.

 

CFP 24.

Voy a pasar a otro colectivo, que es el Centro Formación Profesional N°24, una escuela de oficios del barrio de Flores. Los centros de formación profesional empezaron a abrirse en la década de 1940; son escuelas para adultos donde se hacen cursos de albañilería, plomería, herrería… Cursos que en la década del 40, del 50, cuando había una industria argentina, estaban orientados justamente a formar mano de obra especializada para la industria argentina en desarrollo. En ese momento, un centro de formación profesional tenía un sentido claro que era la inserción de los estudiantes en el mundo del trabajo. Cuando llega el siglo XXI, ese mundo del trabajo se ha desdibujado. Argentina ha sufrido un proceso de descentralización desde la Dictadura. Ahí toman la dirección del CFP24 un nuevo director que se llama Sergio Lesbegueris y otres. Y dicen bueno, como no hay ya mundo del trabajo como lo conocimos en el siglo XX, tenemos que investigar qué es ser una escuela que forma trabajadores. Ya no podemos ser una escuela cuyo sentido está en insertar a sus alumnos en el mundo del trabajo fabril.

Aquí empieza una forma de ser escuela que es una investigación de cómo ser escuela. Entonces por ejemplo hacen una milonga en la que abren la escuela al barrio una vez por mes. También hacen una feria; al principio se hacía en el patio de la escuela y hace ya varios años se hace en la calle Morón donde está la escuela, en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires. (Me doy cuenta que este relato de distintos colectivos también va por distintas geografías: Berazategui en el conurbano, Azcuénaga en Rosario, Flores en CABA; después viene uno de Villa Soldati…)

Volviendo a Flores, dicen que en la Feria –donde vienen emprendedores o artesanos del barrio, o de la misma escuela– investigan qué puede ser el mundo del trabajo hoy; entonces investigan dónde se inserta la escuela. Pero ya no se trata, este mundo del trabajo, de algo que está después de la escuela, sino que está durante la escuela. De esta forma, cambia también la escuela, pues si está durante el trabajo, deja de estar antes, y experimenta una imbricación compleja con el trabajo (que por lo tanto deja de ser un “mundo” aparte). Siguiendo el relato: aparece también una cooperativa de analistas de sistemas, de programadores informáticos, que le propone a la escuela hacer un portal de emprendedores, una bolsa de trabajo –diciéndolo mal y pronto– para alumnos y ex alumnos de la Escuela. Y nuevamente la relación con la cooperativa se convierte en una relación donde experimentar las relaciones que se dan en el mundo del trabajo. Aparece también en otro momento una biblioteca de viejos socialistas, biblioteca de principios del siglo XX, a la que ya no acudía nadie. Se acercan los viejos a ofrecerle a la escuela la biblioteca, para que la usen para aulas. La escuela, los profes, en vez de decir simplemente “pongamos más aulas,” dicen “hagamos que entren distintos colectivos así seguimos investigando, en las relaciones que se dan con estos colectivos, qué es el trabajo y qué es ser escuela”. Y aparece un grupo de tejedoras, aparece un grupo de documentalistas, aparece un grupo de teatro… Y también se dan cursos, los cursos del centro de formación profesional. Y hoy es un lugar donde se dan distintas actividades culturales que se llama La Casona de Flores. Y así, después en la Escuela se va escuchando (o mejor dicho, en el proceso, en la imbricación, se va escuchando) un relato, y es que las trayectorias individuales devienen trayectorias colectivas. Así, les docentes empiezan a trabajar más en relación con otres docentes de otros cursos o más en relación con los alumnos. Una docente que venía de enseñar en la Universidad de Arquitectura decía “me encuentro con un lugar donde enseño sin estar en la tarima, un lugar donde puedo decir ‘no sé’ y puedo no saber junto con los estudiantes”. Una estudiante también, que había entrado a la escuela para buscar trabajo, decidió que (no sé cuánto tiempo duró esta decisión, pero decidió que) no iba a buscar trabajo y que iba a mantener sus relaciones cooperativas con sus compañeros de taller. Todo esto tiene efectos digamos así, estadísticos: es una escuela que tiene 1500 alumnos, porque la gente hace cursos y quiere quedarse en la escuela. No es que hacen un curso y se van al “mundo del trabajo”; terminan su capacitación y vuelven a inscribirse en otra que desean o en otra donde haya lugar si la que deseaban estaba llena. Se inscriben en cualquier otra con tal de seguir en la escuela; así esta escuela genera trabajadores-estudiantes o estudiantes-trabajadores, que también son “habitués” y compañeros. Pero tenemos todo esto, que sería lo que ven los funcionarios municipales, que es que hay muches inscriptes, tiene un efecto sobre la escuela misma, sobre les docentes, sobre les estudiantes, que es que el colectivo escolar deviene un sostén donde experimentar en un mundo donde no hay un mundo del trabajo sino una dispersión de “laburitos”. Y todos estos proyectos diversos que les fui contando y muchos otros que no les llego a contar, no son dirigidos por este director que les mencioné, cada proyecto tiene su propia autogestión. Entonces la escuela deviene una forma de… perdón, un sostén, para experimentar un funcionamiento sin centro. Elles dicen que son “un centro ex-céntrico”.

 

BP Sol del Sur.

Bien, paso a otro colectivo que es el colectivo Sol del Sur, que es un bachillerato popular en el barrio de Soldati en CABA. En éste estuve cinco años como docente de historia porque mi título es el de historiador. Ahí hubo un diagnóstico, es un diagnóstico que pertenece a la educación popular de toda Argentina, que es que hay muchos adultos sin secundaria. En el censo de 2010, no sé en el del último año, en el censo de 2010 más de la mitad de los adultes no había hecho la secundaria. Entonces un grupo de docentes fuimos a Villa Soldati, donde tampoco había una oferta de escuelas secundarias para adultos, a abrir este bachillerato popular para jóvenes y adultos. Ahí, bueno, la escuela logró funcionar, para mí es muy interesante que a 15, 20 profes, se les ocurra abrir una escuela secundaria y que esa escuela no venga decretada por el Ministerio de Educación: es un caso de autogestión. Pero bueno, lo primero que tengo para decir es que la escuela funcionó, desde 2014; hace ocho años que está funcionando. Tuvo ya varias camadas de egresados, con un montón de dificultades; cursa gente que tiene un montón de dificultades para sostener la regularidad de ir al colegio o de estudiar en la casa. Bien, pero nuevamente lo importante no es el objetivo explícito. No para mí.

Si queremos pensar lo colectivo, lo importante es el efecto sobre los mismos profes que autogestionaban esta escuela o la autogestionan todavía –quizás digo “autogestionaban” porque yo ya no soy profe de esta escuela. Ahí la habitual soledad del profesor, que entra a un aula y se va y está solo frente al curso, es una soledad que se ve acompañada porque allí se enseña en parejas pedagógicas. Se intenta en estas escuelas de que haya dos profes frente a cada curso, en cada materia. Por esa misma pareja y por la imprevisibilidad que tenían el grupo de estudiantes el yo de cada uno se veía desbordado, había una desidentificación. Al mismo tiempo, uno se sentía parte de algo sin que hubiera un rol, digo un rol fijo. Uno o una era parte, pero el todo no le

asignaba una parte fija, porque en las asambleas mensuales donde se reunían todos los profes había muchas veces una reasignación de materias que se charlaba según si hace falta una pareja pedagógica en primer año, en que era más importante que en el último año (el bachillerato duraba tres años y no cinco). Entonces, para no dejar solo a un profe frente a primero, una profe iba hacia allí desde otro año o desde otra materia. Ahh, un paréntesis: ¿saben? Yo sobre casi todos estos colectivos escribí algo específico y separado que está en mi blog. Les dejo aquí la lista:

 

Texto sobre las Madres de la Esperanza: http://www.pablohupert.com.ar/index.php/las-madres-de-la-esperanza-y-la-autorizacion-ignorante/

Testimonio de un docente del colectivo “Paren de matar a nuestros pibes”: http://www.pablohupert.com.ar/wp-content/uploads/2016/10/3.mp3
Texto sobre los comunes consorciales: http://www.pablohupert.com.ar/index.php/un-comun-consorcio-nada-comun/

Texto de mi experiencia en el bachillerato popular: http://www.pablohupert.com.ar/index.php/balance-para-hacer-experiencia-de-una-experiencia-de-bachi/

Texto sobre el CFP 24: http://www.pablohupert.com.ar/index.php/una-escuela-que-fuga-de-sus-modos-de-el-modo-y-del-mercado-el-cfp-24/

 

Vuelvo. Estaba diciendo que en el bachillerato popular Sol del sur aparece también una afecto entre les compañeres que nos llamábamos entre nosotros “compa”. ¿Qué quiere decir en esta situación compa? Porque por ahí no éramos amigos, por ahí tampoco teníamos las mismas ideas políticas, por ahí tampoco teníamos las mismas ideas ni siquiera sobre qué debía hacer la educación popular en Villa Soldati, y sin embargo éramos compañeros: éramos compañeros de una tarea, de un hacer, de una actividad.

Acá lo común, como en todos estos colectivos, se sostiene en una actividad, y no en una institución. Bien, me quedaría hablar de un colectivo y hacer unas reflexiones.

 

Asociación civil Insitu.

Bueno, voy a hablar de una Organización No Gubernamental, una ONG, que se constituyó como Asociación civil y se define como socioambiental. Su nombre propio es Insitu. Pero les cuento lo que hace en un municipio del país (no puedo decir cuál es). El municipio entrega vivienda social para gente que vivía en villas. Y esta vivienda social es propiedad horizontal, o sea edificios. Cuando en Argentina uno vive en propiedad horizontal uno debe, por ley, formar un consorcio, pero, ¿cómo formar un consorcio cuando viviste toda tu vida en un barrio precario? Allí el estado contrata a esta ONG para que acompañe a las vecinas en la conformación de los consorcios. Nuevamente tenemos un objetivo explícito, que es la conformación del consorcio, que el consorcio pueda recaudar expensas, administrarlas y mantener los espacios comunes, pero Insitu en ese proceso busca que pase algo más que la simple observación de la normativa de los consorcios de propiedad horizontal, algo más que la simple administración de los dineros del consorcio. Y es que se forme un común, que se produzca un sentimiento colectivo. Entonces doy un ejemplo de una cosa que hacen. ¿Vieron que en los consorcios se convoca asamblea en primera convocatoria y en segunda convocatoria? La segunda convocatoria no tiene que tener quórum, la primera sí. Entonces Insitu lo que hace es siempre llamar en primera convocatoria: si no hay quórum se suspende la asamblea y se pone otra fecha, para que haya participación, para que el consorcio no sea una cosa de dos o tres vecines. Así, a unas administradoras (los administradores de consorcio suelen ser administradoras) les preocupaba que hubiera baja participación en las asambleas, y se les ocurrió embellecer los espacios comunes, embellecerlos poniéndoles “verde”, o sea plantas y césped.

Así lograron que participe gente que no participaba habitualmente de las asambleas regulares y participaron en la limpieza de los espacios comunes que en la vivienda social era un páramo desierto y quizás semicubierto de trastos viejos; hicieron una canchita, hicieron un jardín, pusieron enredaderas, sacaron y tiraron basura. Entonces el espacio común dejó de ser un espacio de tránsito o de depósito y pasó a ser un lugar habitable. Y empezó a haber ahí un “nosotros” que habitaba lo común. Entonces nuevamente se da esto, que se da en todos estos relatos, que es que hay un efecto explícito de armar algo, en este caso un consorcio, y un efecto sobre les vecines que es que aparece un común donde no lo había, donde cada vecina, cada vecino, vivía recluido en su departamento y con desconfianza hacia los otros vecinos. Empieza a haber la posibilidad de decir vecino en el sentido que mis viejos llamaban vecinos a los vecinos: alguien con el que se puede contar, alguien a quien le podés pedir una tasa de azúcar si te falta para el bizcochuelo. Pero también “vecino” en un sentido que no empleaban mis padres: alguien que te brinda algo que no pedías ni esperabas ­–vecino como exceso, quizás, sobre la acepción usual, desconfiada, de “vecino”.

 

Reflexiones

Quiero hacer entonces algunas reflexiones generales sobre lo colectivo en estos relatos.

Insisto con la afirmación más general. Que hay objetivos declarados del colectivo, como devolverle su humanidad a David en Rosario, o producir alimentos en Berazategui o armar un consorcio en este otro lugar donde trabaja Insitu. Esos son los objetivos declarados –y alcanzados–, pero están los efectos sobre el mismo colectivo, efectos sobre lo colectivo mismo; son efectos de la actividad, no son efectos de los objetivos declarados.

Otra afirmación general. Estos colectivos se dan entre iguales y no entre pares porque para hablar de pares hay que hablar de un tercero respecto del cual dos pares somos pares. Estos colectivos, estos nosotros, no tienen un tercero que sea referente o un tercero que sea el Estado que los mande a organizarse y hacer.

Vuelvo a decir otro concepto que dije antes, que un nosotros de estos no es una identidad sino una actividad. Miren lo que me decía una integrante de Pampa y las vías, la huerta de Berazategui: “es difícil buscar un denominador común entre un guardavidas, una profesora de profesores, un médico, jubilado de la vieja guardia comunista devenido en kirchnerista que pasó después a descreer de todo, una bailarina, un conspiranoico antivacuna, el auténtico niño que todo lo sabe, el viejo que cree saber que todo lo sabe, una cocinera, una costurera, etcétera”. Todos estos son miembros de del colectivo, y ella me decía: “no hay un denominador común, nos une el trabajo y las ganas de encontrar un sentido a algo. La tierra enseña mucho, comparte. Y nosotros también compartimos”.

Después otra cosa que hay que decir de estos nosotros es que son nosotros precarios; son colectivos precarios porque no son instituciones, no son una certeza, ni siquiera una vez que se dio y que comenzó a andar. Una vez que comenzó a andar el nosotros sigue siendo una posibilidad. Ariel Pennisi en su libro Nuevas instituciones (del común) habla de unas nuevas instituciones,  como unas instituciones que no se repiten, sino que están siempre comenzando de nuevo. Quizás estos colectivos son nuevas instituciones: una duración incierta, una incerteza promisoria.

Pero la tesis más fuerte sobre estos colectivos que quiero decirles es que crean una intimidad pública, François Jullien, el famoso sinólogo francés, en 2016 publicó en Argentina un libro que se llama Lo íntimo, donde no hace sinología, sino que desarrolla una singular –y utilizable para nosotrxs– idea de lo íntimo. Cuenta de una novela de Simenon donde una pareja se conoce el día de la invasión de los nazis a Francia, en 1940. Ese día empieza un éxodo de franceses hacia el norte, por un lado se suben los niños y mujeres, por otro, separados físicamente, los hombres. Así, el protagonista de la novela de Simenon queda separado de su esposa y sus hijos, pero, en un momento, en el vagón donde él va, se sube una mujer. Con esa mujer empieza una conversación y a la noche en el vagón atestado se acuestan, como pueden, y para dormir y terminan teniendo relaciones sexuales. Jullien dice más o menos: en ese momento se crea una intimidad entre ellos, en medio del anonimato de ese vagón, donde nadie se conoce y dónde van todos atestados. ¿Y qué quiere decir que se cree una intimidad? Él dice que es que se crea un interior. Donde hay puro exterior, crea la posibilidad de un retiro relacionado con un compartir. Es decir, estos dos se retiran de la pura exterioridad o de la pura intemperie que había en ese vagón y aparece un compartir. Ese íntimo crea la posibilidad de compartir, sin homogeneización previa. En lo íntimo, mi interioridad está en el otro y su otredad está en mí, dice Jullien.

Jullien propone lo íntimo para la relación entre dos, pero aquí propongo –haciéndome eco de un texto de Insitu que habla sobre consorcios[2] y yo extiendo a otros colectivos sin tercero y sin institución– que en estos colectivos hay una intimidad pública. Propongo forzar un poquito el concepto de lo íntimo para llevarlo a lo colectivo. Pensar que la interioridad de cada une está en les otres del nosotros. Les cuento que era muy habitual en los actos de fin de año del bachillerato popular que hiciéramos repasos, vídeos con repasos, con las fotos que habíamos ido tomando durante el año con las distintas actividades. En algunas fotos estaba yo y en muchas no estaba yo, y sin embargo sentía que en las fotos donde no estaba yo también estaba yo. Así que tuve un sentimiento muy patente de que mi interioridad estuviera en los otros, y también de esto de compartir sin que haya homogeneización previa.

Esta forma de concebir lo íntimo permite también pensar en un compartir que no es una complementación, sino una suplementación. Porque lo que tengo en mí del otro es un suplemento, no es algo que me completa y me hace uno autosuficiente. Ahora bien, es interesante como define el compartir lo íntimo Jullien, les voy a leer unas líneas de su libro: “Compartir es dividir partes, donde cada cual tendrá la suya solo para sí, como se reparte una torta. Pero compartir también es tomar parte en algo, ya no estar más solo y participar. Comparto un pastel o bien comparto sentimientos o ideas. De tal modo que ser íntimo es compartir un mismo espacio interior –espacio de intencionalidad, de pensamiento, de sueño, de sentimiento– sin que ya nos preguntemos a quiénes pertenecen estos últimos.” (Lo íntimo, p. 24)

Redondeo entonces. En una intimidad pública, lo que compartimos, digamos la huerta de Berazategui, compartía los frutos de la tierra y se compartían a sí mismos. Me decía esta mujer: “Eso compartido ya no es de cada uno, no se sabe de quién es.” Esa es la intimidad de la interioridad que generamos en el colectivo.

Bien, un desafío para estos colectivos, y con esto termino, es lograr representarse lo común que crean. Porque están muy pendientes de los objetivos explícitos y quizás pierden todo lo que producen de efecto implícito, presente en acto.

Bien…gracias por su tiempo.

 

Preguntas de les asistentes.

Juana: -Abrimos el intercambio.

Elvira: -Podrías, Pablo…  ¿podrías explicar un poco más estas últimas cosas que estabas desarrollando? Sobre la intimidad pública…

PH: -La verdad que no lo puedo desarrollar más. Voy a intentar decirlo con otras palabras. Es una linda experiencia para hacer, esto de sentir que la propia interioridad está en los otros, pero no solamente con mi pareja, donde después de todo se espera que haya intimidad… la pareja parece ser del mundo privado. Se da una intimidad también en lo público, un público que no es estatal, un público que es colectivo. Ese público donde compartimos problemas y, como decía Jullien, también compartimos sentimientos, ideas… Qué sé yo, cuando se recibieron en el bachillerato, cuando se recibieron los primeros egresados después de tres años de funcionamiento (pues es un formato de secundaria en tres años), todes llorábamos. Estábamos muy muy emocionados, y eso es un sentimiento compartido que le pertenecía a cada uno; sin embargo, era íntimo del bachillerato, íntimo del colectivo. Y sin embargo, esa intimidad pública no es una recinto retirado, porque la invitación del bachillerato es una invitación abierta, como la invitación de la huerta de Berazategui, es una invitación abierta a les vecines que quieran sumarse. De hecho, ahora se suman más vecinos y están extendiendo la huerta con árboles frutales.

Eduardo: -Cuando te referiste a los efectos sobre el mismo colectivo, hablaste en un momento de que era entre pares, o no entre pares, esta parte no me quedó clara, ¿podrías aclarar por favor? ¿Qué era esto de entre pares o no?

PH: -Claro, claro. Esto me di cuenta preparando el punteo para la misma charla, así que lo tengo como en borrador, pero a mí me parece que, digamos, si recordamos La psicología de las masas de Freud, los pares se definen como pares en relación al “caudillo” o líder de la masa, sea esta masa una masa “espontánea” o una “artificial”, que ya sería una institución como el ejército o la iglesia. Freud dice que es respecto del líder que los pares son pares y se reconocen entre sí como tales: Freud decía “se aman entre sí en la medida en que el caudillo o líder los ama a ellos”. En cambio, en estos colectivos que les conté no hay un líder, hay momentos en que uno u otro toma la iniciativa, pero no hay un referente al que todos estén siguiendo, no hay alguien que mande, para decirlo claramente. Por eso digo que no son pares, que son iguales, son… diría, diríamos, co-operarios de una tarea, cooperantes en una tarea. Y esa tarea es la que teje la igualdad y lo que le da cohesión al colectivo, un colectivo que no se define por una identidad sino por una actividad, por una tarea en común. Por supuesto esa tarea al desarrollarse puede generar un territorio, un territorio que no es el territorio objetivo geográfico, un territorio que es un haz de relaciones, una red de relaciones, como la que se genera, por ejemplo, al hacer embellecer el espacio común en un consorcio. Esos espacios comunes, cuando estaban llenos de basura arrumbada, no eran espacios comunes, no eran territorio. Sólo formalmente eran espacios comunes.

Juana: – Una preguntita… A mí me parece muy interesante el concepto que vos desarrollaste en todo tu planteo; hablabas de un colectivo no institucionalizado. Pensaba: es un colectivo que se sostiene en base a una situación. La huerta, la administración del consorcio… en este planteo que vos haces, si bien no hay una institución, me parece que el lazo que se crea en la libertad de participar ( porque a la huerta va al que quiere), no hay autoridad me parecía a mí. Es un colectivo que de alguna manera se sostiene igual que las madres de los chicos que tuvieron algún delito y crean, yo te diría, un vínculo muy importante de sostén en la diferencia. No sé cómo lo pensas vos, me parece que es un tema muy importante también para trabajar con los grupos, ¿no? Pensábamos muchos de los temas que vos tocabas con los grupos de adolescentes, ¿no? Que se forman, de alguna manera, espontáneamente, sin autoridad, y que tienen un funcionamiento que es creado por ellos mismos.  Muchas veces nos encontramos con que la dinámica de los grupos adolescentes tiene un formato original en cada caso, ¿no? Funciona en relación a los integrantes y a veces ni siquiera tiene un objetivo, es un encuentro diría yo… ¿cómo ves vos esto? Los ejemplos que vos traes son muy claros donde lo institucional no es lo importante, sino que lo que se crea a partir de un encuentro entre gente con una necesidad a la que se hace un lugar y no es la misma necesidad, no importa qué necesidad lleva a cada uno a juntarse…  a la granja, por ejemplo. Es interesante porque en Estados Unidos, la plaza de Washington está dividida en lotes para que cada uno cultive. Pero no sé si hay, no conozco la dinámica de ese grupo, si hay algún contacto o hay algo de lo que vos propones que favorece… ahí me parece que es un proyecto individual, dentro de una zona pública. Ni idea, no conozco mucho…

PH: -Interesante… no tenía idea de esos cultivos en Washington. En cuanto a los adolescentes, lo tomo; por supuesto que no soy especialista en adolescentes. Lo que me parece importante aclarar es que, si bien no son instituciones en el sentido clásico, formal, sí hay en algunos casos una relación con lo institucional, donde la institución se usa como plataforma para que aparezca una vitalidad, vitalidad que en las instituciones clásicas no hay, porque no estamos en tiempo de instituciones clásicas, estamos en tiempos fluidos. La escuela del CFP 24 sería el caso más claro donde la institución sostiene de alguna manera algo, pero donde la vitalidad colectiva va mucho más allá de lo meramente formal. Y creo que quizás en los adolescentes, que muchas veces se hacen amigos a partir de la escuela, también hay una relación con lo institucional que ellos superan con su propia vitalidad, en horarios fuera de clase.

Para mí lo interesante de lo colectivo es justamente las vitalidades que se desarrollan, las vitalidades colectivas y la posibilidad de experimentar esto que es no ser un yo, esto de tener la propia intimidad en el otro, o la ajenidad de los otros en mí. Así que sí, absolutamente, estos colectivos son un trabajo de la diferencia, o un trabajo en la diferencia.

Patricia: -Pablo, porque recién justamente decías esto de que no hay un yo, y pensaba si la idea del nosotros puede estar dentro de la lógica del yo. Es decir, ¿hay una diferencia entre el nosotros y el entre? Porque hay algo del nosotros que a mí me suena todavía dentro de la lógica del yo. Porque, entonces, ¿qué es la paridad de La psicología de las masas y análisis del yo? No sé, es un interrogante que tengo, no sé si es así…

PH: -Está muy bien, porque es un cuestionamiento que obliga a seguir pensando. Yo le digo “nosotros” porque Ignacio Lewkowicz habló de “nosotros” para la crisis de 2001… Yo me formé con Ignacio y me quedo llamar nosotros a estos colectivos… Pero estos nosotros, insisto, no tienen identidad. No son grupos en el sentido clásico… en el 2001 eran asambleas o empresas recuperadas. Lo que pasa, cambio importante que debemos anotar, es que las asambleas fueron fugaces y los nosotros que yo les conté eso son colectivos que duraron o vienen durando varios años. Pero es verdad, tenemos que tener cuidado porque si al nosotros lo entendemos como una identidad, como un grupo con representaciones establecidas sobre sí mismo, con una institución que le da un marco, digo, si entendemos a nosotros como un grupo clásico de la psicología social, como un grupo de la solidez, cada integrante va a ser un yo. En ese punto es muy importante el señalamiento de Patricia, de mostrar complementarios al nosotros clásico, sólido, y al yo. Pero si el nosotros es un nosotros más precario, más de nuestros tiempos, si es una invitación abierta, si la tarea no es única y fija sino que se multiplica en nuevas tareas, la intimidad es pública. Y la intimidad pública tiene algo de desborde del yo. Nuevamente, la relación es problemática. No es verdad que el yo se deshaga del todo, pero sí que se ve desbordado algo colectivo que le pertenece y lo abre a la vez, y se ve trabajado en su apertura por la relación con les otres. Y creo que eso es lo interesante de participar de estos colectivos, ¿no? ver un poquito cómo uno se despersonaliza, como uno se des-identifica, sin sentir que eso es una zozobra, pues hay un sostén colectivo.

Juana: -Exacto.

Patricia: -Son colectivos que destotalizan, desacomodan.

PH: -Sí, desacomodan. Los mismos colectivos no son un todo como era el grupo sólido. Cada colectivo de estos no es un todo y destotaliza al yo. Por supuesto, estos colectivos son difíciles de encontrar, no es lo que pasa en la mayoría de los casos.

Patricia: -En un momento dijiste que también hay como una necesidad de que el hacer, el hacer del colectivo sea llevado a una representación… ¿Puede ser que dijiste algo así? ¿Y por qué?

PH: -Es difícil esta cuestión. Es difícil porque si hablamos, qué sé yo, del club y decimos “yo pertenezco a River”, bueno River va a ser una representación instituida y ahí esa representación no me destotaliza; al contrario, me identifica claramente. En estos colectivos hay veces que los objetivos explícitos, supongamos, que se reciban muchos estudiantes en el bachillerato popular, o conseguir que les paguen salarios a los docentes, no son alcanzados. No son alcanzados muchos objetivos explícitos, o son alcanzados parcialmente. Y eso trae desazón. Y yo creo que está bueno tener registro de la intimidad pública que construimos al desempeñar la tarea. La vida es lo que te pasa cuando estás ocupado haciendo otros planes, cantaba John Lennon. Cuando dije “hay que representar lo común de alguna manera” me refiero a tener ese registro de lo que nos pasa mientras perseguimos los objetivos explícitos. Un registro que por ahí es pintar un mural… en Sol del Sur casi se hacía un mural por año con les estudiantes, en el mismo bachillerato. En la huerta de Berazategui, es la misma huerta digamos la representación clara de lo común y también es una representación de lo común cuando se juntan con otras huertas de otras partes del conurbano.

Lo que quería plantear cuando planteaba que lo común necesita expresiones es que, si no las tiene, suele perderse esa dimensión de exceso sobre el yo y sobre el grupo que lo común es. Y, en cambio, si logramos expresarlo, logramos darle una duración más (que siga comenzando), y hacerlo producir más efectos excedentarios, destotalizadores. Esta charla de hoy quiere ser uno de esos registros, una de esas expresiones. Se expresa lo común pero no se lo reifica como identidad grupal.

[1] Presentado en el ciclo 2022 del dpto. de Familia y Pareja de Apdeba, “Clínica Vincular. Incertezas y posibilidades” 24/11/22. Grabación disponible en https://www.youtube.com/watch?v=GP6xYsrHjuk.

[2] Brutto, Demoy y Jorge, “Variaciones sobre el afecto. Afectos y emociones en el proceso de organización consorcial en conjuntos habitacionales,” en Revista Territorios n° 6 (2022). Disponible en https://publicaciones.unpaz.edu.ar/OJS/index.php/ts/article/view/1340