Estamos conectados, todos nosotros somos interdependientes con otros humanos y con otras formas de vida

¿Ejerceremos la libertad de una manera colectiva que reconozca nuestras responsabilidades con otros?



Judith Butler, filósofa estadounidense: “Creo que estamos conectados por la vulnerabilidad común”

La pensadora feminista plantea en esta entrevista con La Tercera que “el Covid curiosamente nos iluminó, una vez más, de lo interconectadas que están nuestras vidas”. También, a propósito de su nuevo libro -”¿Qué mundo es este?”- reflexiona sobre la vida bien vivida: “Es aquella donde nos cuidamos unos a otros”.

Con una gran taza de café y la luz del sol entrando por su ventana, aparece la filósofa Judith Butler vía Zoom. Figura clave del pensamiento feminista y post estructuralista, libros suyos como El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad (1990) y Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo (1993), son lectura esencial para entender los estudios de género. Catedrática de la Universidad de Berkeley, durante una mañana californiana conversa con La Tercera sobre su nuevo libro, ¿Qué mundo es este?, en el que escribe sobre el Covid, sobre en qué tipo de planeta vivimos hoy, en cómo hacer que sea habitable, y cuál sería una definición de vida bien vivida.

Su libro reflexiona sobre los efectos de la pandemia, pero aunque pareciera que ya pasó, no es así…

Claro, hay miles de personas muriendo de Covid cada semana todavía, y mucha gente que no ha podido reasumir sus vidas públicas, porque están inmunocomprometidas o en quimioterapia, porque las vacunas no funcionan para ellos. Todavía hay quienes están secuestrados, aislados y muriendo, pero sin embargo, nuestros políticos dicen: esto ya pasó. Y por supuesto esa declaración es para reabrir los mercados, para reasegurarle al público que todo está bien, pero sabemos que no todo está del todo bien, y que incluso cuando las personas contraen el virus, está la pregunta: ¿será leve, tendré Covid durante mucho tiempo?… Creo que hay cierta negación, en la que estamos cayendo.

En su libro dice que hoy vivimos en mundos diferentes y superpuestos. ¿Cómo podemos encontrar un terreno común viviendo en estos mundos diferentes?

Bueno, creo que el cuadro que tenemos que dibujar es uno en el que todos estamos conectados, todos nosotros somos interdependientes en esta Tierra, con otros humanos y con otras formas de vida, en la Tierra misma. Estamos viendo bruscamente esto con el cambio climático. Y, sin embargo, experimentamos eso de diferentes maneras: algunos de nosotros somos muy privilegiados, contamos con enormes recursos, y otros solo luchan por sobrevivir, y una gran cantidad de personas no saben si tendrán o no un futuro económico seguro. Creo que estamos conectados por la vulnerabilidad común, todos podemos enfermarnos. Si tenemos los recursos para protegernos de la enfermedad o incluso de la posible muerte es cuestión de cómo se distribuye la riqueza, cómo se ha construido la clase a lo largo del tiempo, las diferencias de clase. Por lo tanto, debemos aceptar que, independientemente de la historia que contemos, esta incluya tanto nuestros puntos en común como las profundas desigualdades sociales y económicas que existen entre nosotros.


El Covid ha iluminado y también intensificado las desigualdades, como escribe…

Sí. Estar sin techo, estar sin casa, siempre ha sido muy difícil, uno está expuesto cuando no está protegido del peligro o de la violencia. Es una forma de abandono social, es motivo de gran vergüenza para el resto de nosotros, y obviamente debería ser rectificado a través de políticas gubernamentales. Todos deberían tener derecho a encontrar refugio. Pero estar desprotegido bajo el Covid, intensifica esa situación: no eran solo los problemas de pobreza y exposición a dolencias o la violencia en las calles, sino que además no había forma de protegerse de la enfermedad cuando no hay muros, o no hay manera de cerrar la puerta, de tomar distancia de otros que pueden ser portadores del virus… Las tasas de morbilidad y mortalidad nos muestran que la pobreza hace más probable que mueras en condiciones de pandemia.

La paradoja es que el Covid debería habernos enseñado que realmente no se puede disociar el propio bienestar del bienestar de los demás. Protegerse solo no era la solución, se requería vacunación masiva, acceso a la atención y todas las demás medidas que hemos visto… ¿Nos dirigimos hacia el regreso de lo mismo de siempre?

Diría que hay dos tendencias, una de ellas es volver a lo de siempre, lo más rápido posible. “Ok, fue terrible, lo superamos, se acabó, centrémonos en los placeres, el trabajo, disfrutar de las grandes fiestas, donde sea”. Por supuesto que hay quienes huyen del escenario del encierro, la enfermedad, la muerte y el luto lo más rápido posible. Pero también creo que los movimientos sociales que se han destacado bajo el Covid son aquellos que reconocen lo que yo llamaría una vulnerabilidad transnacional a la enfermedad y a la muerte. El Covid no estaba prestando atención a las fronteras nacionales, no necesitaba un pasaporte para cruzar fronteras; no entendía de naciones, ni de nacionalismos, ni de territorio. Entonces, los que buscábamos brindar atención o apoyar redes de atención teníamos en cuenta que no es solo el barrio local -que es importante- y no es solo dentro del marco nacional, aunque eso también es importante. Creo que el llamado, especialmente entre las feministas, fue por redes transnacionales de cuidado, reclamando el derecho a ser apoyado por infraestructuras de cuidado, como un derecho que todos deberían tener sin importar dónde vivan. Entonces, (están) los movimientos por la atención médica, para revertir el desastre climático, esos movimientos para “desdomesticar” el cuidado, es decir, hacer del cuidado algo que pertenezca a nuestra vida pública, y por esa comprensión global de nosotros mismos. La lucha contra el racismo, la muerte prematura de tantas personas negras y morenas en todo el mundo por no haber tenido acceso a una atención sanitaria buena o asequible… La política sanitaria pone el cuerpo en el centro de la política. ¿Qué cuerpos pueden vivir, qué cuerpos no? ¿Quién está siendo apoyado, quién no? ¿Quién pertenece a la comunidad? ¿Qué vidas importan y cuáles no? Este tipo de desigualdades han salido a la luz y creo que se ha intensificado la lucha contra la desigualdad. Entonces, supongo que la respuesta a su pregunta es sí, veo que el mundo se mueve en dos direcciones: una es la lucha contra la desigualdad social y económica, que a veces es fatal, y la otra es una especie de negación maníaca que va con un cierto tipo de lógica de mercado y pasión de mercado.

Usted sostiene que hay otra forma de definir o ver la libertad individual. No sólo las libertades personales, sino también ser conscientes del destino de las demás personas que nos rodean. Es una definición humanista, más allá de cualquier ideología ¿no?

O tal vez lo llamaré ético. A muchas personas les preocupaba que sus libertades personales fueran restringidas y que fueran encerradas; querían poder vivir sus vidas como lo hacen habitualmente. Y, por supuesto, la resistencia a las mascarillas o al protocolo de distanciamiento social, que también fue una restricción a la libertad personal. Alguna gente, que se enojó mucho con las restricciones a las libertades personales, terminó siendo egoísta e incluso (desarrolló) cierta forma de conducta que se ponía en peligro a sí mismo y a los demás: “No voy a usar mascarilla, pese a que estoy enfermo o a que las tasas de transmisión son muy altas, porque es mi libertad personal para hacerlo”. Ahora, lo que pienso que sucedió para muchos de nosotros bajo el Covid fue el reconocimiento de que en realidad estoy interconectado con otras personas, esta es una enfermedad del mundo interconectado. Esta enfermedad ilumina nuestra interconexión: lo que yo te hago tú me lo puedes hacer a mí. Nuestras vidas están encadenadas unas de otras. No somos solo individuos con esta libertad personal, que quiere estar libre de todo freno. También estamos tratando de descubrir cómo vivir en libertad unos con otros, como seres sociales que tienen el poder de hacer daño los unos a los otros, y también tienen el poder de afirmarse y apoyarse unos a otros. Y la pregunta es: ¿ejerceremos la libertad de una manera colectiva que reconozca nuestras responsabilidades con otros? Puedo ver redes de atención y nuevas formas de relaciones que reconocen que estamos en un predicamento común y que para avanzar tenemos que reconocer realmente esa comunidad. Creo que el Covid, curiosamente -odio el Covid- nos iluminó, una vez más, de lo interconectadas que están nuestras vidas. Eso da un sentido diferente a la libertad colectiva: actuamos juntos para ser libres. En realidad trabajamos unos para otros y encontramos nuestra libertad en ese tipo de responsabilidad y colectividad.

Eso lleva a un concepto que usted explora: una vida bien vivida. ¿Cuál es esa vida?

Pues yo creo que una vida aislada, como un individuo que persigue el interés propio, y que entiende la libertad como una prerrogativa personal únicamente, no vive una vida con los demás o no entiende que mi libertad y la tuya tienen que trabajar juntas para producir una forma de vida en la que no estemos constantemente sacrificándonos unos a otros. Si digo: quiero ser libre y realmente no me importa lo que te pase, seré libre incluso de infectarte, y si eso sucede, bueno, es una lástima… Entonces, ¿qué es esa libertad que se basa en no preocuparse por la vida de los demás? Me parece que eso es una falta de libertad, significa que soy libre de herir, de dañar, incluso de dejar morir, o de disponer la muerte de otro, pero no puedo aislarme de un mundo con otros. Y me parece que una vida bien vivida es aquella que se sostiene, que se siente con futuro y que pertenece a un sentido más amplio del mundo social de manera recíproca, donde nos cuidamos unos a otros. Donde mi deseo de vivir es también un deseo de que tú vivas.


La palabra clave parece ser el cuidado. Solía ser invisible, no reconocido, realizado en su mayoría por mujeres. Al menos en Chile, sería el 26% de PIB. ¿Cuáles son sus reflexiones sobre el cuidado hoy y por qué está en el centro de una nueva forma de ver la sociedad?

Creo que las feministas teóricas, activistas y académicas durante muchos años han llamado la atención sobre el hecho de que el trabajo doméstico no es compensado. El trabajo reproductivo -es decir, el trabajo que se necesita para reproducir las condiciones materiales de una vida, ya sea labores en la casa, o comida o limpieza- esta forma de trabajo ha sido tradicionalmente delegada a las mujeres y no se ha valorado. Aunque es un trabajo absolutamente indispensable, no es remunerado y no es reconocido como indispensable. Esa espantosa contradicción ha sido esclarecida por las académicas feministas de modos muy importantes. Estoy pensando en Silvia Federici, entre otras. Pero también diré que cometeremos un error si decimos: (el cuidado) es el talento especial de las mujeres, la virtud especial de ellas, esto es lo que deberían estar haciendo las mujeres porque lo hacen mejor que los hombres…

Una visión esencialista…

El punto es que los hombres se han incorporado al trabajo de cuidado de maneras que son muy importantes. Creo que todas las criaturas humanas deberían estar en labores de cuidado, todos deberían participar en relaciones de cuidado. No deberían asumir una división del trabajo en la que un grupo hace el trabajo de cuidado y otros no. En Estados Unidos, la mayoría de las mujeres que están dedicadas al cuidado de personas mayores o niños pequeños, o que limpian las casas en los suburbios, son mujeres afroamericanas y morenas, por lo que también existe una división racial en quién hace el trabajo de cuidado y quién no. Muy a menudo, los migrantes realizan ese tipo de trabajo de cuidados. Y luego está la idea de que te salgas de ese trabajo para hacer algún otro tipo de trabajo que sea más prominente. Tenemos que repensar todos esos valores. En primer lugar, para que el trabajo de cuidados sea algo que cualquiera pueda hacer y, en segundo lugar, para que se valore su carácter imprescindible, porque lo es, por gobiernos, por políticas públicas, por organizaciones sociales y culturales, por personas en todas partes, y eso incluye a los medios de comunicación. Y luego también pensar en cómo funcionan las divisiones raciales y de género en la organización social del cuidado. También me ha impresionado que durante la pandemia y después, haya habido una revitalización de los ideales socialistas.


¿Como la renta básica universal, por ejemplo?

Sí, para que nadie esté en esa terrible posición de que si va trabajar puede enfermar y posiblemente morir, o contagiar a las personas más cercanas, pero si no va a trabajar no puede vivir ni mantener a los que le importan… Este tipo de contradicción es inaceptable: no es una vida vivible el enfrentar esa contradicción todo el tiempo. Una garantía así de ingreso es algo que no se debe dar solo cuando hay una pandemia, sino que se debe generalizar. Y también creo que la atención médica de excelencia debe ser un derecho, como el techo, la educación. Estos son requisitos básicos de una vida vivible y si no nos garantizamos eso como sociedad unos a otros, en realidad estamos aceptando el argumento de que algunas personas van a tener una vida vivible y otras no. Esa es la opinión de Trump; esa es la visión. Cuando se le señaló la desigualdad social radical a Donald Trump, él simplemente dijo: Sí, así es la vida. Esa frase encapsula la normalización de la desigualdad radical. Eso es lo que debemos impugnar.