Tres estratagemas de Walter B
Traducción de un texto firmado por Ut talpa y publicado por primera vez en lundimatin, núm. 221, 16 de diciembre de 2019.
La dialéctica erística que según la definición de Hegel «se adentra en la fuerza del adversario para destruirlo por dentro», no se encuentra, por belicoso que Fuchs parezca, en su arsenal. En los investigadores que siguieron a Marx y a Engels cede la fuerza destructiva del pensamiento, que ya no se atreve a desafiar al siglo.
Según Walter Benjamin, desde Marx y Engels, el arsenal ofensivo del pensamiento se ha debilitado. Su fuerza destructiva ha disminuido. Ya no se atreve a desafiar a su siglo. Lo que le falta es una forma de dialéctica. ¿Qué dialéctica? La dialéctica erística. Es decir, una forma de racionalidad que, según Hegel, «se adentra en la fuerza del adversario para destruirlo por dentro». Pero, ¿cómo dar a la razón «una apariencia marcial, por así decirlo»?
Calle de sentido único nos da su armadura. Aquí, la definición de la «verdadera polémica» es la misma que la de la dialéctica erística: «La polémica consiste en aniquilar un libro con unas pocas de sus frases». Esto significa al mismo tiempo que «sólo quien puede destruir puede criticar». El crítico debe ser capaz de destruir. El crítico no es, por tanto, el legislador de la sociedad de las letras. Tampoco es un Juez en el tribunal de las obras. Es mucho más ferozmente un «estratega». Y esto «en el combate por la literatura». La literatura no es, por tanto, una galería, es un Kampfplatz. Una obra de arte no es algo que contemplar. Al contrario, es algo que manipular. Es en la «mano» del estratega «el arma blanca en la lucha de los espíritus». Como estratega, el crítico no se desentiende de los artistas. Al contrario, organiza su potencia de choque. Para ello, habla su lenguaje y se centra en sus conceptos. Estos conceptos no son abstracciones. Estos conceptos son las «consignas» partisanas del «Cénacle» de los artistas. Por tanto, «sólo en las consignas resuena el grito de guerra». En otras palabras: los conceptos manipulados por el crítico no son objetivos, sino efectivos. El arte del estratega crítico consistirá, pues, en «forjar consignas sin traicionar las ideas». Es decir: mantener por un lado el aspecto conceptual de la idea y por otro el aspecto eficaz de la consigna. En resumen, obtener conceptos tácticos. En «Gasolinera», Walter Benjamin afirma:
La eficacia literaria significativa sólo puede nacer del riguroso intercambio entre acción y escritura.
Esto requiere la producción, dice, de «formas modestas». «Formas modestas» que manipulen un «lenguaje instantáneo». Este lenguaje «instantáneo» sería el único capaz de estar «activamente a la altura del instante». Esta «forma modesta» es la de los panfletos, folletos, artículos y carteles. Estos ejemplos nos permiten reconocer en el «lenguaje instantáneo», el lenguaje de las «consignas», es decir, los conceptos del Cenáculo donde resuena el grito de guerra: lo que yo llamo conceptos tácticos. Pero, ¿de dónde saco tales conceptos? Para su producción de «consignas» fieles a las «ideas», el estratega crítico se apoyará en el «tenor» de las obras. El tenor es el elemento dialéctico de forma y contenido que da lugar a un afecto. El tenor es lo que se experimenta. Desde el punto de vista del tenor, la obra es «sintética», es una «central eléctrica»: es un acumulador de potencial. Es decir, un acumulador de virtualidades políticas. Walter Benjamin habla a veces de «energías políticas». Es en este sentido que «la virilidad de la obra está en el ataque». Así, la fuerza destructiva del pensamiento debe ser estratégica, por lo tanto partisana, ofensiva, por lo tanto eficaz, es decir, capaz de destruir. Para ello, debe articular dialécticamente concepto y grito de guerra, idea y consigna, escritura y acción. Debe extraer su energía de la verdad de las obras. Esta verdad, como tenor, no es teórica sino afectiva. Estos pocos elementos definen a grandes rasgos la estructura general de la razón feroz.
El uso de tal forma de racionalidad implica una refundición de la noción de experiencia, una refundición de la noción de verdad y una refundición de la noción de causalidad. No es mi tarea explicar aquí los postulados de esta refundición. Sólo la idea de una causalidad no determinista pero eventual y mnésica (memorial y panpsíquica) nos permite comprender la idea de una verdad no eterna pero fulgurante que se concibe tanto en su dimensión teórica (el «verdadero rostro» del pasado nos mira y «exige» del presente algo que el «acuerdo tácito» o «índice secreto» entre los vencidos ha hecho subsistir bajo la forma enigmática de una «débil fuerza mesiánica») como en su dimensión performativa (la «cristalización» de un problema del presente, la «liberación» de estas «energías políticas» y, por tanto, el redescubrimiento del presente en la acción revolucionaria-redentora). Lo que elucubro entonces es lo siguiente: si la verdad en WB es a la vez teórica y performativa, es porque combina las cualidades del teorema y del poema en forma de un tercer género de enunciados que propongo denominar estratagemas. La estratagema es, en mi opinión, el único tipo de enunciado a la vez verdadero y actuante que corresponde al aspecto constructivista de la verdad que reivindica una racionalidad «feroz». De ello se infiere el gesto general del pensamiento de WB: el intento de escribir el «testamento» (las instrucciones, el índice, el manual) de esta «herencia» que no fue «precedida» por ninguno, según René Char, y que Arendt elucida como «el tesoro de las revoluciones». Así se comprende mejor su fascinación por la Odisea: llena de artimañas y estratagemas que burlan al destino y a los dioses. Entendemos lo que espera de los cuentos en general: el ejercicio de la «astucia» y el «descaro», que se incorporan a la experiencia y desafían al mito. En resumen, exempla, según el modelo del exemplum medieval. La estratagema forma parte del exemplum.
Tres estratagemas de Walter B
(Para contribuir a la redacción de un testamento de las luchas)
En «El surrealismo» de 1929, Walter Benjamin se propone «medir estratégicamente la línea que ha alcanzado el surrealismo». Para ello, ataca la pretensión snob de reducir el satanismo de Rimbaud y Lautréamont a una simple expresión del «art pour l’art». Reducción que haría del satanismo un simple motivo estético. A esto, WB responde: «Pero, si uno acepta esta añagaza romántica, encontrará en ella algo útil. Encontrará el culto al mal como un aparato romántico de desinfección y aislamiento contra todo diletantismo moralizante». En otras palabras: no se trata de evaluar el valor del culto al mal desde un punto de vista estético, sino de mostrar cómo este culto al mal puede utilizarse, desde un punto de vista partisano, no como una simple pancarta o un signo de concentración, sino como un verdadero «aparato», es decir, como una tecnología literaria y política. El «culto al mal» es un aparato para purificar lo político de su inercia moralizante. Aquí WB nos muestra cómo hacer uso del romanticismo satánico de Rimbaud y Lautréamont: su valor es el de una estratagema de la literatura política.
Estratagema I:
El culto al mal romántico sigue siendo manejable y efectivo sólo como aparato de liquidación del diletantismo moralizante, en la medida en que este último reduce la potencia de choque político.
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La tesis I de «Sobre el concepto de historia» no es más que una estratagema alegórica. Tenemos la alegoría no de una idea, sino de una relación. La alegoría de la relación victoriosa entre «teología» y «materialismo histórico». Esta alegoría es la alegoría de una máquina con toda la ambigüedad etimológica que encierra el término griego mechané. Es tanto un mecanismo como una artimaña. Es tanto una maquinación como una maquinaria. La teología enana no está al servicio de la marioneta histórica. La teología está al servicio del éxito de la partida de ajedrez, y sólo por eso acepta aparecer únicamente al servicio de la marioneta. Como sierva únicamente de la marioneta, la teología enana estaría al servicio del espectáculo y la atracción que representa la maquinaria. Como sierva de la victoria, se convierte en la dueña secreta de la marioneta que manipula en cada jugada. Pues el turco que juega al ajedrez es autómata sólo en apariencia. Mientras el ojo insiste en este punto, se contenta con la ilusión. Lo que lo anima no es otra cosa que el enano. Pero en la imagen, la marioneta es totalmente atractiva. Nadie encontraría placer en jugar contra un enano feo. El marxismo actúa entonces como una estetización de la lucha. La táctica real y fea es teológica. La fuerza efectiva del marxismo proviene de su elemento mesiánico. Queda por ver qué quiere decir WB con el término «teología». Según «Destino y carácter», teología significa sólo felicidad, beatitud y redención. De ella y de su discurso se excluye cualquier relación con la infelicidad, la culpa y la falta.
Estratagema II:
Presentar al adversario el espectáculo automático de la victoria, para, más allá de la ilusión del mecanismo marxista, ocuparse de la organización de conspiraciones anarquistas.
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La tesis IV de «Sobre el concepto de historia» postula la estratagema del verdadero cambio histórico. La estratagema del heliotropismo redentor. Si las luchas son por la supervivencia material, la figura, la imagen o la personalidad de los vencidos no se conserva en el alimento y el vestido, sino en lo «fino» y lo «espiritual». Estas dos dimensiones incluyen: autoconfianza, valentía, humor, astucia y perseverancia. Cinco virtudes cardinales de la lucha. El rostro de los anónimos sólo es reconocible por estas virtudes que los hacen vivir y actuar «retrospectivamente en la distancia del tiempo». Pero estas virtudes cardinales no se lanzan sin más. Todas tienden a un mismo gesto de «cuestionamiento» de los vencedores. En otras palabras: las virtudes de los vencidos son correlativas a su esfuerzo por cuestionar el statu quo. La historia se describirá como una única catástrofe: como principalmente estancada o inercial. Sin embargo, la historia materialista descubre un desplazamiento, un movimiento, un… progreso. WB describe este progreso como un «heliotropismo de tipo secreto» tendente al sol que se está elevando en el cielo de la historia. Pero este sol no se eleva en el horizonte del futuro, sino a través del «entendimiento tácito» entre las generaciones presentes y pasadas. Las virtudes cardinales, ligadas al esfuerzo por cuestionar, son los cinco pétalos del heliotropo, cuyo centro gira «imperceptiblemente» hacia el sol. Este acercamiento imperceptible del Mesías, que ya enunciaba el «Fragmento teológico-político». Es el movimiento progresivo iniciado por los vencidos en el transcurso del tiempo: es «la más discreta de todas las transformaciones». El progreso según WB es ínfimo, y este progreso ínfimo no es una evolución sino, precisamente, una interrupción. WB busca el lugar donde se produce esta interrupción a través de la catástrofe. La tesis XII explicita y aumenta esta estratagema del verdadero cambio: a las cinco virtudes ejemplares de la lucha, que constituyen el patrimonio refinado y espiritual de la clase combatiente, hay que añadir dos virtudes, esta vez eminentemente ligadas al modo de lucha mismo, el odio y la voluntad de sacrificio. La estratagema de WB consiste aquí en mostrar que la fuerza política de la clase combatiente se nutre no de la imagen de las generaciones venideras, sino de la de las generaciones vencidas. Uno de los indicadores de esta potencia recuperada a través de tal tropo de la acción es precisamente la ganancia en odio y voluntad de sacrificio.
Estratagema III:
La potencia ética y afectiva de la clase combatiente sólo se construye dirigiendo su mirada hacia las cinco virtudes refinadas y espirituales de los vencidos, pues la imagen de estas virtudes, en la medida en que aparecen al mismo tiempo como sometidas y vencidas, alimenta el odio y la voluntad de sacrificio de la clase combatiente, que se ha vuelto vengativa en el proceso.