La red de cooperativas Cecosesola navegando la tormenta

En algunas regiones del mundo la tormenta sistémica es una realidad cotidiana que ha trastocado la vida hasta límites inimaginables. Es importante reconocerlos y aprender sobre los modos como los pueblos afrontan la tormenta en colectivo, para aprender y poder hacer lo propio cuando llegue el momento



La red de cooperativas Cecosesola navegando la tormenta

Raúl Zibechi

 

En algunas regiones del mundo la tormenta sistémica es una realidad cotidiana que ha trastocado la vida hasta límites inimaginables. Es importante reconocerlos y aprender sobre los modos como los pueblos afrontan la tormenta en colectivo, para aprender y poder hacer lo propio cuando llegue el momento.

En Chiapas las comunidades zapatistas están haciendo frente al desastre del sistema-mundo, con sus violencias cruzadas contra pueblos y aldeas que se asemejan a un remolino de muerte y desolación que no deja nada en su lugar. En Venezuela la represión provocó miles de muertos, mientras la escasez y el hambre expulsaron a uno de cada cinco habitantes, una de las mayores migraciones conocidas fuera de los períodos de guerra.

La planificación estatal “socialista” fracasó completamente y en 2019 el gobierno de Nicolás Maduro decidió la liberación de precios y del tipo de cambio. Los campesinos cultivaron más sus tierras al obtener precios razonables para sus productos, los empresarios volvieron a importar todo tipo de mercancías y en particular alimentos, que se ofrecen a compradores invisibles en los grandes supermercados.

El salario mínimo es de apenas cuatro dólares (130 bolívares), las maestras reciben 11 dólares por mes (300 bolívares) y un docente universitario acaricia los 20 dólares. Pero los precios de los alimentos son muy elevados, digamos a nivel internacional: un litro de aceite de soya 75 bolívares (casi 3 dólares), un kilo de harina un dólar, uno de arroz  o de azúcar 1,10 dólares, y un bote de margarina de 250 gramos 1,2 dólares. Con el salario mínimo se puede comprar apenas un litro de aceite y uno de harina. Una maestra compra un litro de aceite, dos de harina e igual cantidad de arroz y azúcar.

¿Cómo hacen para sobrevivir? Las maestras llevan nueve meses en huelga, acuden a dar clases sólo uno o dos días a la semana, lo que ha distorsionado todo el sistema educativo. Las familias reciben una magra cesta de alimentos que en ningún caso alcanza para alimentarse más que algunos días del mes, miles han instalado pequeños comercios en sus casas para obtener algún ingreso extra.

La precariedad y la pobreza hacen que ahora la oferta sea mucho mayor que la demanda. En el supermercado Hiper Líder en las afueras de Barquisimeto, un sábado por la mañana había más dependientes que clientes, contrastando la enorme cantidad y variedad de productos en los estantes con pasillos completamente vacíos. La escasez y las enormes colas quedaron atrás, pero se han profundizado la desigualdad y el capitalismo.

 

 

 

 

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Cecosesola es un buen ejemplo de cómo afrontar la tormenta. Su nombre al fundarse en 1967 fue Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara, luego decidieron nombrarse como Organismo de Integración Cooperativa Cecosesola. Cuenta con 1.200 trabajadores asociados y 20 mil socios; son 53 cooperativas de las cuales 15 se dedican a la producción agrícola con 250 familias, tienen 22 puntos de venta de productos de la propia red y siete unidades de producción artesanal como pasta integral, carne de soya, granola, salsas, dulces, champú, cremas, pulpas de frutas, vainilla, cera, desinfectantes y miel. Las denominan “unidades de producción comunitaria” y a los mercados “ferias de consumo familiar”. Tienen presencia en siete estados aunque una parte sustancial está en Barquisimeto.

Cuentan con una funeraria donde 23.000 familias dan un pequeño aporte semanal para garantizar el servicio digno hasta a nueve familiares. El Centro Integral Cooperativo de Salud (CICS) atiende todos los años a más de 200 mil personas, pero no la consideran un servicio sino “una oportunidad de construir relaciones de respeto entre nosotros y nosotras como integrantes de una misma comunidad”.

En decenas de asambleas planifican los rubros a sembrar, para que se distribuyan de una manera equitativa. Entre todos y todas discuten los precios hasta llegar a consenso, sin guiarse por los precios del mercado sino por los costos reales, lo que supone largas reuniones en las que productores, distribuidores y consumidores se ponen de acuerdo en los problemas y necesidades de unos y otras. Han creado fondos de apoyo mutuo para cubrir las necesidades que van surgiendo.

Sin embargo, lo más notable es que una organización tan amplia y numerosa no tiene estructura de dirección y las decisiones van llegando a través de encuentros semanales (asambleas y reuniones informales) en cada espacio integrado a la Red. Las asambleas funcionan los martes en las 53 cooperativas, en las ferias y en todos los lugares donde se desempeñan los socios trabajadores que reciben todos el mismo «Anticipo Societario» que es el adelanto monetario del esfuerzo personal y colectivo.

Los martes son los días de las asambleas, una sesenta cada semana que totalizan alrededor de 3.000 al año. Las asambleas no votan ni toman decisiones, van debatiendo los problemas del día a día y se va llegando a consenso, lentamente, algo que demanda mucho tiempo y circulación de voces. Se trata de prácticas comunitarias que no se rigen por las normas de las asociaciones (como los partidos y los sindicatos), sino por la lógica de la cohesión comunitaria que siempre busca que todas y todos comprendan, acuerden y se responsabilicen.

El movimiento ha ido cambiando durante los años de escasez (2016 a 2018 fueron los más agudos) y durante la pandemia, pero ahora están nuevamente ante una encrucijada que están comenzando a debatir. Antes de la pandemia Cecosesola era el espacio de producción y distribución de alimentos en el que se abastecía entre el 30 y el 40% de la población de Barquisimeto, de un millón de habitantes. Pero con la liberalización se multiplicaron los puntos de venta, de modo que el sector popular puede comprar en muchos otros sitios. Se preguntan si continuar con la misma dinámica o reinventarse en otros modos, aún cuando tres de cada cuatro hogares manifiestan sentir inseguridad alimentaria según encuestas en Venezuela.

 

 

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Los trabajadores asociados son más de mil, pero existe una importante renovación porque una parte suelen abandonar por los más diversos motivos. Para recibir a las nuevas incorporaciones crearon los Encuentros de Bienvenida, que suelen realizar en La Granja, un espacio recreativo y productivo cerca de la ciudad, en el que se rotan una decena de trabajadores para cultivar las 20 hectáreas y sostener la piscina donde los fines de semana acuden los asociados y sus familias.

Para ingresar a Cecosesola la persona debe ser presentada por un trabajador asociado que a su vez se responsabiliza por el o la aspirante. Luego participan en reuniones durante varias semanas, en las que les explican de qué se trata el movimiento, que deben estar dispuestos a rotar en todos los trabajos, desde barrer en la feria y cocinar hasta aprender contabilidad y los oficios que sean necesarios. La rotación es una de las principales características de Cecosesola, así como la participación en las asambleas, lo que facilita que todas y todos conozcan los más diversos aspectos del movimiento, en particular el manejo del dinero y las cuentas. Sin rotación y asambleas se crearían las condiciones para que los “especialistas” se hagan con la dirección del movimiento, anulando la horizontalidad y creando jerarquías que a la larga constituyen un poder que domina a la gente común.

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Durante el apagón de cinco días en 2019, tomaron una decisión radical, luego de intensos debates. No había electricidad, por lo tanto no funcionaban los bancos ni los supermercados, y la población no tenía dinero para sus compas diarias de alimentos. Pero en las ferias había fruta y verdura que podía malograrse al no haber refrigeración. Algo había que hacer.

Debatieron que se trataba de ser fieles a sus valores que colocan a la comunidad en el centro de toda actividad. La decisión fue fiar las verduras a las personas que acudían a comprar, con el compromiso de que devolvieran lo que se llevaban sin pagar, porque Cecosesola debía cumplir también con los productores. El resultado fue notable: el 97% devolvieron el importe, aunque algunos lo hicieron un año después. En esos casos, como está sucediendo ahora con algunos productos, deciden vender a pérdida para no perjudicar a la comunidad.

La decisión fue audaz y arriesgada desde el punto de vista económico, pero fue sumamente exitoso para la cohesión comunitaria. En los tiempos de aguda escasez se acuñó la idea del “mata-ruidos”, papel que cumplieron el cambur (plátano) y el mango, frutas que a veces se encuentran regadas en el suelo o tienen un precio muy bajo. Dicen que era el modo de matar los ruidos del hambre que producen las entrañas.

Así de dura fue la escasez, cuando una familia debía pasar muchas horas (a veces todo el día) haciendo colas para poder comprar algo de harina y de arroz, ya que las cestas que repartían los gubernamentales Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) nunca fueron suficientes. Fruto de la experiencia, los miembros de Cecosesola suelen decir que “cuando se nos presenta un problema o reto a solucionar, es cuando más avanzamos”. Como sucede con los movimientos autónomos arraigados en los pueblos y comunidades, la crisis los ayudó a crecer.