Izquierdas y Derechos Humanos. A propósito del cabildeo brasileño en la OEA

Es absurdo pretender ser antiimperialista aniquilando toda forma de vida de la sociedad civil, como hace Ortega en Nicaragua, como recién acabamos de mencionar 15 desnacionalizados que nos dirigimos al Foro de Sao Paulo, demandando que levante su voz por los DDHH en Nicaragua. Atemperar los crímenes de Ortega solo abona al descrédito de la izquierda.



¡Decidámonos!

 

Izquierdas y Derechos Humanos. A propósito del cabildeo brasileño en la OEA

Mónica Baltodano

 

Entre abril y mayo de este año hice una gira por Brasil, invitada por el Comité Brasileño de Solidaridad con el pueblo de Nicaragua y apoyada por sindicatos del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), viaje ampliado a Uruguay, convidada por Corriente Renovadora del Frente Amplio, en particular por Tato Olmos, vicepresidente de la Cámara de Diputados; y hasta Argentina, alentada por Pañuelos en Rebeldía y una de sus fundadoras, nuestra amiga Claudia Korol.

Yo acababa de ser víctima ―con mi esposo y una de mis hijas―, de una infame resolución, con la que la dictadura Ortega Murillo determinó quitarnos la nacionalidad nicaragüense a 317 opositores del régimen. La brutal decisión del 15 de febrero, basada en sentencias de juicios inexistentes, nos declaró traidores a la patria y prófugos de la justicia, nos inhabilitó a perpetuidad para ejercer cargos de elección popular y nos confiscó bienes inmuebles y otros. Todo eso acompañado del despojo de pensiones a los jubilados, toma de sus viviendas, la mayoría arrendadas u ocupadas por familiares, pues los desnacionalizados ya estábamos en condición de migración forzada y refugiados en varias partes del mundo.

Estas aberraciones se sumaron a crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura en 2018: asesinados, heridos, desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, violaciones sexuales, torturas, y a los que continúan contra presos políticos sometidos a permanentes torturas, y los 70 asesinatos, contados hasta hoy, de indígenas Mayagnas y Misquitos, para apoderarse de sus territorios.

Esta terrible situación la denuncié en innumerables encuentros, reuniones, asambleas públicas y a medios de comunicación escritos, radiales y televisivos en Sao Paulo, Brasilia, Río de Janeiro, Porto Alegre, Montevideo, Buenos Aires y La Plata.

En estos países me reuní con organizaciones en su mayoría de izquierda e intercambié opiniones con autoridades de otras corrientes ideológicas y personalidades del mundo religioso ―sacerdotes, pastores y pastoras― y organizaciones de DDHH. 

Hice especial reconocimiento a intelectuales y fuerzas políticas de izquierda que han condenado las violaciones de los DDHH en Nicaragua, y a la reiterada censura que ante estos crímenes ha hecho en foros internacionales el presidente Gabriel Boric y el gobierno de Chile. En esos días y frente a los nuevos delitos, fue refrescante y contundente el pronunciamiento del gobierno de Gustavo Petro con respecto a Nicaragua:

El autoritarismo que se ha impuesto en la hermana república ha infringido normas ius cogens. Aquellas de las cuales se ha definido que son imperantes, inderogables, absolutas, perentorias, inmutables en esencia. Precisamente aquellas de cuyas violaciones debe conocer la Corte Penal Internacional. Al señor Fiscal de la Corte se le pide tomar cartas en tan alarmante asunto._

En tal sentido, el Frente Amplio de Uruguay se pronunció el 27 de marzo, igual que el Partido Socialista Brasileño.  Estimulante fue el encuentro con Celso Amorím, quien se había expresado en el Grupo de Puebla; y las entrevistas con Frei Betto y Júlio Lancellotti, religiosos comprometidos con los excluidos del planeta; y veteranos petistas, como Tarso Genro y Luiz Eduardo Greenhalgh y estudiantes de escuelas del Movimiento de los Sin Tierra (MST).

En Uruguay fue particularmente aleccionadora la conversación con Pepe Mujica y Lucía Topolanski.  Con CRYSOL, asociación de expresos políticos de la dictadura de los 70. En Argentina me reuní con Norita Cortiñas ―Madres Plaza de Mayo Línea Fundadora― y con Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nóbel de la Paz, conocidos defensores desde la izquierda de la democracia y los DDHH. Sus posturas mantienen en alto la dignidad de una izquierda democrática no alineada con la lógica de respaldar a Ortega por su retórica   contra el imperialismo.

Fue positivo el respaldo del gobierno de Brasil al informe del Grupo de Expertos ante el Consejo de DDHH de Naciones Unidas, que determinó que Daniel Ortega y Rosario Murillo son responsables de crímenes de lesa humanidad. Pero, también se debe señalar que partidos de izquierda, como el PT, y el presidente  de Brasil en particular aún guardan hermético silencio y que importantes fuerzas latinoamericanas de izquierda se niegan a condenar al régimen orteguista.

¿Cómo socialistas, comunistas y militantes de fuerzas de liberación en las últimas décadas del siglo pasado, que fuimos víctimas de atrocidades cometidas por dictaduras de derecha, podemos ser indiferentes a tantas injusticias cometidas contra cualquiera en cualquier parte del mundo y, en este caso, en Nicaragua?

Me atrevo a afirmar que la matriz de estas odiosas distorsiones tiene un denominador común, que resumiría así: Ahí donde se relativizan la democracia y el respeto a los derechos humanos, sólo queda, en definitiva, el camino del autoritarismo y la brutalidad. Desde la gran Revolución Rusa hasta ahora, sectores de izquierda persisten en subestimar estas conquistas de la humanidad. Sin embargo, ninguno de los Derechos Humanos han sido concesiones del Poder. Todos fueron conseguidos con luchas, sangre y sacrificio de los pueblos, y su defensa es obligación de quienes se dicen de izquierdas.

En pleno siglo XXI debemos reafirmar que, sin libertad, sin respeto a los derechos políticos del ciudadano, no hay progreso ni igualdad ni justicia social, mucho menos socialismo. Es todo lo contrario.

Estas reflexiones se fortalecen a la luz de la información reciente, sobre del trabajo de lobby de los diplomáticos de Brasil -actualmente gobernado por una coalición de izquierdas y centro – que pretenden suavizar la Declaración de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) contra la violación de DDHH en Nicaragua. 

Estos cabildeos relativizan los crímenes confirmados, las torturas y violaciones los crímenes de lesa humanidad certificadas por todos los organismos internacionales de DDHH cometidas por Ortega y pone a la diplomacia brasileña en el mismo carril de los opresores y es una bofeteada inaceptable con las víctimas y con el pueblo de Nicaragua.

Brasil sabe muy bien lo que significa la dictadura, la represión y la manipulación de la justicia y que esta no debe repetirse en ninguna parte.

En momentos que una nueva ola ultra conservadora amenaza las conquistas democráticas en muchos países resulta aberrante e ignominioso pedir que se cierren los ojos a lo que ocurre desde hace años en Nicaragua y desde la izquierda incineren principios y propósitos democráticos nacionales y obligaciones internacionales en esa dirección.

Es absurdo pretender ser antiimperialista aniquilando toda forma de vida de la sociedad civil, como hace Ortega en Nicaragua, como recién acabamos de mencionar 15 desnacionalizados que nos dirigimos al Foro de Sao Paulo, demandando que levante su voz por los DDHH en Nicaragua. Atemperar los crímenes de Ortega solo abona al descrédito de la izquierda.