Los amazigs, supervivencia y lucha de un pueblo ancestral
Antes de la colonización de los europeos, los árabes e incluso los romanos, el norte de África estaba habitado por el pueblo amazig, más conocido como bereber, un exónimo derivado de bárbaro del que el propio colectivo huye por considerar que posee una carga peyorativa. Diversas comunidades conforman esta población indígena ancestral, a la que pertenecen en torno a 20 millones de personas. Los amazigófonos se encuentran geográficamente concentrados en Marruecos —en torno al 40%— y Argelia —en torno al 20%—. También cuentan con una presencia significativa en Libia —alrededor del 9%—, Túnez —2%—, el oasis de Siwas (Egipto) —unas 20.000 personas—, y en Níger y Mali, donde los nómadas tuaregs alcanzan el millón. Pese a estos porcentajes, gran parte del norte de África tiene ascendencia amazig.
Para ampliar: “Los tuaregs libios: los combatientes sin patria”, Daniel Rosselló en El Orden Mundial, 2016
Su rasgo distintivo fundamental es el lenguaje, que cuenta con 26 dialectos, entre los que destacan los grupos dialectales del cabilio en Argelia y del tamazight, el tachelhit y el tarifit o rifeño en Marruecos. Sin embargo, lo que llama la atención es la naturaleza combativa y la capacidad de supervivencia de este grupo etnolingüístico: los amazigs han conseguido permanecer en la Historia y hacer frente a más de un milenio de invasiones y regímenes políticos cambiantes sin dejar de hacer escuchar su causa. Tanto es así que en la actualidad la cuestión amazig es parte de los retos políticos, sociales y económicos a los que se enfrentan los Estados del norte de África.
La marginación amazig y la política descolonial
Las luchas por la independencia y los procesos resultantes favorecieron el nacimiento de un movimiento nacionalista e independentista árabe. En este contexto, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia se autodefinieron oficialmente como “países árabes”, se unieron a la Liga de los Estados Árabes y en 1989 formaron la Unión del Magreb Árabe. El árabe fue declarado el único idioma oficial, el islam como la religión de Estado y la arabización en los ámbitos educativo y público pasó a ser prioritaria. En este contexto, el declive de la lengua amazig —fruto de las políticas de centralización y arabización— supuso el caldo de cultivo para el nacimiento de un movimiento identitario. Su demanda central será la afirmación por parte de las autoridades estatales — en África del Norte, pero también en la diáspora bereber en Europa occidental y América del Norte— de la existencia del pueblo amazig como un colectivo y de la amaziguidad del territorio Tamazgha, definido como el área que va desde el oasis de Siwa, en el desierto occidental de Egipto, hasta las islas Canarias y el Sahel.
En términos prácticos, el principal objetivo del pueblo amazig es el reconocimiento oficial de su lengua y la corrección de las injusticias que considera que se han cometido contra ellos en las políticas educativas, económicas y sociales. Este movimiento, al igual que las comunidades que componen el colectivo, no ha sido uniforme en toda la región. Por ejemplo, en el caso argelino el movimiento amazig ha estado históricamente definido por su carácter abiertamente político, mientras que en Marruecos las confrontaciones entre la comunidad y el Estado y el componente político han estado menos marcados —a pesar de la deriva política que viene tomando los últimos años—.
Si bien es cierto que existen marcadas diferencias en el desarrollo del movimiento y en su relación con las autoridades en función del país y del contexto en el que se encuentra, en el momento de la independencia las élites gobernantes de los dos países que albergan el mayor colectivo de población amazig, Marruecos y Argelia, tenían la misma orientación hacia sus respectivas comunidades amazigs: la construcción exitosa del Estado y la integración nacional requerían subsumir a los heterogéneos bajo la rúbrica de la identidad araboislámica.
Amazigs en Marruecos: entre la arena política y cultural
Marruecos, el país con mayor población amazig, registra los efectos más acusados de la época poscolonial en este colectivo. La marginalización de su lengua y su cultura afectó de manera clara a la economía de las áreas rurales habitadas por amazigófonos, como puede la zona del Alto y Medio Atlas o el sur del país. Estas regiones permanecieron sin infraestructuras y sin educación, con un analfabetismo crónico —especialmente entre las mujeres—, pobreza y desempleo, un hecho cuyas consecuencias se extienden hasta la actualidad. Todo ello dio lugar al nacimiento del movimiento amazig en la década de 1960. Uno de los sucesos más destacables de este periodo fue la revuelta del Rif de finales de los años 50, duramente reprimida por el entonces príncipe Hasán. El Rif fue sometido a un estricto régimen militar que acrecentó la ya de por sí precaria situación social y empujó a los habitantes a emigrar a Europa.
La actividad del movimiento en Marruecos —vacilante entre la arena cultural y la política— cuenta con tres periodos claramente diferenciados. Los primeros pasos del movimiento comenzaron con las actividades culturales iniciadas por universitarios en diferentes ciudades con el fin de promover lo que entendían como la “cultura popular de Marruecos”. En el contexto del momento, esto podía interpretarse como un intento de recuperación de la política bereberista francesa, con la que los poderes coloniales intentaron separar a las comunidades aislando a los amazigs de las escuelas árabes y los tribunales de la ley islámica para debilitar el vínculo religioso entre los amazigs y los árabes.
Para ampliar: “‘Nosotros somos el poder’: un siglo de lucha estudiantil”, María Canora en El Orden Mundial, 2018
Acciones como la promoción francesa de la “Vulgata de Cabilia” —que postulaba que los amazigs de la región eran de origen europeo y solo estaban unidos al islam de manera nominal, por lo que estaban preparados para volver al camino cristiano-europeo a través de la “misión civilizadora” de Francia— contribuyeron a que las afirmaciones de la identidad amazig resultasen sospechosas a ojos de los nacionalistas. Junto a esta supuesta vinculación entre colonizadores y amazigs se encontraba la interpretación de la preservación y promoción de la lengua y cultura amazigs como un ataque a la unidad, por lo que estas actividades se desarrollaron en un ambiente de hostilidad. Su declive vino con la represión del régimen a partir de los 80, que obligó a las asociaciones a trabajar clandestinamente o disolverse. Sin embargo, la persistencia de estructuras de apoyo permitió el renacimiento amazig.
La firma en 1991 de la Carta de Agadir, primera compilación y difusión de la ideología amazig, será el primer paso para el comienzo de la segunda fase, en la que las discrepancias respecto a la deriva del movimiento, uno de los principales obstáculos para su avance, empezarán a ver la luz. Unos preferían continuar con el desarrollo de la actividad cultural y otros se decantaban por el activismo político como vía para una solución. Es así como durante los últimos años de reinado de Hasán II comienza a producirse en Marruecos el tránsito de una militancia cultural a un activismo político, que en Argelia estuvo presente desde los inicios.
La última década del reinado de Hasán, con quien la cuestión amazig fue tabú, vino marcada por el aumento de los cambios políticos, sociales y económicos destinados a mantener la estabilidad del país y preparar el terreno para la sucesión del trono en un contexto regional en el que, al otro lado de la frontera, Argelia implosionaba en un enfrentamiento civil. Esta posición tuvo una importante repercusión en la cuestión amazig, aunque en 1994 el arresto y la condena de activistas por promover la identidad bereber llevó a Hasán a abrazar parcialmente la herencia amazig de Marruecos para calmar los ánimos y comprometerse a que los dialectos en Marruecos se enseñasen en las escuelas. Al mismo tiempo, la liberalización gradual de la esfera pública aumentó la competencia entre un movimiento amazig y un islamismo cada vez más activo cuyo impacto en la esfera pública marroquí no hacía sino aumentar —en gran parte, de manera no violenta, frente al caos en Argelia—.
Para ampliar: “Arabization and Its Discontents: The Rise of the Amazigh Movement in North Africa”, Bruce Maddy-Weitzman, 2012
Amazigs en Argelia: una reivindicación más política
En el caso argelino, segundo país con mayor población amazig, las primeras alarmas saltaron en la década de los 30 y 40, cuando el componente amazig de la sociedad se puso a la defensiva con la emergencia del movimiento nacionalista. En un contexto de contestación a las potencias coloniales en el que se huía de todo aquello que vinculase la región con los colonizadores, los bereberes cabilios fueron ampliamente marginados por el Estado. El mensaje del primer presidente argelino Ahmed ben Bella, no dio lugar a dudas: “Nosotros somos árabes”. El modo de construcción nacional del partido gobernante, el Frente de Liberación Nacional (FLN), se basó en una identidad nacional uniforme centrada en la hegemonía del árabe y un régimen de partido único antiimperialista y anticolonial alineado con las llamadas “fuerzas progresistas” en el mundo árabe.
Pese a las señales previas, la consideración del cabilio como el otro y las tensiones con el FLN se vieron de manera clara con la revuelta de 1962, protagonizada por los disidentes cabilios que participaron en la guerra de independencia del FLN y que ahora respondían a su situación de marginación. Sin embargo, será la conocida como primavera bereber —iniciada tras la decisión del Gobierno en 1979 de aumentar la arabización del sistema educativo— la que supondrá el gran reto para la hegemonía política y cultural del FLN y provocará una dura contestación del régimen. Este hecho resulta crucial: a partir de ese momento, los esfuerzos de arabización del régimen empezaron a fracasar y las acciones de los cabiles civiles y etnoculturales comenzaron a ganar fuerza, aunque no irrumpieron en la esfera pública hasta finales de los años ochenta.
En Argelia la década de los 90 vendrá marcada por el enfrentamiento violento —que resultará en una guerra civil— entre islamistas y las nacientes fuerzas de seguridad tras el colapso del sistema de partido único en 1988. En este contexto, la identidad moderna de los amazigs cabilios se convirtió en una alternativa en la que se representaban las dimensiones nacional y étnica. El crecimiento de las asociaciones culturales fue notable: en julio de 1989 se habían establecido 154 en Cabilia y existían en casi todos los pueblos grandes, además de otras regiones de habla bereber. Pese a ello, la política lingüística y cultural del país se mantuvo orientada hacia los árabes prácticamente en su totalidad, al menos hasta mediados de los noventa. La principal prioridad del régimen era competir con la oposición islamista en la arena de los valores y de los principios islámicos. Ello se tradujo en la marginación y el olvido de la población cabilia.
Poco a poco se fueron dando pequeños pasos. Las huelgas generales de 1994, que apoyaban la demanda de reconocimiento oficial del idioma y la cultura amazigs, suponen un punto clave, así como la huelga escolar en Cabilia un año después. Las autoridades argelinas reconocieron la legitimidad de la identidad amazig con el establecimiento en 1995 del Alto Comisariado para la Amaziguidad y en 1996 se añadió a la Constitución el reconocimiento del componente amazig de la identidad argelina, aunque en el fondo no dejó de advertirse la escasez de recursos y la falta de voluntad de las autoridades.
Un movimiento en auge
A la llegada del nuevo siglo, la cuestión amazig seguía sin resolverse. La sociedad argelina en general y la región de Cabilia en particular estaban profundamente alejadas de sus gobernantes. En la primavera de 2001 esta situación estalló en Cabilia de un modo nunca antes visto en una gran revuelta conocida como la primavera negra. El resultado fue la constitucionalización en 2002 de la condición del tamazight como lengua del país tras la muerte de 123 manifestantes y la disolución de las élites políticas nacientes que intentaron liderar el movimiento, encabezadas por el Movimiento Ciudadano de los Aarchs. No obstante, el cambio no estuvo acompañado por acciones efectivas para la instauración del bilingüismo. Al igual que en el siglo anterior, la cooptación, la manipulación y concesiones vagas volvieron a jugar su papel aislando la causa cabilia de las grandes cuestiones del país. La enseñanza del tamazight se limitará a las escuelas de la región de Cabilia y estará ausente en otras regiones amazigófonas y en las principales ciudades. En cuanto a los medios de comunicación, tanto la radio como la televisión permanecerán vigiladas.
Algo parecido parece haber sucedido en Marruecos, donde el gran impulso a la identidad amazig se produjo después del ascenso al poder en 1999 del rey Mohamed VI. Como parte de una estrategia para contrarrestar el resurgimiento del movimiento islamista y mantener la hegemonía de Palacio sobre un sistema político cada vez más liberalizado, el rey abrazó el movimiento amazig. Será precisamente a finales de siglo cuando el tercer estadio del movimiento amazig en el país empiece su curso con la firma por estudiantes y militantes del Manifiesto Amazig, que perseguía encontrar una posición común de la militancia. En este periodo la creación de un partido político se convirtió en una asunto prominente que aún no se ha visto materializado.
Las revueltas de 2011 en Marruecos vuelven a manifestar el avance de la lucha amazig, esta vez a través de la reforma constitucional que reconoce el tamazight como lengua oficial de Marruecos, seguida por Argelia. Sin embargo, la implementación parece haber decepcionado a muchos. Un importante grupo de activistas, particularmente los más jóvenes, entiende que los cambios constitucionales fueron un lavado de cara, otra serie de medidas destinadas a cooptar y contener al movimiento y prevenir la democratización genuina y la amaziguidad de la vida del país. Las protestas también han servido para manifestar las discrepancias dentro del propio movimiento. En Marruecos ha surgido un nuevo dilema: continuar rechazando la participación en la política oficial o buscar un modo de inclusión en las instituciones políticas mediante la creación de un partido político.
Las primaveras árabes son, por tanto, también primaveras amazigs. En este sentido, los cambios y oportunidades resultantes no se reducen a Marruecos, sino que podemos encontrarlos en toda la región. Ese verano tuvo lugar en otros países del norte de África el llamado verano amazig, durante el cual la población amazig libia mostró una gran capacidad de movilización y emprendió acciones en las zonas liberadas para consolidar su presencia en la arena pública y el sistema político naciente aprovechando la caída del régimen de Gadafi en 2011. Durante 42 años, el coronel había prohibido su lengua y las manifestaciones culturales del pueblo amazig.
Para ampliar: “La primavera del Rif”, David Hernández en El Orden Mundial, 2017
Resulta destacable que algunos de los avances más importantes de los últimos años han venido de los márgenes geográficos del territorio en el que se encuentran los amazigs, como Libia y el norte de Mali, mientras que en la tradicionalmente pujante Argelia la vanguardia tradicional de los cabilios ha sido fundamentalmente pasiva. Junto a la nuevas oportunidades ofrecidas por el contexto se encuentra el aumento de los retos, en gran parte debido al fortalecimiento del islam político. Si en la etapa anterior el obstáculo principal de estos movimientos eran las autoridades estatales, en la actualidad son los movimientos islamistas que han desafiado profundamente a los Estados en crisis. Los amaziguistas se alinean con las fuerzas liberales que buscan las democratización y la expansión de los derechos humanos, el otro polo fundamental de la sociedad civil tanto en Argelia como en Marruecos.
Hay lugar para el optimismo
Exceptuando a los tuaregs, la lucha armada no forma parte de las herramientas del movimiento amazig. Históricamente, ha optado por la vía pacífica para su reconocimiento e inclusión igualitaria en los Estados en los que se encuentran. Las negociaciones e interacciones con los regímenes cambiantes y la consecución de un equilibrio entre su capacidad de resistencia y la evolución de su grupo identitario les ha permitido sobrevivir y avanzar en una tensión constante con el desarrollo gradual de una identidad arabo-islámica desde la invasión árabe del siglo VII.
Independientemente de los avances, el éxito de la causa no será fácil. El colectivo cuenta con deficiencias y problemas que debe resolver, entre ellas la falta de cohesión, una escasa capacidad de movilización a gran escala y la debilidad de alianzas con otras fuerzas sociales y políticas. En este contexto, hay dos adversarios fundamentales: los gobernantes y la corriente islamista.
Pese a ello, hay motivos para el optimismo. Si bien las primeras olas de globalización ayudaron a la marginación de las comunidades amazigs, la última ha favorecido su fomento y ha reforzado una identidad etnopolítica frente a estos obstáculos. Internet en particular se ha convertido en una herramienta importante para la construcción de una comunidad amazig a lo largo del mundo. La difusión de discursos favorables a los derechos humanos y los grupos minoritarios que inciden en la necesidad de promocionar un sistema democrático y multicultural favorece el avance del movimiento. Para la corriente liberal en el norte de África, avanzar en la causa amazig encaja con la visión más amplia de promover una sociedad pluralista y democrática en la que la tradición y la religión, si bien tienen su lugar, no serán dominantes.