Debatir la actualidad del “militante”

La más reciente edición del periódico Desdeabajo (N°304, julio-18 agosto)1 contiene un interesante artículo sobre la actualidad del militante izquierdista, práctica que se sustentaba en “vínculos sólidos”, realidad que estaría en declive. Me parece muy importante abordar esta cuestión ya que aparecen ante nosotros las más diversas tendencias: desde quienes anclados en la lógica leninista sostienen que el militante debe ser un “hombre de hierro” (varón decidido del tipo de la novela soviética “Así se templó el acero”), hasta quienes lo diluyen en el papel de influencer, despojado de toda intencionalidad revolucionaria.



En Movimiento

 

Debatir la actualidad del “militante”

Raúl Zibechi

 

La más reciente edición del periódico Desdeabajo (N°304, julio-18 agosto)1 contiene un interesante artículo sobre la actualidad del militante izquierdista, práctica que se sustentaba en “vínculos sólidos”, realidad que estaría en declive.

Me parece muy importante abordar esta cuestión ya que aparecen ante nosotros las más diversas tendencias: desde quienes anclados en la lógica leninista sostienen que el militante debe ser un “hombre de hierro” (varón decidido del tipo de la novela soviética “Así se templó el acero”), hasta quienes lo diluyen en el papel de influencer, despojado de toda intencionalidad revolucionaria.

El artículo comienza citando al senador oficialista Iván Cepeda quien anota la tendencia “a convertir la política en espectáculo narcisista y no en un quehacer público serio destinado al bienestar de nuestros compatriotas”. El autor, el colombiano Edwin Cruz Rodríguez, sostiene que estamos ante una transformación estructural de la acción política contemporánea, que se manifiesta en “la tendencia a reemplazar cierto tipo de militante, más relevante en la izquierda que en otras corrientes, por lo que podría denominarse el emprendedor político, encarnado en figuras como el activista y el influencer”.

Destaca que el concepto de militante, de inocultable raíz marcial, fue adecuada a quienes consideraban la política como la continuación de la guerra por otros medios, o sea un tipo de persona que no diferenciaba entre guerra y revolución o entre guerra y política.

Una de las mayores virtudes del análisis de Cruz es la relación que establece entre el tipo de sociedad y el carácter de las organizaciones político-sociales en las que actuaron los militantes. Una sociedad de vínculos sólidos (desde la familia tradicional hasta el contrato laboral a término indefinido,) que dotaban al individuo de identidades fijas y estabilidad espacio-temporal. Concluye: “En la política, especialmente de izquierdas, esa clase de vínculos se expresaba en sólidas estructuras organizativas, como los partidos de masas, los sindicatos o las organizaciones armadas”. La desaparición de estas estructuras lleva a que la búsqueda de la realización personal deje de coincidir con el énfasis en los proyectos colectivos.

Por otro lado, el interés de las personas en lo social-colectivo suele canalizarse a través de las ONGs, que bajo el término de “activista”, despojan a las personas del compromiso que no espera retribución material, en administradores de lo existente, abandonando toda pretensión de transformaciones estructurales. En paralelo, el influencer limita su actividad a las redes sociales sin tocar la realidad, ni siquiera a los seres humanos, actitud que parece complementaria con la del activista ya que ambos toman distancia de los sujetos colectivos.

“El influencer político se inscribe así en la competencia por la atención, mediante su imagen, su capital erótico y, sobre todo, su capacidad de generar polémica en los tiempos inmediatos de las redes sociales. Eso explica, en buena parte, la centralidad de las emociones en la política contemporánea”, explica Cruz.

Considero que buena parte de sus apreciaciones son muy acertadas, sobre todo si nos enfocamos en la política institucional, en los modos de hacer política de las clases medias y también populares, que rechazan los espacios organizados pero a la vez priorizan lo individual sobre lo colectivo. Y sí, la política es un entretenimiento más, por eso los momentos estelares son las elecciones, quién tiene más o menos votos, mucho más allá de cualquier proyecto político consistente.

Pero también hay sectores de la sociedad que necesitan estar organizados y ser muy activos en la defensa común de sus vidas como pueblos, porque les va la vida en ello. Estos pueblos no pueden asumir la actitud del influencer, ni la del activista. Deben defenderse en común y poniendo el cuerpo. Puede no serles de utilidad la figura tradicional del militante férreo e incondicional con el partido, pero sí necesitan su espíritu y su ética de darlo todo por la comunidad.

Ya no vivimos en “una” sociedad, porque lo común se ha fragmentado y no tiene volverá a existir una sola cultura organizativa de los pueblos y movimientos sociales. Incluso dentro de un mismo movimiento, como el feminista, existen personas que optan por la performance y otras por la actitud militante y aún revolucionaria.

Lo que sí me parece importante, y hasta urgente, es rescatar la actitud de vida de las guardias indígenas y cimarronas del Cauca colombiano, de los colectivos de autodefensa de los pueblos amazónicos y originarios en toda América Latina. Sería necesario indagar qué características tiene la cultura política y organizativa de esas autodefensas. Si, como creo, no son ni activistas, ni influencers, ni militantes tradicionales de las izquierdas, debemos profundizar para aprender otros modos de hacer y otros estilos organizativos para cambiar el mundo.

1 https://www.desdeabajo.info/ediciones/edicion-no-304/item/requiem-por-el-militante.html