“¿Acaso somos un holograma?” La pregunta de un asambleísta harto de los anuncios sobre la muerte de las asambleas, marcó un debate que sigue teniendo la originalidad de ser uno de los pocos ámbitos que reúnen a piqueteros y asambleístas. Las prácticas, las experiencias, los obstáculos, las diferencias entre luchar y ser visible, y algunas reflexiones sobre dónde está hoy lo genuinamente subversivo
Ser o no ser. Esa fue la cuestión de la última Ronda de Pensamiento Autónomo, llevada a cabo el primer sábado de agosto. Durante dos horas, cuarenta personas de distintas agrupaciones debatieron sobre la existencia y la vigencia de la práctica y el pensamiento asambleario. Esta vez, el escenario del encuentro no fue Roca Negra, sino las instalaciones de una aceitera quebrada de Bernal que el MTD de Solano ocupa desde hace ocho meses. El lugar fue rebautizado como “Las Peceras”, porque allí el movimiento de desocupados practica, de manera incipiente, la cría de peces a través del método conocido como permacultura. Las bases de ocho antiguos silos se convirtieron en piletones. Por ahora albergan a mojarritas y plantas, que ya tejen en la superficie un prolijo tapiz verde. A un costado y bajo los tibios rayos que el sol entregaba a cuentagotas, comenzó a circular la palabra por la Ronda.
“¿Acaso somos un holograma?”, interrogó con cierto fastidio Roberto, un asambleísta de Carapachay, para iniciar el debate. La pregunta venía a cuenta de un e-mail que había escrito a los ronderos Patricio, de El Grito. Una parte de aquél texto señalaba: “Las hijas dilectas de aquellos días (el 19 y 20) fueron, sin duda, las asambleas. Pero no existen más, nos decíamos, consternados, el otro día en la ronda. Los asambleístas las abandonaron”.
A modo de respuesta, Alejandra -también de zona norte- enumeró un tanto exasperada una decena de asambleas que trabajan en Munro, Carapachay, Vicente López, Florida y aledaños. “Somos 200 personas”, aseguro y advirtió: “Si nosotros mismos negamos nuestra existencia, puede pasarnos cualquier cosa. Más ahora que vemos crecer un clima represivo”. Su vecina Stella también salió en defensa del existencialismo asambleario y propuso realizar la próxima ronda al norte de la General Paz para que haya una acercamiento directo al trabajo que realizan. “Seguimos siendo asambleas porque seguimos haciendo cosas juntos”, sentenció.
“¿Por qué tanto deseo en defenderse?”, preguntó Karla desde otro sector de la Ronda. “Si estamos acá -argumentó- es porque existimos. Tal vez las asambleas no tengan la vida de entonces, pero la discusión es de qué manera se aplica en distintos espacios la experiencia asamblearia”. Néstor, otro rondero de la zona norte, ejemplificó con la murga de su barrio, que destituyó a la dirección y comenzó a funcionar de manera horizontal.
Cuando las medialunas horneadas por los anfitriones ya habían comenzado a alimentar la ronda, Roberto volvió a tomar la palabra: “La asamblea es una práctica, no una organización. En todos los colectivos no es igual. Pero se podría decir que es una forma de pensamiento horizontal y no representativo. En las organizaciones tradicionales, que a veces también tienen asambleas, se discute sólo lo que trae un dirigente. Estas nuevas asambleas implican romper con muchas cosas con las que fuimos formados. Y aunque muchos vecinos ya no vengan a las reuniones, el pensamiento asambleario se sostiene. Hay una expansión silenciosa”. A esta altura nadie se animaba a firmar un acta de defunción de las asambleas, ni siquiera el propio Patricio. “Estamos mejor que antes, se recuperó el pensamiento político. Lo que vale oro es que más allá del activismo, el común de la gente razona de manera asamblearia. La toma de la comisaría en La Boca es una muestra de ello. La gente está más desobediente, se cansó de esperar”, se explayó.
La Ronda de Pensamiento Autónomo es uno de los pocos espacios que aún reúnen a exponentes del piquete y de la cacerola. Neka, del MTD de Solano, fue la primera trabajadora desocupada que habló. Comparó los cambios de la experiencia asamblearia con la de los piqueteros. “Vamos andando, nada es estático. Nada es igual que el 19 y 20. Pasa en las asambleas y pasa en los piquetes. Todo se presenta y se consume como un espectáculo. Así parecen definirse nuestras prácticas. Pero no es eso lo más importante, sino lo que construimos detrás, que es más valioso que el espectáculo”, subrayó.
La palabra volvió a Patricio: “Tengo un optimismo insoportable. Si el país se planta frene al FMI no es porque el activismo sea constitutivo de este presidente, sino porque hay un estado de emoción social abajo que hace agitar arriba. Esta forma de juntarnos, un fenómeno de laboratorio, es más interesante que las asambleas: aquí hay un intento de generar un pensamiento colectivo. Esta manera de reunirse es superadora de obstáculos”.
Sin darle tiempo al silencio, Alejandra volvió a salirle al cruce con el ceño fruncido. “Este espacio existe por la práctica que lleva cada uno. No creo que sea más importante que lo que cada uno hace en su lugar, si no hiciéramos nada en nuestro territorio, la Ronda no existiría”.
“Perdón, pero yo soy pesimista”, agregó Karla y desde ese momento los oradores se dividieron entre los que se sentían como ella y los que compartían el optimismo de Patricio. Cada uno, entonces, antes de hablar describía su estado de ánimo. “Lo que sucede -amplió Karla- es de manera tan difusa que cuesta sentirse acompañado. Tal vez sea verdad que esa forma de pensamiento asambleario esté extendida, pero sin conciencia. Los activistas muchas veces nos sentimos solos. ¿Cómo hacemos para tener articulaciones más visibles para nosotros mismos? La Ronda es un poco eso. Pero también es algo inasible. Siempre pienso si no va a dejar de existir en el próximo encuentro”.
Alejandra seguía atenta y retrucando. Manifestó que no se siente sola y que el planteo de Karla trae intrínseco una contradicción con el pensamiento asambleario. “En la zona norte pensamos que está bien que cada uno trabaje en su territorio y que existan estos espacios de intercambio, pero no nos interesa una centralización”, aclaró. Y Stella completó: “Se habla de la existencia de puntos de contacto entre la zona norte y la sur. Eso puede volver estático algo que es muy dinámico. Mientras existan nuestras prácticas, existirá esta Ronda. Son complementarias. Nunca una será más que la otra, necesitamos práctica y pensamiento”.
Fue en ese momento cuando se sumó al debate Alberto, un asambleísta barbado de Corrientes y Medrano. “Yo soy optimista”, aclaró antes de comenzar su exposición. “La gente ya no acepta mediaciones: va y quema comisarías”, dijo y después lanzó una catarata de preguntas: “¿Tenemos que ir hacia algún lado? ¿O tenemos que refugiarnos en lo que hacemos? ¿Seguimos cargando como una pesada mochila a la asamblea en la espalda o bien nos diluimos en los demás?”
Un puñado de neoyorquinos seguía con atención la charla y pedía que no los salteen en la ronda de mate. Estaban al lado de Hernán, un asambleísta de Scalabrini Ortíz y Córdoba, que comenzó a describir qué quedó del 19 y 20 en su barrio. “Somos muy pocos, con una visión nostálgica de aquello. Ya no somos un grupo de vecinos autoconvocados, sino un grupo de activistas organizados que vivimos en un barrio. Y para nosotros, ese territorio es impenetrable”, describió y a continuación opinó: “Lo urbano dificulta muchísimo. Tratamos de reconstruir lazos en un lugar donde la mayoría de nuestras prácticas son individuales. En espacios comunitarios o rurales debe ser más fácil”.
Daniel, de Saavedra, continuó con esa línea de pensamiento. Aseguró que la necesidad de subsistencia en el mundo urbano sólo puede resolverla el mercado. “No podemos autogestionarnos, el espacio te limita”, sostuvo.
Y fue otra vez Karla quien se paró en el opuesto. “No acuerdo con la negatividad intrínseca de lo urbano. Lo rural tiene otras dificultades, como la distancia. Los espacios se abren tanto en la ciudad como en el campo si uno quiere”, sentenció.
Un joven de la zona norte introdujo la variable del miedo. “A un integrante de la clase media le cuesta desarraigarse de su vida segura. Por eso no es lo mismo un chico de 20 años que una persona de 40. Sería bueno integrar la vida cotidiana a la militancia, como lo hacen los movimientos de desocupados. Nosotros, en cambio, tenemos vidas paralelas”.
Fue Alberto, del MTD de Solano, quien intentó suavizar la autocrítica asamblearia. “En Capital es distinto que acá, que podés colgarte de la luz. Los tiempos, la presencia del poder, las políticas de contrainsurgencia hacen muy difícil la permanencia de los colectivos”, argumentó. Después puso la discusión en contexto. Describió la situación como una guerra, intensificada a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001. “El sistema -expresó- genera resistencias a lo subversivo, y las asambleas son subversivas, porque reconstituyen un territorio. Duhalde dijo claramente que con asambleas no se puede gobernar. Ellos trabajan para destruir y cada día ensayan nuevas técnicas. A Solano, que cumplió ocho años, también nos dan el certificado de defunción. Mejor, porque podemos trabajar más tranquilos. Parece que luchar sólo es ser visible. Y a veces, es difícil renunciar a aparecer en televisión. Pero no siempre ganás. La lucha consiste en darle fuerza a la resistencia, para eso hay que afianzarla, profundizarla, crecer. Y para todo eso hace falta tiempo. Este es un fecundo silencio. También hay que saber esperar. No hay democracia que se banque 20 millones de pobres”. Y antes de terminar toreó a los que invisibilizan a su movimiento:
“Yo no sé si los que ahora están tirando y tirando se van a bancar la que viene, con palos, cárcel y represión”.
La pregunta quedó flotando en el aire mientras la ronda se dispersaba.
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