sueña, genera, crea, baila, imagina, resiste, construye otro mundo posible
César Enrique Pineda Ramírez
Jóvenes en Resistencia Alternativa
jovenesenresistenciaalternativa@yahoo.com.mx
Imaginen por un momento que el capitalismo es una edificación.** Una
voluptuosa y faraónica obra que la humanidad ha construido en los
recientes siglos. Un sólido muro, casi perfecto que no puede
desintegrarse, ya que los materiales con los que está hecho son la
dominación, la explotación, la alineación. Si uno mira el muro,
parece que no hay forma de derribarlo. Parece impenetrable,
inexpugnable. No hay manera de escapar del muro.
Acérquense ahora un poco al muro. Miren con detenimiento. Sus ojos
tienen que hacer un gran esfuerzo. El muro…. tiene una grieta. Es
una grieta pequeña, casi imperceptible. Por esa grieta, si uno enfoca
bien la mirada, parece que se puede ver del otro lado. Pero la grieta
no deja ver muy bien. Es una fisura, que parece, no le hace ningún
daño a la solidez del gran muro. Esa grieta, es el zapatismo.
El zapatismo nos ayuda a ver del otro lado. A soñar con el otro lado,
ya que apenas podemos ver una pequeñísima parte. Algunos dicen, que
esta idea es una ilusión, algo infantil, apenas una quimera juvenil,
desorientada y confusa. Nosotros creemos que es una posibilidad, una
ruta por explorar, un camino que quizá podemos caminar.
El zapatismo nos ayuda a pensar al revés. De hecho, en muchas formas,
es una revolución al revés. Es un ejército que no usa sus armas. Son
revolucionarios que hablan de amor. Son una forma de hacer política
que no busca tomar el poder. Son unos indígenas pobres, no una
vanguardia ilustrada cuyo programa, liderazgo y carisma haya que
seguir ciegamente.
El zapatismo tiene muchas posibilidades de interpretación y de
lecturas. Hagamos una más. Reorganicemos los aportes del zapatismo a
las resistencias de México, América y el mundo, para decir que son
cinco. Empecemos por una de ellas.
1. Por un mundo donde quepan muchos mundos.
Diversidad e identidad
Durante muchos años, de hecho durante los últimos dos siglos, el
pensamiento humano y también de los movimientos de resistencia fue
construido bajo algunas premisas básicas. El pensamiento moderno,
bajo el influjo de la ilustración, del pensamiento newtoniano y luego
del positivismo generó la visión de que podíamos construir la verdad
a partir de la racionalidad. Se construyó la idea de que podíamos
encontrar a través de la ciencia, la verdad, y con ella, construir
leyes universales del funcionamiento de la historia. Nuestros
movimientos, los movimientos de resistencia históricos adoptaron esta
visión. Si encontrábamos y comprendíamos ese funcionamiento, sólo era
cuestión de seguir las pautas de esa verdad científica para construir
la revolución.
Esta idea sobre la verdad, la racionalidad y la ciencia, generó un
marco de pensamiento patriarcal, lineal, mecanicista, teleológico,
que ayudó mucho en la construcción de una modernidad desarrollista y
en constante expansión. La idea de progreso, desarrollo y crecimiento
se adoptó por la humanidad, por la izquierda y por nuestros
movimientos como un hecho sin cuestionamiento de la evolución humana.
Pero ese pensamiento ayudó mucho al funcionamiento de un sistema que
precisamente necesita crecer sin obstáculos. Es el funcionamiento del
capitalismo. El capitalismo crece, o perece.
Ese pensamiento está en crisis hoy. El zapatismo se inscribe en la
desestructuración de ese pensamiento. Y es que las bases de este
pensamiento modernizador, desarrollista, positivista causó varios
estragos.
Los zapatistas, el zapatismo, proponen un mundo donde quepan muchos
mundos. El zapatismo propone la idea de la verdad múltiple frente a
las leyes universales de verdades únicas. El EZLN ha dicho que “las
verdades nacen, crecen, se desarrollan, decaen y mueren”. El
pensamiento dominante o hegemónico ayudó a crear la idea de que había
que homogeneizar, había que desarrollar, había que modernizar. Esta
visión ayudó a arrasar a la diferencia, las culturas, a “los
distintos” en nombre de una modernidad racional que avanzaba
inexorablemente hacia un mundo mejor. Los pueblos indios, pero no
sólo ellos, sufrieron las consecuencias de esta visión. El zapatismo
se inscribe en una ola de nuevas ideas que nos dicen que la historia
no está escrita, que no necesariamente avanzamos hacia un sistema
mejor, y que lo múltiple y lo diverso no son un obstáculo, sino que
las diferencias son una riqueza que guardar, que preservar. La
diversidad nos ayuda a avanzar. Un mundo donde quepan muchos mundos
es la propuesta de un mundo otro donde convive, en unidad, la
diversidad, sin que unos se impongan a otros. Un mundo donde caben
todos, no es sólo una idea utópica del futuro, es una forma de
vernos, soñarnos, hablarnos entre nosotros. Hoy la política no se
hace más en nombre de verdades científicas. El zapatismo es parte de
esta nueva forma de pensar, que decimos, es pensar al revés.
2. Que el que mande, mande obedeciendo.
Estado y poder
¿Es suficiente tomar el poder político?, concebido este como el poder
del estado, el poder que se consideraba como el único y el más
importante. El zapatismo y nosotros creemos que no. Que poder del
estado es un poder insoslayable, sí, pero no es todo el poder, ni es
todo lo político. Más importante que quien esté en el poder dicen los
zapatistas es que quien está en el poder, mande, pero mande
obedeciendo. Esta idea que aporta el zapatismo, es de nuevo una idea
al revés. La izquierda ha construido una idea providencial y heroica
de la toma del poder. El camino de la transformación o del derrumbe
del capitalismo es una gran odisea, casi siempre encabezada por un
héroe, llena de dolor y sufrimiento en donde al final del camino, la
victoria, es decir, la toma del poder es la gran llegada, el gran
día, el momento en que se bifurca la historia en dos grandes etapas.
En un antes y en un después. A partir de ahí, y SOLO a partir de
ahí, la historia y el hombre empezaban a cambiar. Es lo que Immanuel
Wallerstein llama la estrategia de dos pasos: tomar el poder y
después, y sólo después, cambiar al mundo. La estrategia de los
movimientos de resistencia giraba alrededor de esta ruta. Era una
estrategia digamos, estadocéntrica.
Pero esta idea también se ha deteriorado, aunque sigue siendo muy
importante. El zapatismo, al proponer que el que mande, mande
obedeciendo, reconoce la idea de la representatividad, pero con
nuevos y colectivos controles democráticos. Concibe a las direcciones
y los liderazgos como resultado de un proceso colectivo democrático,
no como la vanguardia clarificante que debe guiarnos al gran día de
la transformación. La historia del zapatismo está llena de ejemplos
también de cómo el estado y su fuerza no es el único referente y
muchas veces ni el más importante en su estrategia política. Por
supuesto que hay conflicto frente al estado dominante y las elites
mexicanas que gobiernan. El alzamiento armado deja claro esto. Pero
su actuar pareciera una lógica mucho más amplia, su agenda no sólo la
define el conflicto estatal. Hay otras áreas, “otra cosa” dicen los
compañeros zapatistas, que es desarrollar sus propias fuerzas,
dialogar con el resto, pensar en las alternativas, hablar de ellas.
Todo eso no necesariamente está ligado de forma directa con el poder
estatal.
Mandar obedeciendo significa repensar el poder. No es sólo un
planteamiento ético, sino un planteamiento que desarticula la lógica
del poder tal y como la conocemos. Desarticular las reglas del poder
implica por supuesto dar la lucha arriba, contra los señores del
poder y la explotación pero también abajo, entre nosotros, rompiendo
los esquemas de dominación en nuestras familias, trabajo y escuelas;
entre hombres y mujeres, entre adultos y jóvenes, entre razas, en
nuestras organizaciones y colectivos, en nuestras relaciones
cotidianas. Es generar una nueva relación que permita la construcción
de un nuevo poder que decida de abajo hacia arriba, que se
autogobierne y determine así mismo. Implica construir un orden social
alternativo global.
Este planteamiento es crítico del sistema imperante en su conjunto y
no sólo del gobierno en turno. Es una revisión a la lógica del
sistema y no sólo una crítica a los dominadores. Mandar obedeciendo
significa también la subordinación del estado a los pueblos. Implica
la democratización cada vez más profunda del nuevo poder y el
correspondiente proceso de devolución progresiva de las funciones
usurpadas por el estado a la sociedad misma. No hay que tomar el
poder, sino construirlo. No hay que tomar el sistema por asalto, hay
que deconstruirlo y en ese proceso experimentar, diseñar, soñar, un
sistema alternativo.
3. Sumar y no restar. Construir y no destruir. Convencer y no vencer.
Representar y no suplantar.
Nueva forma de hacer política.
¿pero, cómo construir entonces un sistema alternativo global? El
zapatismo con el mandar obedeciendo, y el mundo donde quepan muchos
mundos propone algunas pistas para ello. Proponen un tercer elemento.
La construcción de un nuevo mundo, de un mundo otro, necesita de otra
política. La historia de la izquierda de nuestros movimientos está
llena de tristes ejemplos en donde los peores vicios del poder
dominante fueron reproducidos en nuestras organizaciones, en nuestras
decisiones, en nuestras estrategias. Es una historia que separaba los
medios de los fines. Si buscábamos un mundo mejor para todos, el
socialismo, el comunismo o la revolución a secas, esto justificaba
cualquier medio para llegar a ello. Hoy, a través de la historia,
sabemos que este pensamiento pragmático dejó mucho que desear y que
las cooptaciones, la corrupción, el sectarismo, el vanguardismo, el
sectorialismo, el autoritarismo dañaron la credibilidad y la
esperanza de los pueblos que vieron a sus dirigentes revolucionarios
convertirse en dictadorzuelos en sus partidos, en sus organizaciones.
Que vieron enriquecerse a las clases que hablaban de un mundo
igualitario. Que vieron reproducir el poder que tanto se criticaba.
Los que se decían dominados, se convertían en nuevos dominadores.
Una nueva ética, fundada en espacios colectivos es condición
insoslayable para un nuevo mundo. Por eso el zapatismo propone a los
movimientos sumar y no restar, acostumbrados estos a la división, a
la discusión estéril. Propone construir y no destruir, acostumbrada
la izquierda a dilapidar todo lo hecho a cambio de controlar todo lo
que quede. El zapatismo propone convencer y no vencer, acostumbrada
la izquierda a los peores vicios de la concertación a oscuras, de la
votación que aplasta, del acuerdo impuesto. Propone representar y no
suplantar; construidas las organizaciones y los partidos con las
voces de muchos que suelen ser la voz de uno solo.
Sin nuevos movimientos, que se desarrollen, experimenten y actúen
dentro de un nuevo marco ético, el mundo otro se aleja, con el
descrédito frente a los ojos de los pueblos.
4 Hay que caminar al ritmo del más lento.
Revolución y sujeto de cambio
Desechando el viejo vanguardismo, ese que decía que si una élite
clarificada tenía el programa y la estrategia adecuadas, las masas
acudirían corriendo a abrazar la revolución, el zapatismo entiende
más a nuestras estrategias de resistencia y construcción de
alternativas como un proceso. La imagen “ultra” de empujar metas que
todavía no son realizables se desdibuja frente a la idea de que hay
que caminar al ritmo del más lento. Desechando de nuevo la intención
de imponer ideas y estrategias que por muy correctas, por muy
avanzadas que sean no pueden ser cristalizadas sin el otro, sin los
otros, que deben compartir, entender y enriquecer dichas propuestas.
Caminar al ritmo del más lento es construir un proceso colectivo para
caminar, y no correr dejando al resto atrás.
Por otro lado, el mismo alzamiento rompía con el esquema del sujeto
revolucionario. Mientras una parte de la izquierda se niega a
reconocer que no sólo hay un actor de transformación, el pensamiento
y la acción zapatista son un ejemplo entre muchos otros de que ningún
sector tiene un papel histórico predeterminado. Y más aún, que la
clase obrera industrial, a la que se le asignaba un rol protagónico
ha tenido posiciones más bien conservadoras frente a la emergencia de
nuevos actores como los pueblos indios, los trabajadores desocupados
o los movimientos de mujeres y por el ambiente.
5.Hay que caminar preguntando.
Diálogo
Finalmente los zapatistas dicen que hay que caminar preguntando. Toda
la concepción zapatista es una fuerte crítica al pensamiento ortodoxo
de izquierda, pero más aún, al pensamiento moderno ilustrado. Caminar
preguntando implica el reconocimiento de los otros como actores para
las alternativas y la construcción, digámoslo así, revolucionaria.
Caminar preguntando se inscribe en una visión profundamente
democrática interna y externa de los actores. Implica reconocer que
pueden existir otras estrategias, implica reconocer que deben mediar
estrategias de consulta y consenso al interior de nuestros
movimientos y que el diálogo como forma de articulación es un
vehículo poderoso entre los movimientos para desarticular muchas
formas de dominación de manera radical.
La acción del EZLN está llena de ejemplos de caminar preguntando:
Desde proceso de consulta y construcción interna del zapatismo, hasta
los procesos de encuentro nacional e internacional que el EZLN
convocó en innumerables ocasiones a los movimientos. En todos los
casos, de los cinco aportes que hemos comentado aquí, la praxis
zapatista representa un experimentar constante. No deseamos mitificar
aquí la acción zapatista. Sabemos y conocemos sus propias
limitaciones, contradicciones y errores. Nos parece, sin embargo, que
el movimiento zapatista hace aportes al pensamiento crítico que no
podemos dejar a un lado porque son señalamientos profundos de una
reconstitución de nuestras formas de pensar y construir nuestro
horizonte utópico. Estos cinco aportes se entrelazan cada uno, estos
cinco sueños son como las cinco puntas de una estrella, la zapatista
que abre una discusión universal sobre el poder, la diversidad, el
estado, la revolución y las formas de hacer política. La estrella
zapatista no es un nuevo dogma. Es una fisura en el pensamiento
hegemónico para pensar al revés y para mirar del otro lado del muro.
Grietas y fisuras del grueso muro capitalista.
Retomemos, finalmente nuestra idea inicial. Volvamos al muro
sistémico del que hablábamos al comienzo de esta intervención.
Miremos nuevamente en el muro, alejemos la vista. Salgamos del
zapatismo. Busquemos finamente por toda la pared del capitalismo.
Veremos, si sabemos ver, que hay más fisuras y coarteaduras. El
Ejército Zapatista de Liberación Nacional es un síntoma, un signo,
una pista, una señal entre muchas otras. Una grieta entre muchas
otras.
Frente a los límites del sistema formal, frente a la pobreza y la
exclusión una pequeña parte de los pueblos resiste, pero también
experimenta con nuevas formas de quehacer y relación humana. Los sin
tierra, los zapatistas, los piqueteros territorializan sus
resistencias, creando pequeñas zonas, pequeñas islas de liberación.
Fisuras del sistema. Errores de la Matrix. Otros mundos, “otras
cosas” como dicen los zapatistas. En esos espacios que no llegan a
erosionar el funcionamiento general sistémico, digamos la fortaleza
del muro, sin embargo, se opone una acción y un pensamiento distinto
al hegemónico. Son laboratorios de experimentación: juntas de buen
gobierno, asambleas populares, tierras tomadas que producen; son
señales, pistas de cómo se mira la vida, el mundo, del otro lado del
mundo. Frente a la individualización y la competencia se oponen el
comunitarismo, la solidaridad y la cooperación. Son espacios donde se
deconstruye el pensamiento dominante. Son espacios donde vemos
algunas señales de cómo sería una nueva educación, nuevas relaciones
de intercambio y de comercio, formas experimentales de producir
cultura e información y lo más importante, formas nuevas de poder
colectivo. En esas experiencias, pero también en muchas otras en todo
el planeta, no hay distinción entre luchas políticas y sociales,
entre luchas materiales y culturales. Igual se echa a andar la
producción que cuestionar las relaciones jerárquicas y patriarcales.
Igual hay formas políticas de resistencia frente al capital y el
neoliberalismo que reivindicación de la identidad cultural local.
Igual se lucha local y nacionalmente que globalmente. En esos
espacios se ha empezado a derrotar el poder simbólico que mantenía
atados a los grupos subalternos. La grieta en el muro comenzó a
ensancharse.
Pensamos que esas grietas, esas fisuras, esas islas de liberación
pueden crecer, pueden articularse. Podemos, como dice el
Subcomandante Marcos, hacer de nuestras islas una barca para ir a
encontrarnos. Una fisura que se reúne con otra puede provocar que se
desmorone una parte del muro. Cientos de pequeñas grietas, enredadas
entre sí, de muchas formas, de muchos tamaños podría quizá, tal vez,
derrumbar y hacer estallar al muro por completo.
No lo sabemos con certeza. Quizá valga la pena intentarlo. Quizá sí
hay algo mejor detrás del muro. Quizá sea ese otro mundo, que
decimos, que es posible.
JULIO 2004
*Texto presentado en el marco de eventos autogestionados en el Foro
Social Américas, realizado en Quito, Ecuador, del 25 al30 de julio de
2004.
** La metáfora la utilicé desde 1998 en una plática en la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM. Retomo ahora la idea, aunque
sea muy similar a la que ha propuesto John Holloway en algunos textos.