Gulumapu: Vigilar y castigar

14.Oct.04    Análisis y Noticias

por Wladimir PAINEMAL*
noticias_mapuches@hotmail.com

Como mapuches, no debemos esperar que la inteligencia estatal opere con “inteligencia”, cuando todavía sus encargados no llegan a establecer mínimos niveles de comprensión adecuados respecto de las reales demandas y reivindicaciones de nuestro Pueblo. Lo que si podemos esperar en el futuro, es la introducción de infiltrados al interior de las organizaciones, el despliegue de rumores maliciosos, la ejecución de montajes incriminatorios y todos aquellos otros recursos -propios de una guerra de baja intensidad- que tiendan a dividir y debilitar aun más el movimiento mapuche actual.

El 21 de julio 2004, con una votación aplastante de 38 votos a favor y 1 en contra, se dio el vamos en el Congreso chileno, al Proyecto de Ley para crear la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), organismo creado en reemplazo de la tristemente célebre Dirección de Seguridad Pública e Informaciones (Dispi, más conocida como “La Oficina”) y encargado de ejecutar los planes de seguridad del gobierno, tanto en su ámbito interno como en lo referido a su política exterior. Llamamos la atención al respecto, por los impactos políticos y sociales que este hecho podría tener sobre la creciente lucha por autonomía y recuperación de territorios de parte de comunidades, agrupaciones y organizaciones de nuestro Pueblo, continuamente sindicadas por la derecha política y sectores militares como una “amenaza” para la seguridad interior del Estado.

La creación de este singular organismo de represión viene a colocar un apriete más a la estructur a del Estado chileno en el marco del Bicentenario de la República. Por ello se trata de una herramienta claramente más política que policial, más de control social que de resolución de conflictos. Un instrumento que buscará fortalecer el control del gobierno sobre la más mínima desviación antisistémica que surja desde la sociedad chilena y, por supuesto, también desde la mapuche. El escenario para su aparición está relativamente desarrollado. Ya vemos, por ejemplo, que la legislación antiterrorista, heredada de la dictadura militar de Pinochet, se aplica sin contemplaciones hoy en día a los luchadores de la causa mapuche.

Es así como este organismo se acomodará fácilmente a los antidemocráticos propósitos de esta ley que permite arrestos prolongados, intercepciones telefónicas e impulsa la delación compensada, entre otras medidas que vulneran gravemente el debido proceso y una serie de derechos consagrados en legislaciones más sensibles al respeto por los derechos humanos y a las libertades individuales. De allí que no podemos referirnos al nacimiento de la ANI, sin considerar desde ya sus verdaderos alcances políticos y sociales.

El conflicto en la historia

Fundada en la lógica de que todo conflicto implica una enfermedad social, los principios fundantes de esta máquina de inteligencia tendrán como misión hacer un diagnóstico a los “cánceres” del sistema. De allí que uno de los supuestos que sustenta este instrumento de represión política, es que toda manifestación de des contento con el sistema será considerada una cuestión de “orden y seguridad pública”.

Sin embargo, sabemos que a lo largo de la historia, el conflicto político-social no ha tenido un efecto perverso, sino que ha sido una potente fuente de cambio, fenómeno que asusta más a aquellos que se apropian del poder en beneficio de unos pocos, a los miembros de una clase social o de un grupo étnico en particular, que a aquellos que en la práctica no lo tienen. ¿De qué manera entender sino el conflicto político-social que enfrentó a los criollos chilenos con los españoles durante la denominada “Guerra de Independencia”?. Los que hoy rasgan vestiduras por el “estado de derecho”, de seguro tendrían que enjuiciar históricamente y con la Ley Antiterrorista a Manuel Rodríguez, por quebrantar el orden colonial establecido por la Corona Española.

El escenario se agrava si consideramos que la exaltación por parte de los medios de comunicación de estereotipos negativos frente a l as reivindicaciones mapuche, es hoy un hecho real. No esperemos por tanto que esas imágenes no estén presentes en el futuro trabajo de inteligencia impulsado desde el gobierno. Por otro lado, ingenuo sería creer que la acción de inteligencia de la ANI estará dirigida sólo hacia aquellos que asumen la lucha de manera más radical. No es así. Los “enemigos” del sistema ya están estigmatizados a tabla rasa.

“Se presume que son mapuche los que cometieron el atentado”, es una frase repetitiva en la jerga periodística y los recientes allanamientos a comunidades aledañas a fundos afectados por atentados demuestra la efectividad con que este estereotipo opera en la región. El pasado y violento allanamiento a familias de Truf Truf así lo corrobora, pues sin mostrar orden judicial alguna, se efectúa un operativo bajo la absurda lógica policial de “detener para investigar” y no precisamente investigar para detener.

Como mapuches, no debemos esperar que la inteligencia estatal opere con “inteligencia”, cuando todavía sus encargados no llegan a establecer mínimos niveles de comprensión adecuados respecto de las reales demandas y reivindicaciones de nuestro Pueblo. Lo que si podemos esperar en el futuro, es la introducción de infiltrados al interior de las organizaciones, el despliegue de rumores maliciosos, la ejecución de montajes incrimin atorios y todos aquellos otros recursos -propios de una guerra de baja intensidad- que tiendan a dividir y debilitar aun más las expresiones organizativas que surgen al interior del movimiento mapuche actual.

Y no solo eso. Curiosamente y respecto del tema de la inteligencia pública, tenemos con nosotros hace tiempo ya la instalación de instrumentos de alta tecnología al alcance de nuestra vista. Hablamos del moderno sistema de control visual que podemos localizar en varias ciudades de Chile, entre ellas Temuko. ¿Quién nos garantiza que esos instrumentos de control no serán utilizados para este nuevo trabajo de inteligencia?. Nadie lo puede hacer a estas alturas, tanto asi que el sistema está dotado de la tecnología suficiente como para hacer realidad en el Wallmapu aquel Estado totalitario y controlador, imaginado por George Orwell en su legendaria obra “1984″.

Como ya hemos advertido, el Estado se está preparando para establecer un ferreo control sobre los mapuches y no debiéramos esperar una cuestión distinta. Lo que sí debiéramos esperar, es un mayor resguardo por parte de nuestras organizaciones, no porque sus opciones políticas sean “antisociales”, sino porque con su discurso y práctica autonomista, cuestionan de por si la esencia autoritaria del sistema político-institucional chileno, razón suficiente para que se active el trabajo de la ANI en su contra / Azkintuwe

* Su autor es miembro del Comité Editorial del Periódico Azkintuwe.

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