Independentzia eta Sozialismorantz
EUSKAL HERRIA
PASO A PASO
Servicio informativo de ASKAPENA
Nº113
TROPEZAR EN LA MISMA PIEDRA
Han pasado ocho meses desde aquel 13 de Marzo electoral. La sociedad española, traumatizada por la tragedia del 11-M, volcó en las urnas toda su rabia y sus miedos. Quiso castigar a un Gobierno, que la había metido en la guerra, había mentido y sigue mintiendo con respecto a la responsabilidad de ETA en los atentados del 11M. Sin embargo todos los esfuerzos propagandísticos de Aznar habían resultado inútiles. La sociedad española siempre vio con malos ojos el sometimiento del PP a las arrogancias norteamericanas.
Entraron con buen pie
Cuando explotaron las bombas en el tren de cercanías de Madrid todos los ojos miraron hacia Medio Oriente. A pesar de que hubo muchas voces, y muy distinguidas, empeñadas en que el mundo mirase en otra dirección. Acebes, como portavoz del Gobierno, inició una frenética maratón de mentiras. Ibarretxe, el Presidente vasco, le gano en premura y le supero en descalificaciones e insultos contra ETA. Los obispos, una vez más, se alistaron incondicionales al servicio del poder. Pero la sabiduría popular, a pesar de tantos y tal distinguidos mentirosos, no se dejó engañar esta vez y seguía con los ojos puestos en Bagdad.
El día 13 de Marzo el electorado español quiso perder de vista al PP y entregar su confianza en alguien que lo relevase. La mayoría electoral apostó por Zapatero. Líder joven y bien presentado, de palabra fácil y gesto convincente; expresión de un PSOE renovado que parecía haber superado los traumas de la corrupción y de la guerra sucia; los nuevos lideres del viejo socialismo prometían sacar a España de Irak e inciar un estilo de gobierno diferente, basado en el diálogo constructivo y multilateral. Una oferta sugestiva.
Cuando se supo el resultado de las urnas, todo el país - excepto el PP- respiró con alivio. Y el alivio se convirtió en alegría cuando el recién estrenado Gobierno socialista dio la orden inmediata de que las tropas españolas regresaran de Irak. A pesar de aquel clima distendido, había un agujero negro en la atmósfera socialista: su actitud respecto a Euskal Herria. No aportaban ningún elemento novedoso. Por el contrario, se ratificaba en mantener vigente el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos que habían consensuado con el PP durante el Gobierno de éste. Estaban dispuestos a seguir manteniendo la dispersión de los presos y la ilegalización de la izquierda independentista. Un augurio sombrío
La primera gran decepción
En Junio se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo que se convirtieron en la prueba para el nuevo Gobierno. Era evidente que había contado con muy poco tiempo y que no podía dejar sin vigor una Ley que había pactado con el PP en sus tiempos de oposición. Pero en sus manos estaba el interpretarla de forma beligerante o conciliadora. Era la primera prueba del nuevo talante
El Gobierno Vasco, el Catalán, la mayoría sindical vasca, algunos Obispos, personalidades y organizaciones progresistas instaron al nuevo Gobierno para que permitiese la participación de la izquierda independentista en las elecciones dando una oportunidad a la distensión. La propia izquierda soberanista quiso facilitar las cosas a Zapatero. Y elaboró una candidatura que se ajustaba de forma meticulosa a los criterios marcados por la Ley. Los nombres que aparecían en dicha candidatura no estaban “contaminados” por haber aparecido en otras listas de HB, Batasuna o Euskal Herritarrok. Eran listas, desde la perspectiva legal, “limpias” pero el nuevo Gobierno no supo estar a la altura de las circunstancias. En vez de mantenerse en el campo político dejando a la Justicia que actuase con independencia, el propio Gobierno socialista instó a la Fiscalía del Estado para que interviniera y aplicase la Ley contra Herritarren Zerrenda (La Lista de los sectores populares). Esta quedó ilegalizada y, como tal, se hizo presente en las urnas.
La medida provocó una primera e importante desilusión en amplios sectores de la sociedad. Incluso decepcionó seriamente a muchas personas que habían votado a Zapatero. Esperaban y querían algo diferente y por eso lo habían apoyado. Para continuar con las medidas ilegalizadoras y discriminatorias, ya estaban Aznar. ¿Dónde había quedado el nuevo talante que se prometía?
De tumbo en tumbo
La ilegalización de HZ daba la razón a quienes consideraban y siguen considerando que Euskal Herria no puede esperar nada bueno de España. “Sean de un signo o sean de otro, todos los partidos españoles tratan de impedir, cada uno a su manera, que los vascos ejercitemos nuestro derecho a decidir”.
A pesar de esta valoración sombría cargada de razones, el sector más afectado actuó con una prudencia ejemplar. Los portavoces de la izquierda independentista recuerdan sin descanso al PSOE que nos encontramos ante una encrucijada histórica ya que es cada vez más la población vasca que reclama una consulta. Y le plantean que actue a la altura de las circunstancias. “El Gobierno de España debe de tener visión de Estado y aprovechar la coyuntura que la historia le ofrece para resolver de una vez por todas el contencioso vasco- español”. La izquierda abertzale se comprometió públicamente para favorecer un nuevo escenario. La propia organización armada ETA ha hecho llegar a la sociedad vasca y al nuevo Gobierno de España su disponibilidad a dar pasos que faciliten el final del enfrentamiento armado y abran cauces al diálogo. Se trata de encontrar entre todos una solución justa en la que los derechos de ambas naciones estén garantizados.
La respuesta del PSOE a todos estos requerimientos y ofertas ha sido la misma que la del PP: represión en todos los frentes. Han decido prolongar la dispersión de los presos, que son el frente más vulnerable pero no el más débil. Durante estos ocho meses “socialistas” los cambios penitenciarios que se han producido han consistido en alejar más a las reclusas, endurecer las condiciones carcelarias y dificultar la solidaridad de sus familiares y amigos. Lo mismo que hiciera el PP, están interveniendo en la política soberana de otros países para que colaboren con España y entreguen a los refugiados vascos que están residiendo en dichos países.
Terrorismo de Estado
Los socialistas de Felipe González apostaron en su tiempo por la opción policial y por el terrorismo de Estado. Creyeron que si conseguían detener a la cúpula de ETA el problema vasco estaría resuelto. A su sombra se formó el GAL con la pretensión de exterminar a los militantes vascos mediante la tortura y los crímenes parapoliciales. Felipe González no consiguió su objetivo. Detuvo en Bidart a la cúpula de ETA y, aunque anunció el final de ésta organización, el anuncio no se ha cumplido. El GAL actuó contra el movimiento independentista vasco matando sin contemplaciones pero la conciencia soberanista no ha muerto; está hoy más extendida que nunca.
Zapatero, lamentablemente, se ha adentrado por el mismo camino que arruinó a Felipe González. Ha vuelto a detener a la dirección de ETA con la inestimable colaboración de Francia y también ha anunciado que el final de la organización es inminente. Se vuelve a equivocar como su predecesor. También como él, se está ensuciando con el terrorismo de Estado. Los detenidos en las recientes redadas policiales han sufrido terribles torturas a manos de la guardia civil, hasta el punto de que uno de ellos, Pedro Alcantarilla, intentó suicidarse para eludir el tormento. La Fiscalía del Estado ha mirado hacia otro lado (tampoco Ibarretxe ha reaccionado) y los torturadores siguen actuado con total impunidad. Saben que el Estado los protege. Mientras ellos torturaban a los detenidos vascos, el Estado indultaba al ex coronel de la guardia civil Galindo, condenado a 75 años de cárcel por haber secuestrado, torturado hasta la muerte y haber intentado eliminar los cadáveres de Lasa y Zabala.
El Gobierno socialista de Zapatero, ocho meses después de acceder al Gobierno, esta cometiendo el mismo error que costo la carrera política primero a González y después a Aznar. Si quiere responder a las espectativas que ha creado tendrá que afrontar de una vez por todos este viejo conflicto en clave de justicia y de respeto mutuo.