Para los mapuche, Chile es un estado ocupante, que permanece en el territorio del Wallmapu, opinión de ellos que parece razonable habida cuenta que se trata de un pueblo nación con tanto derecho como el pueblo vasco o el pueblo palestino a usufructuar de sus territorios. Sólo teorías, doctrinas o la fuerza pueden justificar una ocupación.
De modo que Chile debería comenzar en el río Biobío, pero en el norte están también los territorios tradicionales de los aymaras, hoy confinados por miles en pueblos precordilleranos o en las periferias de las ciudades. Todo indica que estamos legitimando el derecho al despojo.
Si nos remitimos al cuestionamiento del derecho de conquista, tendríamos que considerar que los invasores europeos instalaron aquí no precisamente la civilización ni la copia feliz del Edén, sino el genocidio y la explotación que dura hasta nuestros días.
Tristemente algunos teóricos y dirigentes sociales, en vez de apoyarse en la rica historia local asumieron la crítica del estado europeo y las formas de contestación adaptadas a sus contradicciones internas, considerando como algo dado e inamovible la validez del estado que se nos impuso antes y después de la llamada independencia, que debía haber sido la expulsión de los invasores y de sus instituciones, y no la organización estatal al servicio de los latifundistas educados por la masonería inglesa, más dedicada a desarrollar las formas políticas del capital y a la competencia intercolonialista que a la libertad de los pueblos.
Sin duda que es honesta y sincera la actitud de compañeros que siguiendo las filosofías europeas, critican el capital y luchan contra él para establecer otro estado, pero bien haríamos todos en aprender más de los mapuche y de los zapatistas, experiencias rebeldes que han puesto a las teorías críticas en el lugar que les corresponde: el de dinámicas de reproducción del mismo estado con otros nombres bajo el pretexto de que ellos lo podrán dirigir en nombre de todos nosotros.
No parece razonable someter los análisis al hecho consumado del poder establecido, resignándonos a que si el estado está allí, las dinámicas sociales no pueden dejar de considerarlo, lo que es justamente lo que el sistema espera que hagamos, que demos las luchas dentro de las instituciones.
Así que quizás podemos decir que que Chile es una entidad artificial donde existe un territorio y una población sometidos por un aparato de estado funcional a la economía capitalista, pero ni aún así ello pude determinar las dinámicas sociales, que en sus procesos de encuentros y rebeldías no parecen destinarse a la reconstrucción de otro estado o de otro gobierno, sino más bien a la búsqueda de soluciones y formas de vida que trasciendan las estructuras y dinámicas institucionales.
Hay un descrédito hacia la izquierda, eso es innegable, y eso no es obra de la dictadura, sino de la propia izquierda.
Era evidente durante el gobierno de la Unidad Popular que vastas capas populares se organizaban en todas partes para generar formas nuevas de hacer lo social. Era obvio que un millón de personas pedían armas a Allende cuando el tanquetazo, además de exigir la disolución del Congreso, y Allende los mandó para su casa para seguir intentando contener el golpe mediante concesiones que no eran de interés popular. La salida escogida por arriba resultó peor que la propuesta popular de pasar a la ofensiva.
Hay que decirlo hoy con todas sus letras: el gobierno popular acusó a los marinos antigolpistas cediendo a las presiones de la oficialidad. El gobierno popular permitió y hasta orientó la represión desatada por intendentes y policías contra campesinos, pobladores y mapuche que luchaban por la tierra.
Si hay que hablar de la Memoria, hablemos, pues, de ella. No pueden hoy los reformistas infiltrar las filas de la rebeldía, de la autonomía y la autogestión con las consignas de que hay un viraje a la izquierda y que estamos ante una nueva época.
Esos mismos que se dicen herederos de Allende son los que hacen el juego al sistema actual, de reorganización capitalista dirigida por la izquierda. Reformistas puros y reformistas infiltrados en las dinámicas rebeldes vuelven a las andadas.
¿Qué otra cosa fue la reunión de Aguiló, del PS, con Insunza, del PC, y otras figuras de la Concertación realizada pocos días atrás?
¿Qué otra cosa es la actitud de algunos miristas que dicen que hay que trabajar con esa gente para constituir un frente amplio?
¿Qué otra cosa es que el órgano oficial del PC publique la convocatoria del colectivo Memoria MIR llamando a construir esa nueva izquierda apoyados en la votación del Podemos?
Se trata de los mismos que bajaron las banderas de lucha de Miguel Enríquez y llamaron a adaptarse a los nuevos tiempos cuando se negociaba el fin de las protestas y la vuelta a la democracia y que después vieron vaciarse sus filas nutriendo las de los partidos que dirigirían esa democracia tutelada. Por otra parte el PS cierra la boca a los que se oponen al acto que la jefatura de la Armada prepara en la Esmeralda como sarcasmo encima de la sangre generosa derramada. El PC expulsa de su diario oficial a un escritor crítico que se ha destacado por su actividad en defensa de los presos políticos.
La lucha continua. Miles de personas pasaron uno al otro las banderas y las antorchas de la resistencia. Miles de jóvenes se organizan hoy preparando las condiciones de un futuro mejor haciendo abstracción de los debates institucionales, electorales y similares mientras los oportunistas nos dicen que ya no hay que hablar de resistencia en tanto se cuelgan del carro institucional. Que ellos dejen de resistir y se entreguen, es otra cosa.
La llamada izquierda hace ostentación del 9% alcanzado en las últimas elecciones municipales, a pesar de que, como dice el secretario general del PC, el crecimiento de votos proviene de la Concertación y de la Alianza, del gobiernismo y de la oposición propinochetismo, y no viene de la casi mitad de la población en edad de votar, que se niega a inscribirse en los registros, dos y medio millones de jóvenes, que se abstiene, casi un millón, o que vota nulo y blanco, otro tanto, y que para nada están dispuestos a abandonar la rebeldía o las construcciones territoriales para sumarse al circo de lo establecido. Hay que llamar a la caballería para traerlos, o mejor a los caballos de Troya para que se mezclen con la rebeldía y atraigan incautos, que por lo visto hay pocos.
Es absolutamente falso que haya un repunte de la izquierda en Chile, y eso lo saben claramente los portadores de los discursos optimistas que sólo lo hacen para embaucar, para emborrachar la perdiz. Lo que hay es una migración de votantes que pasan de un lado para otro, población cautiva en disputa, población que aspiran a atraer los diferentes discursos incapaces de quebrar el hielo ante el descrédito generalizado que existe hacia la política de derecha, de centro y de izquierda.
El suicidio de un coronel, angustiado por la verguenza y las funas, confirma lo dicho, el sujeto había sido jefe de torturadores y asesinos, y los resultados de la Comisión Valech, con todas sus limitaciones, ya que su objetivo es lograr el fin de las contradicciones históricas, ha resultado en que se legitime la verdad de los que luchaban, verdad que no consigue ser prisionera de papeles ni de declaraciones, verdad que hace carne en los miles de jóvenes, millones, para ser más claros, que no se dejan embaucar por los cantos de sirena de los políticos. Habrá que seguir funando para aumentar la presión social y que otros más se arrojen de sus atalayas.
Verguenza deberíamos sentir nosotros, que bajando la cabeza aspiramos a sumar gente para llevarla ordenadamente al redil.
La economía chilena aparece como una de las más sólidas del planeta, pero ello sólo es posible por el sometimiento de la población, resultado obtenido no por la maldad de la dictadura, no por la astucia de los empresarios ni de la habilidad de los políticos, sino por la brillante estrategia del sistema en su conjunto de haber podido, entre otras cosas, establecer por vía de la Democracia Cristiana un falso y folletinesco retorno a la democracia mediante un tipo de frente popular que lo envidian otros países, estrategia a la que se sumó un importante sector de izquierda y quieren ahora sumarse los que han quedado fuera del reparto.
Todo lo que ha hecho la Concertación ha sido con la venia del capital y eso lo saben los grupos del Podemos y los otros que nos quieren engatuzar, como los de la convocatoria del colectivo Memoria MIR, que pretende que nos sumemos nuevamente a las negociaciones con el sistema, que pongamos el cuello en la soga.
Pero los miristas nos debemos a la lucha popular, no a líderes administradores ni enjuagues superestructurales alimentados desde corrientes frentepopulistas como la del Forro Social, órgano esencial que asegura la subordinación de diferentes destacamentos populares a las alianzas que han dado frutos, por ejemplo, como el gobierno neoliberal de Lula y el de Kirchner, los artífices de la rearticulación capitalista continental.
La política hoy es no hacer política, no caer en el juego miserable del oportunismo. La política hoy en los territorios controlados por el estado chileno pasa por el trabajo social, el desarrollo de las formas independientes locales y territoriales de autoorganización social y es ese justamente el miedo de los poderosos, que más que a Allende, le temían al emergente poder popular, y hoy tienen verdadero pánico que las incipientes modalidades de acción cultural, autogestionaria, educación popular, etc, que proliferan como callampas en los barrios populares, se erijan como un modelo de dinámica social antisistémica de materialización de la democracia directa entre personas que pueden vivir la cotidianeidad de los encuentros cuerpo a cuerpo, mirada a mirada, en construcción de sujetos sociales plenos con capacidad de desenvolver su propia visión del mundo y cambiarlo en sus acciones diarias, cambiar las relaciones competitivas por relaciones de solidaridad y afecto, de respeto y apoyo mutuo entre vecinos, la unidad de las personas en colectivos locales que aprendan a buscar soluciones con sus propias manos haciendo una nueva sociedad aquí y ahora, el socialismo cotidiano del Che, sin esperar a que los dirigentes se arreglen los bigotes.
Es falso que estamos ante una coyuntura electoral, esos son los ritmos sistémicos y no tenemos por qué bailar con la música que nos tocan desde arriba, pues la situación sigue siendo la misma y la creciente rebeldía viene desde abajo con sus propias melodías y cánticos guerreros y amorosos, por lo que las tareas son persistir consolidando el trabajo territorial, afianzar las dinámicas independientes de lo social, incorporar más personas a las actividades culturales y autogestionarias, constituir nuevos colectivos locales, profundizar el pensamiento y la acción de la autonomía y la rebeldía en la diversidad.
En eso están muchos y para ellos mi saludo y mi admiración.
Profesor J