carnaval rural en nafarroa
Ritos ancestrales que perduran con arraigo en el pueblo
Horas antes del comienzo de la Cuaresma cristiana, un buen número de localidades de Nafarroa se zambulleron en la vorágine carnavalesca, con la celebración de simulados ajusticiamientos, desfiles repletos de colorido y correrías callejeras. Un año más, la tradición local salió reforzada en unos tiempos marcados por la globalización.
LANTZ-UNANU-ALTSASU
No parecía muy convencido Miel Otxin sobre las intenciones de los lugareños cuando, después de un suculento almuerzo, fue “obligado” a desfilar, hacia el mediodía, a lo largo y ancho de las calles de Lantz.
Su instinto de conservación se puso en guardia todavía más cuando, al salir al exterior de la posada, apreció el numeroso gentío que se había congregado en los aledaños, fruto en parte del magnífico día soleado.
Una voz interior le decía que allí algo se estaba cociendo y que él iba a ser su desafortunado protagonista. Y no le faltaba razón, pues sus muchas fechorías habían colmado el hartazgo de los vecinos, los cuales, tras organizar un sinfín de batidas, habían acabado por capturarle y exhibirle ante el populacho, antes de proceder a su enjuiciamiento al atardecer.
Como es tradicional, el desfile estuvo encabezado por los arotzak, siempre pendientes de la captura del zaldiko para proceder a su herrado y quienes, enfundados en sus trajes de harpillera, se encargaron entretanto de incordiar a los presentes con sus sardes de madera.
Caracterizados por su colorido, los txatxos también hicieron de las suyas con sus escobas, abriéndose paso entre la gente, que fue convirtiéndose en multitud conforme se acercaba la tarde, algunos con la intención de extender su estancia hasta bien entrada la noche.
Como centro de atención de la comitiva, Ziripot, con su enorme corpachón a base de paja y sacos, tuvo que soportar las acometidas del zaldiko, quien lo envió, un año más, al suelo en varias ocasiones, siendo atendido para reincorporarse por los txatxos, sus tradicionales protectores.
La tarde no había hecho sino empezar y a bastantes kilómetros de Lantz, los jóvenes de la gazte asanblada de Altsasu se disponían a reencarnar a los matxin gaiztoak, una figura recuperada del carnaval local, después de haber realizado una cuestación por los domicilios de la localidad y una posterior merienda.
Varas de avellano
No muy lejos de allí, el pequeño pueblecito de Unanu se preparaba o mejor dicho, se recogía ante lo que se les avecinaba: la furibunda aparición de los mamuxarros que, con sus varas de avellano en ristre, no dejaban tranquilo a quien transitaba por sus calles, especialmente neskas y txikis.
Personajes que pertenecen a un carnaval que se remonta a tiempos inmemoriales y que ni siquiera la dictadura franquista consiguió prohibir, aunque alguno tuviera que sufrir detenciones precisamente durante la Guerra del 36.
Enfundados en sus calzones y camisa de color blanco y adornados con pañuelos en la cabeza, los mamuxarros descargaron sus varas sobre aquellos curiosos que se acercaron hasta la localidad situada a los pies del monte Beriain, cuya estampa destacaba por el contraste entre la nieve acumulada y los intensos rayos solares.
Sólo algunos valientes txikis disfrazados para la ocasión corrían desesperados tratando de evitar los palos que les propinaban los personajes carnavalescos ocultos tras centenarias caretas de hojalata que han ido pasando de generación en generación se dice que incluso poseían una especie de orejeras, ya desaparecidas y a los que sólo les delataban sus chillonas campanillas, utilizadas antiguamente para el ganado.
Varios heridos en Altsasu
Mientras los agotados mamuxarros debían darse una obligada pausa en sus correrías, en Lantz Miel Otxin tenía que hacer frente a su suerte con la llegada del atardecer. Tras ser enjuiciado y declarado culpable, se procedió a su ajusticiamiento con el disparo de dos tiros de escopeta y posteriormente fue arrojado a la hoguera y reducido a cenizas.
Casi al mismo tiempo, en Altsasu los momotxorros, sorginak, maskaritas y juantramposos, así como diversas escenifi- caciones, partían del frontón Zelandi para recorrer varias calles del casco antiguo.
Todo transcurría con normalidad hasta que la comitiva alcanzó la Plaza de los Fueros, momento en el que se produjo el desprendimiento de uno de los balcones de la sociedad Zubeztia, ubicada en una de las calles que dan acceso a este céntrico lugar y tradicional final del desfile carnavalesco.
Hasta tres personas resultaron heridas con golpes en la espalda, cráneo y extremidades, siendo la más afectada una mujer de 71 años, a la que se le diagnosticó un traumatismo torácico y abdominal.
Se da la circunstancia de que una niña quedó colgada del balcón, aunque pudo ser recogida en brazos en su posterior caída, sin que el desprendimiento causara lesiones al numeroso público que estaba concentrado viendo el espectáculo, cuyos organizadores lo dieron por concluido antes de lo previsto.
Ttarttalo y Lukas de Aierbe fueron también pasto de las llamas
Los personajes de Ttarttalo, en Zizur Nagusia, y Lukas de Aierbe, en Burlata, también fueron ajusticiados y arrojados al abrasador fuego carnavalesco. Siguiendo la tradición de otros lugares del herrialde, estas dos localidades de Iruñerria han recuperado las figuras de sendos «bandoleros», famosos por sus fechorías. Siguiendo la dinámica de programas de parecidas características, ambos fueron paseados por las calles durante el lunes, para recocijo de los más txikis, siendo pasto de las llamas en la jornada de ayer. En el caso de Zizur Nagusia, la celebración contó con el elemento añadido del «mayo», poste al que fue atado Ttarttalo para su ejecución. -