Lunes 14 de febrero de 2005
Casi terminada, la reconcentración de pueblos zapatistas dentro y fuera de Montes Azules
“Los gobiernos tienen vendida la selva a los ricos, por eso quieren desalojarnos”
Rechazan “migajas” de autoridades; “pretendemos no rajarnos y seguir en la resistencia”
Niños de Nuevo Limar, en Montes Azules, Chiapas, frente a la escuela del poblado
Libertad de los Pueblos Mayas, Chis. 13 de febrero. La reconcentración de los pueblos zapatistas fuera y dentro de la reserva de la biosfera de Montes Azules está en la parte final de su primera fase; los pequeños núcleos de población rebelde se empezaron a mover a las comunidades, en las que permanecerán con el fin de ser atendidas por la junta de buen gobierno, para defenderse mejor de las constantes amenazas de desalojo, y para cuidar los recursos naturales de la selva lacandona.
En octubre de 2004 el EZLN anunció la reconcentración de los poblados Primero de Enero, Nuevo San Isidro, Doce de Diciembre, Ocho de Octubre, Santa Cruz, Nuevo Limar y Agua Dulce, todos ubicados en la región de Montes Azules y amenazados por los gobiernos federal y estatal de ser desalojados mediante la fuerza. Cuatro meses después la situación es la siguiente: Primero de Enero, Santa Cruz y Ocho de Octubre fueron reubicados fuera de la reserva de la biosfera, en el poblado Aguamaría, cerca de San Quintín.
La comunidad San Isidro, conformada por seis familias zapatistas tzotziles de la región de Los Altos, fue trasladada a tierras recuperadas ubicadas en Nueva Virginia, en la frontera entre Las Margaritas y Altamirano, también fuera de la reserva ecológica.
Las nueve familias del poblado Nuevo Limar, localizado dentro de Montes Azules, permanecerán por decisión propia en el mismo lugar, y recibirán a 22 familias más provenientes de la comunidad Doce de Diciembre, quienes actualmente viven en la proximidad de Marqués de Comillas (región sureste fronteriza). Nuevo Limar es la comunidad en la que se está efectuando la mayor concentración de familias zapatistas. En total permanecerán 31 núcleos familiares concentrados en un apartado lugar de esta región codiciada por las multinacionales.
Todas las comunidades zapatistas o, mejor dicho, los núcleos poblacionales, algunos integrados por una sola familia, como Primero de Enero, decidieron de manera autónoma el lugar en el que querían permanecer. La junta de buen gobierno Hacia la Esperanza, con sede en La Realidad, señala que avaló cada decisión y se comprometió, en la medida de sus posibilidades, a atender las necesidades de los nuevos poblados.
A Nuevo Limar, donde habitará el mayor número de familias, ya llegaron las láminas para los techos de las casas que se están construyendo. La historia de este poblado es similar a la de muchos otros que, huyendo de la violencia paramilitar y de la falta de tierras, se asentaron montaña adentro, en lugares que por su lejanía cualquiera pensaría inaccesibles.
Reunidos en la pequeña iglesia de madera ubicada en medio del poblado, los habitantes choles de Nuevo Limar relatan la historia de un poblado zapatista que ha vivido las diferentes etapas de este movimiento: “Nosotros venimos del municipio Sabanilla, del pueblo Unión Hidalgo, allá no hay tierras y trabajábamos como peones en los ranchos para comprar maíz. Así, buscando qué comer para la familia, llegamos a Nueva Esperanza (muy adentro de Montes Azules) allá por 1982. Allí estuvimos muchos años solicitando tierras, pero nunca nos dieron respuesta. En ese mismo tiempo empezamos también a ser zapatistas clandestinamente”.
Estas familias tienen entre 18 y 19 años de ser bases de apoyo del EZLN. Conocieron a los fundadores de la organización y casi dos décadas después se mantienen firmes, “porque del gobierno no esperamos nada, por eso seguimos en la organización”.
Continúa el relato el más viejo del pueblo: “En Esperanza éramos puros zapatistas, pero en 1996 un grupo se vendió con el gobierno y se hicieron priístas. En esos momentos -cuenta- empezaron las agresiones fuertes, al grado de que quemaron nuestras casas y, evitando el enfrentamiento, salimos del lugar rumbo a la comunidad La Pimienta, donde estuvimos otros dos años”.
Posteriormente, debido a diferencias con el grupo de tzeltales de La Pimienta (choles), también se fueron de esa comunidad y decidieron fundar Nuevo Limar, lugar de Montes Azules al que llegaron el 23 de mayo de 2000. Eran únicamente ocho familias y después de unió otra, 46 personas en total.
“Desde que llegamos -prosiguen- empezó la amenaza. Siempre había muchas patrullas militares por aire, los helicópteros sobrevolaban bien bajito y también querían entrar a pie. Los soldados nos mandaban decir con los priístas que iban a entrar a quemar nuestras casitas. Siempre nos dijeron que nos iban a sacar.”
Llega la noche a Nuevo Limar y con ella el sobrevuelo diario de los helicópteros. Todas las familias permanecen en la iglesia presenciando la entrevista, uno a otro se pasan la palabra para responder a cada pregunta.
Hace poco, cuenta el promotor de educación, “nos llamaron del gobierno para presentarnos en la comunidad Paraíso. Eran los de la Reforma Agraria que están viendo lo de la reubicación. No fuimos porque son gobierno y no queremos nada de ellos. Nunca hemos ido a reuniones de la reubicación, sólo estamos en nuestra lucha zapatista y participamos en la autonomía de nuestro municipio. No queremos sus migajas del gobierno. La intención que tenemos es no rajarnos y seguir en la resistencia. Sólo eso pensamos”.
Dentro de una semana esta recóndita y pequeña comunidad, humilde entre las humildes, albergará a 22 familias más. Las necesidades aumentarán considerablemente, pero también la organización para atenderlas. La junta de buen gobierno explica que sólo están esperando que terminen de moverse todas las familias, para completar la atención en salud y educación como primeras necesidades. Ya empezaron a llegar los bultos de cemento para el piso de la escuela comunitaria.
“Cuando estemos juntos con los de Doce de Diciembre -explican- nos vamos a proteger mejor de las amenazas, vamos a estar más cerca de nuestro municipio autónomo y más cerca de la fuerza de nuestros compañeros zapatistas. Si el gobierno quiere hacer su desalojo vamos a estar más unidos para defendernos”, explican.
La construcción de las casas ha estado acompañada en todo momento del sobrevuelo de helicópteros militares: “Mero el día que empezamos a construir, el helicóptero parecía que bajaba aquí nomás en la mata de caoba”, cuenta otro poblador.
El pretexto gubernamental para el desalojo es la protección de la biosfera (aunque se ha comprobado que no son los zapatistas los que se están talando árboles, tampoco los que están negociando la biodiversidad ni introduciendo puentes en los ríos para recibir al turismo). Los zapatistas, aclaran las autoridades autónomas, “tenemos reglamento para cuidar la naturaleza. Estamos viendo de ya no quemar para hacer la milpa, o sólo quemar acahuales (monte bajo), de no talar los árboles para comercio y de no permitir que otros lo hagan. Nosotros -señalan en Nuevo Limar- no destruimos los cerros, cuidamos los árboles y los animales, como el saraguato, el mono, el loro, el venado, el jaguar, el jabalí… No matamos a la danta (tapir). Sólo cazamos tejón para comer. Cuidamos los nacimientos de los arroyos y los ríos. No es cierto lo que el gobierno dice que estamos destruyendo. De hecho, ahora que lleguen los de Doce de Diciembre vamos a hacer un plan general para el cuidado de la selva”.
Los gobiernos, acusan, “son los que quieren sacar ganancia de la selva y nosotros no estamos de acuerdo. La selva ya la tienen vendida a los ricos, por eso quieren desalojarnos de nuestras comunidades, pero nosotros ya dijimos que vamos a defendernos”, insisten.
En total, luego del anuncio de la reconcentración de las familias zapatistas, se formaron tres poblados: Nuevo Limar, que agrupa, dentro de la reserva, a los habitantes de esta comunidad y a las 22 familias de Doce de Diciembre; Agua María, fuera de la reserva, en la que se encuentran los núcleos poblacionales de Primero de Enero (una familia), Santa Cruz (tres familias) y Ocho de Octubre (dos familias); y Nueva Virginia, comunidad lejana a Montes Azules a la que llegaron las seis familias de San Isidro. Cabe señalar que las 10 familias de la comunidad Agua Dulce también decidieron permanecer dentro de la reserva y fueron apoyadas por las autoridades autónomas.
Todas estas comunidades han sido atendidas con los recursos provenientes de la cuenta bancaria a nombre de doña Rosario Ibarra de Piedra. Hasta ahora sólo se han comprado láminas para los techos y cemento, pero falta construir las casas de salud, escuelas y otras necesidades de cada población, además de cubrir los gastos de los traslados (camiones, lanchas, apoyo de utensilios, etcétera).
“La sociedad civil siempre nos ha respondido y de ahí está saliendo para apoyar a los compas. Falta, pero pensamos que sí vamos a poder”, asegura la junta de buen gobierno Hacia la esperanza.