(Entrevista a Robert Kurz en el semanario de S. Paulo REPORTAGEM, nº 62, Noviembre de 2004)
El autor alemán habla sobre el contexto que dio origen a El colapso de la modernización y dice que la crisis actual exige una nueva perspectiva, capaz de mirar más allá de la forma-valor.
Robert Kurz era un autor prácticamente desconocido cuando escribió El Colapso de la modernización. Publicado en Alemania al inicio de la década de 1990, en la prestigiosa colección ” Otra Biblioteca”, organizada por el poeta y ensayista Hans Magnus Enzensberger, el libro surgió de una larga elaboración teórica y militancia política y nació bajo la influencia directa de la caída del muro de Berlín (1989) – analizada en detalle en La venganza de Honecker (ver obra de Kurz). Audacioso, el Colapso es un análisis original de la caída de los países socialistas, que interpreta el fin de trayecto al que habían llegado esas economías en el marco de la crisis del propio capitalismo.
Como dice su maestro de ceremonias brasileño, Roberto Schwarz, el libro presenta las economías llamadas socialistas como “parte del sistema mundial de producción de mercancías, de manera que la quiebra de aquellas explicita tendencias y callejones sin salida de este”. Según visión de Schwarz, “de ser verdadera la apariencia inviable que el desarrollo de las fuerzas productivas tomó, llevando el capitalismo a un callejón sin salida, confirma el pronóstico central de Marx”. Por otro lado, añade el brasileño, “a diferencia de la epopeya de Marx, que saludaba la apertura de un ciclo, la de Kurz está inspirada por su presunta clausura. Si en Marx asistimos a la profundización de la lucha de clases, donde las sucesivas derrotas del joven proletariado son otros tantos anuncios de su resurgimiento más consciente y colosal, en Kurz, 150 años después, el antagonismo de clase perdió la virtualidad de la solución, y con ella la sustancia heroica. La dinámica y la unidad son dictadas por la mercancía fetichizada – el antihéroe absoluto – cuyo proceso infernal escapa al entendimiento de burguesía y proletariado, que en cuanto tales no se enfrentan a dicho proceso.
Legitimadas en gran parte por el curso del mundo, las ideas originales del autor, conducidas por una prosa poderosa, causaron impacto y conquistaron lectores en diversos países. Sólo en Brasil, fueron publicados, después del primer libro, El Retorno de Potemkim – capitalismo de fachada y conflicto distributivo en Alemania y Últimos Combates. Ahora, acaba de ser publicado A todo vapor hacia el colapso, selección de textos lanzada por Kurz en su más reciente visita al país, cuando participó en la Bienal Internacional del Libro, en Fortaleza, y en el seminario “La crítica materialista en Brasil”, en São Paulo. Con Roswitha Scholz, que también estuvo en el seminario, Kurz edita hoy la revista ¡EXIT! (www.exit-online.org y http://obeco.planetaclix.pt/), además de escribir para periódicos en Alemania, en Austria y en Suiza y tener columnas regulares en diversos periódicos, entre los cuales la Folha de S. Paulo.
En la entrevista que sigue, concedida a integrantes de un grupo de estudios sobre su obra del Laboratorio de Geografía Urbana de la USP, Universidad de São Paulo, y del Instituto de Estudios Brasileños (IEB/USP), Kurz hace un balance teórico de su trayectoria intelectual desde El colapso de la modernización y habla sobre la profundización de cuestiones centrales de su obra, como la crítica del valor en la moderna sociedad productora de mercancías, la teoría de la crisis y el concepto de disociación. [Dieter Heidemann y Raquel Imanishi]
La OBRA DE KURZ
[Traducidas al portugués] El colapso de la modernización [Paz e Terra, 1992]
El Retorno de Potemkim - capitalismo de fachada y conflicto distributivo en Alemania [Paz e Terra, 1993]
Últimos Combates [Editora Vozes, 1996]
A todo vapor hacia el colapso [Ed.UFJF/Pazulin, 2004]
[No traducidas al portugués] La venganza de Honecker [1991]
Libro Negro del Capitalismo [1999]
Guerra de Ordenamiento Mundial [2002]
La ideología antialemana [2003]
Razón Sangrienta [2004]
La humanidad no está preparada, pero tampoco tiene otra opción.
Entrevista de Dieter Heidemann, Anselmo Alfredo, Caio Melo, Carlos Toledo y Vicente Alves
REPORTAGEM - El Colapso de la Modernización salió poco tiempo después de la caída del muro de Berlín (1989), época en que usted participaba en un grupo de teoría crítica radical. ¿En que contexto surge lo que usted pasa a llamar “crítica del valor en la moderna sociedad productora de mercancías”?
Robert Kurz - Nuestro punto de partida no fue académico. Éramos todos activistas de movimientos sociales de izquierda. Al inicio de la década de los 80, teníamos la impresión de que las ideas de la llamada “nueva izquierda” se venían desgastando desde 1968. Existía en el grupo un ímpetu de reelaborar críticamente la propia historia. No queríamos participar más en lo que veíamos como una especie de “ciclo maníaco-depresivo” de la militancia política. Creíamos que la teoría no debía ir más a remolque de la práctica política, no debía tener carácter “legitimatorio”, sino ser conducida en serio a su autonomía. Entendíamos que la “nueva izquierda”, a pesar de toda la crítica al estalinismo, no ponía en cuestión el “socialismo” y el “post-capitalismo” de la Unión Soviética. Los pocos teóricos que hablaron de “capitalismo de Estado”, por ejemplo, se guiaban en general por el maoísmo chino y no fueron más allá de una teoría de poco alcance sociológico sobre el “poder de la burocracia”.
Un análisis más profundo constataba que el verdadero problema del llamado “socialismo real” era otro: las órdenes sociales que resultaron de la revolución rusa y de los movimientos de liberación anticolonial continuaban siendo “modos de producción basados en el valor” (Marx), no siendo superada la forma social del sistema. Las categorías del capital fueron mantenidas, imponiéndose como necesarios sólo su control y remodelación político-administrativa en la forma del Estado nacional, del mismo modo que, en Occidente, las personas fueron subordinadas al sistema del “trabajo abstracto” (Marx). No se produjo una transformación en el sentido de un “más allá del capitalismo”, sino una mutación en el interior y en la dirección del mismo.
Eso correspondía a la real situación histórica de los países del este y del sur. Esas sociedades no habían llegado al límite del desarrollo capitalista, pero claudicaban en busca de este desarrollo en la periferia del mercado mundial. De esta manera, las revoluciones locales, a pesar de sus banderas anticapitalista y marxista, fueron en realidad revoluciones burguesas hechas en países históricamente retardados, surgiendo de ellas regímenes de modernización tardía. Como ya había sido característico de la historia absolutista y burguesa-revolucionaria del capitalismo del siglo 16 al 19, se repetían en el fondo fenómenos parecidos con otros ropajes ideológicos.
REPORTAGEM - Las décadas finales del siglo 20 trajeron, sin embargo una crisis cualitativamente nueva que abrió espacio para la crítica de los reformismos tradicionales y neoliberales. E igualmente para la crítica a la categoría del trabajo, en la medida en que la crisis también expresaba los límites irracionales a los que llegaba esa categoría central para la reproducción del sistema. Por otro lado, después de la resaca del marxismo estructuralista y del triunfo del pensamiento post-moderno en la universidad, se volvió recurrente la acusación de que los análisis de Marx tenían un sesgo economicista. ¿Cómo situar así los análisis económicos del pensamiento marxista tradicional, criticados por usted, y en qué punto divergen de esta nueva teoría de la crisis?
Kurz - La nueva interpretación de la historia de la modernización en el siglo 20, hecha por el grupo, trajo el problema de cómo pensar “a contrapelo” del marxismo. Se inicia, con ello, una nueva teoría de la crisis: hasta entonces, la teoría marxista había analizado las crisis como interrupciones pasajeras de la acumulación capitalista, es decir, como crisis coyunturales o rupturas estructurales en la transición hacia un nuevo modelo de acumulación. La teoría de la crisis, así como la idea y la praxis del socialismo estatal, cayó prisionera del horizonte del trabajo abstracto y las formas sociales del sistema productor de mercancías. O no se consideró posible una barrera interna absoluta al proceso de acumulación o no se relacionó esa posibilidad al “trabajo abstracto” en cuanto “sustancia del capital” (Marx). Nuestra teoría de la crisis, por el contrario, esbozó la tesis de que la “desustancialización” del capital llevada a cabo por la tercera revolución industrial de la microelectrónica representa una barrera interna absoluta al proceso de acumulación. Por primera vez en la historia capitalista, se realiza una racionalización que permite prescindir de la fuerza de trabajo de modo más rápido (y en mayor volumen) que la propia ampliación de los mercados posibilitada por el abaratamiento de los productos. Se apaga así el mecanismo de compensación de las crisis vigente hasta entonces. No sólo coyunturalmente, sino también estructuralmente, el capital huye de la acumulación real hacia el “capital ficticio” (Marx) en burbujas financieras que tienen que reventar. En la medida en que se demuestra, en esta crisis cualitativamente nueva, la barrera histórica de acumulación del “modo de producción basado en el valor” (Marx) se vuelve obsoleto el sistema productor de mercancías, el “trabajo abstracto” y, con ellos, la ontología marxista del trabajo. A partir de la teoría de la crisis fue determinado, así, el propio locus histórico de la nueva y más fundamental crítica al capitalismo.
REPORTAGEM - ¿Cómo se reflejó en el libro esta teoría de la crisis?
Kurz - Sólo en El Colapso de la Modernización pudieron ser articuladas, sistemáticamente, esa nueva teoría de la crisis y una crítica conceptual del socialismo que se basara en el trabajo abstracto y en la producción de mercancías. La crisis de las formas fundamentales y comunes del sistema productor de mercancías se volvió manifiesta, primero, entre los retrasados históricos, avanzando enseguida incluso hasta los centros del capital occidental. El fin de la “modernización rezagada” es el inicio del fin de la modernidad y de su trabajo abstracto, o sea, el fin también de la política como forma de regulación y el fin de la nación como espacio relacional del sistema productor de mercancías – como comprueba en la práctica el proceso de la globalización. Todas las interpretaciones que pretendían comprender el declive de la Unión Soviética y el fin del socialismo como victoria del capitalismo occidental se volvieron obsoletas. El siglo 21 tiene la tarea de formular de manera radical una nueva crítica social, o sea, transformar la crítica al “trabajo abstracto”, a la forma valor, a la producción de mercancías, a la regulación política y a la limitación nacional en una crítica consciente y en una superación de las relaciones formales de la sociedad moderna.
REPORTAGEM - En Brasil, el libro generó polémica y produjo muchas críticas - entre otras, las de contener “diabluras metafísicas” y desembocar en el “catastrofismo”. ¿Cómo fue la recepción del libro en la izquierda y qué tipo de impacto tuvieron sus análisis, de modo general, en la opinión pública?
Kurz - Los análisis causaron espanto en la medida en que se oponen fuertemente a las opiniones entonces vigentes. Por otro lado, intelectuales lúcidos como Hans Magnus Enzensberger y Roberto Schwarz habían considerado importante presentar la nueva teoría ante un público más amplio. Sin esa evaluación, el libro no hubiera sido editado, ni tampoco traducido. En la izquierda, la recepción estuvo muy dividida. Para unos, era una explicación coherente del colapso oriental y de la crisis occidental, considerados en conjunto. Para muchos intelectuales de Alemania Occidental, que habían caído en la depresión después de la reunificación alemana, la explicación parecía una especie de “luz salvadora al final del túnel”: les ofrecía la posibilidad teórica de elaborar el fin de “su” socialismo no como una aceptación incondicional del capitalismo occidental. Para otros, la nueva teoría estaba totalmente fuera de lugar: era “esotérica” o, como mínimo, imprudente… La teoría de la crisis, en especial, fue denunciada sin más como “apocalíptica”. A mí, me llamó la atención que tanto la recepción positiva como la negativa se habían restringido casi exclusivamente al estadio analítico, mientras que los fundamentos teóricos de la crítica al trabajo abstracto y a la forma-mercancía no fueron reconocidos o fueron vistos como una especie de “OVNI teórico”. En este sentido, la recepción negativa, con su denuncia rabiosa del carácter esotérico y apocalíptico de los análisis, fue más lejos en la comprensión de su novedad teórica – ellos habían adivinado que la ontología de lo moderno era radicalmente cuestionada. Esto luego empezó a estar claro también para parte de la izquierda que, de entrada, había aprobado el análisis. La intelligentsia alemana oriental, en particular, se volvió visiblemente más reservada cuando las críticas a la ontología marxista del trabajo, de la forma política y de la nación, se revelaron como parte integrante de la nueva formulación teórica. En Alemania, el marxismo tradicional intentó colocarse diversas veces contra en nuevo enfoque de la “crítica del valor”, viviéndolo como una destrucción de la propia identidad. También parte del público burgués que, al principio, había registrado el nuevo enfoque como un “juego de abalorios” intelectual [referencia al libro homónimo del escritor alemán Herman Hesse], se volvió hermético y resistente en cuanto al avance y a la efectiva manifestación de la crisis en los centros occidentales. Como se ve, la nueva teoría encontró eco social por las más variadas vías: ya sea a través del endurecimiento de la conciencia dominante o de la defensa vehemente de posiciones antiguas que la crítica social volvió obsoletas, ya sea a través de enfoques eclécticos y oscuros o hasta de incomprensiones groseras. Cuando se rompe el pequeño círculo de especialistas, tales fenómenos son inevitables. Por eso, la resonancia contradictoria del libro sirvió de incentivo para el desarrollo y la concreción de la nueva teoría. Para entonces ya existía un número suficiente de mediadores, traductores y colaboradores intelectuales independientes que divulgaban la nueva formulación. Se formaron círculos de discusión de la crítica del valor no sólo en Alemania y en Austria, sino también en Brasil, en Italia, en Francia y en Portugal.
REPORTAGEM – En ese período, sin embargo, hubo la incorporación de nuevos contenidos a la teoría crítica. Hable un poco sobre ese proceso y sus desdoblamientos para la crítica del valor.
Kurz - Inicialmente, la nueva teoría se concentraba en el desarrollo de la crítica de la economía política. La teoría de la crisis y la crítica del sistema productor de mercancías se volvieron asuntos nuevos, pero la manera como esos contenidos eran pensados aún seguía el modo tradicional de pensar la teoría. Como en la filosofía hegeliana, el enfoque seguía el procedimiento lógico-deductivo, en el que la relación entre esencia y apariencia se resuelve como una ecuación matemática.
REPORTAGEM - Explique esto un poco mejor.
Kurz - El pensamiento abstracto universalista de toda la teoría moderna, que tiene sus raíces en la filosofía del Iluminismo, se ligaba a algo no reflexionado que había permanecido en la metafísica histórica del Iluminismo. Habíamos cuestionado el futuro del moderno sistema productor de mercancías, teniendo por base la teoría de la crisis, pero no cuestionábamos su pasado, en la medida en que ello era comprendido, sin más, como “progreso”, una trayectoria que había llevado a la superación del oscurantismo y de la animalidad del mundo agrario premoderno. Siguiendo los pasos de Marx, la teoría de la crítica del valor había tematizado de modo innovador el fetichismo de una modernidad aparentemente racional. Pero, también a ejemplo de Marx, había analizado ese descubrimiento teniendo por base una filosofía de la historia ideológica, es decir, una falsa racionalidad [presente en la idea incuestionada del “progreso”].
Esa limitación teórica no fue rota desde dentro, sino desde fuera, gracias a una intervención femenina. Desde el inicio de la década de 1990, Roswitha Scholz – autora que venía de la teoría feminista – criticaba la comprensión hegeliana y universalista de la crítica del valor, caracterizándola como “androcéntrica” [centrada en el hombre]. Con la compleja “teoría de la disociación”, trataba de romper esa lógica deductiva, aparentemente encerrada en sí misma.
REPORTAGEM - El ensayo de Roswitha Scholz, “El Valor es el Hombre” [publicado en la revista Nuevos Estudios Cebrap en 1996], fundamental para la elaboración de la teoría de la disociación, fue silenciada… Nos gustaría que usted hablase sobre el concepto de disociación: ¿cuál es su estatuto teórico en relación con la crítica de la forma-mercancía y como vincula la crítica del valor a la crítica del sujeto?
Kurz – En el enfoque de Scholz, disociación significa que la estructura del valor de la forma-mercancía, en cuanto forma fundamental del proceso de valorización del capital, pretendía abarcar la totalidad del proceso de reproducción social, pero en realidad dejaba de lado (con las formas del valor y del trabajo abstracto) gran parte de esa reproducción. Eso, tanto en la perspectiva material (en la medida en que despreciaba en su cómputo el “trabajo doméstico”, la educación de los hijos, etc.) como en la perspectiva socio-psicológica y cultural-simbólica (despreciando sentimientos, afectos, etc.). Esos momentos fueron “disociados” de la sociabilidad oficial e imputados histórica y socialmente a las mujeres. Para usar un término del debate feminista, estas son “doblemente socializadas”: de un lado, pertenecen (vía actividad profesional, forma dinero, etc.) a la sociabilidad formal oficial, y, de otro, ellas son estructuralmente responsables de todos los momentos de la vida que no forman parte de la misma. Como estos momentos no pertenecen al “trabajo abstracto”, a la forma valor y a la forma dinero, son considerados inferiores desde el punto de vista de la forma social dominante. En el moderno sistema productor de mercancías, el estatus de las mujeres es estructuralmente inferior. Por norma, ellas son peor remuneradas, asumen menos posiciones de liderazgo que los hombres, son consideradas “irracionales”, con menos capacidad de imponerse y, muchas veces, como meros “apéndices”. La parte “disociada” no es un área rigurosamente delimitable, que puede ser considerada por separado, sino que atraviesa a todas las esferas de la sociedad. Si es verdad que en el proceso de desarrollo capitalista determinadas partes disociadas fueron integradas en el universo oficial de la forma-mercancía, a través de la comercialización o de la estatización [como la educación pública y la asistencia social], también es verdad que varias relaciones y dimensiones vitales no pueden ser abarcadas por el dinero y por el Estado, y que, en tiempos de crisis, muchos momentos necesarios para la vida son expulsados de la lógica de la forma-mercancía y redelegados a la esfera “femenina”.
REPORTAGEM - La “teoría de la disociación” pasa entonces a ser parte integrante de la teoría.
Kurz - La relación del valor no puede ser pensada sin una simultanea relación de disociación. Por eso, los conceptos de “valor” y de “disociación” se encuentran en un mismo nivel de abstracción teórica y forman, en conjunto, la conceptuación esencial (y contradictoria) de la modernidad. A la luz de la teoría de la disociación, el universo aparentemente neutro del trabajo abstracto y de la forma-mercancía se revela estructuralmente determinado como un universo masculino. La ilusión de un universalismo abstracto está generada porque la reflexión queda limitada a la esfera de la circulación. No limitando el análisis a la superficie de la circulación (a la llamada “abstracción de trueque”), se hace visible que la relación de disociación engloba todo el proceso de reproducción social. A escala global, grandes parcelas de la humanidad no-occidental caen fuera del falso universalismo. El sujeto aparentemente neutro de la modernidad es, realmente, el occidental blanco y masculino.
La formación teórica de la modernidad abstracta y universalista se relaciona, desde el Iluminismo, sólo con la estructura interna de la forma-mercancía, determinada por lo occidental, blanco y masculino. Lo disociado es reprimido y privado de conceptuación. La crítica del valor-mercancía y del trabajo abstracto precisa ser ampliada a fin de abarcar la crítica de la disociación. En ese sentido, lo disociado no es la “mitad mejor” o “lo que no tiene la forma valor”, entendido de modo positivo, sino sólo el lado negativo de la misma moneda. La superación emancipatoria de ese sistema incluye la superación de la relación de disociación en la cual las mujeres (y también la humanidad no-occidental) son colocadas como inferiores.
REPORTAGEM – Pero este enfoque no fue aceptado en conjunto por el grupo Krisis…
Kurz - La teoría de la disociación sólo fue tomada en consideración después de grandes resistencias y no fue integrada de forma generalizada en los análisis del grupo. Pero estaba en la base del texto “Dominación sin sujeto” (1993) en el cual, por primera vez, la crisis y la crítica del sistema productor de mercancías fue definida también como crisis y crítica del sujeto moderno y de su concepto positivo. Ese enfoque fue ampliado y ganó base empírica en el Libro Negro de Capitalismo (1999), un gran análisis histórico hecho para fundamentar una crítica del Iluminismo y de su filosofía de la historia. En él, por primera vez, el moderno sistema productor de mercancías ya no aparecía como “progreso”, tampoco en relación con el pasado. Esta crítica se distanciaba enfáticamente, sin embargo, de cualquier romantización de las sociedades agrarias pre-modernas. No se trataba de una evocación reaccionaria de las condiciones pasadas, sino de una crítica radical al pensamiento ontológico. La teoría de la crisis fue ampliada a fin de abarcar la crisis del sujeto occidental blanco y masculino, llevando a una crítica explícita de la ontología moderna y de las relaciones fetichizadas en general. Pero esta ampliación quedó limitada a trabajos individuales, no siendo asumida por todos los participantes del grupo.
REPORTAGEM - ¿Qué papel desempeñó la publicación del Manifiesto contra el trabajo en la sedimentación e incluso división interna del grupo?
Kurz – La crítica del “trabajo abstracto” también fue formulada en un proyecto conjunto, ya no un en estadio puramente teórico. El debate sobre la “crisis de la sociedad del trabajo”, las medidas socialmente represivas de la administración capitalista y los primeros indicadores de un nuevo movimiento social sugirieron la divulgación de la crítica del valor para un público mayor. El resultado de esas reflexiones fue el Manifiesto contra el trabajo (1999) que, en poco tiempo, causó revuelo, tuvo grandes tiradas y fue traducido a varias lenguas - un éxito que sorprendió incluso a sus propios autores. Fue un balón de ensayo y, aparentemente, tocó un nervio descubierto de la sociedad en crisis, expresando lo que, de forma general, era sentido pero no tenía voz. La elaboración del Manifiesto no se hizo, sin embargo, sin conflictos. La forma estilística no-habitual obligó a diversas reformulaciones y, no por casualidad, el punto sobre la relación de géneros se fue agrandando posteriormente. Hubo divergencias, principalmente, respecto a las expectativas en torno al Manifiesto. Para unos, se trataba de una realización puntual, en la cual la crítica del valor y de la disociación recibía una formulación literaria capaz de presentarla a un público más amplio, además de estimular a la reflexión teórica de activistas que se veían enredados con los problemas de la crisis de la sociedad del trabajo. Para estos, el proceso de formulación teórica debería tener continuidad ininterrumpida, independientemente de esa coyuntura. Para otros, por el contrario, el Manifiesto significaba ya el punto culminante de viraje en dirección a la praxis social y a los nuevos movimientos sociales.
Hasta el 2001, la formulación teórica de la crítica del valor y de la crítica de la disociación se concentró en la revista Krisis. El clima post-11 de septiembre [de 2001], sin embargo, puso en marcha las contradicciones internas del grupo. A inicios del 2002, el núcleo inicial se dividió en dos grupos que, por algún tiempo, actuaron bajo el techo común de la revista. En febrero 2004 hubo, por fin, la ruptura efectiva. Los que, de un modo u otro, estaban prisioneros del antiguo modo androcéntrico y universalista de la teoría se quedaron con el “rótulo de Krisis”, instrumentalizaron su organización y expulsaron a la mayoría de la antigua redacción. Esta mayoría (de la cual formaban parte todas las mujeres del grupo), aliada a nuevos participantes, fundó la revista ¡EXIT!, mientras que el grupo restante optó por un sesgo periodístico y propagandístico, que ya se anunciaba en la secuencia del Manifiesto contra el trabajo. La división se situó, inequívocamente, en un marco de exacerbación de la crisis. No se trata simplemente, de emitir opiniones y reflexiones teóricas interesantes a partir de una perspectiva distanciada, sino de encarar la existencia pura y dura de relaciones abaladas sacudidas por el colapso. La precarización alcanza todas las esferas, de la intelectual-académica a la infraestructural. La competencia y la lucha por la supervivencia abrían las compuertas del odio, incluso en los grupos de formulación teórica emancipadora.
REPORTAGEM - En Brasil, China ha sido citada con frecuencia como ejemplo de un posible “futuro prometedor” del capitalismo o de supuestos “márgenes de desarrollo” del sistema. ¿Cómo valora usted esas perspectivas?
Kurz - Cuando la crisis estructural interna se vuelve un callejón sin salida, el “pensamiento positivo” se aferra a señales externas de una nueva era de acumulación. Después del Japón y de los “pequeños tigres” asiáticos, China es adulada como la nueva portadora del crecimiento global. Pero esa esperanza es tan engañosa como las anteriores. Las altas tasas de crecimiento chinas se deben sólo al bajo nivel inicial. Así que sea alcanzado un nivel de crecimiento intensivo, que depende de enormes inversiones en infraestructura y microelectrónica, las tasas de crecimiento caerán a la misma velocidad que los antiguos portadores de esperanza. El crecimiento chino se basa en una industrialización unilateral que pasará a lo largo de grandes masas de la población, haciendo detonar la base de la reproducción social. No bastando eso, la industrialización para la exportación se orienta casi exclusivamente a los EUA, dependiendo de las estructuras deficitarias globales concentradas en la última potencia mundial. La crisis china será más catastrófica que todas las anteriores. Aunque sea universal la barrera interna del sistema productor global de mercancías incide en situaciones muy diferenciadas en el interior del sistema. En virtud de ello se crea reiteradamente, en especial en la periferia, la ilusión de que es posible alcanzar un estadio de desarrollo que se volvió hace tiempo obsoleto. No fue sólo la modernización rezagada la que se dio con la puerta en las narices; la crisis de la modernización afecta a los países capitalistas centrales y los rezagados ya no pueden orientarse por ellos. La antigua “no simultaneidad” de desarrollo fue nivelada, no positiva sino negativamente. La nueva “simultaneidad” global de la crisis exige una nueva perspectiva, capaz de mirar, a partir de puntos de partida diferenciados, un nuevo modo de socialización más allá de la forma-valor y de la disociación. La humanidad no está preparada para eso, pero tampoco tiene otra opción. Para la teoría, es importante no perder la cabeza y resistir a las contradicciones actuales, sin entregarse a una realidad falsificada con recetas baratas. En lo cotidiano de los grupos teóricos es necesario solidaridad y ayuda mutua. La superación emancipadora exige una intervención social de alto nivel, y una formulación teórico-crítica sólo puede contribuir a ello si no retrocede bajo la presión de una práctica política de falsa inmediatez.
Colaboró Raquel Imanishi. (Entrevista de Robert Kurz al semanario de S. Paulo REPORTAGEM, nº 62, Noviembre de 2004)
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