LOS MURUI DE LEGUÍZAMO: EL SENDERO DE LA GENTE DEL AMBIL Y DE LA COCA
POR:
ASOCIACIÓN DE CABILDOS INDÍGENAS DE LEGUÍZAMO Y ALTO RESGUARDO PREDIO PUTUMAYO (ACILAPP)
Ante la manifiesta necesidad que tiene el pueblo Murui del municipio de Leguízamo de resolver creativamente las tensiones y, eventuales contradicciones que se presentan a su interior que son fruto de la coexistencia tácita de dos proyectos de vida diferenciados que se ponen de manifiesto en las comunidades que lo configuran, dependiendo del grado de preservación de su patrimonio cultural e intelectual tradicional, y en la perspectiva de principiar a habilitar espacios adecuados para la reflexión y ulterior formulación de su Plan de Vida, las autoridades Murui más reputadas y reconocidas plantearon la urgencia de desarrollar un proceso colectivo de recuperación de su historia y cultura donde el pueblo Murui fuera protagonista y sujeto activo.
Desde un comienzo las comunidades del pueblo Murui concernidas, expresaron abiertamente su interés en que este proceso de recuperación colectiva de su historia y su cultura les posibilitara afirmar un discurso histórico propio que, construido a partir de la validación de las fuentes orales, les sirviera para anudar, en el aquí y el ahora, su pasado, su presente y su futuro, articulado a la historia local, regional y nacional.
Recabando sobre lo anterior, puede decirse, que se desprenden varias consecuencias importantes que definen las particularidades y alcances del proceso: i) se destacará la visión histórica propia del pueblo Murui, ii) se valorará la importancia de la tradición oral como fuente de la historia, y iii) la historia Murui no se abordará de manera aislada, sino contextualizada con diferentes procesos históricos del país.
De manera paulatinamente y en el desarrollo de las mismas actividades se fue configurando un proceso con las siguientes características básicas: i) pensado y dirigido por el mismo pueblo Murui, ii) desarrollado de manera colectiva, iii) implementado con una amplia participación de sus comunidades, iv) elaborado a partir de la incorporación de los puntos de vista y demandas de las mujeres, los jóvenes, los niños y las niñas Murui, v) dirigido hacia la formulación de su Plan de Vida, y vi) planteado como un escenario para tejer consensos fundamentales entre todas las comunidades que se reivindican a sí mismas y son reconocidas como étnicamente pertenecientes al pueblo Murui.
¿QUIÉNES SON LOS MURUI DE LEGUÍZAMO?
De las veintinueve comunidades de pueblos indígenas que habitan en jurisdicción del municipio putumayense de Leguízamo, once de ellas pertenecen étnicamente al pueblo Murui. Además de ello hay otra comunidad, Piñuña Negro, que tiene una composición biétnica de familias Murui y Kichwa donde las primeras son alrededor del 80% de la población. En cuanto a la situación demográfica de esta población Murui se estima en aproximadamente cuatrocientos sesenta y ocho familias.
El pueblo Murui requiere de una especial atención a sus necesidades, demandas y reivindicaciones, así como del conocimiento de su cultura y valores identitarios tradicionales para, de esta manera, entender la forma en que interactúa con los otros cinco pueblos indígenas de Leguízamo y para comprender el significativo papel que juegan dentro del municipio.
Antes del contacto del pueblo Murui con la sociedad mayoritaria, todos los miembros de un mismo clan vivían dentro de una maloka y configuraban su mundo cultural y social alrededor de esta casa sagrada. Esta situación comenzó a cambiar paulatinamente después del desplazamiento forzado causado por la explotación cauchera, la denominada guerra con el Perú y como consecuencia de la asimilación y contacto con la sociedad mayoritaria. Ahora es bastante frecuente que los Murui habiten viviendas unifamiliares que configuran comunidades de tamaño variable, que ya poco atienden los parámetros tradicionales de filiación, descendencia y de establecimiento de alianzas claniles.
Todas las comunidades del pueblo Murui cuentan en su totalidad con una escuela de formación básica primaria, construida ya sea con el apoyo del Estado o por iniciativa autónoma de la propia comunidad concernida. No sobra anotar que en estas escuelas es común encontrar profesores no indígenas que no cuentan con ningún conocimiento de la educación intercultural bilingüe y que se limitan a seguir el Proyecto Educativo Institucional (PEI) dado por la secretaria de educación del municipio. En otras palabras, la educación que se imparte en éstas escuelas es igual a la que se ofrece a la sociedad mayoritaria y no existen experiencias de educación propia.
El no contar con una educación propia redunda negativamente en la identidad étnica y cultural de estas comunidades del pueblo Murui, intensificando el problema de la pérdida de lengua materna y acrecentando la erosión de los valores identitarios tradicionales en los niños y niñas y, en general de las nuevas generaciones.
Al respecto, es importante expresar que la maloka, como espacio privilegiado para la transmisión y recreación de la cultura Murui, ha venido siendo desplazada por la escuela. Es por esa razón que ahora, alrededor de la escuela es donde la mayoría de comunidades del pueblo Murui se reúnen, realizan sus asambleas y toman sus más importantes decisiones.
Puede decirse que de las once comunidades del pueblo Murui localizadas en jurisdicción del municipio de Leguízamo, además de la de composición biétnica, existen cinco de ellas que mantienen vigentes aspectos relevantes de su patrimonio cultural e intelectual tradicional. La fortaleza cultural de estas comunidades del pueblo Murui se traduce no sólo en el hecho en que físicamente ostentan una maloka, sino en que ésta sigue siendo considerada como el eje a partir del cual se ordena el mundo Murui.
De ahí que, más allá de que exista tangiblemente una maloka o no, lo verdaderamente relevante es que sus implicaciones sociales y culturales sigan siendo vigentes, para lo cual el papel de las autoridades tradicionales es de una enorme significación. En otras palabras, puede decirse que la maloka y las autoridades tradicionales asociadas alrededor de ella, son el pilar sobre el que descansa el patrimonio cultural e intelectual de estas comunidades del pueblo Murui.
Son precisamente estas comunidades Murui que, por decirlo de alguna manera son étnica y culturalmente más fuertes, las que se encuentran a la vanguardia del proceso de reconstrucción étnica y de revitalización cultural de su pueblo. Es así como sus sabedores, caciques y seguidores están consolidando crecientemente una compleja red a través de la cual fluyen permanentemente conocimientos y saberes tradicionales y apropiados, que se direccionan hacia la formulación del Plan de Vida.
De otro lado, la inexistencia de malokas –o de lugares que desempeñen funciones similares–, la desaparición total de las autoridades tradicionales y su reemplazo por otro tipo de liderazgos, el monolingüismo en castellano y la fuerte presencia de familias no indígenas que, incluso llegan a ocupar en muchas ocasiones cargos dignatarios en los Cabildos indígenas, son las características principales que evidencian las comunidades que, reivindicándose como Murui, no se distinguen casi nada de las comunidades campesinas y colonas del entorno local.
Si bien es cierto que para las comunidades del pueblo Murui que viven en Leguízamo, en estricto sentido, el territorio que actualmente ocupan y poseen no hace parte de su territorio ancestral y de origen puesto que, como se ha dicho, diferentes familias llegaron al municipio como desplazados forzados por las caucherías y por la llamada “guerra con el Perú”, sí puede expresarse sin ninguna duda que, fruto de un largo proceso histórico, estas familias Murui provenientes de otros lugares, configuraron comunidades inéditas y se apropiaron, de una manera holística, del territorio, haciéndolo suyo a través de la reproducción y recreación de diversas formas y contenidos territoriales tradicionales que trajeron consigo en su desplazamiento.
De ahí que si bien es cierto que las comunidades del pueblo Murui que habitan en Leguízamo, tienen conocimiento acerca de su territorialidad de origen –la cual ubican con precisión en una vasta zona entre los ríos Igaraparaná y Carapaná, alrededor de La Chorrera, en el departamento del Amazonas colombiano– también es cierto que en un notable esfuerzo de muchos años han configurado una nueva territorialidad que, sin ser ancestral y de origen, es claramente tradicional y, no está de más decirlo, imprescindible para la sostenibilidad de su opción civilizatoria propia.
Es importante destacar que, aún en la actualidad, en el imaginario colectivo de las comunidades del pueblo Murui de Leguízamo sigue vigente la idea-fuerza que enseña que en La Chorrera está el lugar que los sabedores, caciques y autoridades deben visitar con frecuencia para inspirarse y aportar al fortalecimiento cultural de su pueblo. En ese contexto, la territorialidad tradicional que han construido social y culturalmente en Leguízamo, se complementa con la territorialidad ancestral que indica el lugar de nacimiento de todos los clanes Murui.
La recomposición territorial de las comunidades del pueblo Murui de Leguízamo no ha sido un proceso fácil. Sobre el particular hay que anotar que su compleja organización social tradicional tuvo que sufrir cambios para adaptarse a las nuevas circunstancias y escenarios que se presentaban. En ese sentido el principal cambio o, por lo menos el más evidente, tiene relación con la composición de las comunidades que pasaron a estar formadas por familias de clanes distintos, que hablaban variantes dialectales diferentes de la lengua Murui. Incluso se presenta el caso de comunidades de composición biétnica, donde coexisten dos pueblos distintos.
Pese a los ingentes esfuerzos para evangelizar al pueblo Murui desplegados por la iglesia católica desde mediados del siglo XIX y, más recientemente, por iglesias evangélicas fundamentalistas de diferentes denominaciones, no puede decirse que los Murui hayan sido cristianizados del todo. Afortunadamente las empresas evangelizadoras, a la postre, terminaron por fracasar y la religiosidad tradicional Murui no fue derrotada del todo.
Más bien las comunidades Murui, sobre todo aquellas que conservan mejor su patrimonio cultural e intelectual tradicional, han tomado, de manera por demás periférica, algunos elementos del cristianismo y los han reinterpretado desde su cosmovisión, refuncionalizándolos en la perspectiva de su cultura.
En la actualidad las comunidades de pueblos indígenas del municipio, dependen de núcleos poblaciones mestizos o “blancos” como es el caso de del municipio de Leguízamo, localizado sobre el río Putumayo y el corregimiento de La Tagua, localizado sobre el río Caquetá. En estos centros urbanos, las comunidades indígenas adquieren insumos y mercancías propias de la sociedad mayoritaria y venden algunos de los productos cultivados en sus chagras, así como artículos manufacturados (artesanías).
El contacto de los Murui con la economía de mercado no sólo es de vieja data y sostenido a lo largo de muchos años –desde las caucherías donde desempeñaban el obligado papel de mano de obra esclava hasta el cultivo de coca con fines ilícitos donde, hasta hace poco, eran pequeños productores de la conocida como pasta básica de coca– sino que siempre han ocupado un lugar de subordinación y dependencia en las relaciones de mercado que se generan.
Esta subordinación y dependencia desventajosa que tienen los Murui respecto al mercado se compensa, de alguna manera, con las actividades productivas tradicionales como la recolección, la caza, la pesca, la agricultura de tumba y quema y la elaboración de productos artesanales que aún hoy en día les posibilita escenarios para su autogestión y su autosubsistencia.
Los Murui en sus chagras familiares y comunitarias, cultivan entre otros productos: yuca amarga, yuca dulce, plátano, maíz, maní, arroz y diversos frutales como piña y uva caimarona, que se utilizan en la mayoría de las veces para el autoconsumo y en menor proporción para la venta en los centros urbanos del entorno local.
La dieta alimenticia derivada de la chagra se complementa con la caza que se efectúa en sitios específicos y alejados de los asentamientos y lugares poblados y la pesca que se realiza en ríos y quebradas y en las numerosas cochas (lagunas) que existen en la región.
Finalmente, es preciso destacar que el pueblo Murui de Leguízamo atraviesa por una situación paradójica y no exenta de conflictos.
De un lado, como se ha mencionado en repetidas oportunidades, existen cinco comunidades que están desplegando variadas acciones y estrategias tendientes a proteger, conservar y recuperar el patrimonio cultural e intelectual tradicional del pueblo Murui y, de otro lado, hay seis comunidades, más la comunidad biétnica, que si bien se autodenominan Murui no conservan elementos relevantes identificatorios de su cultura de forma que permita distinguirlas con claridad de las comunidades campesinas y colonas locales y, lo que es más preocupante, no es del interés mayoritario de estas comunidades apostarle a un proceso de reconstrucción étnica y cultural.
Ello hace que se entrecrucen al interior del pueblo Murui dos dinámicas culturales que toman rumbos distintos: Una dinámica que comporta un interesante proyecto de revitalización étnica y cultural de algunas comunidades Murui y, otra dinámica, que pone de manifiesto un vertiginoso proceso de desindianización y de erosión de los valores identitarios de las restantes comunidades Murui. Es claro que estas dos dinámicas ya están generando fuertes tensiones en el seno del pueblo Murui de Leguízamo.
La resolución creativa de esa tensión debe ser uno de los objetivos prioritarios e inaplazables del Plan de Vida del pueblo Murui, por lo que este Plan de Vida tiene el desafío histórico de construir escenarios de consenso y de diálogo entre las diferentes comunidades.