Tejiendo la historia: Notas sobre el proceso de reconstrucción del Pueblo Kankuamo

18.Feb.05    Análisis y Noticias

ALGUNAS NOTAS SOBRE EL PROCESO DE RECONSTRUCCIÓN DEL PUEBLO KANKUAMO
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TEJIENDO LA HISTORIA:

Por:
ANA MANUELA OCHOA ARIAS, de la Comunidad Chemesquemena

Los Kankuamos somos habitantes milenarios de la Sierra Nevada de Santa Marta; junto con los Kággaba, Ika y Wiwa, conformamos el Complejo Cultural Tayrona. Nuestro pueblo está conformado por doce comunidades, a saber: Chemesquemena, Guatapurí, Las Flores, Pontón, Atanquez, Mojao, La Mina, Ramalito, Rancho La Gaya, Los Aticos, Rioseco y Murillo.

A lo largo de varios siglos los Kankuamos sufrimos un acelerado proceso de aculturación y mestizaje, el cual nos hizo perder parte de nuestras creencias y valores culturales –tales como el idioma y el vestido típico, entre otros–; esto condujo a que el Estado y en general la sociedad mayoritaria nos vieran como una población mestiza.

Nuestro pueblo fue dejado en la parte baja de la Sierra Nevada, en la vertiente suroriental, por donde accidentalmente penetraron los españoles y destruyeron la cultura, los templos sagrados, etcétera. Fue ubicado allí con el objeto de que impidiera el paso de la avanzada colonizadora hacia los demás grupos que la habitaban; por esta razón, fuimos el tapón que impidió o retardó la desestructuración cultural de los otros pueblos indíenas, y no la punta de lanza que arremetió contra estos grupos, como lo afirman algunos autores.

No obstante, y a pesar del acelerado proceso de aculturación, se conservan muchas riquezas culturales, las cuales hoy nos permiten llevar a cabo un proceso de reconstrucción étnica y cultural. Dentro de estas riquezas encontramos la música de chicote y gaita –con sus respectivas danzas–, así como la mochila de fique, el territorio ancestral y la tradición legada por nuestros mayores.

Para nosotros los Kankuamos, la indianidad nunca fue algo lejano y ajeno a nuestras vidas, ya que siempre tuvimos como referentes culturales a los demás pueblos de la Sierra Nevada. De otro lado, siempre supimos que nuestros abuelos y bisabuelos eran Kankuamos, originarios y habitantes de estas tierras, sabíamos que ellos guardaban la tradición de los Mamos, del poporo y del ayo.

Un relato histórico que se ha recuperado para consolidar aún más nuestro proceso de reconstrucción es el siguiente: “En un principio, cuando existían Mamo Nienkua y Kaku-Serankua (que eran hermanos), se creó este mundo; y para sostenerlo se consiguieron cuatro barras de hierro llamadas yuisimunu. Este mundo lo cargan cuatro hombres, colocados en los cuatro puntos cardinales. Así es como el mundo está dividido y ordenado en cuatro regiones como esquina y otra como corazón, donde están los picos nevados, las lagunas y los habitantes serranos”.

Por lo anterior, los Kankuanos pensamos que nuestra tradición cultural no puede extinguirse: porque si nosotros faltamos se perdería el equilibrio del mundo. Nuestro territorio, en la tradición cultural, debe ser pensado como una gran casa sagrada, o Teruarica, donde están escritas todas las leyes universales dejadas a los indíenas serranos antes del amanecer. Allí se encuentran los gobiernos y dueños de todo lo que existe, y a ellos se les retribuyen todos los beneficios que recibimos. Los picos nevados representan para nosotros el cerebro, la limpieza de nuestros pensamientos, y la sabiduría. El mar es la base y representa los pies; los arroyos y quebradas representan las venas que irrigan nuestros cuerpos; los árboles, los ríos y el sol deben existir, al igual que los Kankuamos, para que haya equilibrio. Puesto que nuestros Padres Creadores nos dejaron en este lugar para cuidar del mundo: para mantenerlo en equilibrio, junto con nuestros hermanos Kaggaba, Ika y Wiwas.

Sin embargo, todas estas tradiciones y valores culturales han estado a punto de perderse debido a la incursión de Occidente a nuestro pueblo, a través de la educación y de la religión católica –la cual buscó a toda costa acabar con las tradiciones milenarias de mi pueblo–. Fue Occidente –con su representante, el hombre blanco– quien maltrató y ultrajó a quienes hablaban la lengua, rendían homenjaes al sol, ejercían el cargo de Mamo y realizaban alguna práctica cultural nativa. A través del maltrato físico y moral se nos enseñó que ser indio era pecado… y renunciamos a ser indios; no porque así lo sintiéramos sino porque así nos lo hicieron creer, diciéndonos que nuestra lengua Kankuama y nuestras tradiciones iban en contra de las leyes divinas del Dios occidental.

A pesar de todo esto, los Kankuamos preservamos muchas de nuestras costumbres a través del sincretismo religioso. Fue así como bajo el ropaje de las fiestas al Corpus Christi, impuestas por los españoles, celebrábamos una gran fiesta en honor al sol, la cual continuamos celebrando hoy: en estas fiestas se canta y se baila al son de los carrizos y los tambores. Durante la danza se recorre el pueblo y se visitan los lugares sagrados –o sitios de pagamento– con el fin de no olvidar la tradición Kankuama; nosotros, a diferencia de Occidente, no tratamos de arrasar con nada, ni de imponer nuestra cultura. Ya que cuando la fuerza del hombre blanco se hizo sentir a través de sus maltratos, lo que buscamos los Kankuamos fue conciliar la historia de dos mundos diferentes.

También, la iglesia que visitamos los Kankuamos en Atanquez está construída con piedras de pagamento –buqunquse–. Debajo de esta iglesia esta enterrado Mamo Tutaka: mientras que los españoles creían que nosotros visitábamos la iglesia para rendirle culto a San Isidro, lo que realmente nos interesaba era visitar la tumba de Mamo Tutaka, pues con esto intentábamos no olvidar quiénes éramos.

Los Kankuamos hemos sido por lo general un pueblo pacífico y sabio. Por esta razón, al llegar el hombre blanco a imponernos sus costumbres, no nos sesgamos a un posible intercambio de culturas, sino que por el contrario pretendimos conciliar dos formas de vida.

Pero los ideales de convivencia y armonía se vieron truncados debido al ímpetu colonizador del hombre blanco. Desde entonces los Kankuamos hemos sido mal llamados “colonos”, advenedizos de otras tierras. Fue así como en 1950 Gerardo Reichel-Dolmatoff, al visitar nuestro pueblo, nos clasificó como campesinos.

A lo que quiero llegar con lo anteriormente expuesto, es a que todas aquellas comunidades que hoy estamos en un proceso de reconstrucción étnica y cultural debemos repensar y elaborar nuestra historia a partir de lo que somos ahora, en el presente: a partir de las tradiciones que aún conservamos y de todos aquellos factores culturales que nos identifican como indígenas Kankuamos, Mokaná, Zenúes o Mwiskas. No debemos hacerlo a partir de lo que nos dicen el Estado o los antropólogos; ya que son muchos los que se creen con capacidad para decidir quienes somos, pero únicamente nosotros estamos en condiciones de hacerlo.

No es necesario, entonces, retomar las costumbres tal y como eran hace más de 500 años: lo importante es apreciar y valorar los cambios como algo positivo y como punto de partida para la reconstrucción. Nuestra labor es perseverar en la tarea de recuperar nuestra identidad étnica y cultural sin quedar petrificados en el pasado, sino adecuándonos a las realidades del tiempo presente, inspirados y orientados por el espíritu indígena, por nuestra cultura y por nuestras milenarias tradiciones. Debemos tener en cuenta que los cambios no siempre pueden ser vistos como retrocesos, sino como pasos que damos hacia la madurez y consolidación cultural de nuestros pueblos.

Muestra de todo esto es el hecho de que los Kankuamos, a pesar de la inclemencia actual del hombre blanco, y a pesar del impacto cultural, nos encontramos hoy ante una serie de acciones que tienen por objeto la reconstrucción cultural de nuestro pueblo.

Así, en cuanto a la parte organizativa tenemos constituído un gobierno propio y autónomo, conformado por doce Cabildos menores y un Cabildo-Gobernador, que juntos constituyen el Cabildo Mayor. Ellos tienen la función de representarnos ante las diferentes instancias estatales, y de dirimir, concertando con el Estado, los conflictos que se presentan al interior de nuestras comunidades. Ellos son la autoridad y a ellos se acude cuando hay conflictos.

De otro lado tenemos conformado un Consejo de Mayores. Estas personas se caracterizan por ser los depositarios de la tradición; son ellos las personas que no habían dejado de creer en el Mamo, de hacer pagamentos. Ellos saben donde están ubicados los lugares sagrados. Y en la actualidad han sido reconocidos por los Mamos de la Sierra, no como Mamos, pero sí como las personas encargadas de reconstruir la espiritualidad Kankuama. Por esta razón se les ha permitido, junto a los Mamos Ika, Kággaba y Wiwa hacer pagamentos y realizar otras prácticas culturales que estaban olvidadas. Como parte del mismo proceso se han reconstruido las casas ceremoniales, fundamentales en la reconstrucción cultural del pueblo Kankuamo. Se está trabajando también en el mantenimiento de las danzas y la música tradicional, a través de varias escuelas dirigidas por músicos y Mayores Kankuamos.

En cuanto a la parte histórica, se está desarrollando un proceso que pretende recuperar la memoria histórica Kankuama.

Con respecto al territorio, se pretende sensibilizar a los Kankuamos en cuanto al significado y reconocimiento del territorio y de sus sitios sagrados. Y de otro lado presionar al Estado para que se constituya el Resguardo Único Kankuamo, el cual nos permitirá afianzarnos y consolidarnos como un pueblo diferente.

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* Indígena Kankuama, de la comunidad de Chemesquemena. Durante varios años fue la Coordinadora del Consejo de Mujeres de la Organización Indígena Kankuama. Abogada de la Universidad de Los Andes (Bogotá, D.C).