A: (tachado en el original)
De: subcomandante Insurgente Marcos.
(Tachado en el original)
Te mando un abrazo, el propio y el de todos los compañeros. Acá estamos bien. No se me había ocurrido, pero esta misiva me parece un excelente medio para dar por terminadas las transmisiones del Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. Y qué mejor manera que terminar con la “barra” deportiva. Como sabrás, al contrario del lema deportivo olímpico de “más fuerte, más rápido, más alto”, en nuestros deportes y olimpiadas zapatonas enarbolamos el de “más débil, más lento, más bajo”…
Más débil
Pues te cuento que estábamos subiendo la loma del radio. Bueno, para que me entiendas te digo que, en la jerarquía de horrores y de más a menos, están: el infierno, el purgatorio, la estación Hidalgo del Metro de la ciudad de México en horas pico, y la loma del radio. ¿Ya te diste una idea? Bueno, pues estábamos subiendo para una de las transmisiones sabatinas de Radio Insurgente, La voz de los sin voz. Ibamos a media loma y, mientras la insurgenta Erika subía trotando y no denotaba cansancio alguno, yo estaba al borde de un paro cardio-respiratorio (o sea que me estaba muriendo). Señalé entonces hacia cualquier lado y, con el único objetivo de conseguir que nos detuviéramos sin que mi ego se viera tan maltrecho como mis pulmones, con mi última reserva de aire le pregunté a la Erika: “¿Qué cosa es aquello?” La Erika se detuvo mirando hacia donde señalé y yo aproveché para sentarme y hacer como que me ajustaba la bota izquierda. “¿Dónde?”, preguntó la Erika. En lugar de responderle le dije que bajara a decirle a Moy que cuando llegaran los informes, me los mandara. Según mis cálculos, en lo que Erika bajaba y subía de nuevo yo llegaría a la punta de la loma sin que mi orgullo machista sufriera menoscabo alguno. Bajó la Erika… corriendo. Yo seguí subiendo, apoyándome en ramas y piedras y mentando madres contra mi maldita idea de convertir la novela Muertos incómodos en radionovela y transmitirla por los 100.5 megahertz de frecuencia modulada. Cuando me faltaban unos 50 metros para llegar a la cima me alcanzó la Erika trotando loma arriba y con un “Ya vine ya. Dice el mayor que sí los va a mandar los informes cuando lleguen.” Yo no pude decir nada (por falta de aire y por vergüenza) y le cedí la vanguardia. Por fin llegamos. Apenas me estaba sentando frente a la champita que hace las veces de cabina de transmisión cuando subió, corriendo, la insurgenta Toñita con los informes. Bajó corriendo, diciendo que ya iba a empezar el partido de futbol de las insurgentas. Mientras Adolfo preparaba los aparatos para iniciar la transmisión con esa de “Ya se mira el horizonte…”, leí los informes.
Nada de gravedad. Sólo que la comandante Hortensia estaba aprendiendo a manejar como “chofera” y que las compañeras de Los Altos ya no aceptaban que “sociedades civiles” dieran los cursos de derechos de las mujeres y que ellas mismas iban a decidir los temas y a impartir las pláticas. La comandanta Hortensia informaba que ya estaba aprendiendo mecánica y que ya podía desarmar el distribuidor del “Chompiras”. La Erika entró cargando una batería de auto que pesa como 15 kilos y se fue, bajando la loma… corriendo.
Fue entonces cuando el teniente insurgente de transmisiones Adolfo, dado en leer lo que le cae en mano y preguntar todo, me dijo “Oí sup, ¿quién dijo que la mujer es el sexo débil?”
Yo, no sin trabajos, me puse de pie y le respondí: “seguramente un imbécil”, mientras arrancaba de la puerta el letrero, que yo mismo coloqué hace tiempo, y que decía “CLUB DE TOBI, NO SE ADMITEN MUJERES”.
Tal vez fue mi imaginación, pero me pareció que el sol se reía…
Más lento
Creo que comprendo lo que me cuentas. Esa especie de mareo, el vértigo producido por el veloz ir y venir de temas en los medios de comunicación. La aparente inestabilidad de la agenda nacional: narcotráfico, desafuero, el idilio en Los Pinos, los asesinatos, los tsunamis, Irak, Líbano, las pugnas intrapartidarias, funcionarios en campaña y ex funcionarios pidiendo que los funcionarios en campaña dejen de ser funcionarios, más lo que se sume esta semana. Todo tan rápido… y tan superficial. Como dice el finado Elías Contreras: hasta duele la cabeza de estar brincando de una cosa a otra. Ahora la gente se sabe a la perfección los horarios de los noticieros… para cambiarle de canal.
Ahora bien, déjame decirte que yo pienso que ese frenesí oculta otra cosa: la destrucción de lo que hace que México sea una nación. Y más aún, esa veloz cascada de temas que viene de arriba no promueve que se tome una posición, sino que se deje en otros esa tarea, más en concreto, que se deje en los políticos, locutores y editorialistas. En la modernidad neoliberal, las imposiciones deben ser rápidas, frenéticas, brutales. Es lo que llaman “terapia de shock consecutivo”, que consiste en que te dan un golpe y, antes de que te recuperes, te dan otro más y otro y otro… hasta que aceptes eso como “normalidad”. Y para ver todo esto hay que ir más lento.
Porque la destrucción de México como nación no es sólo económica y social, también es legal y política. Lo del desafuero es una parte, y a tus preguntas sobre ese tema te respondo, a grandes rasgos, con lo siguiente:
1. De llevarse a cabo, el desafuero del jefe de Gobierno de la ciudad de México pondría a nuestro país casi un siglo atrás en el calendario. Con más precisión: en 1910. Significaría, en los hechos, la anulación de la vía electoral para acceder al poder. Así, sin más. Desechando con desprecio la historia de México, la Presidencia está haciendo un uso patrimonialista del aparato judicial, y la clase política sigue en sus cálculos mezquinos para saber si la chequera cubre el ridículo que hará.
El desafuero no sólo es ilegítimo, también es ilegal. Cuando Gobernación, Presidencia, la Suprema Corte, el Poder Legislativo, el PAN, el PRI y esa parte del PRD que convirtió en negocio el aparentar ser de izquierda, anuncian con estridencia que la ley está por encima de todo, lo único que hacen es aumentar el rencor social que abajo se acumula. Por más anuncios, conferencias de prensa y soporíferos discursos y declaraciones de Gobernación y Presidencia, el desafuero es ilegal y no resiste el mínimo escrutinio jurídico que sea honesto. La insistencia de la derecha en mantener el asunto del desafuero en el terreno estrictamente jurídico no es más que una trampa: saben que legalmente el desafuero no se sostiene, pero saben también que la telaraña de las leyes en México puede ocultar lo ilegal… con leyes. Ya lo hicieron antes en ocasión de la contrarreforma indígena de 2001.
Pero además de ilegal, lo del desafuero es ilegítimo, y eso es lo que está pesando en el México de abajo.
2. ¿Lo van a hacer o es un amago (creo que le llaman bluf en el pókar y el dominó)? No lo sé. Creo que en sus cálculos pesan, cuando menos, las siguientes cosas:
a) El calendario. Es decir, piensan que si va a haber bulla, mejor ahora que más cerca de las elecciones presidenciales. Calculan que habrá otros circos que distraigan a la gente (probablemente la inminente boda religiosa de Fox-Sahagún, algún magnicidio, la pelea de ratas en el PAN, en el PRD y en el PRI) y que la “opinión pública” llegará “nuevecita” y desmemoriada a las elecciones.
b) El PRD. Confían en que la dirección perredista ratifique su corrupta blandenguería y que Cárdenas Solórzano (bendecido por Fox y Salinas) mediatice las protestas al interior del PRD, diluya la inconformidad en la intelectualidad progresista, y aísle los brotes de descontento fuera del área de influencia perredista. Y también está esa parte (mínima) honesta del perredismo, que piensa que si se opone al desafuero significa que apoya a López Obrador. Ergo: bienvenido lo que aniquile al enemigo… manque venga del enemigo.
c) López Obrador. Que, rodeado, como está, de lo peor del pri-salinismo, opte por ceder a los llamados a la “cordura” y “sensatez” (la misma que ahora aplauden que tuvo Cárdenas en 1988) y se mantenga en los límites de la misma “legalidad” que lo desafuera. Rápidamente maniobrarían para colocar toda manifestación de repudio en la ilegalidad, y, si pueden sacar de la carrera presidencial a alguien, ¿por qué no pueden meter a la cárcel a quien se oponga? Después de todo eso son las leyes: coartada para la ilegitimidad.
d) La gente. Han cultivado, con verdadero fervor, que la política provoque hastío y apatía en la gran mayoría. ¿A quién le importa que uno u otra no pueda ser presidenciable si abajo las cosas seguirán iguales?
e) El olvido. Cada sexenio, el sistema echa a andar el operativo “Desmemoria”. Aunque, claro, cada vez con menos éxito.
3. Percibimos ahora un ambiente de histeria en la clase política (alimentado por los medios de comunicación). Algo que nosotros llamamos el síndrome Tláhuac y que consiste en que las policías de todos lados reparten golpes, gases y cárceles… “para evitar un mal mayor” (claro, cuidando no decir que, en realidad, es para evitar un escándalo mediático). Este síndrome está escalando la represión y, en sentido inverso, inhibiendo la movilización. Como todo es sospechoso de apoyar a uno u otra allá arriba, pues quietos todos, que nada altere “la paz” con la que se dirime la agenda de arriba. Chiapas, Oaxaca, Veracruz y la Ciudad de la Esperanza son botones de una muestra que es ya nacional.
4. Tú conoces bien nuestra posición respecto a López Obrador y al PRD: no son más que la mano izquierda de la derecha (tal vez ni eso). Pero aquí el problema no es de simpatías políticas o de cálculos cínicos de “lo menos malo”. No. Como siempre, en nuestro caso es un problema ético. No se trata sólo de que el desafuero es, en sentido estricto, un golpe de Estado “preventivo” (como ya lo llaman algunos) y de que, si el 2000 alentó la idea de que las elecciones son el camino al poder, el 2006 será la ratificación de que cualquier medio (ojo: cualquier medio) es válido para conseguir los fines.
No, no se trata de eso. O no sólo. Se trata de que es una injusticia. Y todo hombre y mujer honestos deben oponerse a una injusticia y, en este caso, a esta injusticia. Nosotros, los zapatistas, no sólo nos oponemos al desafuero, jurídico o mediático, que anule las posibilidades de un hombre o mujer para llegar por vías pacíficas al poder, también llamamos a todos a que se manifiesten, en su tiempo, lugar y modo, en contra de esa injusticia. Es más, te adelanto que estamos discutiendo las formas (ojo: pacíficas) en las que nosotros nos manifestaríamos para oponernos al golpe de Estado.
Claro que llamamos a que en las movilizaciones se separe claramente lo que es el repudio al desafuero de lo que es el apoyo a López Obrador (la confusión entre una cosa y otra se debe, honor a quien honor merece, a la torpeza con que el gobierno federal hace su campaña, y al ya legendario oportunismo del PRD).
5. ¿Significa esto que apoyamos a López Obrador y que olvidamos la ya larga historia de traiciones e inconsecuencias del PRD? No. Es más, si en lugar de López Obrador la del desafuero fuera Marta Sahagún también nos opondríamos. El problema, te repito, no es de personas o tendencias políticas (después de todo, la derecha tiene muchos rostros… y siglas partidarias), sino de historia y de consecuencia política. Tal vez recuerdes el pronunciamiento de Rosario Ibarra de Piedra, entonces candidata presidencial, cuando el fraude electoral de 1988. Palabras más, palabras menos, dijo que Cárdenas había ganado, que no se estaba de acuerdo con su programa y posición políticas, pero que lo que hizo Salinas era un fraude.
Ya antes dijimos que hacia arriba sólo volteamos si una mano de abajo nos señala hacia allí. Pero éste no es el caso. No estamos mirando hacia arriba, sino hacia abajo. Más en concreto: hacia abajo y a la izquierda.
Y lo que viene de abajo tiene otro ritmo. Como no apunta a lo inmediato, sino al futuro, va más lento… pero va.
Más bajo
Uno de los problemas de la izquierda es con qué se le identifica: con la dirección del PRD, cuya consistencia ideológica y práctica es la de un merengue (y, como los merengues, se juega en un volado); o con la posición de tinterillos que promueven la elección de gobernantes “menos malos” como programa de acción de la izquierda; o con quienes, desde la comodidad de la academia, reparten misiones y tareas… a las organizaciones de izquierda; o la de quienes, aceptando el calendario que de arriba viene y que señala éste como año electoral, promueven el actual equivalente al “voto útil”: impulsemos el mal menor… dando por supuesto que, en efecto, es un mal menor.
Pero, si me permites, analizando más lento podríamos señalar que el común denominador de esta “izquierda” está en el cinismo, la desmemoria y el conformismo.
No. Cuando se ve a la izquierda no hay que dirigir la mirada hacia arriba, sino hacia abajo. Lo de arriba es sólo una claudicación con curules y gobiernos, disfrazada de moderna sensatez. La geografía de la izquierda (ojo: hablo del México de principios del siglo XXI) se extiende abajo y suele estar lejos del frenesí de arriba. Y hablo entonces de la izquierda de abajo, la marginada por esa “izquierda” de arriba que tanto agrada a la derecha.
En términos gastronómicos, la izquierda de arriba (”los marxistas de pantuflas” los llamó alguien) te puede dar una agenda con los mejores restaurantes con los mejores vinos; y la izquierda de abajo sólo te puede decir dónde están los tacos y las tortas más baratos. Hablo de la llamada izquierda “marginal”, “radical”, “dinosáurica” (para usar algunos términos que vienen de arriba). De las organizaciones políticas que no son parte de la clase política ni de la sociedad civil. De quienes no se rigen por modas, sino por compromisos. De los despreciados por los intelectuales, los medios de comunicación, los gobiernos, los políticos profesionales. De los que no son carne de cañón sino de presidio, de cementerio, del limbo donde los desaparecidos esperan la justicia que no vendrá de arriba, sino de abajo a la izquierda. De los pocos. Decenas. Cientos, si me apuras. Yo me suelo reír de los argumentos cuantitativos. “Son unos cuantos, muy pocos”, nos dicen para recomendar el ignorar a alguna organización de izquierda. Pero, ¿cuántos son pocos? ¿No empezó el EZLN con seis personas? Porque estos pocos han sido el motor de las grandes movilizaciones en México: los pocos que echaron a andar el 68, el 85, el 94, el 99. ¿Hubiera sido el cardenismo del 88 un movimiento de masas sin el apoyo de esas personas y organizaciones de izquierda que se sumaron? Nosotros pensamos que no. Tal vez nos equivoquemos, pero eso creemos. Estas personas y organizaciones merecen no sólo el respeto de todos, también la admiración. Cualquier iniciativa de transformación real de nuestra sociedad deberá contar con ellos. Lo contrario no será sino una luz aislada (cuando nace abajo), o un engaño (cuando nace arriba). Porque debes saber que hay una izquierda que no puede ver sino con vergüenza e indignación que pretendan ponerle al frente, dirigiendo y coordinando, a quienes sólo saben de movimientos sociales si es para reprimirlos o comprarlos, a dirigentes sindicales charros, a líderes religiosos y a políticos que cambian de bandera como de calzones.
Si me permites la imagen cronológica, el reloj de abajo tiene otro ritmo y el calendario ahí exige más compromisos y en todo. Si arriba son los medios electrónicos (la televisión señaladamente) los que dictan y acompañan la agenda del poder, abajo se escribe un libro en el que no existe la palabra “fin”. Cada cual va agregando letras, palabras, páginas, hasta capítulos enteros como lo son el de la revolución iniciada en 1910 y el 68. Este libro camina, más lento, es cierto, pero tiene los pies de quienes tienen a la lucha como forma de vida. Avanza, incluso cuando las derrotas que escribimos no se pueden achacar a la sierpe de siete cabezas, sino a las pequeñeces que arrastramos. Aun así, cada página permite la siguiente, y detrás nuestro no sólo están Hidalgo, Morelos, Guerrero, Villa, Zapata y los Flores Magón. También están los hoy desaparecidos políticos por la guerra sucia, las organizaciones políticas que hicieron posible la insurgencia sindical en los 70, y aquellos que, sin aspavientos y con tenacidad, hacen trabajo político con obreros, colonos, campesinos, indígenas, mujeres, religiosos, homosexuales y lesbianas, estudiantes, maestros. Y, siguiendo con lo del reloj, permíteme decirte que, a partir de la hora sexta, el horario empieza abajo y a la izquierda.
A este país lo han mordido la historia y la geografía. En oriente y occidente, las sierras madres son dos grandes cicatrices que nos dicen: “esto somos”. Sería tan hermoso que algo uniera los esfuerzos que abajo se dan en el marco de estas cicatrices. Algo que los conectara de Mérida a Ensenada. O mejor aún: de La Realidad a Tijuana.
Ya me despido. Sólo te recuerdo que, según nosotros, la mirada alcanza más lejos cuando su base se asienta abajo y a la izquierda.
Vale. Salud y, si me preguntas de qué color es la bandera que abajo ondea, te diría “rojinegra”.
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante insurgente Marcos.
México, febrero de 2005.
P.D. Con este programa deportivo termina la transmisión del Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica, la única televisión que se lee. A partir de este momento nuestra señal sale del aire. ¿Qué? Sí, todavía falta lo que falta…