Declaración de la Selva Lacandona: Argumentación de una esperanza

13.Mar.05    Análisis y Noticias

Pedro Reygadas
Revista Rebeldía
La Fogata

Hace o­nce años que se dio a conocer, una mañana de sueños y fusiles, la Declaración de la Selva Lacandona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Aún no terminaban los disparos de enero de 1994 y ya se había constituido en un documento de la historia y la vida de Chiapas, de México y de América Latina. Merece la pena estudiar cómo funcionan su sentido y sus argumentos, que permitieron cambiar el rumbo del país y abrieron un hueco en la noche de la desesperanza que tendió el otoño de 1999 sobre la utopía de los pobres del mundo. Sentido y argumentaciones que, en gran medida inconscientes, revelan las representaciones sociales que hacen posible su producción e interpretación y las operaciones que evidencian la ideología que las alimentó.

El discurso zapatista es una declaración de guerra formal y solemne, que integra en ella las órdenes generales a las tropas insurgentes. En él se afirma que el EZLN acude a la guerra como medida última en contra de lo que es concebido no como paz, sino como una guerra genocida. Su argumentación se ampara en la garantía legal del Artículo 39 de la Constitución para que el pueblo elija su forma de gobierno, tratando de que bajo tal comentario se ampare también el derecho a la insurrección armada.
La declaración es un discurso político, polémico y argumentativo, que propone una idea erística que contrasta guerra y paz, pueblo y dictadura, legitimidad dominante y legitimidad popular, justicia e injusticia, héroes y vendepatrias.

Pretende movilizar al pueblo, a los poderes de la nación y a los organismos internacionales en contra del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y en favor de los indígenas de Chiapas, en un discurso que rompe con la opinión dominante que desde 1976-77 autoriza sólo la vía electoral para la toma del poder.

La declaración se ubica en la historia a partir de la llegada de Colón a América, como un discurso indígena. Identifica el pueblo-nación sobre todo, aunque no en forma exclusiva, con el sector agrario: el zapatismo, el villismo y el propio Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En contraste, identifica al enemigo con la Colonia, el porfiriato y los regímenes emanados de la revolución, en una oposición implícita oprimidos-opresores. Concebida ésta desde un sujeto social campesino, la cultura indígena y el aparato militar del EZLN.

De las condiciones histórico-sociales retomadas en el discurso, destacan dos: la referencia a la pobreza como condición identitaria y justificatoria; y el contraste entre la máscara y la visibilidad que adquieren el movimiento y su líder subcomandante Marcos debido a los medios masivos.

El sujeto que toma a su cargo el discurso zapatista fundante se desliza por diversas posiciones de subjetividad: la Comandancia General del EZLN, que declara la guerra, emite la declaración, pide la intervención internacional y firma el texto desde Chiapas y el año 1993; los zapatistas que recurren a la Constitución, solicitan la intervención internacional y expresan el deseo de luchar; las comunidades víctimas de la dictadura y el genocidio; y el pueblo mexicano que se desdobla como redactor simbólico del programa del EZLN y convocado a luchar. La posesión del pueblo en ese discurso corresponde a los objetos nacionales identitarios y la flexión pasiva (-nos) marca al pueblo como paciente-víctima de la historia.

El discurso apela en presente a un pueblo individualizado a través del “tú” al que seconvoca a integrarse al ejército insurgente, mientras el “ustedes” es reservado para las instancias legales mexicanas e internacionales. Fuera de la relación de personalidad, los enemigos y el presidente-dictador son un “él”, aquello de lo que se habla.

La declaración habla desde el trasfondo del silencio y desde el presupuesto de la unicidad del pueblo mexicano, así como desde el sobreentendido de que éste responderá al llamado armado para evitar el despojo de la nación, a partir de las raíces históricas y del rechazo al fraude electoral cometido en 1988.
El nuevo zapatismo convoca a la insurrección a partir de la lucha histórica popular, de la Constitución, de la insurgencia independentista, de la lucha agraria de la Revolución y de los movimientos socialistas de Liberación Nacional de los años 60. Acude a la memoria para que el pueblo se identifique con su historia de lucha e identifique al régimen con sus enemigos históricos. Propuesta que se refuerza mediante procesos de repetición y los arquetipos de Villa y Zapata, que afianzan la idea del pueblo pobre y trabajador frente a los enemigos vendepatrias.

El zapatismo argumenta a partir de una condición esencial: declarar la guerra al enemigo de manera que se haga patente y pública su intención bélica y política, con la intención de convencer a los diversos receptores de la aceptabilidad de la batalla emprendida por el EZLN.

El texto es dispuesto en dos grandes partes: el marco histórico legal de la Declaración de la Selva Lacandona; y la declaración de guerra propiamente dicha. Ubica de entrada el destinatario privilegiado, que es el pueblo de México, hace la narración de la historia para que sirva como fundamento a la prueba de la necesidad de declarar la guerra, que se funda en la constitucionalidad. El discurso zapatista se anticipa a las contra-argumentaciones y en particular prevé que el EZLN pueda ser acusado de fomentar el narcotráfico o el bandidaje. Al cabo, resume el planteamiento y la convocatoria al pueblo a luchar, para hacer el cierre con el fechamiento, la localización y la identificación del sujeto emisor.

La argumentación como guerra

En el comienzo de la guerra, un indígena dijo a sus entrevistadores: lo que se rompió el 1 de enero no fue la paz, fue el silencio; esto es, la paz aparente fue una verdadera guerra y silencio para los indios de Chiapas. Al respecto la Declaración de la Selva Lacandona dice incluso que ya existía una guerra genocida no declarada (líneas 99 y 100 de la declaración). La paz no fue rota con la declaración de guerra, ya que había sido rota con el establecimiento de una paz cuya ley fundaba la desigualdad entre grupos étnicos y el resto de la nación. Antes de 1994 lo que en realidad sucedía era que los argumentos indígenas no podían circular.

En el cierre mismo de la fase armada de la Guerra de Chiapas, cuando el entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari (hoy con un hermano preso y otro asesinado en circunstancias oscuras) leyó su mensaje de paz a la nación el 12 de enero de 1994, parecía hacerlo reconociendo al otro y dando argumentos atendibles. Sin embargo, su mensaje fue dado en el llamado “Salón Carranza” y fue emitido por televisión mostrando tras el entonces presidente la figura de Venustiano Carranza. Este personaje fue clave en la creación de la Constitución de 1917 a la que alude la declaración de guerra y fue también el político al que se responsabiliza como asesino intelectual en el crimen contra Zapata. El mensaje puede ser interpretado como diciendo que Salinas tenía detrás la Constitución y la ley, pero también puede interpretarse como diciendo: “detrás de mí está Carranza, el asesino de Zapata” y se constituye por lo tanto en una amenaza.

En ese México, del fin de la era priísta, y en el marco de una declaración de guerra, no es de extrañar que la declaración zapatista siguiera la lógica erística, es decir, de la argumentación como combate:

« Utiliza La Sorpresa. La declaración aparece de pronto, con estruendo y con el respaldo de la insurrección indígena.

« Utiliza La Amenaza. Amaga con el avance de las tropas hacia la capital (líneas 72-76)y con hacer juicios sumarios a los traidores a la patria (líneas 80-86).

« Se preocupa en Ocupar la posición del atacante. Denuesta al gobierno “ilegítimo” (líneas 44 a 47) y considera al presidente como “dictador”, a la vez que pide a los poderes de la nación que lo destituyan.

« Acude a La Anticipación y Ocupa el lugar del que refuta. Sabiendo que la guerra es cuestionable, alude a ella como una medida “última pero justa” (línea 99). Previendo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que será acusado de ligarse al narcotráfico o al bandidaje, se deslinda de tal acusación (líneas 64 a 68). A la vez con esto y con el recurso a la Constitución, trata de Nulificar los argumentos rivales.

Lo que no sigue la declaración zapatista de forma cabal es la regla erística de hacer recaer sobre el contrario La carga de la prueba, es decir, el obligarlo a que sea él quien justifique su punto de vista. Ello expresa la correlación de fuerzas a nivel ideológico y político en 1993. Es decir, el EZLN sabía que una gran mayoría de quienes tienen posibilidad de hacer circular sus opiniones se opondrían a la vía armada.

De ahí que asumiera entonces la carga de la prueba y tratara de mostrar la legitimidad histórica, social y legal de su lucha. Por otra parte, en cuanto a las estrategias erísticas usadas en la declaración se pueden mencionar varias más:

« El ataque personal al presidente Carlos Salinas de Gortari y a quienes encabezaban el régimen.

« Una actitud cerrada en la búsqueda de la victoria a toda costa.

« La exageración (o no, según se vea) que convierte al régimen en “dictadura”.

« La táctica de saltar de un tópico a otro al justificar la guerra. Pretende pasar del derecho constitucional a cambiar la forma de gobierno, hacia el derecho a hacer la guerra.

« La violencia de las palabras, acompañada además de la violencia de las armas.

El discurso zapatista acude a una semántica polémica que opone pueblo y dictadura, “nosotros” y “ellos”, los héroes y los traidores a la patria. El funcionamiento erístico de la declaración zapatista es comprensible en el ambiente político del México de 1994, después de un gobierno unipartidista de 70 años, de un fraude electoral masivo y patente en 1988, y de la existencia de un orden nacional que en la Independencia de 1821, las leyes de Reforma de 1854 y la Constitución de 1917 dejó pendiente la asignatura de la pluralidad étnica de México. El régimen posrevolucionario fomentó la integración indigenista en diversas versiones pero negando siempre el valor intrínseco de la diversidad, que al ser silenciada resurgió defensiva, violenta y epifánicamente al mismo tiempo.

Argumentación y lógica del discurso

El documento de los indígenas chiapanecos plantea que “hay que declarar la guerra contra la dictadura” (encabezada por el entonces Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari) pero no lo hace de una manera simple. Los datos y la garantía que soportan el paso de lo aceptado a lo que se propone aceptar, así como el soporte más profundo de la argumentación de la guerra, son largamente desarrollados. De la proposición primera se pasa a pedir en forma simultánea la deposición del dictador por los poderes de la Unión. Y de todo el conjunto argumentativo previo se deduce que hay que hacer la guerra para conquistar el pan, la tierra, un techo, libertad, justicia y todos los llamados “11 puntos”.

Si pensáramos la declaración como la respuesta a una pregunta, a un diálogo con su destinatario, podríamos pensar que se desarrollaría así:

Proponente: Pretensión 1: “Hay que declarar la guerra contra la dictadura (encabezada por Carlos Salinas de Gortari)”.
Oponente: ¿En qué te fundas para sostener que es una dictadura?
Proponente: Fundamento: en que “Carlos Salinas de Gortari es ilegítimo”. Esta afirmación se sostiene (base implícita) a partir de una alusión contextual a las elecciones de 1988, en las cuales el PRI, partido de Salinas, cometió un fraude electoral. De la ilegitimidad, la argumentación se desliza a un argumento por la categorización: Carlos Salinas”es un dictador”.
Oponente: ¿Cómo llegas a partir de que es un dictador a la idea de que hay que declarar la guerra contra la dictadura?
Proponente: Garantía: porque el régimen se sostiene en el ejército que es “el pilar básico de la dictadura que padecemos” (explícito) y “a un ejército se le combate mediante la guerra” (implícito). Esto supone en forma también implícita que, de por sí: 1) la dictadura no es forma legítima de gobierno 2) el gobierno de Salinas funda su poder en el aparato represivo 3) no hay otra vía que la guerra para cambiar la “dictadura”.
Oponente: Reserva: pero eso no se da por fuerza, la guerra sólo es válida si se trata de una condición de última instancia (cuestión que es sostenida en las reflexiones y documentos internacionales sobre la guerra).
Proponente: Refutación de la Reserva: bueno, es el caso, “la guerra es una medida última pero justa”. Se especifica al respecto que el conflicto ya existe, el EZLN sólo se defiende, ya que “los dictadores han declarado una guerra genocida no declarada”. La batalla es la salidapara evitar la muerte por hambre y enfermedades curables, que la situación continúe, que nos quiten todo (que terminen de quitarnos todo, absolutamente todo); este procedimiento remite a lo que llamamos una argumentación por la causa, que en el caso tratado es, en términos genéricos, la pobreza.

A partir de aquí el análisis es más complicado. La reconstrucción del posible oponente no puede ser lineal. Podemos pensar en que un cierto actor dijera: “no es claro que el ejército es ‘el pilar básico de la dictadura que padecemos’”; en este caso, la argumentación tendría que justificar el papel de pilar de la dictadura que se le atribuye al ejército, cuestión que la declaración no hace y queda pendiente.

Una segunda posibilidad, sería preguntar ¿por qué en lo general tendría que aceptarse la autoridad de la regla de que “al ejército se le combate mediante la guerra”? y la respuesta sería una estructura argumentativa en dos pasos encadenados:

Proponente: Hemos intentado todo “por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna”; es decir, a la dictadura se le podría combatir legalmente, pero se ha agotado esa vía.
Agotada la vía legal, de cualquier manera se soporta la declaración de guerra en la Constitución, al apegarse al Artículo 39 constitucional que autoriza al pueblo a “alterar o modificar la forma de su gobierno”.

La apelación al soporte constitucional implica un salto lógico, el cual comentaremos un par de párrafos adelante, pero es notable lo bien construida que está la argumentación desde una perspectiva retórica y de anticipación del oponente. Se construye además en paralelo un argumento por analogía histórica, mediante el cual se equipara la dictadura porfiriana y la “dictadura” salinista, para de ahí proponer una defensa de la nación como la que hicieron el pueblo y los héroes de la historia patria. La analogía sirve a la vez a la idea de la guerra justa y funciona como una especie de ley o soporte histórico de la proposición de declarar la guerra.

Justificada la declaración de guerra de la manera anterior, se pasa, conforme a ella, a pedir en forma simultánea a los poderes de la Unión que depongan al “dictador”, en un esfuerzo para que, al tiempo que la guerra es declarada, se evite que se convierta en una realidad instalada por un largo plazo. Por otra parte, conforme al conjunto del discurso y a los argumentos que justifican la refutación de la reserva, se pasa a considerar que la guerra es además el camino para conseguir el bienestar, los llamados 11 puntos, que constituyen el programa de lucha zapatista.

Como decíamos, el documento zapatista pretende justificar la declaración de guerra a partir de la mención del “Artículo 39 constitucional que a la letra dice”:

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

El discurso salta de lo que la Constitución acepta (alterar la forma de gobierno) a la pretensión de legitimación de los medios para modificar la situación (la guerra); es decir, la Constitución legitima el cambio de gobierno, pero no la guerra o siquiera cualquier otro medio en lo particular. De manera que es válido lógicamente lo que la declaración postula en un plano (se intentó un cambio por la vía constitucional y al no conseguirse, al vivir una situación de miseria extrema, al enfrentarse a una guerra no declarada de genocidio, se decidió tomar las armas) pero no en cuanto a la legalidad de la guerra (la Constitución no avala, en sí, ningún medio de lucha).

El documento original resalta en negritas parte del Artículo 39, nos guía en la interpretación zapatista: el pueblo tiene derecho a modificar la forma de su gobierno. Ahora bien, en la coyuntura de 1994 se establece un conflicto de interpretación. Para algunos juristas se trató de un malentendido jurídico. Es decir, el derecho de modificación no puede interpretarse como un derecho a hacer la guerra o a validar cualquier otra forma de alterar el gobierno. Desde esta precisión de lo que el texto dice, sostendríamos en forma tajante que hay un error de los zapatistas, quienes malentienden la Carta Magna. Para ellos, sin embargo, su afirmación remite probablemente a una argumentación, un diferendo acerca de cómo debe interpretarse la norma constitucional. Para ellos estaría permitida la licencia de decidir acerca de la manera de modificar el estado de cosas y hacerlo a partir de la guerra dado que la declaración considera que el EZLN se enfrentaba a una dictadura. Con ello pasamos a un segundo nivel de aclaración, porque ya no sólo comentamos que la Constitución especifica o no los medios de modificación de la forma de gobierno.

Ahora tenemos que discutir el propósito, la situación y los sujetos: ¿si la Constitución no especifica los medios válidos de lucha es factible que cualquiera sea constitucionalmente aceptable? Si no es así, ¿cuáles son los medios adecuados? y ¿cuáles es válido emplear en el contexto calificado de dictadura por el sujeto EZLN? La definición de un régimen como correspondiente a una dictadura nos conduce a lo que entendemos por tal. Entramos así de lleno a la argumentación: ¿la Constitución restringe o no los medios de lucha para alterar la forma de gobierno?, ¿es válido llegar al extremo de la guerra contra una dictadura? ¿En 1994 estábamos ante una dictadura? Es obvio que la respuesta zapatista fue sí y que la lucha armada era legítima.

Los esquemas argumentativos de la Declaración de la Selva Lacandona

Los cinco principales esquemas argumentativos en la Declaración de la Selva Lacandona son:
El argumento por la categorización, que califica al régimen vigente en México en 1994 como una dictadura, lo cual permite sostener la proposición principal del discurso: deponer al dictador. Además, la categorización sirve también para tratar de que se conciba al ejército zapatista como beligerante, de manera que sea protegido por las leyes de la Convención de Ginebra.

El argumento de autoridad, que pretende validar la guerra a partir de apelar al artículo 39 constitucional.

El argumento por la causa que, en un caso, justifica la guerra por la condición de pobreza de los pueblos y en otro, por la violencia que éstos sufren.

El argumento por el ejemplar, la ilustración o el modelo, que permite una particular reconstrucción de la historia, a partir de la acumulación de varios ejemplos y de los modelos de Villa y Zapata, con lo cual se construye la noción de los “enemigos” y la esquematización que concibe al presidente Carlos Salinas y a los regímenes posrevolucionarios en general como dictaduras.

Y el argumento por analogía con relación a la historia, que se entremezcla con el argumento previo y construye la legitimidad histórica.

La caracterización de Carlos Salinas de Gortari como “dictador” es tomada por un hecho, cuando en realidad era polémica. Cuando categorizamos algo o a alguien (x pertenece a A) estamos ya argumentando. Sin embargo, en la discusión crítica, debemos dar razones para la clasificación. La declaración sugiere que Salinas es un dictador en tanto el proceso electoral de 1988 que lo llevó al poder fue fraudulento, fue —se comentaba en la coyuntura— un “golpe de estado electoral”. También es posible pensar que el zapatismo remite a la noción socialista de la “dictadura de clase” de la burguesía, pero no hay referencia concreta a ello. O podría referir a una alusión del momento del escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien se refirió al régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como el de la “dictadura perfecta”. En todo caso, se puede discutir si la descripción definida “dictador” es o no correcta, si es adecuado colocar en paralelo regímenes como el de Pinochet en Chile y el del PRI en México. Por otra parte, además, la declaración se desliza de la definición polémica de “dictador” a la mención del plural “dictadores” y asocia la “dictadura” del momento con la dictadura histórica del porfiriato.

Argumentación y retórica

En el discurso zapatista, como en todo discurso de guerra y la mayoría de los discursos políticos, se desarrolla un típico proceso de asociación-disociación mediante la contradicción entre amigos: “hermanos mexicanos”, “pueblo de México”, “hombres pobres” (línea 8), “herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad”(líneas 17 y 18), “hombres y mujeres íntegros y libres” (líneas 97 y 98) y enemigos: “España” (línea 2), “el expansionismo norteamericano” (línea 4), el “imperio Francés” (línea 5), “la camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias” (líneas 22 y 23), el “ejército federal mexicano”, “la dictadura”, “el partido en el poder”, “Carlos Salinas de Gortari” (líneas 44 a 47).

A partir de la oposición básica previa, la Declaración de la Selva Lacandona utiliza diversos esquemas retóricos. Emplea así el número como argumento: “somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado” (líneas 19 y 20) a favor de la guerra. Se emplea la relación que vincula la parte (el ejército) y su todo (la dictadura), para justificar la lucha armada: se declara la guerra “al ejército federal mexicano” (parte) “pilar básico de la dictadura (todo) que padecemos” (líneas 44 y 45).
Argumentos que fundan la estructura de lo real, como la metáfora, son muy frecuentes en el discurso zapatista del Subcomandante Marcos, aunque aparecen poco en la declaración inaugural de la Guerra de Chiapas: “hermanos” es una alusión metafórica del llamado inicial para atraer a la mayoría.

La analogía es empleada para identificar el zapatismo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con el Zapata de la Revolución Mexicana y con los héroes nacionales; igual que, como dijimos,se hace la analogía entre la “dictadura porfirista” y la “dictadura” de Carlos Salinas de Gortari, entre la clase dominante en la historia y en el presente mediante la repetición de la frase “son los mismos”.
Los argumentos nos conducen a identificar la situación extrema de miseria que ha despojado al pueblo de todo y a la “guerra genocida no declarada” de “los dictadores” (líneas 99 y 100) como los nexos causales que producen la insurrección indígena. La guerra es justificada a partir de la relación fin-medios, mediante la cual se busca evitar que los dictadores nos sigan quitando “todo, absolutamente todo” (línea 31).

Argumentación y emoción

La declaración zapatista busca mover las clásicas pasiones vinculadas al poder y al honor. Pide así la deposición del dictador y se postula (líneas 97 y 98) como sustentada por hombres “íntegros y libres”. El documento alude a esquemas argumentativos emocionales diversos:

« ad populum (llamado al pueblo al inicio y final);
« ad necesitatem o de la necesidad, en lo relativo a la obligatoriedad de la guerra debido a la imposibilidad de resignarse a morir de hambre (líneas 20 y 21);
« ad misericordiam o llamado a la piedad a favor de los pobres a los que se les ha quitado todo, absolutamente todo (líneas 8 y 31);
« ad hominem o argumentación sobre la persona que se aplica mediante calificativos de resonancia emocional aplicados a los enemigos (”vendepatrias” —línea 23—).
La declaración zapatista provoca un abanico de emociones básicas para la guerra. Se mueve entre el ataque a “ellos” los enemigos y el llamado desde el “nosotros” el pueblo. Construye-reconstruye oposiciones, recorridos y escalas argumentativas varias:

La piedad hacia el pueblo Þ la confianza entre los aliados Þ la fraternidad entre los “hermanos” simbólicos.

El amago (la amenaza) la provocación del miedo en el adversario.
La confianza “nuestra” hacia el gobierno Þ la indiferencia de “ellos” Þ “nuestra” confianza traicionada Þ “nuestro” orgullo de la herencia heroica Þ la responsabilidad y ambición de “ellos” Þ “nuestra” posible cólera Þ “nuestro”odio-indignaciónhacia el enemigo.

Es a través de las emociones fundamentales piedad vs odio-indignación que el discurso construye la oposición fundamental pueblo-dictadura y amigos-enemigos. Se transita de la piedad por el pueblo a la posibilidad de la cólera y al odio-indignación contra el responsable de la situación, quien permanece indiferente ante “nuestra” miseria. Se persuade así al destinatario para que apoye el plan de lucha, se integre al ejército zapatista o se adhiera a los puntos de vista fundamentales con relación a la legitimidad de la guerra y la ilegitimidad del régimen. La oposición lógico semántica amigos-enemigos, pueblo-dictadura se funda además en la repetición emocional, previamente esbozada, de la frase “son los mismos” (líneas 23 a 29):

Son los mismos que se opusieron a Hidalgo y a Morelos, los que traicionaron a Vicente Guerrero, son los mismos que vendieron más de la mitad del territorio, son los mismos, etcétera…

Los actos discursivos clave de la declaración de guerra o de la amenaza de actuar sumariamente contra los soldados traidores a la patriao represores (líneas 84 y 85) tienen fuertes connotaciones emocionales, lo mismo que las modalizaciones.

La modalización imprime una sutileza particular a los argumentos: afirma el carácter ético de un movimiento de seres humanos “íntegros y libres”; sostiene que se ha despojado al pueblo de “absolutamente” todo, remarcando a la vez que se le ha dejado sin nada. La pobreza es en tal sentido extrema y las enfermedades por las que la gente muere son curables. El nuevo zapatismo ha intentado igualmente “todo” antes de tomar las armas, camino que emprende como “última” esperanza y consciente de su carácter extremo. Las palabras escogidas para calificar a los enemigos son de oposición máxima (”dictadura”, “genocida”, “vendepatrias”). La lucha se anuncia abierta al futuro y el presente es un ¡Ya Basta!, que pide la participación decidida.

La estrategia militar y discursiva general de la confrontación, la construcción-reconstrucción del ethos (la imagen y carácter del que escribe) militar insurreccional, la estructura lógico-semántica de oposiciones, el recorrido emocional, los argumentos emocionales y las repeticiones son un todo indisoluble. La emoción vertebra laDeclaración de la Selva Lacandona tanto como la estructura lógica.
Ahora bien, todo lo descrito no tiene todavía que ver con el cuerpo y lo No Verbal. Sin embargo, una parte vital de la fuerza de convicción emocional de la argumentación zapatista tuvo que ver con el modo indígena de hablar al leer con titubeos la declaración ante la radio y la población, con la presencia de los rostros morenos cubiertos por el pasamontañas en la plaza de San Cristóbal de las Casas, con los fusiles, reales y de palo, que soportaron las palabras en busca de la justicia para la población indígena. La mirada de lo indígena, la transparencia de la miseria, la decisión en los ojos, movieron las conciencias del mundo hacia la consideración del México oculto tras la máscara del Tratado de Libre Comercio que se inauguró el primero de enero de 1994 queriendo mostrar un supuesto país del “primer mundo” libre de dificultades.

La noción de “pueblo” en la declaración zapatista y su apelación emocional son fundamentales. El pueblo es nacional, de hermanos, de pobres, de desposeídos y trabajadores que levantan la bandera que retoma los colores rojo y negro de las luchas de huelga. Las comunidades se pretenden en un futuro como liberadas. El pueblo nación es producto de la lucha y de la rebelión contra la dictadura, pero arranca desde el inicio de la colonialidad en 1492. En tanto pueblo constitucional, reside en él la soberanía para dotarse de la forma de gobierno que le convenga. No tiene nada y si lo tiene es despojado. Su hacer presente es un decir ¡basta! Y es convocado a la insurgencia, a estar de parte del EZLN.

La argumentación visual

El manejo visual forma parte de la lógico-retórica de la argumentación de la Declaración de la Selva Lacandona, de su configuración espacial y constituye una especie de hipertexto que es una instrucción para leer el texto literal:
En cuanto a los puntos cruciales para el esquema argumentativo central es de notarse que se resalta, entre otros elementos, el Artículo 39 constitucional que constituye la garantía del punto de vista zapatista para hacer la guerra. La declaración sugiere además otras rutas privilegiadas y mueve a determinadas lecturas a partir de remarcar mayúsculas, negritas y letras en color rojo. Resaltan en particular los elementos que tiene a un tiempo todos estos marcajes y que remiten al título, la consigna de apertura, el pueblo al que se dirige el documento, la declaración de guerra misma, el nombre del ejército indígena y la convocatoria a tomar las armas:

« Declaración de la Selva Lacandona;
« Hoy decimos ¡Basta!;
« Hermanos Mexicanos;
« Hoy decimos ¡Basta!;
« Declaración de Guerra;
« “EZLN”, Ejército Zapatista de Liberación Nacional;
« Ejército Zapatista de Liberación Nacional;
« Pueblo de México;
« Intégrate a las Fuerzas Insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
La imagen como símbolo cultural tiene una fuerza argumentativa notable. Así por ejemplo, en la Guerra de Chiapas, en el diálogo por la paz en febrero de 1994, el subcomandante insurgente Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,realizó el siguiente acto en medio de las primeras negociaciones: inesperada y ceremoniosamente desplegó un bulto de tela. Un indígena zapatista tomó el otro lado del lienzo y expuso ante las cámaras de televisión la bandera de México “tomada” por el ejército insurgente. El Comisionado para la Paz por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho, al darse cuenta, se incorporó torpe e impulsivamente y se pescó a la orilla de la tela. La paráfrasis verbal del punto de vista zapatista era clara para todos: “la patria está con nosotros”. El Comisionado Camacho quiso atenuar la fuerza de ese enunciado, introduciéndose en él de manera subrepticia: “…y también con el gobierno”. Es claro que tanto para zapatistas como para el comisionado estaban ante un argumento visual puro.

Otra esquematización visual zapatista que acompañó la declaración de guerra fue la derivada de llevar el rostro cubierto. El zapatismo concibe a los indígenas como “los sin rostro” y lo visualiza a través del uso de una “máscara” que cubre el rostro, en una metáfora de la forma en que el poder niega a los indígenas. La metáfora es posible porque culturalmente e incluso quizá de forma universal, vivimos la semiótica del simulacro y de la máscara.

El modo de presentarse particular de la máscara es el paliacate y el pasamontañas y, en el caso del subcomandante Marcos, un pasamontañas raído. La interpretación de la máscara depende sin embargo de la ideología y la identificación. Así, muchos aceptan la relación pasamontañas=rostro negado de los indígenas. Otros en cambio construían la ecuación máscara=ocultamiento del rostro, delincuencia, ilegalidad. Lo visual entró así en procesos de construcción-reconstrucción argumentativa en un contexto dado para sujetos cultural, social e ideológicamente determinados.

Conclusión

Uno de los más importantes y menos evidentes aspectos del discurso zapatista es su propia posibilidad de aparición. La prohibición sutil ha impedido que la palabra indígena en general y en particular la rebelde, circule en México. Las etnias no eran (y para muchos, aún no son) sujetos en condición de hablar, son “menores de edad” para el indigenismo y el poder central. Y una vez que hablaron con la voz de los fusiles, que rompieron el silencio, el tabú contra su palabra, considerada peligrosa, se volvió manifiesta la voluntad de prohibir que los indígenas hablaran. Las palabras “zapatista” y “EZLN” fueron erradicadas de los medios masivos oficiales y oficialistas a los pocos días de aparición de laDeclaración de la Selva Lacandona.

Inicialmente, la decisión de hacer la guerra fue calificada, incluso por gente de izquierda o muy progresista, como irracional o falsa: Carlos Payán, director del diario progresista más importante (La Jornada); PabloGómez,excomunista y personalidad del Partido de la Revolución Democrática; José Woldenberg, entonces ligado a la revista Nexos y años después primer titular del Instituto Federal Electoral; Margarita Nolasco, destacada antropóloga de la Escuela Nacional de Antropología e Historia; Octavio Paz, quien conquistara el Premio Nobel de literatura; y el escritor Carlos Monsiváis.
El discurso del EZLN rebasó el control oficial y el marco ideológico de la reforma política mexicana iniciada en 1976-77. Sólo después de que avanzó la coyuntura de la guerra, los discursos de muchos de los opositores iniciales pasaron a co-orientarse a favor del ejército zapatista, proponente de una argumentación de ruptura con la política dominante en México, con la concepción de lo político como exclusivamente electoral y contra la doxa del foquismo guerrillero orientado frontalmente contra las elecciones. Además y sobre todo, el neozapatismo introdujo un nuevo sujeto de la argumentación política: el pueblo indio, junto con su memoria, su cosmovisión cultural, su poética y sus metáforas, sus narraciones y sus lenguas.

La argumentación de la Declaración de la Selva Lacandona es un discurso que hace época en la historia de México por su capacidad de retomar las luchas históricas, de acudir a la constitucionalidad y de plantear por primera vez desde la opresión colonial una lucha de carácter claramente nacional abanderada en forma predominante por los grupos indígenas. Es histórico por el manejo argumentativo que condensa los argumentos de siglos de lucha, en búsqueda de la utopía de dar trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz a todos los seres humanos en un mundo y un México donde la mitad se hunden en la pobreza y un minúsculo grupo de familias y monopolios acaparan la mayor parte de la riqueza de un planeta que ponen cada vez más en riesgo cada día, en lugar de contribuir a formar una comunidad global que garantice el futuro.

Este análisis, producto de diez años de estudio tanto de la argumentación como de la declaración zapatista y sus contradiscursos, forma parte de las conclusiones de los libros en prensa “El arte de argumentar I: sentido, forma, diálogo y persuasión” y “El arte de argumentar II. Argumentación y discurso”, que espero salgan a la luz publica en 2006. Lo ofrezco a Rebeldía como una sistematización y simplificación que espero sea accesible, clara e ilustrativa. Como los libros en su integridad, espero sirvan para impulsar una cultura a la vez de respeto, argumentación y combate por la justicia para el mayor número, así como para justificar la necesidad de construir un ser humano diferente, consciente de su condición de clase, género, etnia y generación, así como capaz de valorar la racionalidad lógica tanto como la emocional e intuitiva, que nos garantizan un lugar único en la escala evolutiva y forman parte de la batalla política por el México y la América del siglo XXI.