Por Franco Ingrassia
00. introducción
Hablar de trabajo precario es hablar, para comenzar, de la mitad de los trabajadores de la Argentina: quienes trabajan en negro. Para continuar, es hablar de las multitudes de desocupados y subocupados que, pese a trabajar por fuera de la relación salarial, también producen un tipo de riqueza que, en muchos casos, está directamente ligada a la supervivencia de cientos de miles de personas. A éstos habría que agregar a quienes trabajan bajo los así llamados contratos-basura. Contratos de locación de servicios, temporales, sin reconocimiento de derechos laborales mínimos. Ni aguinaldo, ni vacaciones, ni ausencia por enfermedad. A estos se suman, además, la múltiple variedad de becarios, pasantes, trabajadores ad-honorem, voluntarios, etc.
Este es el precariado. Los trabajadores no reconocidos como tales por concepciones desfasadas que asignan la condición de trabajador en función de un tipo de relación contractual que cada vez se vuelve más excepcional. Trabajadores invisibles para el Estado que no reconoce sus derechos y también para la mayoría de los sindicatos, que no les permite afiliarse ni participar de los mismos. Este es el precariado hoy: La amplia mayoría de la clase que vive de su trabajo.
La precarización del trabajo, la inestabilidad permanente de las condiciones vitales alteran de forma profunda la noción misma de proyecto de vida en los trabajadores jóvenes. Nuestros padres tuvieron proyectos de vida con contenidos distintos a los proyectos de nuestros abuelos. Las condiciones de vida para unos y otros eran distintas, pero en ambos casos éstas resultaban relativamente estables. Para nuestra generación no se trata de elaborar contenidos distintos sino de reinventar la misma noción de proyecto de vida. ¿Cómo se proyecta cuando la inestabilidad se vuelve un punto de partida? ¿De qué forma construir las trayectorias singulares y colectivas que eviten que quedemos sujetos a la dispersión y a la aleatoriedad de las fluctuaciones del mercado? Reinventar la noción de proyecto es una tarea que se conecta inmediatamente con la tarea de reinventar los espacios de organización colectiva que nos permitan materializar dichos proyectos.
¿Qué es o qué podría ser el sindicalismo después de la precariedad? ¿Qué tipo de transformaciones en su organización, en su dinámica y en sus modos de acción tendría que introducir un sindicato que se plantee dejar de desconocer a la porción más significativa de la fuerza de trabajo actual?
Este escrito intenta proponer algunas ideas, herramientas e hipótesis precarias que aporten al trabajo de reinvención y relanzamiento que las organizaciones de los trabajadores más comprometidas con el cambio social están intentando llevar adelante. Se trata más que nada de un conjunto de esbozos, fragmentos o indicios que tendrán su valor en tanto puedan estimular el proceso de debate y pensamiento colectivo.
01. movilidad
La inestabilidad laboral propia de la precariedad produce una fluidificación constante de la fuerza de trabajo. Los itinerarios individuales de cada trabajador comienzan a asemejarse a una especie de dispersión laboral en la cual se pasa de un trabajo a otro. De las tareas manuales a las intelectuales. De labores complejas y horarios intensos a períodos de sub o desocupación. ¿Hay una alternativa ante esto que no sea simplemente reactiva, es decir, el intento de volver a rigidizar el mercado laboral? Tal vez la clave pase por identificar esta movilidad como una característica común de un cada vez más amplio sector de la clase y comenzar a intervenir sobre ella para que se convierta, en ciertas condiciones, en una práctica militante. Migrar de un centro de trabajo a otro permite constituir relaciones con compañeros disímiles. Permite además hacer que los saberes de cada situación resurjan en otra parte. Por otra parte, la movilidad como característica central supone la reformulación de la organización sindical que, hasta ahora, venía pensándose según esquemas de permanencia. Las formas de organización que siguen separando a lo trabajadores por rama o por centro de trabajo van perdiendo, de forma tendencial, su relevancia a medida que la fuerza de trabajo se hace más y más flexible.
02. intermitencia
En la vida cotidiana del precariado los períodos de ocupación se encuentran alternados con períodos de desocupación y/o subocupación. El trabajo asalariado, antes que una plena presencia, es una intermitencia en la vida del trabajador precario. Por lo tanto las categorías de trabajador ocupado y trabajador desocupado se vuelven siempre más fluidas. Un sindicalismo biopolítico, un sindicalismo que quiera potenciar las capacidades antagonistas del precariado, no puede pensarse a sí mismo entonces como un espacio de organización exclusiva de los trabajadores ocupados. El sindicato biopolítico presenta su primer figura híbrida: el entrecruzamiento entre las formas organizativas y modalidades de acción colectiva del sindicato de masas y las de los movimiento de trabajadores desocupados. Es decir, la pregunta sigue abierta ¿qué tipo de organización sindical podría agrupar al trabajador precario, es decir, al trabajador intermitente?
03. cooperación autónoma
Los trabajadores precarios, sujetos a la inestabilidad como condición permanente, sólo sobreviven a costa de la permanente generación de relaciones, de redes de contactos en distintas instancias del territorio productivo. Esta capacidad, a la luz de la discontinuidad en los ingresos que produce la intermitencia, puede llevarnos a concebir la idea de un sindicalismo de nuevo tipo, que logre organizar estas capacidades de configuración de formas, esta capacidades de cooperación, orientándolas hacia la producción de formas más o menos autónomas de existencia de la fuerza de trabajo, más allá de la relación salarial. Con esto, el sindicato biopolítico presenta su segunda figura híbrida: el entrecruzamiento del sindicato con las experiencias productivas de las cooperativas obreras.
04. recombinación: tarea militante en la dispersión
Intermitencia, movilidad, discontinuidad de ingresos e inestabilidad laboral convierten a la existencia social del precariado en una experiencia muy distinta a las de formas preexistentes de la fuerza de trabajo. Hace 30 años atrás, un obrero industrial luchaba contra la fijación a la máquina y a la tarea específica, contra la idea de la fábrica como destino final hasta la jubilación, contra la permanente e inconsulta estructuración de la actividad laboral llevada adelante por el patrón. Esta estructuración se extendía al disciplinamiento de la vida social restante, del tiempo de no-trabajo. Este obrero industrial luchaba contra la dominación entendida como fijación del cuerpo a un lugar y a una tarea. Por su parte, el trabajador precario lucha contra una forma de dominación muy distinta: la inestabilidad. Esta inestabilidad laboral tiene su correlato extralaboral: la dispersión social. En condiciones de estructuración estable, las tareas militantes eran quebrar, negar, subvertir los ordenamientos. En condiciones de dispersión social, las tareas militantes son inventar modos autónomos de cohesión y recombinación de los recursos y de los lazos humanos que siempre amenazan con escaparse, con dispersarse. En cierto sentido, la tarea militante actual de quienes que se concentren en intervenir desde el precariado podría considerarse como el lento e intrincado proceso de reconstrucción subjetiva la clase trabajadora partiendo de las condiciones objetivas de dispersión generalizada.
05. heterogeneización
El capitalismo contemporáneo produce la fragmentación e introduce la heterogeneidad (en tareas asignadas, forma de relación contractual, ingresos, continuidad / discontinuidad en el puesto de trabajo, etc) y la individualización del pecariado. Se trata de producir nuevas formas de acción que aprovechen esa multiplicidad. Si el sindicato de masas constituía su potencia en base a la homogeneidad creciente de las condiciones de vida de los trabajadores, el sindicalismo biopolítico deberá encontrar su fuerza en la riqueza de las diferencias, en la capacidad de articular políticamente la heterogeneidad contemporánea, en la voluntad de llevar este proceso de heterogénesis más allá de la lógica y los proyectos del capital.
06. confluencias
El sindicalismo biopolítico tiene que proponerse producir horizontes de confluencia del trabajo vivo en sus múltiples formas actuales de existencia: trabajo estable, trabajo precario, desocupación de larga data, etc. Tanto la renta básica (o ingreso mínimo garantizado) como el proyecto de construcción de una esfera pública no-estatal pueden devenir proyectos colectivos. Más allá de la de la viabilidad de implementación inmediata de propuestas como la de la renta básica, se trata producir horizontes comunes, territorios de cooperación en los cuales las diferentes formas existencia del trabajo precario puedan reconocerse, recombinarse y articularse.
07. inestabilidad y autoorganización
Inestabilidad, movilidad y heterogeneización definen las características de una composición de clase fluctuante. Las condiciones de vida del precariado están en un cambio constante. Un sindicalismo biopolítico debería poder construir dispositivos organizativos flexibles, capaces de ir acompañando esta movilidad constitutiva de la precarización. Los modelos de organización que se basan en estructuras fijas revelan sus límites. El sindicato debería poder funcionar como espacio de autoorganización y recombinación permanente de los trabajadores que se mueven en un contexto productivo y laboral en constante cambio. La capacidad de innovación organizativa se vuelve fundamental para poder responder eficazmente a las variables problemáticas que van surgiendo en las luchas a cada momento.
08. nuevas topologías del conflicto
En condiciones de estabilidad laboral, la misma dinámica económica situaba el lugar del antagonismo y de las luchas dentro de la fábrica. El análisis del ciclo productivo específico de cada unidad productiva permitía descubrir cuáles eran los puntos clave, las secciones que, de ser detenidas, tenían la capacidad de paralizar el conjunto de la producción. En condiciones de trabajo precario, esto nunca está definido de antemano. Al pasar de una lógica de estructuras, es decir de lugares y relaciones fijas, a una lógica de procesos, donde son los flujos de capital, de información y de resistencia los que van redefiniendo a cada paso los lugares, las relaciones productivas y sus ocupantes, de lo que se trata siempre, en primera instancia, es de poder producir, construir las condiciones para localizar el conflicto. ¿Dentro o fuera del espacio productivo? ¿En la calle o en los medios? ¿En los lugares de producción, en las vías de distribución o en los espacios de consumo? Un sindicato biopolítico tendría que poder tener las herramientas de análisis para poder situar, en cada caso concreto, en cada lucha específica, dónde resulta más conveniente localizar y profundizar la conflictividad y la acción colectiva. Muchas veces un acercamiento creativo e innovador al problema de la localización del conflicto define en gran parte la suerte de la lucha posterior.
09. redes
Si la estructura era un sistema de relaciones fijas, propias de contextos de estabilidad, la forma organizativa que resulta más eficaz en situaciones de inestabilidad es la red. Sin relaciones predeterminadas, abierta a la incorporación permanente de nuevos elementos, sin estructura centralizada de comando, la red permite que un colectivo pueda irse reconfigurando sucesivamente según los cambios de su entorno, para poder actuar siempre con la mayor capacidad transformadora. Los sindicatos, hasta ahora, adoptaron formas organizativas estructurales, en consonancia con la organización estructural de la producción propia de la era industrial. Actualmente los espacios productivos, de acuerdo con las teorías posfordistas y toyotistas, han iniciado procesos de transformación de las estructuras en redes productivas. Un sindicato que tenga la capacidad de actuar tomando en cuenta las nuevas formas del trabajo será un sindicato-red, una organización con la capacidad de transformar las características que constituyen al precariado (movilidad, intermitencia, heterogeneidad, etc) y convertirlas en herramientas de lucha, en mecanismos de agregación política.
10. investigación
Desde la encuesta obrera propuesta por Marx a la Asociación Internacional de Trabajadores, han existido numerosas experiencias de apropiación de diversas herramientas de investigación por parte del movimiento obrero. Hoy las características fluidas de la precariedad nos conducen a intensificar esas prácticas, proponiendo un trabajo de autoencuesta permanente. El sindicato biopolítico será también el dispositivo a partir del cual la clase trabajadora pueda investigar su propia composición técnica y política: los rasgos que la definen, las tendencias y contratendencias que la atraviesan, las resistencias cotidianas susceptibles de recombinarse en un proyecto antagonista. El sindicalismo biopolítico como proceso de pensamiento, de elaboración colectiva de un saber sobre nuestras propias condiciones y potencialidades. Se trata de producir el pasaje de la investigación-acción a la investigación sindical participativa.
11. modelos mixtos
El sindicato biopolítico es hoy un proyecto difuso, un conjunto de hipótesis sobre cómo podría pensarse una organización sindical desde la precarización. El término “biopolítica” nos indica que de lo que se trata es de poder responder a un tipo de capitalismo que se desentiende incluso del problema de la reproducción de la fuerza de trabajo (como indica la dramática cercanía del salario promedio en nuestro país a la línea de indigencia definida por el INDEC). Se trata de poder pensar cómo construir colectivamente condiciones de vida, de cooperación, de resistencia y de invención social. En la actual coyuntura, el sindicalismo biopolítico podría pensarse según un modelo mixto, que pueda ir recombinando de forma dinámica elementos provenientes de los tres grandes dispositivos de organización creados por el movimiento obrero: el sindicato, la cooperativa y el partido obrero. Lucha económica, organización autónoma de las capacidades productivas y lucha política funcionarán como dimensiones articuladas de la labor biopolítica de un nuevo sindicalismo capaz de afrontar los desafíos de las nuevas formas de explotación contemporáneas. Y de transformarlas.
franco ingrassia
17/02/05