Chenalhó, tierra de comunidades indígenas en resistencia

19.May.05    Análisis y Noticias

Miércoles 18 de mayo de 2005

Militarización como en ningún lugar de la República en el municipio chiapaneco

Casi total, la contrainsurgencia integral asentada como gasto social en Chenalhó
Los zapatistas, aun con usurpaciones de casas, milpas y cafetales, no se han doblegado

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Pedro, Chenalhó, Chis. 17 de mayo. La contrainsurgencia integral implementada por los sucesivos gobiernos en las tierras de Chenalhó sigue siendo abrumadora, casi absoluta. Allí está, aún tras las brumas del triunfalismo foxista y el olvido de la opinión pública.

El jardín de niños Jaime Nunó de la comunidad Las Limas goza del privilegio de estar rodeado por un campamento del Ejército federal, de manera que los pequeños van a la escuela entre soldados. Esto de la educación se ha vuelto todo un asunto en Chiapas. En múltiples aspectos. Al grado de que ahora los trabajadores de la educación del gobierno están enfrentados con el propio gobierno y ocupan buena parte de las noticias y la descalificadora propaganda oficial. Mientras tanto, las escuelas del estado se encuentan cerradas. Muchas de ellas, deterioradas por descuido presupuestal.

Descuido que se subsana en otros rubros, como el caminero y el turístico. Por ejemplo, actualmente, en las afueras de la cabecera municipal de San Pedro Chenalhó el gobierno del estado construye, con celeridad y un gran número de albañiles, un “puerto turístico”, mediante una inversión (anunciada en puntual letrero) de 3 millones de pesos. Similares mercados de artesanías se han levantado en Huitiupan, Chalchihuitán y otros recónditos municipios indígenas, si bien sólo dos casos, Amatenango y Nachig (Zinacantán), son cruzados (ni siquiera visitados) por turistas que transitan la carretera Panamericana. ¿Pero Chenalhó?

Treinta y tantos kilómetros montaña adentro, al norte de San Cristóbal de las Casas, en un mundo campesino de existencias desgarradas, en las tierras pedranas (pues San Pedro es el patrono católico) se vive entre gesticulante obra pública, pobreza extrema, desplazamiento sostenido, militarización como en ningún otro lugar de la República, omnipresencia de coyotes que sangran a los caficultores ahora que ha subido el precio internacional del aromático, división por los programas gubernamentales, paramilitarización impune y mal disimulada. Con decir que la versión oficial de la matanza de Acteal sigue siendo “la disputa por un banco de arena”. Y sanseacabó.

Las instalaciones policiacas, desplegadas por la seguridad pública y la procuraduría estatal en algunos puntos de las carreteras de los Altos, inciden de manera nada angélica en la cotidianidad de las comunidades, además de mostrar cierta inclinación de los agentes a sentirse en película de acción. Hasta han pintado las siglas SWAT en sus más bien rústicos puestos de vigilancia.

No existe registro pero sí evidencia del gran número de embarazos y chamaquillos que se deben a la contigüidad forzada de esta doble ocupación militar y policiaca que se ufana de su “labor social”.

Históricamente, Chenalhó ha dado al sistema cierto número de maestros de primaria, y por esa vía ha creado cacicazgos de largo alcance. También produjo algunos escritores, funcionarios y diputados indígenas, siempre vinculados con el PRI y los sucesivos gobiernos estatales. Adicionalmente, en las décadas recientes, Chenalhó devino laboratorio de las iglesias y las religiones cristianas. No hay que olvidar que por aquí había debutado hacia 1940 el alguna vez célebre Instituto Lingüístico de Verano.

En los intersticios del control gubernamental, al iniciar los años 90 se desarrolló el zapatismo civil, y se consolidó después de 1994. Por ello, el gobierno federal eligió en 1995 esta región como uno de sus “laboratorios” de contrainsurgencia, al poner en marcha una “guerra de baja intensidad” que ya cumplió 10 años de existencia extraoficial.

A partir de 1996, el “laboratorio” de contrainsurgencia se propagó como gasolina en Chimix, Yaxjemel, Puebla, Los Chorros, La Esperanza. Las armas proliferaron bajo las narices de la policía y el Ejército federal. Muy pronto (y con el ingrediente sex, drugs and rock’n roll) las bandas armadas se volvieron delirantes y desbarrancaron por las laderas de Acteal hacia la matanza indiscriminada de civiles en diciembre de 1997.

Aunque el Ejército federal ya se encontraba en el área, a partir de este acontecimiento expandió su presencia en Chenalhó, rodeó a la sobrepoblada comunidad de Polhó desde lo alto de la carretera inaugurada por Ernesto Zedillo meses atrás, e instaló cuarteles y campamentos en los pueblos de la montaña. Los patrullajes terrestres son, hoy como entonces, diarios y continuos. Y miles de desplazados tzotziles siguen literalmente en la mira del Ejército federal, que apunta a casas y toldos de Polhó, a la presidencia municipal autónoma, la escuela, la clínica, las cabecitas de hombres, mujeres, niños y ancianos que se mueven allá abajo.

Pues Chenalhó, como la mayor parte del territorio indígena de Chiapas (aunque no precisamente en los “puertos turísticos”), es una tierra de comunidades autónomas en resistencia. De hecho, todo lo mencionado líneas arriba (y los elevados costos financieros y sociales que genera implementarlo a manera de “gasto social”) es por causa de los zapatistas, a quienes ni con tanto esfuerzo institucional ni usurpándoles casas, milpas y cafetales, han logrado doblegar.