Lamento echar un balde de agua fría en la cabeza caliente de quienes desde otros países esperan ansiosos la toma del poder por los obreros y campesinos, y algunos se dan el lujo de aprovechar las circunstancias para atacar a las corrientes que apoyan la autoorganización social diciendo que las viejas estrategias de asalto al palacio de invierno estarían volviendo con todo su vigor. De discursos y proclamas ya estamos hartos. Esos son los que desde sus posiciones sectarias y dogmáticas nos conclaman a abandonar la lucha territorial para asumir el “apoyo” a las cabezas dirigentes que administrarán el estado.
En primer lugar hay que destacar que la mayoría de los movimientos sociales de los territorios controlados por el estado boliviano presentan en su interior, en sectores y regiones, una diversidad de prácticas. Por ejemplo, el movimiento campesino, donde puede verse que en varias regiones estos compañeros han optado por profundizar las actividades de control territorial enfrentando a las oligarquías terratenientes y empresariales como en el caso de Santa Cruz, que se apresta a la secesión, contando para ello con todas las herramientas: poder económico, capacidad organizativa, medios de comunicación y buenas relaciones con el aparato militar. Eso no significa que esos campesinos no apoyen las medidas más amplias convocadas por los dirigentes nacionales, al contrario, son los primeros en salir a bloquear caminos y alimentar las marchas. En esos bloqueos y marchas se produce la disputa de palabras, de propuestas y de hechos entre las corrientes que quieren asumir el gobierno como primera prioridad, y los que entienden que todo cambio superestructural no conduce a nada sin la consolidación de las capacidades territoriales. Entre los primeros hay quienes ponen como condición la subordinación de las construcciones locales a la viga maestra de un plan de conducción nacional del aparato.
Por ahora, el único punto en común de las variadas tendencias sociales es la realización de la Asamblea Constituyente, donde se espera que las comunidades originarias, campesinas, cocaleras, ocupaciones de sin tierra y otras, puedan ventilar sus reivindicaciones sin detener los procesos de consolidación de la autonomía de sus comunidades. Ojo, que no estamos diciendo que la única salida viable sea esa asamblea, pues no hay salida, lo único es que después de los acontecimientos, tengan el cariz que tengan, habrá que asegurar la continuidad de la acción local.
Algunos piensan que Solares representa junto a la COB la alternativa de la revolución proletaria, lo que está lejos de ser verdad, habida cuenta también de sus últimas declaraciones donde se enfrenta a Evo Morales con la propuesta de envolver sectores militares para un golpe izquierdista. Dos altos oficiales salieron a la palestra intentando capitalizar al interior de las instituciones armadas esta idea de Solares, pero fueron aislados de inmediato y el mando ha tomado medidas contra ellos.
Es demasiado obvio que al interior del aparato armado del estado hay una fuerte crisis y serias fisuras, pero ante la ausencia de un programa o una salida popular de corte bolchevique o de corte chavista, ello no es posible, al menos en las actuales circunstancias.
Por otra parte, el empresariado ha optado por generar aparatos de control departamental o provincial que le permita, ante las posibilidades de crisis mayores en diversas regiones, la secesión con la cual mantener una parte de la población sometida al capital con ellos, lógicamente, como intermediarios y administradores. Los estados actuales no son más que eso, por lo que al capital le da lo mismo si un país se suma a otro o si se divide en dos o tres partes, como se ha visto en Europa oriental, lo que importa es la capacidad de controlar efectivamente a la población, y a ello dirigirá el imperio sus dardos diplomáticos, militares y de inteligencia.
Evo Morales se ha transformado en el paladín de la defensa de la democracia, intentando capitalizar el apoyo del capital ante las amenazas de los más radicales y ante las maniobras de las oligarquías, por ello se presenta como uno de los principales ideadores de la tregua de este fin de semana, que le permitirá negociar con las instituciones que en última instancia cortarán el queso. Presenta dos ventajas obvias para el capital, las mismas que presentaba Lula: una masa importante de población cautiva con la cual desarrollar cierta hegemonía sobre el resto de las capas sociales y una decidida vocación por el gobierno centralizado, lo que le hace interlocutor válido.
En El Alto, las diferentes fuerzas, básicamente comunidades aymaras, que se extienden hasta Achacachi y de allí hacia los cuatro puntos cardinales, se asientan solidamente en sus estructuras tradicionales, cuya autonomía es indiscutible. Ellos fueron los que detuvieron los tanques con Felipe Quispe a la cabeza en años anteriores. Ellos forman la base de movilización masiva que se une a la COB y a Solares, pero sin subordinarse, puesto que están por la constituyente y no por el golpe dirigido por un militar patriota que promueve el sindicalista.
Así las cosas, independientemente de la agitación por la toma del poder, ello sólo contribuye a que Solares consiga su militar o a que Evo consiga acceder al gobierno, lo que en nada resuelve las contradicciones de fondo, más bien las difiere en el tiempo.
Tiempo, es justamente lo que necesita la clase dominante para rearmar la estabilidad necesaria, sin importar si se hace por medio de un izquierdista (he ahí la astucia de Evo, hacerse imprescindible para el capital, y he ahí su fuerte contradicción con Solares). Pero también el tiempo juega a favor del avance de las construcciones locales, de la consolidación de las ocupaciones de tierra, las comunidades autónomas, los gobiernos municipales controlados por la población, las formas de autogobierno, en fin, la autoorganización que permita estratégicamente la presencia de áreas irreductibles desde donde se extienda el ejemplo de organización y resistencia.
La triste experiencia de Lula muestra que Evo no trae solución ninguna y es muy difícil que algún militar se preste a escuchar a Solares para sumarse al proyecto de avance al socialismo por arriba vía manu militari como en Venezuela.
Las experiencias de Argentina y de Ecuador indican que no basta con la movilización masiva de la población para derribar gobiernos, además eso ya ha sucedido en Bolivia y las instituciones están curtidas como para llegar a una buena salida que asegure la estabilidad necesaria para la recuperación del control tipo Brasil.
Brasileños y argentinos se ofrecen para asesorar a Mesa y a los militares, los peronistas y los petistas extienden sus redes para intentar una solución favorable a la continuidad de sus respectivos procesos, esto es, del capital.
Parece prudente no encandilarse con la salida a las calles de la población y prepararse para distinguir y apoyar las formas de autoorganización local.
Es claro que si viene cualquier tipo de salida, siempre será negociada de alguna manera. Sectores de izquierda no se importan y apoyan con todo la salida tipo Morales o Solares, ya que su objetivo es el gobierno y no la construcción de capacidades estratégicas que incorporen efectivamente a la población. Parece que las estrategias nos dijeran que primero hay que tomar el gobierno y luego desde ahí apoyar los territorios, con lo que caemos en el círculo vicioso del viejo estado socialista centralizado y autoritario que al caer no deja nada.
No estamos por salidas transitorias, aunque las haya. Estamos por la construcción del viejo topo de la historia que cava y cava sin cesar para erradicar al capital, pero el capital no se enfrenta solamente desde los gobiernos, sino, y especialmente, desde lo cotidiano. Hay que separar la paja y mirar como se mueven y actúan las formas de autoorganización local.
Abrazos
Profesor J