“Fui a convertir indios y ellos me convirtieron”

31.May.05    Análisis y Noticias

Jan de Vos, padre espiritual de la revuelta zapatista de Chiapas

“Fui a convertir indios y ellos me convirtieron”

Tengo 70 años y el corazón entero y entregado, aunque con cuatro ‘bypass’. Nací en Amberes, gris y monótono, y lo cambié por la luz de América. Fui jesuita y seré siempre enamorado compañero de Jesús. La revolución y una mujer me sacaron de mis libros de historia para protagonizarla juntos. La religión maya no es inferior a la nuestra

Luís Amiguet
La Vanguardia de España
La Fogata

-Mi familia era muy católica: mi padre fue diputado democristiano y mi madre rezaba para ver a alguno de sus nueve hijos en el altar.
Y lo logró: me hice jesuita.
-¿Dio usted clases en un colegio?
-Me fui a Colombia de misionero. Me compré la mejor hamaca del mundo: las hacen en la cárcel de Mérida, en el Yucatán mexicano. Los presos me vendieron una enorme hamaca de matrimonio (me di cuenta de eso en la selva por las risitas de los nativos).
-Se le ilumina el rostro al recordarlo.
-¡Vi la luz! De la Bélgica gris y monótona a la selva y el océano del Chocó. En la estación seca, remontaba los ríos por la selva hasta los poblados indígenas con dos pares de zapatillas: un par se secaba sobre mi mochila mientras calzaba el otro. Fui tan feliz que me negué a volver. Mientras, Gustavo Gutiérrez escribe su Teología de la liberación en Perú.
-Latinoamérica hervía de indignación.
-Fui a México y descubrí el mundo maya. Me enviaron a convertirlos, pero pronto me di cuenta de que llevábamos 500 años tratando de evangelizar a los mayas sin éxito: aquello no tenía ningún sentido.
-¿Por qué?
-Fracasamos porque nos creíamos superiores a los indios. Yo quise conocerlos antes de imponerles nada. Practiqué la observación participativa antropológica con los mayas 30 años y estudié su historia: escribí diez libros.
-¿Alguna conclusión?
-Los mayas acabaron convirtiéndome.
-¿Cómo?
-Me hicieron pensar. Para profundizar en mi fe, decidí volver a estudiar Teología a Tübingen. Fui alumno de Ratzinger…
-Que tiene ahora muchos más alumnos.
-…Hoy Benedicto XVI…Yde Hans Kung.
-Ha sido huésped de la contra.
-Ratzinger, escrupuloso y ordenado, enseñaba un disciplinado neotomismo. En cambio, Küng, era un play-boy de la teología.
-¿Popular?
-Para nuestro escándalo venía a darnos clase de teología en un Porsche rojo. Cuando llegó mayo del 68, Kung aceptaba encantado debate tras debate, pero Ratzinger se asustó muchísimo del asalto a las aulas de los estudiantes. Yo decidí volver con mis mayas.
-¿Los vio con otros ojos?
-Releí la biblia. Descubrí que su religiosidad era diferente, pero no inferior a la nuestra. Nuestra religión está basada en la revelación hecha por profetas y el último es Jesús de Nazaret, hijo de Dios para los cristianos, quien al fin nos da la revelación completa.
-¿Acaso no cree que es la única verdadera?
-Antes de Moisés, todos vivíamos la misma religiosidad de culto a la fertilidad y a la tierra que viven los mayas: comulgan con la naturaleza, la revelación eterna y cotidiana.
-Diríase que eso es idolatría y animismo.
-Todos fuimos como ellos. Moisés llega a Canaán y destruye esa religión de la naturaleza. Ahí empieza el divorcio entre las religiones dominantes y nuestro medio ambiente.
-¿Por qué?
-Moisés y su gente no son agricultores, sino nómadas, y su Yahvé es un dios tribal. Guía sólo a su pueblo en la batalla para dominar a las demás tribus, porque les ha ordenado: “Repoblad la tierra y sometedla”
-No parece un lema de Greenpeace.
-En cambio, los mayas se resisten a 500 años de evangelización, porque consideran a la tierra su madre. Cada vez que siembran, le piden perdón: “Perdónanos, madre, debemos abrirte para poder comer”. Tampoco entienden que nadie pueda comprar o vender la tierra sin traicionar a su alma. ¿Acaso puede alguien comprar o vender a su madre?
-No me haga decir nombres…
-Yo me niego a considerar superior mi religiosidad a la maya: ¡aprendamos de ellos! He visto, impotente, cómo destruíamos la selva para someterla y explotarla.
-Usted es un relativista moral: condenado.
-Soy lo que he vivido.
-¿Y aún es usted cristiano?
-Ya no soy jesuita, pero sí “compañero de Jesús”. Creo en Jesús sin intermediarios y lo veo a nuestro lado cada día: Jesús era un inadaptado, un paria que iba contra la religión establecida. Los poderosos y los sacerdotes le condenaron a muerte, pero Jesús vive hoy en la lucha de los que sufren: los desposeídos, los bienaventurados que heredarán la madre tierra porque la aman y morirán por ella.
-Y acabó usted siendo zapatista.
-Por amor a los indígenas… y a una mujer.
-¿Muy joven, verdad? ¡Qué peligro!
-Era la hija del fundador del Fondo de Cultura Económica: una intelectual comprometida y mujer revolucionaria las 24 horas.
-No sé si sería mi pareja ideal.
-¡Buf! ¡No era fácil convivir con ella! Pero le agradezco a ella y a la revolución dos cosas: haberme sacado del pasado y haberme arrancado del despacho. Dejé de escribir la historia yo solo para protagonizarla con ella.
-¿Cómo?
-La mayoría de los zapatistas habían sido catequizados por mí o mis compañeros…
-Ustedes los jesuitas eran un peligro.
-…Así que el comandante David me cogió la mano y me recordó con dulzura que había sido mi alumno. Me pidió que escribiera la historia de los mayas, “porque nuestra historia es el fundamento de nuestra dignidad”.
-Un bello encargo.
-Busqué mecenas y lo edité con lujo en cuatro lenguas mayas y español. Les vendimos 10.000: cada uno al precio de una cerveza. Hoy le llaman “el libro negro” por el color de sus tapas y lo leen con orgullo. La revolución sigue ahora en los municipios: sin cámaras, pero más cercana que nunca al pueblo.

Partículas

¡Qué peliculón de vida! ¡Y qué carisma para contarla! Camino con el joven jesuita por la selva del Chocó, me encuentro con los mayas y participo en sus ritos de amor a la madre tierra; me enamoro con él de una mujer en la revolución y sufro con Jesús castigado con Arrupe y Jesús mártir con monseñor Romero y el padre Ellacuría. De Vos y el indio Haji cautivan al auditorio de la Fundació La Caixa. Haji explica que su cabeza es la montaña de su sierra, nevada por las canas de la que desciende el agua que es la sangre de sus venas regando las raíces minerales de sus pies hasta la punta vegetal de sus dedos por toda la eternidad. El otro día, un premio Nobel de Física me explicaba nuestra unicidad con el cosmos de idéntico modo, pero demostrado por el acelerador de partículas.